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viernes, 28 de agosto de 2015

PONGAMOS QUE HABLO DE SEXO

¿Qué es la sexualidad?, ¿es deseo?, ¿es placer?, ¿es intimidad?, ¿es necesidad? En el artículo de hoy hablamos de sexo y diversidad funcional. Doble tabú. ¿Quién da más?.

Ilustración de Emma Gascó/ Diagonal

Puedes seguir leyendo aunque no tengas ningún tipo de discapacidad, incluso aunque no tengas sexo, porque lo que planteo aquí es cómo romper la figura de la sexualidad entendida como algo exclusivamente ligado a la genitalidad. Ese es el referente en el que se suele pensar, pero hay más. Sí amigxs, hay más.

Empiezo a interesarme por el tema a raíz de conocer el proyecto de verkami Yes We Fuck a través de una de las notificaciones que me llegan por twiter. La iniciativa nace como subversivo para sacudir el imaginario colectivo sobre la sexualidad y la diversidad funcional. A través de una serie de videos que se pueden ver en su web y que formarán parte de un futuro documental, mostrarán de una manera explícita otro tipo de sexualidad.


En el imaginario colectivo se piensa en la prostitución como alternativa a poder dialogar física y emocionalmente con un cuerpo desnudo. Pero hay otras opciones y ese es el caso de Tandem Team Barcelona. Se trata de una asociación que pone en contacto a personas que quieren poner a disposición su sexualidad con personas con diversidad funcional. Me cuentan que para ellxs la sexualidad es un baile donde dos personas conversan alrededor del placer y el deseo. Hay quien puede pensar que “el hecho de tener un cuerpo inmóvil o no normativo nos priva del derecho a ejercer nuestra sexualidad. La realidad nos dice, sin embargo, que las personas tienen la necesidad de expresarse de esta forma”. El colectivo se ha encontrado con una realidad donde hay una necesidad fisiológica que no puede ni debe cumplir la familia.

El problema es que entendemos el sexo como algo ligado exclusivamente a la genitalidad, dejando de lado la erótica, por ejemplo. Nia (seudónimo), -asistenta sexual- nos hablaba de ello aquí: “Lo que siempre hay es conducta erótica, y existen miles de maneras de vivirla, cada persona tiene su propia erótica, todas son igual de válidas. Todo nuestro cuerpo es erótica, sin olvidarnos de nuestro órgano más poderoso, ¡el cerebro! Una mirada, besos, caricias una conversación erótica... todo es tener sexo”.


Se trata de entender la sexualidad como toma de conciencia individual, conectarse con las personas no sólo de una manera física, sino buscar otras maneras de relacionarnos, no ligadas a los patrones heteronormativos. El cerebro tiene además la capacidad de adaptarse y construir reacciones nerviosas como cuenta Francesc Granja -uno de los fundadores de Tandem- en su libro “Vivir el Sexo”.

“La mayoría de lxs que no tienen una diversidad funcional no nos aceptarían a lxs que sí la tenemos” dice Andrea Barjadí en uno de los testimonios de Yes We Fuck. Sandra Candelas y Susana Werneuil, de Tensiones Colectivas explican que la trampa reside en que no son vistos como sujetos sexuados ni eróticos. Y a ello añadimos que “el posible estigma parte que desde fuera se ha decidido que necesitan un programa específico de educación y asistencia sexual porque son sujetos especiales, y mientras el resto seguimos viendo discapacidades y anormalidades”.


Tandem Team explica que vivimos en una sociedad con un “sistema de cuerpos diez” que rechaza a los cuerpos no normativos al no considerarlos competitivos para el rendimiento sexual-coital y la reproducción. “Este hecho genera gran cantidad de miedos y problemas de autoestima en las personas con diversidad funcional, las cuales, en ocasiones, llegan a construir un concepto de sí mismos asexuado” especialmente por “la percepción de su persona que los demás puedan tener”. ¿Después de todo si negamos la condición sexuada de una persona no la estamos negando como persona?
Pregunto a Sandra y Susana si creen que necesitamos una educación sexual abierta a todo tipo de colectivos para personas diversas. Me responden que “el actual modelo de educación tendría que empezar a sustituirse por otro que erradique las situaciones de abuso, explotación, desigualdad y cosificación que con motivo de la sexualidad siguen dándose. En ese sentido no basta con hacer educación con las personas con diversidad funcional si no re-educamos en sexualidades a todo el mundo o más bien, en diversidades y en la erótica de las mismas desmontando trampas del sistema”.
Sobre si la asistencia y acompañamiento sexual tienen un fin terapéutico me contestan con una cuestión que me hace reflexionar. Consideran que este tipo de servicio puede resolver una situación que se vive como un problema puntual. “La negación o las dificultades en el acceso a una dimensión que se considera básica tiene impactos sobre la persona, pero si el problema es social y no individual, la solución no pasa por la asistencia técnica, el pago de servicios, no poder resolverlo en espacios cotidianos de la persona”. Resuelve momentos concretos, pero “¿tiene entonces que acudir la persona a una asistencia de este tipo toda su vida?”.

Espero que con este texto seamos capaces de entender la importancia de reivindicar y repensar la sexualidad en el colectivo de la diversidad funcional, así como la diversidad dentro de la sexualidad. Porque se puede follar a pesar de ir en una silla de ruedas o tener los brazos chiquitos o las piernas curvadas, o los ojos cerrados o los oídos tapados.


Texto extraído de: eldiario.es

viernes, 6 de septiembre de 2013

ASISTENTES SEXUALES, 'LAZARILLOS" PARA QUE LAS PERSONAS CON DIVERSIDAD FUNCIONAL VIVAN SU SEXUALIDAD



No es prostitución. La asistencia sexual para discapacitados se considera un servicio de salud, y como tal está subvencionado en países como Suiza, Dinamarca, Suecia, Holanda o Alemania. En Francia el debate para la legalización de la práctica está abierto.

Las necesidades afectivas y sexuales de los discapacitados siempre han sido alojadas en el cajón de los temas tabú en muchos países occidentales no demasiado receptivos al tratamiento de aspectos relativos a la sexualidad.


La película que puso el asunto en el centro del debate

Sin embargo, la actriz Helen Hunt y la película Las Sesiones, dirigida por Ben Lewin y estrenada en 2012, han impulsado un debate antes escondido que ha saltado como un resorte a los medios de comunicación.

En el filme, que reportó una nominación como mejor intérprete secundaria a Hunt, queda plasmada la historia de un periodista minusválido que decide perder la virginidad a los 38 años y acomete la tarea con la guía de una terapeuta sexual. De un modo menos profundo, la sexualidad en personas discapacitadas también tuvo un momento en el cine, el el título taquillero francés Intocable, donde su protagonista era un millonario parapléjico.


Imagen de discapacitados británicos que reivindican su sexualidad, con la ONG Enhance UK.

Los terapeutas sexuales están especializados en ayudar a los discapacitados a que se reconcilien con su sexualidad y a que puedan satisfacer sus necesidades físicas ejerciendo una tutela y una guía hacia su propio erotismo.

Aunque la asistencia sexual esté ligada a la prostitución, práctica a la que suelen recurrir los discapacitados, ésta requiere de una formación especializada y una sensibilidad y apertura mayor en asuntos sexuales. En España, la asistencia sexual está siendo reivindicada en Cataluña, a través de la plataforma Sex Asistent, con Jaume Girbau al frente. Girbau vive sobre una silla de ruedas desde que era niño, y quedó traumatizado por una fracasada primera experiencia sexual con una prostituta que se vio desbordada por la situación.

La plataforma liderada por Girbau, que integra a sexólogos, terapeutas y personas con discapacidad, tiene como objetivo proporcionar formación oficial a las personas interesadas en convertirse en asistentes sexuales, y legalizar la figura en España, según relata 20 Minutos.
Igualdad de oportunidades

En mayo, distintos expertos reunidos en Barcelona también se sumaron a la petición de potenciar la figura del asistente sexual para las personas con diversidad funcional, garantizando así la igualdad de derechos y oportunidades para todos. Fue durante la jornada sobre 'Sexualidad, diversidad funcional y la figura del asistente sexual', organizada en Barcelona por la Asociación de Parapléjicos y Grandes Discapacitados Físicos de Cataluña.


Durante la misma se presentó la figura del 'asistente sexual' como un acompañamiento destinado a hombres, mujeres o parejas con algún tipo de diversidad funcional, mayores de edad, que independientemente de su género o elección sexual deciden optar por esta posibilidad.

La psicóloga del Instituto Guttmann Ana Gilabert explicó que la sexualidad es un aspecto central del ser humano durante toda la vida, y apostó por la búsqueda de alternativas "de la forma más imaginativa posible". "La sexualidad, como aspecto positivo y enriquecedor de la vida de las personas, es también patrimonio de todos, y la diversidad funcional o la discapacidad no debe anular este aspecto", subrayó.

Texto extraído de: ecodiario.eleconomista.

viernes, 8 de marzo de 2013

DOS MUJERES, DOS MIRADAS DE LA DISCAPACIDAD Una directiva y una madre soltera reflexionan sobre su papel vital

Hoy celebramos el Día de la Mujer Trabajadora. En esta fecha, recordamos que estamos aquí y que queremos que nuestros derechos sean efectivos en todos los ámbitos de la vida. Y si la igualdad no es hoy un hecho, todavía lo es menos para la mujer con discapacidad, que sufre una doble discriminación.
Según la 'Encuesta de Discapacidad, Autonomía personal y situaciones de Dependencia' (EDAD) de 2008 del INE, 3,85 millones de personas tienen discapacidad en España. El 60% son mujeres. La tasa de actividad de las personas con discapacidad es del 35,5% (EDAD, 2008). El 40,3% para los hombres y el 31,2% para las mujeres. La tasa de ocupación es el 28,3% para el total de las personas con discapacidad, el 33,4% para los hombres y el 23,7% para las mujeres

Además, las mujeres con discapacidad tienen un mayor índice de analfabetismo, niveles educativos más bajos y ocupan puestos de trabajo de menor responsabilidad y peor remunerados. El caso de Esther Díaz Paniagua, directora de Recursos Humanos de Flisa, red de lavanderías industriales del Grupo Fundosa, es una de las excepciones que confirman la regla ya que según afirma, “no he tenido mayores dificultades para llegar a un puesto directivo por el hecho de ser mujer y tener una discapacidad, pues el grupo de empresas de Fundación ONCE trabaja en condiciones de igualdad desde hace mucho tiempo”.

Esther, que tiene una discapacidad física, cree que el hecho de haber recibido de sus padres una educación en la igualdad le ha ayudado a saber vivir el día a día “en mi casa no me han tratado de manera diferente a mis hermanos por tener una discapacidad y eso ha hecho que me sienta perfectamente integrada a todos los niveles. Hago mi vida, y en el desarrollo de la vida cotidiana no estoy pensando que tengo una discapacidad”.

No obstante, la directiva de Flisa reconoce que su discapacidad le limita a la hora de hacer algunas cosas en su vida personal como practicar determinados deportes o coger a sus hijos en brazos durante mucho tiempo. Y es que Esther es madre de familia numerosa. Compatibiliza su vida laboral con la atención a sus cuatro hijos pequeños y asegura que en su caso no cree que por tener una discapacidad pueda hacer menos cosas que una persona que no la tenga. Aún así, y dejando a un lado su historia personal, afirma que es evidente que en el caso de las mujeres con discapacidad, en general se enfrentan a un doble rasero frente a la igualdad: su género y su propia discapacidad. “Yo en este día reivindicaría que la mujer con discapacidad esté en condiciones de igualdad tanto respecto al hombre como al resto de las mujeres, aunque todavía nos queda mucho camino por recorrer”, concluye.

Si las mujeres con discapacidad presentan una tasa de paro cercana al 25%, la cifra se eleva hasta un 40% en el caso de mujeres con discapacidad intelectual. Este triple handicap (mujer + discapacidad + intelectual) supone un gran obstáculo para el cumplimiento de sus proyectos vitales.

Cristina Palo Fuerte es una joven con discapacidad intelectual madre soltera de un niño de dos años, que ha experimentado en sucesivas ocasiones lo difícil que se lo pone la sociedad a estas mujeres para acceder a un empleo. “Te miran mucho y ves que se están preguntando si esta chica llegará o no y además, si eres madre, todavía dudan aun más de tus posibilidades”. En este sentido Cristina asegura que los empresarios “no deberían mirar tanto el hecho de tener una discapacidad porque nosotros podemos hacerlo también. Yo hago bolillos con una sola mano y al principio, cuando me apunté, dudaron mucho de si iba a poder hacerlo. Y todo es proponérselo. No se trata de que nos pongan limitaciones que nosotros no tenemos”.
En la actualidad Cristina estudia en la Fundación Aprocor un curso de auxiliar administrativo y durante sus clases su madre de ocupa de su hijo. “La verdad es que, aunque es un niño muy bueno, tengo mucha suerte de poder contar con la ayuda de mi madre, pero cuando vuelvo a casa soy yo la que se ocupa de mi hijo como cualquier madre”.
Cristina encara su futuro con energía. “Yo quiero trabajar, tengo un niño pequeño al que hay que mantener. Sé que las cosas están muy mal, pero alguna salida tiene que haber para que las personas con discapacidad podamos trabajar y no nos pongan tantos impedimentos como nos ponen”, reclama.

Además, añade la joven, “creo que a las mujeres con discapacidad tendríamos que tener más ayudas para conciliar el trabajo con la maternidad. Yo tengo la suerte de que mi madre me ayude, pero no a todas las mujeres les ocurre lo mismo”.

“¿Igualdad? Aquí, desde luego, no”

Mayte Verduras compagina un trabajo de media jornada con el cuidado de su hija con discapacidad
Teme que los recortes en las ayudas sociales la empujen al hogar

Maite Verduras junto a su hija dependiente Sara Gimenez. / MÒNICA TORRES
Quería ser mecánica de motos. Siempre le gustaron. Soñó con formarse, con hacer de ello una profesión, pero aquello no era “trabajo de mujeres” y además en su casa escaseaban los medios. Así que se puso a trabajar desde muy chica. “Empecé con 14 años cosiendo”, cuenta. Desde entonces Mayte Verduras ha recogido fruta, despachado en un almacén, limpiado suelos. Ahora, a los 48 años, tiene dos empleos. Uno a media jornada en una empresa de limpieza. El otro, “las 24 horas del día” cuidando de su hija mayor, Sara, con síndrome de Down y deficiencias graves de visión. La ayuda que percibe del Estado para cubrir las necesidades de la chica apenas supera los 500 euros. Y ese es el único dinero que entra en casa desde hace meses, porque la compañía que emplea a Mayte dejó en octubre de pagar a sus trabajadores, asfixiada por los impagos de la Administración valenciana. “Estamos tirando de los ahorros. No sé cuánto tiempo más podré aguantar porque cada vez nos recortan más las ayudas y la asistencia. Así es imposible vivir, pagar la luz, el gas, los medicamentos… Y todo es cada vez más caro”, se lamenta.

La historia de esta valenciana es la de muchas mujeres españolas. Como ellas, Mayte se ha echado la familia y el cuidado de sus dos hijos a la espalda –ella, además, sin el apoyo de una pareja-- y sigue adelante. Tratando de esquivar los agujeros que las afiladas tijeras del Gobierno están dejando en los servicios sociales y en la Ley de Dependencia que, además del recorte en el dinero que reciben las cuidadoras familiares, este año ha sufrido otro hachazo del 15% en el presupuesto. Por no hablar de los retrasos para valorar a los dependientes o las dificultades cada vez mayores para lograr el reconocimiento y obtener la ayuda. Como el caso de Sara que, a sus 26 años, tiene reconocida una discapacidad del 77% y necesita compañía constante pero que tras una primera valoración no ha obtenido el grado necesario para recibir la prestación. Mayte percibe una ayuda, pero por cuidado de hijo. Una vez más el tijeretazo en gasto social se ceba con los más vulnerables que, como cuenta esta mujer ágil y vivaz, afrontan como pueden la subida de los copagos sociales.
“Y ahora tengo miedo de que recorten más en el centro al que va la chica o que se quede sin él”, remarca. Porque mientras ella va a limpiar oficinas o portales, Sara acude a un centro de terapia ocupacional en el que está hasta las cinco de la tarde. Instituciones –en las que además cada vez es más difícil conseguir plaza– que también están sufriendo de manera directa las medidas de austeridad de las Administraciones, que han reducido, o incluso han dejado de pagar, los fondos destinados a nutrirlas. “Sin estos lugares no sé lo que haríamos muchas mujeres como yo. Por lo pronto, tendría que dejar mi trabajo y además no tendría ningún tipo de descanso, porque la parte del día que Sara no está en el centro la paso con ella”, dice. No sería una mujer con hijos, sería solo madre a tiempo completo.

Sin centros de atención a discapacitados, no sería una mujer con hijos, sería solo madre a tiempo completo

Como lo fue la suya. Porque Mayte pertenece a una generación de españolas que en su juventud tuvo ciertas opciones de dejar atrás la senda del hogar marcada por sus progenitoras o ser protagonistas de los cambios que llegaron con la democracia. Una generación de mujeres que empezó a lanzarse a la universidad, pero en la que acceder a una educación superior no se daba todavía por sentado. En aquella época, para muchas familias enviar a los hijos a hacer una carrera era un lujo. Como en el caso de la valenciana. La necesidad apretaba. Pero aunque cuenta que nunca fue mucho de coger los libros asegura que esa espinita se le ha quedado grabada. “Ahora me arrepiento, aunque sé que para los que han estudiado las cosas tampoco están nada fáciles”, dice.

El 60% de los licenciados son mujeres, aunque lo siguen teniendo más difícil para conseguir su primer empleo

Hoy, la vida para las españolas es distinta. El 60% de los licenciados son mujeres, aunque lo siguen teniendo más difícil para conseguir su primer empleo –el paro femenino, además, no deja de aumentar y está ya en el casi en el 23%--. También para escalar a los puestos directivos (en ellos, la presencia femenina apenas llega al 13%) y labrarse una carrera profesional. Sobre todo si tienen hijos. Conciliar vida familiar y laboral es cada vez más difícil. Y en esto tampoco ayudan las políticas de recortes: se ha eliminado el plan para crear guarderías, se han reducido las ayudas para el transporte escolar y se ha incrementado el precio del comedor; hasta llevar una tartera con la comida de casa cuesta dinero en algunas escuelas.

Las españolas tienen su primer hijo, de media, a los 31,5 años. La edad más tardía de Europa
Mayte tuvo a su hija a los 21 años. A esa edad ya trabajaba y se había casado. Hoy, las jóvenes que estrenan la mayoría de edad ni siquiera han salido de casa de sus padres y tienen su primer hijo, de media, a los 31,5 años. La edad más tardía de Europa. También la tasa de natalidad es cada vez más baja. “No me extraña que la gente tenga cada vez menos niños. El trabajo está cada vez más difícil. Y para las mujeres más”, afirma la valenciana. “¿Igualdad? Aquí, en España, desde luego no”, zanja.


Artículo extraido de Solidaridad Digital y El País