Estamos dando una nueva imagen al blog.

Disculpa las posibles molestias que esto pueda causarte. Danos tu opinión sobre el nuevo diseño.
Nos será de gran ayuda.
Gracias.
Mostrando entradas con la etiqueta Cosificación. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cosificación. Mostrar todas las entradas

martes, 22 de marzo de 2016

LA TIRANÍA DE LA BELLEZA

La lucha contra la comparación y el cánon de belleza impuesto.

Ilustración: Inés

La sociedad ha desarrollado distintos cánones de belleza desde la prehistoria, influenciados siempre por la situación social y mentalidad del momento. En la época actual la publicidad ha ejercido una fuerte presión en la imposición de cánones que se han ido convirtiendo cada vez más en un elemento “cosificador” de la mujer, lo que no significa otra cosa que un caldo de cultivo para complejos.
Pretenden hacernos creer que debemos salir pasadas por photoshop al levantarnos de la cama para ser aceptadas al salir al exterior, tomando mano de frascos que prometen ser milagrosos, camuflando, disimulando, exagerando, acentuando… Al llegar la hora de quitarse el disfraz por las noches, muchas se horrorizan al mirarse al espejo y ver que no son la “mujer perfecta” del anuncio.
Debemos pensar en ser mujeres con ciertos ideales, luchar contra este tipo de imposiciones sin sentido e intentar cambiarlo, por lo menos para nosotras mismas y las nuevas generaciones.


Somos algo más que una foto de revista y es suficiente para satisfacernos plenamente a pesar de las arrugas, celulitis, narices grandes, pechos pequeños, piernas peludas, pliegues abdominales y todos esos monstruos que la frívola sociedad de la moda nos quiere imponer. Esto no quiere decir que a algunas no nos encante cuidarnos, pero no para luchar contra nuestros monstruos, los absurdos complejos, sino por amor a nosotras mismas y, en mi caso personal, por la obsesión de coleccionar y probar cosméticos por placer. Retiremos entonces desde ahora la premisa de comprar un producto para “eliminar” un defecto y pasemos a pensar que lo hacemos porque nos gusta dedicarnos tiempo a nosotras mismas y tener la piel suave o para mantenerla bonita más tiempo mientras pasan los años y nos preocupamos por otras cosas que no impliquen ser perfectas.
Dicho sea esto, seguro que muchas siguen pensando en las principales cosas que nos atormentan al mirarnos en el espejo (¡gracias a esos publicistas tan majos!). Pasaré a enumerar una serie de complejos habituales y desmentiré mitos para terminar con luchas absurdas. Intentaré dar consejos, a pesar de que la solución principal comienza por aceptarnos a nosotras mismas.

– Celulitis


La mentira: cremas milagrosas que nos acaban quemando la piel del culo, pastillas más que peligrosas o máquinas de bolas que pretenden que masajeando se te queden cachas de portada Playboy: más vale invertir en un buen vibrador.

La solución: la celulitis es una condición que se presenta principalmente en el cuerpo de la mujer, debido a cambios hormonales, falta de circulación o una mala alimentación rica en grasas y azúcares. Se sitúa principalmente en glúteos y muslos.

Es muy complicado erradicarla una vez está instalada, pero se puede prevenir con unas condiciones de vida sana: deporte, agua, buena alimentación…básicamente lo que se recomendaría para una buena salud en general. Se puede ayudar activando la circulación mediante masajes circulares en la ducha con una lufa (guante de crin), eliminar la retención de líquidos bebiendo té verde, infusiones y agua a lo largo del día y haciendo ejercicios tonificantes para piernas y glúteos.

No existen cremas milagro, mentalicémonos de ello, la celulitis no desaparece por ponerse la crema y sentarse a ver la tele.

– Pecho pequeño o pecho caído



La mentira: que una mujer resulte más atractiva por tener el pecho más grande, un complejo con una “solución” que incluso a alguna se le ha ido de las manos con el tema cirugía; me resulta muy triste que en la mayoría de casos esto se haga para tratar de agradar a los demás.

En el caso del pecho, la mentira más común también son las cremas: prometen aumentar de talla sin cirugía ¡claaaaro! o ponerte esa talla 120 que tienes por naturaleza más tiesa y redonda que las tetillas de Pamela Anderson (¡ella es la culpable de todo esto!)


– Arrugas, bolsas, ojeras…


La mentira: como siempre, cremas que prometen eliminar las arrugas, como pasando un filtro de difuminado, borrando con goma de borrar o con grapas imaginarias en el cogote. Prometo que ni las cremas de 200€ te van a eliminar ni una sola arruga.

La solución: las arrugas se producen naturalmente por el proceso de envejecimiento de la piel. No se pueden eliminar ni evitar que aparezcan, la genética juega un papel importante, al igual que a muchas personas las canas les aparecen incluso en la adolescencia a otros no les han llegado pasados bien los 30.

La única manera de mantener esas arrugas más bonitas durante más tiempo es evitar que la piel se deshidrate con una crema/aceite vegetal hidratante como rutina habitual adecuada a tu tipo de piel, usar siempre protección solar en caso de que te guste tostarte al sol y como para todo, agua, agua y agua, que es muy sana.

Podemos sentirnos bonitas sin sucumbir a la frivolidad que estamos acostumbradas a ver reflejada en publicidad, televisión e incluso el cine. Por eso siempre recomiendo cosmética natural, porque no lo venden como una mentira con tufo capitalista.

Musa

Texto extraído de: proyecto-kahlo.com

viernes, 26 de febrero de 2016

MUJERES TIGRE


En Europa empieza a hacer calor y las chicas volvemos a enfrentarnos a la temida #operaciónbikini. ¿Qué mejor que una galería de estrías para darnos un empujón de autoestima cuando más lo necesitamos? Decenas de Fridas posan con orgullo para naturalizar lo que nadie visibiliza, y Lola nos explica la naturaleza de las estrías.

El año pasado nos propusimos enfrentarnos al verano visibilizando pelos, pelos de mujer, vello corporal que aparece por todos nuestros rincones y que parece que no debieran estar ahí. Quisimos demostrar que las mujeres adultas tenemos pelos, sí, y por todas partes. Es lo natural. Cada una decide lo que quiere hacer con ellos, pero debe saber que, aunque en la calle sólo vea pieles lisas y suaves, en privado todas los tenemos (algunas nos vamos animando a tenerlos en público también).

Con las estrías pasa lo mismo. Buscamos vestidos con un escote que tapen las que tenemos en el pecho. Un bikini que tape un poco las del culo y las caderas. La mayor parte de nosotras nos avergonzamos e incluso nos gastamos lo que no tenemos en cremas que prometen lo imposible. Pues bien, ¿y si os decimos que todo esto tiene una solución mucho más barata y agradable? Aceptémoslas. Querámoslas. Démonos cuenta de que marcan el momento en que nos convertimos en mujercitas, o en que dimos vida a nuestrxs hijxs. Expliquemos a quien quiera oírnos que es tan normal tenerlas como no tenerlas.


A continuación os presentamos las fotografías de todas las Fridas que amablemente han posado para dar otra visión de nuestra piel. Una visión alejada de las imágenes de modelos que posan con los bikinis de moda este verano. Una visión con los pies en la tierra. Gracias a todas ellas por aportar su granito de arena, y gracias a todas vosotras por compartir esta galería y conseguir que las niñas, las jóvenes y las mujeres que os rodean tengan una perspectiva más real de sus cuerpos y puedan quererse un poquito más.

Como decía Bárbara Kruger, “tu cuerpo es un campo de batalla”.

GALERÍA DE ESTRÍAS









¿QUÉ SON LAS ESTRÍAS Y POR QUÉ SE FORMAN?



La piel está formada por 3 capas principales:
Epidermis

Es la capa más externa de la piel, es una estructura avascular, por lo que sus nutrientes los recibe del sustrato capilar de la dermis.
Dermis

La capa central, a diferencia de la epidermis, sí está vascularizada y tiene abundantes terminaciones nerviosas, histológicamente se subdivide en dos capas diferentes: la capa papilar externa y la capa reticular interna.
Hipodermis

Es la capa más profunda de la piel. También se llama tejido celular subcutáneo o panículo adiposo.

El estrato o capa reticular de la dermis proporciona elasticidad a la piel como consecuencia del entramado elástico que conforman sus estrucutras. Gracias a ésto la piel se puede adaptar a las fluctuaciones de volumen del organismo. Cuando estas fluctuaciones son muy rápidas y de gran cuantía, esta membrana se rompe, se desgarray como consecuencia de una compleja adaptación fisiológica de la piel, aparecen lo que conocemos como estrías. Se presentan como bandas, líneas o franjas paralelas, inicialmente de tono rojo-violaceo y posteriormente se vuelven blancas.

Las zonas más afectadas comunmente son el abdomen, las mamas, los muslos y las caderas. Con frecuenciaaparecen durante el embarazo y la adolescencia. La piel se somete a un aumento de tensión de forma rápida sin dar tiempo a la dermis a que se adapate a estos cambios de volumen. Aparecen por igual en el hombre y la mujer.

Las estrías en sí no son una entidad clínica patológica, pero en ocasiones, las menos, pueden ser parte de la expresión de una enfermedad de base, de etiología fundamentalmente hormonal, en la que suele estar implicada el cortisol. Normalmente, cuando la estrías aparecen asociadas a una entidad patológica, lo hacen acompañadas de otros síntomas de fácil reconocimiento.


¿PUEDEN ELIMINARSE DE ALGUNA FORMA?

Los productos estéticos que se venden como reparadores de estrías, no suelen ser efectivos, y en la actualidad se utilizan dos tipos principales de técnicas que también son de dudosa eficacia: las medidas físicas, que emplean dispositivos de radiofrecuencia y microdermoabrasión, y las técnicas con láser.



Lola

Nota: Estas fotos son sólo una muestra; no hemos podido insertar en esta entrada todas las imágenes que nos habéis enviado. Si queréis ver la galería completa, os invitamos a visitar nuestra página de facebook para ver el álbum “Mujeres Tigre”.

Texto extraído de; proyecto-kahlo.com

miércoles, 10 de febrero de 2016

DOMINACIÓN DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD CONSUMISTA- CAPITALISTA: Patriarcado, publicidad y sentido de la vida



Si hay un espacio ideológico donde la sociedad consumista-capitalista se expresa, a nivel simbólico, como lo que verdaderamente es, ese es, sin duda, la publicidad. La publicidad es capaz de hacer que los sujetos proyecten sus ilusiones hacia todo un mundo de fantasía y simbolismo donde, paradójicamente, lo que los publicistas han volcado previamente han sido, precisamente, esas mismas ilusiones detectadas de manera previa en los deseos de los sujetos a los que luego tratarán de dirigir sus mensajes, de acuerdo a la idealización que esos mismos sujetos hagan de sí mismos y su papel dentro del global de la sociedad, creando con ello un mundo donde las diferencias sociales se disuelven, los sufrimientos no existen, y todo, absolutamente todo, se convierte en posible: el maravilloso mundo con el que todo ser humano ha podido fantasear alguna vez como mundo ideal.

El mundo de la publicidad es, pues, un mundo de apariencias, un mundo de sueños y fantasías donde los elementos icónicos y simbólicos juegan un papel central, un mundo dónde se esconden las relaciones sociales y el valor simbólico de los elementos culturales propios de la sociedad consumista, un mundo puramente mitológico, una real no-realidad que a menudo suplanta a la realidad misma, aunque, pese a ello –o precisamente por ello-, es también un espacio socio/cultural donde la sociedad se representa a sí misma en sus aspectos más profundos y fundamentales, al estilo, podríamos añadir, de lo que el antropólogo Clifford Geertz propuso para el análisis de las culturas humanas cuando afirmó que las ideologías, las cosmovisiones, se constituyen a partir de los sistemas culturales y es allí, en los símbolos que le son propios a tales sistemas, allí donde los significados últimos de los hechos socialmente instituidos pocas veces son lo que aparentan ser a primera vista, el único lugar posible en el cual habría que buscar el verdadero significado de tales hechos sociales, vinculados de pleno con aspectos que la sociedad ha ocultado en ellos para, a su vez, poder mostrarlos simbólicamente y representarse así a sí misma en su verdadera intencionalidad y en su normal funcionamiento socio/histórico y socio/cultural.


Los anuncios publicitarios, pues, no sólo venden productos, también venden valores, imagen y conceptos sobre el amor, la sexualidad, el éxito y quizás lo que es más importante, venden una imagen denormalidad. En gran medida nos dictan no solo lo que somos, sino lo que deberíamos ser. Basta, en consecuencia, con analizar el papel que la mujer ocupa en este mundo de fantasía que es la publicidad para saber lo que la sociedad espera verdaderamente de ella, es decir, para saber cuál es el papel que dicha sociedad le tiene asignado como tal.

La doble dimensión de la “cosificación” de la mujer a través de la publicidad


La publicidad cosifica a la mujer desde un doble perspectiva: como objeto de consumo –para asociar dicha imagen a la promoción de determinados productos- y como consumidora –mediante la promoción de determinadas ideas que se vinculan al papel que la mujer debe ocupar en sociedad, acorde a la pluralidad a este respecto ya existente en la vida real: amas de casa, mujeres trabajadoras fuera del hogar, etc.-. Además, sirve para determinar el modelo de belleza que la mujer debe representar según lo que socialmente se considera como más aceptable, a una misma vez que asocia dicha imagen con lo se presupone es, debe ser, una “vida de éxito”.

Si lo primero nos indica que el propio sistema necesita de la explotación, cosificada, de la mujer para impulsar la venta de determinados productos –equiparando el valor de esa mujer/reclamo al del producto mismo y anulándola en cuanto a su valor como persona real-, así como la necesidad de ajustar la venta de determinados productos al público femenino en sus diversas manifestaciones –cuando tales productos se piensa que tienen, por las propias dinámicas sociales prestablecidas, una especial aceptación entre las mujeres: perfumes, moda, productos para la limpieza del hogar o el cuidado de los niños, etc., o directamente son exclusivos para mujeres: productos relacionados con la menstruación, etc.,- lo segundo nos pone de manifiesto la construcción de una imagen de lo femenino que está directamente relacionado con lo que la sociedad espera de la mujer: un ser que se expresa como tal principalmente a través de su imagen, que ha de encontrar su propio camino hacia la “realización” social y personal a través de dicha imagen, y para quien deben quedar obligadamente en un segundo plano otro tipo de cuestiones: nivel de formación, méritos laborales, capacidad para la creación, etc. La mujer se configura así, para esta sociedad consumista-capitalista, desde esta triple perspectiva: como objeto-mercancía, como consumidora y como subordinada al hombre –incapaz de adquirir méritos por sí misma salvo en lo relacionado con su imagen, siempre y cuando tal imagen sea del agrado de aquellos en los que en última instancia se vuelca la capacidad de emitir el juicio de valor que ha de permitir la valorización femenina: el hombre-. Todo ello se expresa mediante cuestiones relacionadas con el sentido y, por supuesto, expresan directamente las interrelaciones existentes entre capitalismo y patriarcado.

En occidente, como expresa la investigadora feminista María Fernández Estrada, “el patriarcado moderno comienza a debilitarse a partir de los años setenta, gracias al movimiento feminista, y deriva así en una nueva configuración del patriarcado. La nueva estructura patriarcal ya no consistirá sólo en la reclusión de las mujeres en el espacio doméstico –contrato sexual moderno– sino también, y sobre todo, en la reclusión de las mujeres en su propio cuerpo. El cuerpo sexualizado de las mujeres es el lugar en donde sucede la reconversión industrial de las condiciones contemporáneas del patriarcado. El cuerpo de las mujeres vuelve a sufrir la carga identitaria que se disputarán los varones de distintas representaciones políticas y culturales, es decir: antes, el cuerpo de las mujeres funcionaba para los varones como seña simbólica de la esposa y madre, ahora la feminidad normativa impone otro modelo, compatible con el anterior, el de la sexualización del cuerpo de las mujeres”.


Esta sexualización del cuerpo de las mujeres funciona a su vez en un doble sentido: como reclamo económico y como camino social instituido en búsqueda del éxito social. La sociedad consumista-capitalista mata así dos pájaros de un tiro: potencia las ventas de sus productos y servicios mediante la muestra impúdica del cuerpo de la mujer como objeto-mercancía (expresión de las demandas económicas propias del capitalismo) y cercena las potencialidades de la mujer atándolas a un espacio de dominación masculina donde la mujer simplemente deja de ser por sí misma y es tan solo, lo que deba ser, en función de su relación de subalternidad respecto del hombre (expresión de dominación patriarcal). El consumismo-capitalismo, pues, se fusiona con el patriarcado, de manera especialmente relevante, mediante lo que se conoce como “cosificación de la mujer”.

Dicha cosificación consiste, básicamente, en representar o tratar a la mujer como un mero objeto sexual y/o un mero objeto de consumo (mujer-mercancía), ignorando sus cualidades y habilidades intelectuales y personales y reduciéndola a meros instrumentos para el deleite sexual de otra persona y/o el reclamo sexual. Dicha cosificación, como evidencia buena parte de la literatura moderna y/o el propio cine desde sus orígenes en el siglo XX, no es nueva, pero, al igual que otros muchos aspectos de la vida actual, ha sido con la implantación del consumismo-capitalismo como modelo hegemónico (a nivel económico y como código de sentido absoluto) cuando se ha llevado a sus niveles más elevados y evidentes. Es en la actualidad cuando la cosificación de la mujer, en una sociedad devorada por el consumismo y donde las mujeres han pasado a convertirse en una mercancía dedicada al disfrute -generalmente, del hombre-, se ha convertido en un rasgo claramente definidor del papel de la mujer en la vida social. Esta forma de violencia simbólica, que resulta casi imperceptible, somete a todas las mujeres a través de la publicidad, las revistas, las series de televisión, las películas, los videojuegos, los videos musicales, las noticias, los realitys show, etc.

Los anuncios venden el cuerpo de la mujer como reclamo de ventas por diferentes vías, por ejemplo, centrándose en el resaltado visual de sus aspectos más sexuales (pechos, labios, muslos, culo, etc.), o exponiendo a la mujer en posturas y posiciones de su cuerpo que evoquen relaciones –y provoquen reacciones- de tipo sexual, o simplemente utilizándolo como soporte de objetos a presentar al público, evocando así la idea de una mujer objeto –tipo mesa, mostrador, escaparate, etc.- que no sirve más que como espacio donde tales productos deben ser expuestos al público de la forma más atractiva posible, sin valor alguno en sí mismo más que por derivación de tal relación de soporte. Otros anuncios, directamente, evocan situaciones de total dominio, e incluso de humillación, del hombre respecto de la mujer, como evocación de poder manifiesta. En otros se muestra una mujer a la que se presenta como alimento –evocando, por ejemplo, ser presentada en un plato o troceada como un pastel, etc.-, y así sucesivamente en toda una amplia gama de “presentaciones” del cuerpo de la mujer que simplemente evocan su existencia como objeto de consumo, como mera mercancía o reclamo. La idea-mito que se lanza así socialmente es obvia: una mujer nunca es por sí misma, siempre es en relación a lo que el hombre defina de ella a través de su imagen. Es el hombre el que da valor a la mujer con sus juicios respecto de lo que la mujer es, debe ser, socialmente. No es la mujer, sino el hombre, quien dice lo que en esta vida tiene valor, y no es la mujer, sino el hombre, quien tiene la capacidad de permitir que una mujer sea socialmente valorada. Cosificando a la mujer no solo se la anula como persona, se la convierte en algo que solo podrá tener un valor en función de lo que los hombres puedan decidir.

La mujer como consumidora y como objeto de consumo


No obstante, a menudo los hombres pueden decidir que la mujer sí tiene realmente valor en su función como consumidora. Esto es, pese a esa anulación de la mujer como ser capaz de tener valor por sí mismo, y en relación directa con la creencia predominante en el consumismo-capitalismo (que se es por lo que se tiene), así como por las propias necesidades económicas del capitalismo, el sistema capitalista-patriarcal sí permite que la mujer pueda ser socialmente valorada como consumidora, en igualdad de condiciones, aunque con sus determinadas particularidades, con el hombre. Si el hombre gasta dinero en consumir, la mujer también lo hace, y eso es algo que el sistema necesita para su normal funcionamiento. La mujer constituye, de hecho, el grupo consumidor más grande dentro de la sociedad. A la mujer, en tanto que consumidora, no se la puede despreciar y mucho menos tratarla como si no existiera como persona. Lo que la publicidad roba a la mujer mediante su cosificación (su cualidad como persona), la publicidad se lo devuelve a través de los anuncios que se dirigen específicamente a un público femenino y/o cualquier otro que pueda servir para fomentar el consumos en la mujer. Eso sí, siempre y únicamente como consumidora. El publicista sí interpela entonces a la mujer en su cualidad de persona realmente existente, pero siempre desde la perspectiva de su realización como consumidora. En realidad, claro, es otra forma de cosificar a la mujer, aunque, en este caso, una forma de cosificación que comparte con el hombre, al cual, desde esa interpelación como consumidor, se le cosifica igualmente de manera cotidiana en esta sociedad nuestra. Todo sea por aumentar el consumo, para que la rueda del consumo, que sustenta nuestra sociedad, no se detenga nunca.

El lenguaje de la publicidad y el consumo se construye por ello alrededor de diversos imperativos verbales sintetizados en una sola idea (compre), pero de la que se derivan otras múltiples ideas, simbólicas, que llenan de sentido la vida de las personas. El imperativo es una orden que no admite diálogo. Como no admitían diálogo los mandamientos propios del cristianismo, unos mandamientos que simplemente se tenían que cumplir si lo que se quería era, como hemos dicho, poder estar en paz con Dios; alcanzar el reino de los cielos. No había otro camino de sentido para la vida del creyente que el cumplimiento de los mandatos de Dios, expresados a través de los textos sagrados y de la teología cristiano-feudal. De la misma forma, ahora no existe, de partida, otro camino de sentido para el sujeto que el expresado a través de la publicidad y los medios de comunicación, que solo puede ser concretado en última instancia mediante la obediencia al mandato principal: comprar, consumir. Y eso no puede diferenciar entre hombres y mujeres, ambos son consumidores y ambos deben aprender por igual todo el código de sentido que es propio de la sociedad consumista actual.

Así existen multitud de anuncios que interpelan directamente a la mujer en cuanto a tal. Anuncios que, por un lado, buscan fomentar las actitudes consumistas de la mujer, pero que, por otro lado, sirven para determinar, simbólicamente, el papel que la mujer habrá de desempeñar en esta sociedad consumista-capitalista. Es decir, por un lado se ha de fomentar la idea del consumo como motor de la sociedad –intentando fomentar la compra de determinados productos por parte de la mujer-, pero además se ha de imponer la idea de que es el consumo, el tener, lo que sirve para dar valor a las personas en esta sociedad, así como se mostrará una determinada imagen de la mujer asociada a la compra de esos productos que la publicidad oferta. Patriarcado, capitalismo y cuestiones de sentido vuelven aquí a expresarse como un todo unificado.
En la sociedad de consumo no sólo sentimos cada vez mayor dependencia de nuevos bienes materiales y derrochamos los recursos, sino que el consumo se ha convertido en un elemento de significación social. Se compra para mejorar la autoestima, para ser admirado, envidiado y/o deseado, y esto se potencia especialmente en el caso de la mujer, a la cual, como hemos dicho, se la trata como si no tuviera valor por sí misma, y solo pudiera adquirirlo a través de su imagen y/o de aquello que pueda poseer, siempre en función de los criterios de valoración que dependen del hombre, por un lado, y del propio código de valores propio del sistema consumista-capitalista, por otro. En esto el hecho de haber convertido a la mujer en un objeto de reclamo, en un objeto-mercancía, también suele ser efectivo. Las mujeres a las que se les pretende fomentar las tendencias consumistas, al ver a las otras mujeres que en los anuncios salen promocionando productos de distinta índole, suelen ser motivadas, mediantes apelaciones de tipo emocional, a realizar la compra de ese producto tan solo por el simple hecho que en la televisión parece ser efectivo para una determinada función, esperando con ello el resultado de verse como la chica que salió en el anuncio.

Así, si la mitología socialmente establecida te dice que para tener valor como mujer debes cumplir con unos determinados criterios estéticos, por ejemplo, al utilizar a mujeres en los anuncios que sí cumplen con esos criterios –o aparecen como cumpliéndolos- y al asociar dicha imagen a la idea de que tales criterios se vinculan a la compra de un determinado producto, se pretende que la mujer compre tal producto con la esperanza de satisfacer esos deseos de ser socialmente valorada tal y como previamente se la enseñado que debe ser. Con frecuencia, además, se utilizan expresiones que hagan sentir a la mujer que no es capaz de satisfacer esos criterios previamente establecidos con baja autoestima. Al poner luego a una mujer que sí los satisface –al menos en apariencia- en un anuncio, se logra que las mujeres que lo ven quieran poder sentirse reflejadas en aquella imagen de “mujer de éxito” que el anuncio proyecta. En este tipo de anuncio se utilizan frecuentemente diálogos que son apelaciones directas a la imagen –y la autoestima- de la mujer que los ve, tales como: ¿quieres lucir un rostro hermoso como ella? utiliza “X” producto, ¿Te quieres ver como ella?, compra “X” producto, etc. La imagen y la capacidad de seducción juegan aquí un papel determinante.


La mujer debe tener una imagen acorde a lo que se presupone es un ideal de belleza socialmente valorado y, a su vez, ello le debe permitir gozar de una capacidad de seducción tal que haga posible que los hombres así lo valoren. Volvemos así a la idea de que la mujer no es por sí misma, sino en función de los juicios de valoración emitidos por el hombre. Y aunque la propia mujer pueda creer que lo hace para su propia satisfacción –y no tiene que ser mentira necesariamente-, en realidad, según el mensaje que subyace de fondo en la ideología hegemónica imperante, lo hace, en todo caso, para su propia satisfacción en función de lo que la sociedad le demanda, y esas demandas están principalmente orientadas no a la satisfacción de la mujer, sino del hombre y sus juicios de valor capaces de valorizar socialmente a la mujer. Como se puede ver fácilmente, la cuestión del sentido juega aquí un papel central. Las mujeres deben dar sentido a sus vidas en base a lo que este tipo de ideas, fomentadas por la publicidad, le dicen para con lo que sus vidas deben ser para tener reconocimiento social según los criterios establecidos por, precisamente, tales ideas. No se trata, pues, simplemente de querer representar una determinada imagen, sino, principalmente, de creer que tal imagen es lo que debe dar sentido y orientación a la vida de la mujer.

La publicidad, en este sentido, fomenta sistemáticamente, de múltiples formas, que lo más importante y primordial para las vidas de las mujeres es su aspecto físico, a una misma vez que definen y determinan cuál debe ser ese ideal de belleza femenino al que estas mujeres deben tender si lo que quieren es ser socialmente reconocidas.
Las mujeres aprenden así desde una edad muy temprana que deben invertir cantidades ingentes de tiempo, energías y, sobre todo, dinero, en alcanzar ese ideal y, por supuesto, sentirse culpables y frustradas cuando no les es posible alcanzarlo. Se trata de una finalidad vital que se expresa como una cuestión de sentido de la vida, pero que, a su vez, es consecuencia de una necesidad económica propia del sistema capitalista (que aprovecha tales ideas para vender todo tipo de productos relacionados con el aspecto físico, la belleza, y, en general, la imagen, de la mujer), así como una expresión del patriarcado, esto es, de la posición subalterna de la mujer respecto del hombre en esta sociedad, en tanto y cuanto, como decimos, si el valor de la mujer le viene dada por su aspecto físico, su belleza, etc., no vale por sí misma, sino en función de los juicios de valor que el hombre, en base a todo ello, pueda emitir sobre tales mujeres. Para colmo, el modelo de belleza que se ofrece como “ideal” a la mujer se basa en la perfección, esa perfección que es recogida en las modelos que sirven como referencia para el mismo. Un modelo, pues, que es inalcanzable por definición. El sistema juega así con la idea del consumo como elemento “redentor”.

Si quieres alcanzar ese modelo de belleza debes comprar tal o cuales productos, lucir de tal o cual manera, pero, además, al basarse tal modelo en la perfección inalcanzable, debes vivir en la permanente insatisfacción para, a su vez, estar permanentemente acudiendo al mercado a comprar ese producto que pueda ayudarte a “redimirte” de tus pecados, tratando de hacer posible tal ideal. Esto pasa, en general, con todo el ideal de vida que el consumismo-capitalismo te vende como modelo referencial de lo que se supone es “el éxito social”, pero se hace especialmente visible en el caso de esta relación entre mujeres e ideal de belleza. Si en general el ideal de vida (los sueños consumistas-capitalistas) que la publicidad vende está pensado y diseñado para ser inalcanzable como modelo idealizado que es (porque así incitará permanentemente al consumo de aquellos productos que te puedan permitir aunque solo sea acercarte por algunos momentos a dicho ideal), en el caso del ideal de belleza femenino esto es su única posible razón de ser. Ninguna mujer se podrá sentir plenamente realizada por muy cerca de ese modelo de belleza que esté, porque, quiera o no quiera aceptarlo, seguirá inserta en unas relaciones de poder de tipo patriarcal, y solo en relación a ellas es que tal ideal de belleza cobra socialmente un (falso) valor.

Luego, claro, vienen los problemas de anorexia, bulimia, y otro tipo de enfermedades directamente relacionadas con estos modelos idealizados de belleza, y todo el sufrimiento que generan en millones de mujeres en todo el mundo. Cosa que ocurre mucho menos en el caso de los hombres (pese a que a ellos también se les vende un determinado modelo de belleza socialmente idealizado y también es asociado en cierta medida al éxito social –en este caso como potenciales seductores de bellas mujeres-), precisamente porque la sociedad patriarcal ofrece al hombre otros muchos espacios de valoración social que no están directamente relacionados con su imagen física, mientras que a la mujer es prácticamente el único espacio de valoración social que se le reconoce socialmente como válido, siempre, insistimos, en función del juicio del hombre.

Patriarcado y capitalismo en la publicidad: dominación de la mujer vía sentido de la vida


Los mensajes publicitarios, en definitiva, reproducen un orden de cosas existente en la sociedad y la cultura, en donde las diferencias de género ya están establecidas y, principalmente, han asignado a la mujer el rol de ama de casa y madre que, además, tiene que agradar con su belleza y habilidades de seducción. Pero no por ello dejan a un lado otro tipo de mensajes destinados a ese otro estereotipo de mujer, la “mujer moderna” y trabajadora, que los capitalistas no quieren dejar de explotar para aumentar su cuenta de beneficios en base a la venta de todo tipo de productos que las mujeres con independencia económica puedan querer comprar. Así, junto a anuncios que presentan sin ningún pudor a la mujer como ama de casa servil, complaciente y abnegada, buena cuidadora de su hogar y mejor madre (anuncios de productos para el hogar, anuncios relacionados con el cuidado infantil, etc.), o esos otros que se dirigen principalmente a lo relacionado con el aspecto físico y la belleza, conviven otros muchos que resaltan la capacidad de consumo de la mujer por encima de cualquier otro aspecto. Anuncios en los que la mujer se ve representada como ejecutiva, profesional liberal, estudiante, etc., en los cuales ya es la propia mujer la que es capaz de tomar sus propias decisiones de consumo, y que, en su mayoría, presentan a una mujer feliz, espontánea, inteligente, respetable, socialmente aceptada, deseable e influyente y capaz de afrontar diferentes cambios en sus vidas.

No obstante en tales anuncios hay algo que no deja de ser curioso: se las presenta siempre no como personas que tienen valor por sí mismas, sino como mujeres que, a su vez, han de competir con otras mujeres en un mundo dominado por hombres. Su valor como mujer le vendrá entonces en función de su capacidad para imponerse a esas otras mujeres y tomar así un papel socialmente relevante, pero siempre, por supuesto, acorde a criterios de valoración cuyos juicios son, en última instancias, emitidos por esos hombres que tienen la capacidad de dominar socialmente los espacios donde estas mujeres se ven insertas y forzadas a competir entre sí. La publicidad, si algo tiene, es su capacidad para recoger, en favor del consumo, todo el espectro de roles e identidades sociales que puedan convivir en una determinada sociedad, y enfocar los anuncios, dependiendo del tipo de producto a vender y el público potencialmente comprador del mismo al que vaya dirigido, de acuerdo a lo que determinados mensajes puedan conseguir, mediante su impacto emocional, en tales roles e identidades sociales. Esto ocurre en nuestra sociedad con los anuncios dirigidos a mujeres o que tienen en las mujeres potenciales compradoras.


La publicidad no recoge, pues, un solo modelo de mujer en sus anuncios, dentro de ella pueden tener cabida diferentes roles femeninos según lo que ya previamente se da realmente en la sociedad, pero siguen existiendo una serie de mensajes que son comunes para todas las mujeres y que, a su vez, son muestra de esas realidades sociales, vinculadas al patriarcado, que siguen plenamente vigentes, ejerciendo una violencia sistemática y cotidiana, en esta sociedad. Realidades que se encuentran igualmente plenamente interrelacionadas con lo que se desprende del sistema consumista-capitalista que se ha establecido como hegemónico y dominante, y que, por supuesto, como expresión sintetizada de ambas realidades en la vida y la identidad de las personas, y en este caso concreto de las mujeres, se manifiestan vinculadas a cuestiones relacionadas con el sentido y el sinsentido de la vida, sirviendo para la reproducción, la conservación y el mantenimiento de lo que tales realidades son en la práctica de cara a esta sociedad.

Pedro Antonio Honrubia Hurtado
Texto extraído de: kaosenlared

viernes, 29 de enero de 2016

LA REPRESIÓN SILENCIOSA DEL "VIENTRE PLANO"


Imagínate que los medios de comunicación llevarán tiempo diciendo y mostrando los hombres con los testículos pequeños, insignificantes, bien bien pequeños, que casi no se noten con el pantalón.
Que tener los testículos pequeños y que no abulten lo más mínimo es señal de belleza, salud y masculinidad.


¿Parece una idiotez verdad?
¿Porqué ocultar el tamaño natural de sus genitales?


Pues parecido lleva sucediendo hace años con las mujeres, las mujeres tenemos un útero en el vientre que igual que los demás órganos necesita su espacio. Y además cambia de tamaño dependiendo de si está en momento ovulatorio, premenstrual, durante la menstruación, … En la imagen del costado podéis ver el tamaño de un útero ovulando y otro menstruando… ¿Cambia verdad?

Que nuestro vientre muestre una ligera curvatura hacia el exterior muestra un vientre relajado y permite que tanto el útero como los demás órganos internos puedan coger el espacio que necesiten y no estén constantemente contraídos y en tensión.
Mostrar reiteradamente mujeres con un vientre plano, delgadas hasta la médula y felices nos invita inconscientemente a esconder y tensar nuestro vientre y en consecuencia, nuestro útero. El útero es nuestro segundo corazón, ríe cuando estamos felices y llora cuando estamos tristes.


¿Cómo no vamos a tener dolores menstruales, calambres con el sangrado si ignoramos, aplastamos y maltratamos nuestro útero?
Que se muestre continuamente y además se grite a voces que un vientre plano es sano es violencia invisible hacia nuestros cuerpos.

¡Basta ya!


Carla Trepat Casanovas
Texto extraído de; eltesorodelilith

lunes, 26 de octubre de 2015

SI YO FUERA TÍO SENTIRÍA VERGÜENZA...


Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género.
De que mi amiga, mi hermana, mi compañera, mi madre, mi hija, al volver de noche a casa, tengan miedo. De que se sientan aliviadas cuando, al mirar de reojo de quién son esos pasos en una calle vacía, sientan alivio al ver que no es uno de los nuestros.


Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. De que todas las mujeres tengan historias en las que uno de nosotros las forzó a hacer cosas que no querían, las tocó donde no querían, cuando no querían, como no querían. De que todos conocemos a hombres que cuentan historias de mujeres a las que forzaron a hacer cosas que no querían, cuando no querían, como no querían. De las veces que me he callado al escuchar esas historias, o he hecho como que no las estaba viendo.

Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. De saber que ellas cobran menos, que trabajan más, que ascienden menos, que se empobrecen más, que cuidan más, que -tiempo- tienen menos. Que las hemos convencido de que, para algunas cosas que no valen nada ellas valen más, pero para casi todas las cosas que valen algo, ellas valen menos.

Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. De cada vez que he impuesto mi voluntad en casa, en el trabajo, en una asamblea, en una pelea, en un espacio de decisión, en una relación, en unas vacaciones, en manifestaciones, en el sexo. De cada vez que he actuado como si desear algo es suficiente para obtenerlo. De todas las veces que he pensado algo, y lo he asumido como el único criterio.


Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. De cada vez que me he sentido atacado por una mujer que desenmascara mis privilegios, y me demuestra que los disfruto, y que es siempre a costa de sus derechos.

Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. Por no hacer nada cuando uno de nosotros viola, mata, tortura, desprecia, infantiliza o humilla a una mujer, o se burla de todo su género.

Pero, como no soy un tío, siento vergüenza de mi cuerpo, de mis ganas y de mi deseo. De mis fragilidades y de mi fuerza. De enfadarme a veces, de no hacerlo a tiempo.


Si yo fuera un tío, seguramente, sentiría que estoy donde tengo que estar y que yo, ninguna de todas estas cosas, nunca, las he hecho.



Extraído de: faktorialila

domingo, 11 de octubre de 2015

(II Parte) REPRESENTACIÓN DE LA MUJER EN LOS CÓMICS DE SUPERHÉROES

Durante el 2012, la editorial Marvel relanzó la serie de Ms. Marvel-Carol Danvers, con dos grandes novedades: Ms. Marvel pasa a ser Capitana Marvel, y su uniforme modelo “bañador” se transforma en un traje completo. Teniendo en cuenta sus orígenes -piloto de las fuerzas aéreas- ambos cambios acentuando su aire militar (como con su colega Capitán América) parecen lógicos.

La evolución de Carol Danvers (portadas de 1976, 2006 y 2012)
Sin embargo, muchos lectores criticaron este cambio (muchas lectoras también lo alabaron), y alguno hasta aseguró que el nuevo traje le hacía vomitar.

Detalle de la carta de un lector publicada en el nº2 de “Captain Marvel” (2012)

Vaya, no quiero pensar el efecto que le producirá ver los trajes de Batman, Capitán América, Spiderman o Daredevil.

Batman, Capitán América, Spiderman y Daredevil.

De forma general los uniformes de las/los héroes siguen una tendencia fetichista, con materiales que simulan cuero o látex y ajustadísimos… y aquí terminan los parecidos.

Ellos suelen seguir la tendencia “traje de buceador”, que cubre el cuerpo entero.


Ejemplo de la Liga de Justicia y Vigilantes Linterna: ellos con modelo buzo y ellas con modelo bañador.

Y sólo en contadas excepciones algunos se arriesgaran a mostrar pectorales.


La Cosa, Hulk y (¡por fin!) Namor y Hércules
Ellas, en cambio, siguen varias tendencias. Por un lado la corriente “bañador”, un clásico que le debemos a la primera gran heroína del cómic, Wonder Woman.

Heroínas preparadas para luchar e ir a la piscina
Está la corriente “escote”: traje completo pero importante que se incluya un generoso escote.

La corriente escote, otro clásico.
Y las más atrevidas hacen combinaciones imposibles de ambas tendencias:

Emma Frost, Star Sapphiere y Starfire rompiendo tendencias
También hay una minoría que se ha acogido a la tendencia masculina… de momento.

Batgirl, Fenix y La Mujer Invisible
De momento, porque existen casos como el de Cazadora que decidió cambiar del modelo buzo al bañador. Motivo: la molestia que significa arreglar el traje después de cada pelea… ¿y no se han enterado de esto el resto de justicieros? Sobre todo Superman, el Hombre de Acero…

Evolución del uniforme de Cazadora
En palabras de Batgirl: elegir un traje así para combatir es ridículo.

Batgirl, referente de coherencia dentro del cómic.

Algo similar ocurre con la postura / posiciones que se da a cada sexo. La postura más popular con la que se representa a las mujeres está tan extendida que tiene un nombre propio: brokeback. En está postura el personaje se presenta de espaldas pero mirando al espectador/a, mostrando pecho y nalgas al mismo tiempo (una orgía visual).
Ejemplos de la postura Brokeback

Esta postura es casi exclusivamente de mujeres, y para los hombres se elige una posición más dominante.
La postura de ellos frente a la de ellas, también en el cine
En general la postura de las mujeres refuerza su papel de objeto sexual, mientras que la de los hombres como individuo de poder. Esta diferencia está tan extendida que lo hemos normalizado, pero cuando cambiamos los roles, el resultado es muy llamativo….

Cambiando los roles… (pescadas de la red)

Concluyendo este y el anterior post sobre el cómic: incluso en su rol de superheroína a la mujer se la hipersexualiza y cosifica, y como con cualquier otro medio, esto deja un poso en la audiencia. Un ejemplo es lo que le ocurrió a Mandy, un fan que asistió a una Comic Con (la reunión más importante sobre cómics) disfrazada de Gata Negra, y acabó siendo acosada por un grupo de asistentes que además la culpó de ir provocando.
Mandy y su fuente de inspiración, Gata Negra

Como con cualquier otra industria de entrenamiento (no minusvaloremos el poder que tienen en la sociedad), necesitamos que se incluya una mayor diversidad de personajes que permitan: a las mujeres identificarse con otros modelos femeninos; a los gais y otras identidades verse representados; y que algunos hombres heteros comprendan y respeten otras identidades diferentes a la suya. Si estamos hablando de un mundo de ficción en el que existen personajes con poderes para salvar el planeta, ¿porqué no también personajes que representes otras opciones de género y deseo diferentes a las impuestas que ayuden a salvar nuestra sociedad?

Texto extraído de: orbitadiversa