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sábado, 31 de octubre de 2015

MI CHICHI NO ES RARO, ES ESPECIAL



Voy a aprovechar la feliz circunstancia de que ya nos vamos conociendo para contaros un poco más sobre mi.Sobre mis complejos, de hecho. No es algo que suela contar en público, pero he pasado años de mi vida preocupada por el tamaño de mis labios, y no, no hablo de los de la boca (sí, mamá, este es exactamente el momento en el que debes dejar de leer). Durante mi adolescencia, uno de mis mayores traumas y preocupaciones en lo que a mi futura vida sexual se refería era precisamente ese: cómo iba a hacer cuando me acostase con un chico y el susodicho viese el tamaño de mis labios, tan diferentes de los de los dibujos del libro de biología. Seguro que salía corriendo asustado (inocente de mi…). Es más: recuerdo dedicar no poco tiempo a pensar en modos de cortarlos, esconderlos o hacerlos desaparecer.


Parece una tontería, pero las mujeres no vemos demasiados chichis ajenos a lo largo de nuestras vidas. No comparamos el nuestro con el de nuestras amigas ni compañeras de gimnasio. De hecho, incluso aunque veamos a otras mujeres desnudas la información que sacamos sobre sus chichis tiende a cero, montes de Venus aparte. Por tanto, la mayoría acabamos asumiendo que todo el mundo tiene algo parecido a lo que vemos en los libros del cole (siempre en dibujos, no vaya a ser que los niños se asusten si ven una foto de lo que todos tenemos ahí abajo) y nos comemos la cabeza cuando algo de lo nuestro es diferente. Os diré más: a mis veinticinco años, y aunque haya dejado de traumatizarme el asunto, sigo sin saber si mis labios son muy largos o no, porque he visto muy muy pocos labios ajenos.

Investigando por las profundidades de internet para este artículo, me he encontrado mujeres con todo tipo de complejos similares al mío: labios que parecen muy grandes, chicas que tienen uno más grande que otro, otras preocupadas porque el color de los mismos (e incluso de toda la piel de la zona genital) sea más oscuro y marroncito comparado con el rosa que consideramos habitual; y hasta muchas que creen que el capuchón que protege su clítoris tiene demasiada piel. Otro complejo al parecer bastante recurrente es la acumulación de grasa en la zona del monte de Venus, también conocida como chichi gordito. A veces sucede tras perder peso, aunque también hay a quien le viene de serie por razones genéticas. El efecto suele ser que esa zona se vea más abultada de lo “normal” (no sé muy bien qué es lo normal, de hecho llevo desde que me enteré que había chicas preocupadas por esto preguntándome si el mío es gordito o no) y que muchas chicas se sientan mal a la hora de ponerse pantalones ajustados, o se mueran de vergüenza solo de pensar en que las vean desnudas.


Casi todas las mujeres que hablan de estos complejos tienen algunas cosas en común: son jóvenes y aún no tienen mucha experiencia sexual (la mayoría de las que preguntan en foros son vírgenes), comparten la sensación de que el chico de turno va a salir corriendo al ver sus genitales (como si fuesen a fijarse en nada de eso en pleno calentón) y buscan desesperadamente una manera de cambiar lo que ven raro, principalmente pasando por operaciones de cirugía estética.

Parece que lo que nos encontramos aquí es, de alguna manera, un montón de adolescentes (y no sólo) asustadas porque no saben si sus genitales son como deberían ser. Como si hubiese algo así como unos genitales correctos. El hecho de que no tengamos ni idea de cómo son los de otras mujeres y de que este tipo de complejos no sean temas habituales en lo que a educación sexual se refiere no hace más que agravar el problema. A veces, cosas que tras años de experiencia nos parecen detalles como pueden serlo la depilación, o que cuando no lubricamos siempre es útil tener un bote de lubricante en la mesilla , se convierten en un mundo de preguntas y dudas a las que no sabemos cómo enfrentarnos, porque no sabemos bien qué se espera de nosotras.

¿No os parece que nos evitaríamos unas cuantas comeduras de cabeza con cosas tan sencillas como naturalizar el sexo en los medios de comunicación, o incluir a los típicos dibujitos con los que se enseña el funcionamiento del aparato reproductor algo tan simple como fotos, al igual que se hace con otros órganos?


Te diré una cosa si has llegado aquí porque hay algo de tu cuerpo que te parece extraño: no eres rara porque tus labios menores sean algo largos. Ni porque sean marrones. Ni porque tu chichi sea gordito. Es más: ese chico con el que vas a perder la virginidad está tan asustado como tú y lo último en lo que se va a fijar es en las pequeñas cosas que te acomplejan, que probablemente incluso le encanten. No es necesario que te operes, ni te cambies nada. Hay tantos chichis como chicas, y te aseguro desde ya de que a los hombres les vuelven locos todos ellos.

Texto extraído de: weloversize.com

viernes, 17 de abril de 2015

ALGUNAS TENEMOS COÑO



Algunas tenemos coño.
Se ve que a algunos le cuesta aceptarlo pero así es.

Algunas tenemos un coño. Unos labios menores, unos labios mayores, un clítoris, una vagina, un útero, dos ovarios…un coño, vamos.


Un coño que a muchas nos han mutilado, cortado, cerrado para demostrar nuestra virginidad, vuelto a abrir…un coño que es una herida que nunca cierra, que siempre sangra, que siempre duele y no se olvida.


Un coño sobre el que políticos se creen con el derecho de legislar. Un coño que para ellos es el cuenco que somos nosotras mismas, ya que para ellos tenemos el valor sólo como engendradoras, quedando nuestros derechos fundamentales a la libertad, la autodeterminación y el bienestar de personas aquí y ahora, subsumidos a los derechos de alguien que no está claro cuándo empieza a serlo.

Un coño que es medicalizado como un problema, rasurado como un estorbo, ocultado como una vergüenza.

Un coño que nos han violado, no sólo desconocidos sino amigos, novios, tios que nos han caído bien al principio. Un coño que, o defendemos con la muerte, o es señal inequívoca de que no ha sido violado: un coño que al parecer se identifica tanto con nosotras mismas, que dar la mano, un paseo o sonreir significa que hay vía libre de acceso. Un coño que nos han hecho sentir como algo tan ajeno que hemos visto estupefactas cómo vivía situaciones a las que no sabemos cómo hemos llegado ni cómo salir: nos han enseñado a no hablar, a callar, a mirar hacia abajo y a follar sin deseo.


Un coño por el que hemos pasado miedo: miedo a ir sola por la calle, miedo a entrar en el ascensor con un desconocido, miedo a vernos acorraladas mientras estamos tranquilamente de fiesta.

Un coño que nos ha condicionado los movimientos…”niña cierra las piernas que se te ven las braguitas”, “no te sientes así”, “no saltes con falda”, “no te cuelgues bocabajo”…

Un coño que en esta sociedad es una condena, que nos han hecho vivir como una tortura.


Somos mujeres, tenemos un coño. No somos asexuadas madres modelos o putas que van marcando para follar.

Estamos hartas de esta sociedad falocéntrica. Nos negamos a seguir viéndonos como carencia: carencia del pene que da la autonomía, carencia de la virilidad que da la posibilidad de defensa. Hemos aguantado más de lo que nunca podréis aguantar, hemos incubado más rabia de la que nunca podréis imaginar.


Somos mujeres, somos compañeras, nos vamos a defender las unas a las otras…y cuidado, porque sabemos hacerlo.


MACHETE AL MACHOTE


Texto extraído de: alasbarricadas.org