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domingo, 10 de enero de 2016

RÉGIMEN FALOCRÁTICO Y NEOPATRIARCADO

La falocracia prima un órgano por encima del otro, una práctica por encima de otras, una identidad por encimas de las demás. El hetero biovarón con falo, penetrador y masculino será la materialización del neopatriarcado en el régimen falocrático.


Ángel Amaro
Sociólogo y Activista LGTBIQ


En los entresijos de la postmodernidad líquida el régimen ultraliberal redobla sus esfuerzos por presentarnos un “patriarcado soft” o, como bien apunta Alicia Puleo, un “patriarcado de consentimiento”. Un sistema sexo-género más injusto e inhumano que cualquier otro pero con mejor presencia, de cuello blanco.

Cuando la mirada masculina es el centro de lo Social estamos ante el androcentrismo. Un canon masculinista que se convierte en parámetro o vara de medir. Este androcentrismo que etiqueta y cosifica, se desenvuelve en un contexto heterosexista (presunción de heterosexualidad obligatoria), al mismo tiempo que falocrático (mirada fálica como canon y parámetro que evalúa y binariza).


La falocracia prima un órgano por encima del otro, una práctica por encima de otras, una identidad por encimas de las demás. El hetero biovarón con falo, penetrador y masculino será la materialización del neopatriarcado en el régimen falocrático. La falocracia invisibiliza ciertos órganos y empodera otros; estigmatiza unos y sobredimensiona el pene. Es la falocracia la que otorga un estatus al pene por encima de la vagina, al semen por encima del flujo vaginal, al glande por encima del clítoris, al prepucio por encima del himen y a los testículos por encima de los ovarios.

El neopatriarcado hace de la eyaculación femenina un tabú, sólo evidente para las ninfómanas; convierte a la masturbación femenina en una práctica incompatible con el hecho de tener pareja; reduce el aparato sexual de las mujeres a un aparato reproductor propenso a repesiones de legislaciones de turno y moralinas de la Iglesia. Negar el derecho a decidir de las mujeres es el mayor exponente del régimen falocrático.

La batuta coordina, el pináculo se erige, la fuente ensalza, la porra atiza, la tiza apunta, la regla amenaza, el bastón impone, la columna romana rememora… Estamos rodeados cotidianamente de formas fálicas, marketing y elementos falocráticos que los tenemos (generalmente) interiorizados como habituales o socialmente aceptados.


El Imperio Romano levantó columnas en homenaje a los emperadores y sus hazañas, la Iglesia erigió iglesias que se levantaban al cielo con el fin de alcanzar la inmesidad del Reino de los Cielos, el capitalista construye inmensos rascacielos como símbolo de su poder económico, en los parques de las grandes plazas hay potentes chorros de agua que emanan de las fuentes en posición vertical levantándose varios metros y transmitiendo poder, etc.
La falocracia históricamente atribuyó poder/control al falo del hetero biovarón y sumisión/pasividad al resto de órganos (vagina, ano y boca). Expresiones como “que te den por culo”, “que te follen”, “vamos de culo”… son el vivo ejemplo de que la falocracia estigmatiza el sexo anal y el uso sexual que se pueda hacer del ano. Asimismo pasiviza la vagina y reduce a las mujeres a meros objetos sexuales destinados a satisfacer “la infinita actividad sexual” del falo propiedad del hetero biovarón blanco, occidental, masculino y penetrador.

El porno es falocrático (de ahí la aparición del postporno y la deconstrucción crítica que se hace del mismo) porque el pene y la actividad de éste es el que marca el climax de las escenas, la ciencia es falocrática porque es androcentrista y tiene una mirada masculinista, y como no… la publicidad es falocrática porque busca legitimar el canon binarista y castrar la emancipación sexual de las mujeres vendiéndoles cortinas de humo en un manipulado contexto de “liberación sexual”.

El consumismo cae en tópicos sexistas para atraer la mirada del hetero biovarón y recordarle que tiene privilegios biológicos que legitiman cierto estatus quo. La falocracia explica por qué se ve tan mal la ninfomanía, por qué hay gente que culpabiliza a las mujeres en caso de violación, por qué hay quien defiende la trata de personas con fines de explotación sexual, por qué hay quien practica la ablación del clítoris a niñas de diez años, por qué las mujeres siempre tienen que mear sentadas, por qué los condones femeninos son tan poco comercializados, por qué las vaginas siempre están legisladas por códigos penales y los penes no, etc.


En este patriarcado de consentimiento de nada sirve subirse encima de unos tacones si la falocracia se sube en encima de ti y la llevas cargando encima de un lado para otro como una losa bien pesada.


Los valores falocráticos estigmatizan la sexualidad y cuerpos de las mujeres y algunos hombres (no nos olvidemos que los hombres que manifiestan tener actividad sexual anal también son víctimas de la falocracia por “dinamitar” e ir en contra de los “intereses” del falo del hetero biovarón masculino y penetrador).Se puede decir, muy a mi pesar, que el neopatriarcado está asentado en cimientos demasiado sólidos que dificilmente podrán ser aniquilados si no es con un trabajo latente y de largo de recorrido. Sólo una praxis feminista, desde la unidad de acción, podrá dilapidar y deconstruir los valores falocráticos, binaristas, heterosexistas y androcentristas que nutren y dan vida al neopatriarcado del presente.


http://www.diasporaqueer.blogspot.com.es/
Texto extraído de: pikaramagazine.com

sábado, 21 de septiembre de 2013

¿EL PORNO QUE NOS MERECEMOS?

María Llopis

Vuelvo de mis vacaciones de mes y medio en el sudeste asiático, bronceada, con los chakras abiertos de par en par y con plena conciencia de mi condición de turista occidental privilegiada, para encontrarme en mi inbox con una proposición que me sorprende: escribir un artículo sobre la pornografía en Occidente. Me sorprende que todavía interese reflexionar sobre la pornografía.

En una de las cabañas de playas lejanas donde tuve el placer de pernoctar en mi viaje, concretamente en Nagari Sungai Pinang, me encontré con un libro que amablemente había dejado el occidental turista que me precedía. Un libro al que se ha calificado como porno para mamás, best seller porno y demás porno chorradas. Se llama 50 sombras de Grey. Me lo leí en dos tardes y ofrecí el ejemplar para la hoguera en la playa del último día. Si se califica un libro como 50 sombras de Grey como pornografía en un medio periodístico, el porno ya no tiene sentido. Me explico. 50 Sombras de Grey no es pornografía, es una novelita rosa de pésima calidad literaria. Y punto. Pero hoy en día está de moda llamar a cualquier cosa pornografía. Publicar un titular en el periódico con la palabra "porno" en la sección de cultura funciona. Ensayos sobre la experiencia pornográfica ganan premios nacionales. Los centros de arte acogen muestras sobre la relación entre arte y pornografía. La pornografía ya es cultura popular. Las tesis doctorales sobre pornografía se suceden. La pornografía ya no asusta a nadie. Las feministas hacen porno. Tu abuela hace porno.
Hubo un tiempo en el que el feminismo se rebeló contra la pornografía. Se decía que generaba violencia contra la mujer.


Que era sexista y machista y que representaba a las mujeres como objetos sexuales. Ojalá. Ojalá la culpa fuera del porno y erradicándolo acabáramos con una sociedad sexista. Sería tan sencillo.
El feminismo adoptó el lema punk de "hazlo tú mismo". Decidió que si no te gusta el porno que ves, ábrete de piernas y haz tu propio porno.


Feminismo pro-sex, movimiento postporno, pornografía feminista, porno hecho por mujeres. Las políticas feministas más radicales y los posicionamientos anticapitalistas empezaron a producir material sexualmente explícito que ha tenido una gran aceptación en el mundo del arte y la cultura. Y entonces la industria del porno se inventó el porno para mujeres, que viene a ser algo similar a la literatura para mujeres, es decir, un sinsentido. Material pornográfico en el que se vende una sexualidad femenina estereotipada y ridícula, una sexualidad en la que la iluminación es suave y ellas llevan ropa de marca.
Afortunadamente también hay buen porno dentro del mainstream. Como dice Lydia Lunch en el documental Mutantes. Feminismo porno punk de Virginie Despentes, si vas a una tienda de música y escoges cualquier cosa al azar, probablemente sea una mierda. Con el porno pasa lo mismo, hay que conocer y saber elegir. Porque la pornografía es un reflejo de nuestra sociedad sexuada. Todas nuestras miserias se ven reflejadas en ella. Vivimos en un mundo en el que la violencia contra la mujer es asumida como parte de nuestro día a día. Esto es Occidente. Y no hay nada mejor ahí fuera. Por eso me sorprendo cuando descubro sociedades como los Mosuo, una sociedad matriarcal que cuenta 56.000 personas y que se encuentra entre las provincias de Yunnan y Sichuan, en el sudoeste de China.



En la sociedad Mosuo, a las mujeres se les construye un cuarto propio cuando cumplen los 13 o 14 años. Ese cuarto tendrá una puerta al interior de la casa y otra al exterior. Durante la noche, ella puede invitar a quien quiera a compartir su lecho. La única condición es que su amante se vaya al alba. Puede tener el mismo amante durante años o puede cambiar cada noche. Se considera que esta es su intimidad. Los hijos que pudiera concebir durante su vida serán criados en la casa familiar. No existe el matrimonio. No existe la paternidad tal y como la conocemos. Los hombres ejercen de padres de los hijos de sus hermanas. La paternidad biológica no es relevante. La palabra utilizada para denominar al padre y al tío es la misma.
Lo que me llama la atención poderosamente de este tipo de organización social es la libertad sexual de las mujeres y la libertad sexual de la sociedad en general. Es fácil darse cuenta de la utilidad primaria del matrimonio en Occidente: el control de la sexualidad de la mujer. El hombre puede saber con seguridad quiénes son sus hijos biológicos y así legarles su patrimonio. Y es un sistema relativamente reciente. Surgió con la agricultura, la ganadería y, por supuesto, la propiedad privada. Hace apenas unos 10.000 años.
El feminismo adoptó el lema punk de "hazlo tú mismo". Decidió que si no te gusta el porno que ves, ábrete de piernas y haz tu propio porno. Feminismo pro-sex, movimiento postporno, pornografía feminista, porno hecho por mujeres.

Yo creo que tener un hijo de padre desconocido supone la acción esencial feminista hoy en día. O más bien la acción esencial feminista sería la paternidad múltiple. Sentir como propios y cuidar de todos los niños de nuestra comunidad. Ejercer de padres en plural.


Es fundamental que tengamos en cuenta la conexión entre capitalismo salvaje y control de la sexualidad de la mujer. Esta crisis económica en la que nos vemos sumergidos es una consecuencia lógica de un sistema que ha primado la avaricia y el poder sobre la sexualidad placentera y el bienestar de las criaturas. Como dicen Christopher Ryan y Cacilda Jethá en su libro En el principio era el sexo (publicado por Paidós recientemente), es nuestra condición fuertemente sexuada lo que nos hace humanos. El resto de los animales, o la gran mayoría, follan cuando están en celo, con fines reproductivos. Y cuanto más abundante y múltiple es la vida sexual de una especie, más armoniosa y pacífica es su convivencia. Se nos ha vendido el matrimonio y la monogamia sexual como nuestro estado natural, cuando es el estado natural del capitalismo.
La brillante teórica española Casilda Rodrigáñez va más allá, señalando como problema fundamental la represión del deseo materno y el estado de sumisión inconsciente al que nos lleva. El embarazo, el parto y la crianza son estadios sexuales de la mujer. Hay mujeres que viven partos orgásmicos, sí, que se corren al parir. Mientras el resto de nosotras se retuerce de dolor. Aquí hay algo que no funciona. Que no tiene sentido. Aquí hay algo por lo que merece la pena luchar.
Vayamos a la raíz del asunto, que no es tan difícil. Mientras nos aporrean en Neptuno y donde haga falta, somos capaces de reconocer la violencia del estado y no lo somos tanto para identificar la violencia que se ejerce hacia la mujer y consecuentemente hacia nuestra sociedad. Vengo de Sumatra, en Indonesia. He conocido una sociedad matriarcal de unos cuatro millones de habitantes, los Minangkabau, en la que la violencia hacia la mujer es sencillamente inadmisible. Me daba vergüenza hablar de la realidad de mi país. En mi país a las mujeres las pegan y las violan. Las mujeres y sus hijos son asesinadas por sus parejas. Bienvenido a Occidente.


A mí no me preocupa que la pornografía mainstream sea sexista. Me parece lógico. Tenemos el porno que nos merecemos. Antes yo era una chica más optimista, pensaba que creando otro tipo de imaginario sexual, podríamos cambiar el mundo. Pero tenemos que identificar la crisis real a la que nos enfrentamos. Un importante hombre del país es, o al menos lo fue, un gran aficionado al sexo anal con los miembros de su propio género, pero se vio obligado a casarse y tener hijos para poder continuar con la carrera que le ha llevado a donde está. Y que nos ha llevado a todos a donde estamos. Esta organización social que vivimos en Occidente y que hemos exportado tan eficazmente al resto del mundo está basada en la represión de nuestra sexualidad y en la acumulación de bienes materiales a toda costa. El dinero no da la felicidad, dicen, pero ayuda si formas parte de una sociedad capitalista.

La felicidad es vivir en una sociedad en la que podamos colmar todas nuestras necesidades sexuales y afectivas, en la que se prime el bienestar de las criaturas, en la que la acumulación indiscriminada de bienes no sea el fin último. Porque hay para todos. No tengamos miedo. Vivamos en la abundancia. Que la pornografía sea lo que siempre debiera haber sido, un sencillo juego que refleja nuestra sana curiosidad por explorar el sexo.



Texto extraído de : alasbarricadas.org

viernes, 6 de septiembre de 2013

ASISTENTES SEXUALES, 'LAZARILLOS" PARA QUE LAS PERSONAS CON DIVERSIDAD FUNCIONAL VIVAN SU SEXUALIDAD



No es prostitución. La asistencia sexual para discapacitados se considera un servicio de salud, y como tal está subvencionado en países como Suiza, Dinamarca, Suecia, Holanda o Alemania. En Francia el debate para la legalización de la práctica está abierto.

Las necesidades afectivas y sexuales de los discapacitados siempre han sido alojadas en el cajón de los temas tabú en muchos países occidentales no demasiado receptivos al tratamiento de aspectos relativos a la sexualidad.


La película que puso el asunto en el centro del debate

Sin embargo, la actriz Helen Hunt y la película Las Sesiones, dirigida por Ben Lewin y estrenada en 2012, han impulsado un debate antes escondido que ha saltado como un resorte a los medios de comunicación.

En el filme, que reportó una nominación como mejor intérprete secundaria a Hunt, queda plasmada la historia de un periodista minusválido que decide perder la virginidad a los 38 años y acomete la tarea con la guía de una terapeuta sexual. De un modo menos profundo, la sexualidad en personas discapacitadas también tuvo un momento en el cine, el el título taquillero francés Intocable, donde su protagonista era un millonario parapléjico.


Imagen de discapacitados británicos que reivindican su sexualidad, con la ONG Enhance UK.

Los terapeutas sexuales están especializados en ayudar a los discapacitados a que se reconcilien con su sexualidad y a que puedan satisfacer sus necesidades físicas ejerciendo una tutela y una guía hacia su propio erotismo.

Aunque la asistencia sexual esté ligada a la prostitución, práctica a la que suelen recurrir los discapacitados, ésta requiere de una formación especializada y una sensibilidad y apertura mayor en asuntos sexuales. En España, la asistencia sexual está siendo reivindicada en Cataluña, a través de la plataforma Sex Asistent, con Jaume Girbau al frente. Girbau vive sobre una silla de ruedas desde que era niño, y quedó traumatizado por una fracasada primera experiencia sexual con una prostituta que se vio desbordada por la situación.

La plataforma liderada por Girbau, que integra a sexólogos, terapeutas y personas con discapacidad, tiene como objetivo proporcionar formación oficial a las personas interesadas en convertirse en asistentes sexuales, y legalizar la figura en España, según relata 20 Minutos.
Igualdad de oportunidades

En mayo, distintos expertos reunidos en Barcelona también se sumaron a la petición de potenciar la figura del asistente sexual para las personas con diversidad funcional, garantizando así la igualdad de derechos y oportunidades para todos. Fue durante la jornada sobre 'Sexualidad, diversidad funcional y la figura del asistente sexual', organizada en Barcelona por la Asociación de Parapléjicos y Grandes Discapacitados Físicos de Cataluña.


Durante la misma se presentó la figura del 'asistente sexual' como un acompañamiento destinado a hombres, mujeres o parejas con algún tipo de diversidad funcional, mayores de edad, que independientemente de su género o elección sexual deciden optar por esta posibilidad.

La psicóloga del Instituto Guttmann Ana Gilabert explicó que la sexualidad es un aspecto central del ser humano durante toda la vida, y apostó por la búsqueda de alternativas "de la forma más imaginativa posible". "La sexualidad, como aspecto positivo y enriquecedor de la vida de las personas, es también patrimonio de todos, y la diversidad funcional o la discapacidad no debe anular este aspecto", subrayó.

Texto extraído de: ecodiario.eleconomista.

lunes, 5 de agosto de 2013

DESEO Y EROTISMO

La construcción sociocultural del deseo y el erotismo





"El deseo y el erotismo son impulsos humanos que determinan nuestra forma de relacionarnos con los demás y con los objetos que nos rodean. Siempre han sido ensalzados como parte de “los misterios de la vida” en la poesía y la literatura, especialmente durante el siglo XIX, en el que los románticos expresaban sus deseos y la frustración que les producía el no poder alcanzar el objeto de sus pasiones.

El deseo es un tema siniestro. En la ciencia positivista del siglo XX se ha tratado mayormente desde la perspectiva de la patología, es decir, el estudio y tratamiento de los excesos que cometemos cuando nuestra racionalidad y nuestra vida cotidiana se ve afectada por el deseo que sentimos hacia personas, alimentos u objetos de consumo. El deseo erótico, por ejemplo, está clasificado dentro de aquello que consideramos el “lado oscuro” de nuestras sociedades, ese espacio del que no se habla en las reuniones sociales o en los ámbitos laborales. El lado oscuro de la realidad está formado por todo aquello que se considera negativo, incontrolable, irracional: la prostitución, el adulterio, la disfunción eréctil, el multiorgasmo femenino, lo prohibido, la suciedad, el inconsciente.





Nosotros nos movemos en un mundo luminoso en el que representamos un papel cuyo objetivo principal es aparentar normalidad, cordura, y capacidad para integrarse a la sociedad. Gracias al mundo luminoso del orden y la ley, todo funciona: aprobamos los exámenes, rellenamos formularios, pagamos nuestros impuestos, nos detenemos frente a un semáforo rojo, damos los buenos días a los vecinos, y nos comprometemos pública y formalmente a convivir con alguien del sexo opuesto.

Esta tremenda idea que divide la realidad en dos grupos, uno luminoso y otro oscuro, proviene del pensamiento binario occidental. Hemos aprendido a pensar y percibir en base a estructuras dicotómicas, por eso separamos la realidad en dos grupos bien diferenciados. En el lado luminoso está el día, el sol, el orden, la razón, lo tangible, la norma, la ley, la coherencia, la masculinidad, la fuerza, la civilización y la cultura.
Del otro lado están las bajas pasiones, los instintos, la irracionalidad, el misterio, la noche, la luna, la magia, las supersticiones, los hechizos, la incertidumbre y la intangibilidad, la naturaleza y lo femenino.





El deseo pertenece al segundo grupo porque creemos que nos dominan fuerzas superiores que apenas podemos evitar sino es con muchas dosis de represión, disciplina, paciencia y autocontrol. Sabemos que aquellos que no pueden hacer uso de su raciocinio para escapar de esta fuerza poderosa, pueden acabar muy mal: ahí tenemos todas las patologías médicas que nos demuestran lo mal que le va a la gente que no puede controlar su deseo, o que no encuentra satisfacción a la hora de buscar placer.
Esta dicotomía es un espejismo pues hoy sabemos que razón y emoción no son fenómenos contrarios, que se gestan en el mismo lugar del cerebro, que todas las decisiones que tomamos son subjetivas y están determinadas por nuestros sentimientos, impulsos, apetencias. No podemos separar nuestra razón y emoción, ni tampoco nuestra naturaleza y nuestra cultura: somos un complejo sistema en el que interaccionan diferentes dimensiones. El deseo humano, entonces, es una construcción política, social, económica que varía según los países y las épocas históricas. Esta cualidad humana es innata pero se aprende: el erotismo está determinado por nuestras estructuras emocionales y relacionales; estas estructuras las heredamos a través de la cultura, principalmente.





El deseo y el erotismo son diferentes en cada cultura porque están atravesados por la ideología hegemónica de cada sociedad. Nuestro mundo occidental ha construido sus sociedades en torno a la represión sexual. Nos organizamos socialmente en base a la represión que construimos con una serie de tabúes, normas, prohibiciones y costumbres. Heredamos estos tabúes a través de la socialización y la educación, y una vez asumidos los reproducimos y los transmitimos a las nuevas generaciones.
La cultura se encarga de establecer lo que está bien y lo que está mal, lo que es natural y no lo es, lo que es normal y lo que es anómalo. De este modo, aprendemos por ejemplo que uno no debe acostarse jamás con el padre, con la madre, con los hermanos, con los maridos de las hermanas o las esposas de los hermanos, con los compañeros de las amigas, con los primos y las primas hermanas, con los y las sobrinas, con los compañeros de trabajo con los que nos relacionamos en base a jerarquías de poder.

Teniendo esto claro, podemos tener relaciones sexuales con gente con la que no tengamos parentesco cercano y que preferiblemente estén solteros/as. También es preferible que nos relacionemos heterosexualmente, y mejor con gente de nuestra edad y nuestra clase social, pues el modelo idealizado de relación sexual que nos han vendido a través de la cultura es el de la relación monógama de dos opuestos que se complementan. 




Piensen en todas las grandes historias de amor: todas se basan en el mismo esquema narrativo chico-conoce-chica, chico viaja para encontrarse a sí mismo y derrotar al enemigo, chica espera para ser elegida cuando chico termine su aventura. Masculinidad activa y empoderada, feminidad pasiva y sumisa: las medias naranjas de aquellos diferentes que se complementan a la perfección.

Las relaciones que no se ajustan a este modelo canónico son mal vistas o producen un escándalo social. Por ejemplo, las relaciones de adultos con menores de edad o con ancianos, las relaciones homosexuales, las relaciones sexuales entre discapacitados psíquicos o físicos, las relaciones sexuales entre ancianos, las relaciones tríadicas, las relaciones sadomasoquistas, las relaciones de libres o poliamorosas son condenadas por la sociedad porque escapan de la normatividad.




Según Freud, el tabú esencial que organiza nuestra sociedad es el tabú del incesto. Él pensaba que todo el sistema de represión sexual de la sociedad a la que pertenecía era necesario para controlar al humano animal, pues si pudiéramos dar rienda suelta a todos nuestros apetitos eróticos y caprichos genitales la sociedad no funcionaría, la gente no iría a trabajar porque estaría entregada a la búsqueda del placer, el caos se apoderaría de nosotros, dejaríamos de respetar las jerarquías, en fin, un desastre total en términos de producción y de paz social.





Marcuse en cambio pensaba que la liberación del Eros comunitario nos traería una sociedad más amable, más igualitaria, y más feliz, en suma. La represión sexual y erótica tiene una utilidad esencial para mantener los sistemas de explotación humana y de guerra permanente. Como consecuencia de esta represión somos seres más frustrados, más individualistas, más reprimidos, más amargados y nuestras relaciones sexuales y afectivas son sumamente pobres y conflictivas. Yo estoy con Marcuse, claro, y con el análisis de Foucault en torno a la represión sexual, el concepto de normalidad, y el concepto de poder.






En el ámbito del análisis del deseo erótico y sexual, es necesario que pongamos en relación nuestras estructuras sociales y políticas, los grupos de poder que crean normas sociales y producen relatos ejemplarizantes a través de las industrias culturales. Y es importante también que analicemos la ideología que atraviesa todas nuestras fantasías y relaciones eróticas. Esta ideología hegemónica está basada en los principios de la moral católica, capitalista y patriarcal. 




Deseamos lo que nos proponen los medios de comunicación y las industrias culturales. La publicidad, en concreto, es la que moldea los gustos de la gente, principalmente a través de las “modas”. La publicidad nos regala aspiraciones, pulsiones y necesidades para que las asumamos como propias: Necesito un coche fantástico, quiero a ese hombre exitoso, necesito esa rubia explosiva, deseo esa crema antiarrugas, me apetece comprarme ese vestido, quiero comprarme esa casa, quiero tener esa sonrisa de anuncio, quiero un cuerpo hermoso para poseerlo, quiero que me admiren como admiran a ese hombre, quiero que me deseen como desean a esa mujer.


Los creadores publicitarios nos dicen lo que nos conviene, lo que es bello y lo que no lo es, lo que es importante en la vida, lo que nos sienta bien, el modo en cómo podemos hallar la felicidad, la forma en cómo adquirir prestigio social o profesional. Más que productos, la publicidad nos vende estilos de vida, formas de moverse por el mundo, ideología consumista en estado puro. Y saben como seducirnos para que deseemos lo que las empresas nos venden. Utilizan la magia del arte, a través de la música, que nos entra directa al corazón, palabras y frases impactantes que dejan huella en nuestra mente, imágenes de abundancia y belleza, de mujeres y hombres idealizados que se nos ofrece como modelos a admirar e imitar.


La belleza es también una construcción sociocultural que varía según cada pueblo: a veces están de moda las curvas de Marilyn, otras veces están de moda los huesos de Kate Moss. A veces está de moda la salud y lozanía de las mujeres de Rubens, otras veces las preferimos enfermas de tuberculosis o de anorexia.




Las consecuencias de esta ideología inserta en el deseo son mucho más importantes de lo que pensamos. Hasta ahora no se ha dedicado la atención suficiente a la importancia de nuestras emociones, como si pertenecieran al ámbito de la subjetividad de cada uno. Sin embargo, el control de nuestras emociones, afectos y sexualidad es un mecanismo muy poderoso que sirve para mantener la estructura capitalista, democrática y patriarcal actual.

Erotismo democrático, represión patriarcal, acumulación capitalista.


Vivimos en un mundo en el que nos relacionamos en base a represiones patriarcales y jerarquías de afecto. Los cuerpos son controlados por la moral católica y el consumismo voraz de nuestra época posmoderna. Nos seducen con la idea de que teniendo un cuerpo bello tendremos acceso a todo lo demás: amor, recursos económicos, prestigio social. Por eso empleamos dinero en embellecerlo, pero también tiempo y energía, esfuerzo, disciplina y autocontrol. El cuerpo es hoy un objeto de consumo más, que se nos exhibe ante los ojos, se nos muestra para satisfacer nuestro deseo, se nos ofrece para ser alquilado o comprado, operado o reconstruido. Unos cuerpos consumen otros cuerpos, unos cuerpos son para follar, otros para amar, unos cuerpos tienen más valor que otros. Por este afán de acumular conquistas de cuerpos, de establecer categorías de belleza y de deseabilidad, de desechar cuerpos que no nos sirven, de consumir otros nuevos, las relaciones eróticas entre los cuerpos humanos están demasiado marcadas por el conflicto. Este conflicto nos impide disfrutarnos: en los encuentros sexuales late nuestro narcisismo, las luchas de egos, las necesidades y los miedos de cada uno, las relaciones de poder y las desigualdades.




Sobre el placer y el erotismo femenino mandan jueces, psiquiatras, ginecólogos, curas, legisladores, y todo tipo de hombres con poder que consideran esencial limitar la libertad de las mujeres, condenar el placer femenino, constreñir la sexualidad femenina y reducirla a una función procreadora, meramente utilitarista.




Para lograr dominar a las mujeres como grupo, se ideó la obligatoriedad de la monogamia. Pero se pensó para nosotras, solo tuvieron que convencernos de que la promiscuidad en nosotras es un pecado contra natura. También nos convencieron de la necesidad de tener un hombre y nos inocularon la falsa idea de que nuestro deseo sexual es infinitamente inferior a la potencia masculina. Y nos creímos la idea de que nuestro deseo sexual siempre va unido al romanticismo, es decir, que no somos tan “sucias” como los hombres, que solo desean sexo por sexo, sin sentimientos. Nosotras, como somos “tiernas amorosas delicadas y sensibles”, necesitamos unir el placer al amor: esa es la idea que nos venden, y la que funciona. De este modo podremos tolerar los deslices sexuales de nuestros maridos, reprimir nuestro deseo y dedicarnos al amor maternal, incondicional, subyugado al deseo masculino.




Sobre los cuerpos de los hombres también se inserta toda la maquinaria del patriarcado: su deseo es encauzado hacia las mujeres en exclusiva, su erotismo ha de estar dirigido al matrimonio y al puticlub. La homofobia y el miedo a las relaciones afectivas masculinas limitan así enormemente su capacidad para construir relaciones bonitas con otros hombres y con las mujeres. 

Los hombres están obligados a demostrar su virilidad a través del número de mujeres que pueden poseer. De este modo, un hombre está obligado a ser promiscuo y a ser muy fértil: cuantas más mujeres e hijos tenga, más macho es. Esto le trae problemas pero es una carga con la que ha de convivir solo por el hecho de ser varón.




Otras represiones patriarcales que afectan a los hombres está en el ámbito emocional: desde niños aprenden que no deben mostrar sus emociones en público, que deben reprimir sus lágrimas, no quejarse, no exhibir su vulnerabilidad. Esto conlleva que a la hora de comunicar sus sentimientos en la adultez, tengan una gran dificultad para hablar de ellos y para compartirlos con sus seres queridos.

Los hombres, además, han de esmerarse por mejorar o mantener su condición física, aprenden a preocuparse por la densidad de sus músculos, el tamaño de su pene, la proporción de las partes de su cuerpo. Si bien es cierto que hasta hace muy poco para la belleza masculina se aplicaba la filosofía de “El hombre es como el oso, cuanto más feo, más hermoso”, hoy los patrones estéticos los ahogan de igual modo que a nosotras. Ellos son ahora el objetivo de las marcas de cosméticos y productos de belleza, gimnasios y quirófanos privados: y muchos se someten a la tiranía de la belleza que ha establecido la guerra contra los kilos de más, la edad y los años de más, y todos los pelos incómodos que pueblan nuestros cuerpos.



La diversidad erótica y sexual.




Así pues, nuestros cuerpos, nuestra sexualidad, nuestro erotismo está moldeado, influenciado y controlado por el poder. Obviamente como todo proceso de control, se generan unas resistencias en el interior de cada persona que llevan a que no todo funcione como estaba previsto. La transmisión de las normas jamás es asumida de un modo completo por los humanos, especialmente aquellas que le han sido impuestas y en las que no ha podido participar en su construcción. Y es que por mucho que intentemos clasificar la realidad en pares de opuestos, para regular ciertos comportamientos, prohibir y condenar las desviaciones de la norma, limitar la disidencia, incentivar el respeto a las leyes y a la moral, la realidad es mucho más compleja y diversa.

Las representaciones de la realidad en los relatos están siempre simplificadas, estereotipadas y tipificadas. En el ámbito de la sexualidad y el amor solo se nos muestras las relaciones de pareja heterosexuales, los dúos felices; pero siempre están ahí amenazando los puticlubs, las amantes de una noche, los amores platónicos, o las huellas del pasado. Todo el lado oscuro se presenta en forma de aquello que amenaza el orden y la ley, y da mucho juego como conflicto para incentivar el drama. Después de sufrir un rato con las amenazas a la felicidad, respiramos aliviados con finales felices que restablecen las cosas y recompensan el valor de héroes y heroínas para luchar por alcanzar cosas como la paz, la felicidad, el amor, y la abundancia de recursos.
Con estos cuentos que nos cuentan desde pequeños y pequeñas, aprendemos a entender el mundo, a reproducirlo en nuestra vida cotidiana, a discernir entre lo correcto y lo incorrecto, creamos nuestra identidad y vamos adquiriendo estructuras emocionales y aprendemos a controlarlas al final de la adolescencia, cuando por fin entendemos que los adultos funcionan aparentando ser una cosa y luego son otras. Por eso el escándalo es mayúsculo en ritos sociales como los entierros, en los que de pronto aparece la segunda familia a despedirse del ejemplar padre de familia primera y el ausente padre de familia secundaria.




Nuestro deseo en la posmodernidad conserva aun esa dualidad en forma luminosa y oscura. Si bien en algunos países democráticos lesbianas y gays pueden casarse, en otros la gente sigue siendo encarcelada, torturada o asesinada por su orientación sexual. Internet está logrando que la gente queer, la gente rara, desviada o anómala pueda reivindicar su rareza, su diferencia, su desviación. Internet pone de relieve la diversidad sexual y emocional de las prácticas humanas porque muestra todo aquello que no vemos en los medios de comunicación tradicionales ni en la industria pornográfica.





Existen multitud de foros, webs, blogs y plataformas donde se encuentra la gente que está hablando sobre temas de género, cuerpos y sexualidad. También se expanden las redes en las que la gente comparte sus experiencias sexuales, sus fantasías eróticas y sus videocreaciones para encontrar a gente afín, para crear jornadas o encuentros, para intercambiar información y fluidos.

Es el caso no solo de homosexuales que no han salido del armario, sino también de parejas swinger, relaciones estables en tríos, comunidades de poliamor, grupos que organizan orgías, parejas sadomasoquistas, amantes fetichistas, clubes de asexuales, agrupaciones de castidad, congregaciones religiosas con praxis amatorias especiales…
Es un mundo lleno de gente diversa en el que cabemos todos: los que curiosean, los que investigan, los que rompen con las normas, los que lo ocultan, los que no rompen pero quisieran, los voyeurs, los depravados, las ninfómanas, los adictos al sexo por webcam, los cargos eclesiásticos adictos al porno, los noctámbulos solitarios, las perversas en grupo, las amas de casa, los jubilados, los que se pierden navegando por los mares cibernéticos.




Esta posibilidad de conocer gente con gustos raros, desviados de la norma monogámica y heterosexual, nos abre infinidad de puertas que antes permanecían ocultas, y nos muestra la cantidad de gente que vive dobles vidas, que ocultan su deseo en su vida pública o lo exhiben, que recorren cientos de kilómetros para traspasar la pantalla y tener encuentros sexuales con gente diversa, gente que antes no podía encontrarse tras las máscaras sociales que nos ponemos para aparentar que somos “normales”.




Hoy nos quitamos las máscaras en Internet y en espacios clandestinos o privados en los que se puede llevar a cabo las prácticas sexuales que uno desee, pero hemos de aprovechar este potencial revolucionario que tiene el erotismo para transformar nuestras sociedades. La revolución sexual de los años 70 liberó parcialmente a las mujeres porque gracias a los avances en anticonceptivos se logró separar la sexualidad femenina de la reproducción. Además, supuso el reconocimiento legal de los derechos humanos y sexuales de las mujeres, como el derecho al divorcio o el derecho al aborto.
Después de esta revolución sexual se impone la necesidad de despatriarcalizar de una vez por todas el deseo, y con él nuestras emociones, sentimientos y afectos. Es necesario liberarnos de los miedos y las necesidades impuestas para poder invisibilizar lo que permanece invisible, para poder mostrar lo que siempre ocultamos, para que la gente pueda salir de sus armarios y pueda construir relaciones más sanas e igualitarias. 

Es una tarea ardua, pues todos y todas tenemos interiorizadas las normas sobre lo que es correcto e incorrecto, lo que se ha de exhibir y lo que se ha de ocultar, y esas normas están insertas en nuestro inconsciente, en nuestro consciente, en nuestras emociones, en nuestros discursos.




Para lograr esta liberación del deseo patriarcal no solo es necesario transformar las estructuras sociopolíticas y económicas, sino también la cultura. Es preciso crear nuevos esquemas narrativos y diversificar las representaciones en torno al amor y la sexualidad humana. Dejar a un lado los modelos de masculinidad y femineidad patriarcales y proponer otros modelos de identidad que vayan más allá de la división tradicional de roles de género. Derribar los patrones sentimentales que heredamos a través de los relatos.








Esta conferencia fue impartida virtualmente desde Costa Rica y fue proyectada en el Teatro Municipal de Tarragona el día 30 de mayo de 2013, en el seno de las Jornadas de Deseo y Psquiatría, dirigidas por Carlos Ranera Franeca y organizadas por el Ayuntamiento de Tarragona, con la colaboración del Teatre Metropol de Tarragona y del Departamento de Antropología de la Universitat Rovira i Virgili.








Coral Herrera Gómez

Texto extraído de: haikita.blogspot.com



lunes, 29 de abril de 2013

POLÍTICAS ANALES..



"El culo es el gran lugar de la injuria, del insulto. Como vemos en muchas expresiones cotidianas, la penetración anal como sujeto pasivo está en el centro del discurso social como lo horrible, lo malo, lo peor. Pero en la actualidad existen culturas que se han reapropiado de ese lugar abyecto y han sabido convertirlo en un lugar productivo y positivo.




ANALOGÍAS

(...)Su historia, sus valores, de cómo lo anal organiza los géneros y las sexualidades, y de cómo está atravesado por criterios de raza, de clase y de poder. Desde la compleja sexualidad anal en la Grecia Antigua hasta la crisis del sida, pasando por las cárceles, el bareback, Freud, las lesbianas butch, los sodomitas, Luis Aragonés, el fist fucking o los osos, este libro traza la genealogía de uno de los espacios menos explorados por la teoría, pero más transitados por la práctica: el espacio anal."


       El sexo anal es un placer que nos está prohibido a todas las personas. Es sucio, indecente, doloroso, homosexual, y poco divertido. De puertas para fuera ya nos lo sabemos, pero en la cama es otra historia:
es el tabú que se rompe con mayor facilidad (y a mayor excitación).
     Somos penetrables / no penetrables; asociando, por su puesto, las mujeres a las que son penetradas. 
Lo femenino, y en todo caso lo poco masculino, siempre es despreciable: a través del rechazo de esta práctica se perpetúa la repulsa de las mujeres y los valores machistas. Ser penetrable es ser sumiso, vulnerable, degradante y estar al servicio del penetrador, así entiendo el rechazo de los machos por abrir su agujero. 



Cuando defiendo el uso de los dildos, defiendo la empoderación de las mujeres a ser sujetos penetradores, a vivir ese papel y a quitar presiones y responsabilidades .


QUE TE DEN POR CULO


     Aunque sea una frase que se use como uno de los peores insultos del mundo, puede ser un auténtico placer si se sabe cómo hacerlo. El sexo anal es uno de los mayores tabúes en el sexo (fuera del mundo gay) y, sin embargo, cosecha grandes adeptos entre los y las heterosexuales y las lesbianas. ¿Por qué, entonces, está tan silenciado?

La idea del ano como una cavidad oscura y sucia, promulgada en gran parte por sectores conservadores de la sociedad, está sumamente extendida.

Unido al hecho de que es la parte por la que se defeca, no invita a priori a explorarlo. Es fácil ponerse en el pellejo de quien opina así, es un lugar que puede albergar suciedad, ser doloroso y nada placentero. Pero os invito, por un momento, a abrir vuestra mente y plantearos por un momento: “igual podría estar bien”.     Tanto si ya eres una experta, como si nunca jamás te lo has planteado, hay algunos consejos que es conveniente tener en cuenta a la hora de practicar sexo anal de una manera segura y placentera.
     En primer lugar, hay que querer probarlo. No os sintáis presionadas por vuestra pareja, la sociedad, o vosotras mismas. Si se está tensa y nerviosa, ten por seguro que va a doler. Es una decisión que tienes que tomar por ti misma, y después en pareja. Debe haber una buena comunicación para poder iniciarse.



A mi novia le gustaba mucho el tema del sexo anal, ya lo había practicado antes. A mi me ponía nerviosa, no quería intentarlo. Un día me convenció y lo probamos y me encantó. Creo que es importante que se haga con confianza y que la otra persona no te obligue, sino que te convenza de una forma sensual” (Alba, 39).

     En segundo lugar, ¡relájate! El ano es un músculo que con la tensión se contrae, impidiendo cualquier tipo de penetración. El músculo pubococcígeo (musculatura que rodea tanto la vagina como el ano) necesita de la relajación para expandirse. Tú misma puedes contraer y relajar ese músculo en cualquier ocasión (en casa, en el tren) para controlarlo mejor en el momento de la relación (si no sabes cuál es, cuando estés miccionando, corta la orina). Para practicar sexo anal, además, tienes que dedicarle tiempo a la relación sexual, añadir mucho juego previo, caricias, besos, etc. Tu pareja incluso puede masajearte los glúteos para una mayor relajación.


     El siguiente paso sería estimular la zona anal con el dedo o con la lengua (según los gustos de cada una) para ir relajándola.

A mi me pierde el sexo anal. Cuando una chica me gusta me encanta sentir su lengua en mi ano y viceversa. Pero aún hay gente muy cerrada con este tema y que ni siquiera quiere intentarlo” (Magdalena, 28).

     Cuando lo creamos conveniente, usaremos lubricante en el dedo y lo introduciremos lentamente (si no estás segura, sé tú la que guíe a tu pareja; recuerda, la comunicación lo es todo). Las uñas deben estar bien cortadas y limpias para una mayor seguridad; si usas un guante de látex puedes evitar el riesgo de una pequeña herida y de la suciedad. Si vemos que todo va bien, podemos continuar con otro dedo, untado también en lubricante. Si queremos seguir, podemos utilizar algún juguete de un tamaño pequeño, y podremos ir aumentando su tamaño según lo demande la persona. Finalmente, podréis llegar a usar un arnés o un juguete más grande, según lo que os guste. Es muy aconsejable usar preservativo en cualquier juguete, será mucho más fácil limpiarlo y evitaremos posibles infecciones. Y, si alguna lo prueba con un hombre, siempre preservativo. Cero tolerancia en este aspecto.
     Aunque parezca muy sencillo y rápido, no debe ser así. Puede que en la primera sesión sólo consigáis un dedo, y estará genial. Lo importante es no forzarse a nada, ni obtener dolor. El objetivo es obtener placer, no importa cuánto tiempo le tengas que invertir.

Asimismo, los consejos que nunca deberás olvidar son:




-La higiene es un don que hay que cultivarlo. Por favor, tanto para practicar sexo anal como cualquier práctica sexual, la higiene es la clave.

-El lubricante es tu amigo, no escatimes nunca con él (si comienza a secarse, echad más o empezará a doler).

-La paciencia es una virtud, 
practícala. Ve despacio en todo momento y avanza sólo si estás segura de que no te dolerá. Ante cualquier signo de dolor, para.

-Si se fuerza, se producirán microfisuras que resultan dolorosas y que pueden ser foco de infecciones.

-Nunca, jamás, en tu vida, después de introducir algo en el ano lo hagas en la vagina sin antes lavarlo correctamente. La cavidad anal contiene heces (en ocasiones podéis encontrar algún resto al sacar un juguete) y bacterias. Son extremadamente infecciosas si se meten en la vagina.

-Por supuesto, si alguna de las dos personas tiene una ITS (infección de transmisión sexual), habrá que extremar las precauciones (preservativos, guantes de látex, etc.). Si tenéis alguna duda, hay muchas asociaciones que pueden solventarlas.

       Las sensaciones que produce el sexo anal son diferentes de las que proporciona la vagina o el clítoris. Si se practica bien, puede ser muy placentero para algunas personas. Recuerda relajarte y lubricar bien la zona y podrás disfrutar de una experiencia única. Si, pese a todo, no te ha convencido, hay multitud de prácticas sexuales que pueden enriquecer tu vida sexual. Simplemente, no te limites por cuestión de mitos y tabúes.

Y si te has decidido, pues ¡que te den por culo y que te guste!
Aida Castaño y  J. Sáez
Textos extraídos de:Mirales , Acidademente