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jueves, 29 de octubre de 2015

MUJERES, GLOBALIZACIÓN Y MOVIMIENTO INTERNACIONAL DE MUJERES, Silvia Federici

Las imágenes de mujeres agarrando firmemente a sus hijxs entre las ruinas de lo que una vez fueron sus hogares, o luchando por entretenerlxs bajo las tiendas de los campos de refugiadxs, trabajando en las maquilas, en los burdeles o como empleadas domésticas en países extranjeros, han supuesto durante años la esencia de noticias e informes. Y las cifras estadísticas apoyan la historia de victimización descrita por esas imágenes, tanto que la «feminización de la pobreza» se ha convertido en una categoría sociológica. Aun así, los factores que motivan tal deterioro dramático de las condiciones de vida de las mujeres ―y que coincide irónicamente con la campaña de las Naciones Unidas para mejorar la situación de las mujeres1― no se entienden correctamente en Estados Unidos, ni siquiera en los círculos feministas. Las sociólogas feministas están de acuerdo en que las mujeres de todo el mundo están pagando un «precio desproporcionado» por la «integración en la economía global» de sus países. Pero las causas de esta miseria, de estos problemas, no se discuten, o se atribuyen al sesgo patriarcal de las agencias internacionales que gobiernan la globalización. Por ello, algunas organizaciones feministas han propuesto una nueva «marcha sobre las instituciones» con el objetivo de influir sobre el desarrollo global y hacer que agencias financieras como el Banco Mundial sean «más sensibles respecto al tema del género».2 Otras organizaciones han empezado a presionar a los Gobiernos para que implementen las resoluciones de la ONU, convencidas de que la mejor estrategia es «la participación».

Sea como sea, la globalización es especialmente catastrófica para las mujeres y no porque la controlen agencias dominadas por hombres, que no son conscientes de las necesidades de las mujeres, sino por los objetivos que se ha marcado la globalización.

El objetivo primordial de la globalización es proporcionar al capital el control total sobre el trabajo y los recursos naturales y para ello debe expropiar a lxs trabajadorxs de cualquier medio de subsistencia que les permita resistir un aumento de la explotación. Y dicha expropiación no es posible sin que se produzca un ataque sistemático sobre las condiciones materiales de la reproducción social y contra los principales sujetos de este trabajo, que en la mayor parte de los países son mujeres.

Se victimiza a las mujeres también por ser culpables de los dos principales crímenes que se supone debe de combatir la globalización. Ellas son las que, a través de sus luchas y resistencias, más han contribuido a «valorizar» el trabajo de sus hijxs y de las comunidades, desafiando las jerarquías sexuales sobre las que se ha desarrollado el capitalismo, y las que han forzado a los Estados a aumentar sus inversiones en la reproducción de la mano de obra.3 También se han convertido en las principales defensoras del uso no capitalista de los recursos naturales (tierras, agua, bosques) y de la agricultura orientada a la subsistencia, interponiéndose como consecuencia en la mercantilización de la «naturaleza» y la destrucción de los comunes aún existentes.4


Esta es la razón por la que la globalización en cualquiera de sus formas capitalistas ―ajuste estructural, liberalización del comercio, guerras de baja intensidad― es en esencia una guerra contra las mujeres; una guerra especialmente devastadora para las mujeres del «Tercer Mundo», pero que socava la forma de vida y la autonomía de todas las mujeres proletarias del mundo, incluyendo las que viven en los «avanzados» países capitalistas. De esto se desprende que la condición económica y social de las mujeres no se puede mejorar sin luchar contra la globalización capitalista y sin una deslegitimación de las agencias y de los programas que sustentan la expansión global del capital, comenzando por el FMI, el Banco Mundial y la OMC. Por ello, cualquier intento de «empoderar» a las mujeres «generizando» estas agencias no solo será improductivo, sino que producirá por fuerza un efecto mistificador, que posibilitará a estas agencias la cooptación de las luchas que llevan a cabo las mujeres contra la agenda neoliberal y por la construcción de una alternativa no capitalista.5


Globalización: un ataque a la reproducción


Para comprender por qué la globalización supone un ataque contra las mujeres debemos hacer una lectura «política» de este proceso como una estrategia diseñada y dirigida a la rendición del «rechazo al trabajo» de la fuerza de trabajo mediante la expansión global del mercado laboral. Es la respuesta a un ciclo de luchas que, desde los movimientos anticolonialistas, pasando por el Black Power, hasta los movimientos feministas y obreros de los años sesenta y setenta, desafiaron la división internacional del trabajo y provocaron no solo una crisis histórica de beneficios sino también una revolución social y cultural. Las luchas de las mujeres ―contra la dependencia de los hombres, por el reconocimiento del trabajo doméstico, contra las jerarquías raciales y sexuales― supusieron un aspecto clave en esta crisis. Por lo que no es casual que todos los programas asociados a la globalización señalen a las mujeres como objetivo principal.

Los Programas de Ajuste Estructural (PAE), por ejemplo, pese a su promoción como herramientas para la recuperación económica, han destruido los modos de subsistencia de las mujeres, haciendo imposible que se reproduzcan ellas y sus familias. Uno de los objetivos principales de los PAE es la «modernización» de la agricultura, es decir, la reorganización de la misma en base al comercio y la exportación. Lo que conlleva un aumento del terreno dedicado a los cultivos comerciales y que más mujeres, las principales agricultoras de subsistencia del mundo, se vean desplazadas. Las mujeres también se han visto desplazadas por el retraimiento del sector público que ha provocado el desmantelamiento de los servicios sociales y del empleo público. También aquí las mujeres han sido las que han pagado el precio más alto no solo porque han sido las primeras en resultar despedidas sino también porque la falta de acceso a la asistencia sanitaria y al cuidado infantil marca para ellas la diferencia entre la vida y la muerte.6

La creación de las «cadenas de montaje globales», con talleres en los que se trabaja en condiciones de semiesclavitud (sweatshops)7 a lo largo y ancho del planeta y que se alimentan del trabajo de mujeres jóvenes, también forma parte de la guerra contra las mujeres y la reproducción social. Es cierto que la posibilidad de trabajar en la industria del mercado global puede representar una oportunidad de adquirir mayor autonomía para algunas mujeres.8 Pero incluso aunque esto fuese verdad, es una autonomía que las mujeres pagan con su salud y con la imposibilidad de tener una familia debido a las largas jornadas de trabajo y a las terribles condiciones laborales en las zonas de libre comercio. Es una ilusión suponer que el trabajo en estas áreas industriales pueda ser una buena solución temporal para las mujeres en edad de casarse. Muchas de ellas terminan malgastando sus vidas encerradas en estas fábricas-presidio, e incluso aquellas que las abandonan arrastran secuelas físicas. 


Como en el caso de las mujeres jóvenes que, en Colombia o Kenia, trabajan en la industria de las flores, que tras años e incluso meses de trabajo se quedan ciegas o desarrollan enfermedades mortales debido a la constante exposición a fumigaciones y pesticidas.9

Otra evidencia de la guerra que las agencias internacionales mantienen contra las mujeres, especialmente en el Sur, es el hecho de que tantas de ellas se hayan visto forzadas a migrar hacia el Norte, donde, a menudo, el único empleo que encuentran es el de trabajadoras domésticas. De hecho, son las mujeres del Sur las que hoy en día cuidan de los niños y de las personas mayores en muchos países de Europa y Estados Unidos, un fenómeno que algunos han descrito como el desarrollo de la «maternidad global» y de los «cuidados globales».10

En su proceso de consolidación, la nueva economía mundial depende seriamente de la desinversión estatal en el proceso de reproducción social. Tan crucial es la disminución de los costes laborales para los benefi cios de la nueva economía global que, en los lugares en los que la deuda y el reajuste estructural no han sido sufi cientes, las guerras han completado esta tarea. En otros textos he argumentado por qué muchas de las guerras habidas en los últimos años en el continente africano emergen claramente de las políticas de ajuste estructural, que exacerban los confl ictos y excluyen a las elites locales de cualquier otro modo de acumulación que no sea el pillaje y el saqueo. Pero aquí lo que quiero recalcar es el hecho de que gran parte de las guerras contemporáneas se dirigen a destruir la agricultura de subsistencia y en consecuencia su objetivo son las mujeres. Esto es cierto tanto en la «lucha contra la droga», que sirve para destruir los cultivos de pequeñxs campesinxs, como en el caso de las guerras de baja intensidad y las «intervenciones humanitarias».

Aparte, existen otros fenómenos derivados del proceso globalizador que tienen consecuencias devastadoras en las mujeres y en la reproducción: la contaminación medioambiental, la privatización del agua ―última misión encomendada al Banco Mundial que arrogantemente predice que las guerras del siglo XXI serán las guerras por el agua―, la deforestación y exportación de bosques enteros.11

Existe una lógica en los regímenes laborales actuales que retrotrae a los tiempos de la etapa colonial, en los que los trabajadores se consumían produciendo para el mercado global y a duras penas se reproducían.

Todas las estadísticas demográficas que miden la calidad de vida en los países «ajustados» son elocuentes respecto a este punto. Habitualmente muestran:

• Un aumento de la mortalidad y una reducción de la esperanza de vida (cinco años al nacer para lxs niñxs en África).12

• La ruptura de estructuras familiares y de comunidades, lo que provoca un aumento de lxs niñxs que viven en las calles o que trabajan como esclavxs.13

• Un incremento en el número de refugiadxs, en su mayoría mujeres, desplazadxs debido a la guerra o a políticas económicas.14

• Una expansión de zonas chabolistas inabarcables cuyo crecimiento es alimentado por la expulsión de lxs campesinxs de sus tierras.

• Un aumento de la violencia contra las mujeres a manos de sus familiares, de las autoridades gubernamentales y de las tropas en combate.15

También en el «Norte» la globalización ha arrasado con las políticas económicas que sostienen la vida de las mujeres. En Estados Unidos, supuestamente el ejemplo más exitoso de neoliberalismo, el sistema de asistencia social ha sido desmantelado ―en especial el fondo AFCD que afecta directamente a mujeres con niñxs a su cargo.16 Gracias a esto se ha pauperizado la vida de aquellas familias cuya cabeza es una mujer, y ahora las mujeres de la clase obrera deben tener más de un empleo para sobrevivir. Mientras tanto el número de mujeres en prisión no ha dejado de aumentar; así prevalece una política de encarcelamientos masivos, lo que es coherente con el regreso de economías de tipo colonial incluso en el corazón del mundo industrializado.


Luchas de mujeres y movimiento feminista internacional

¿Cuáles son las implicaciones que conlleva esta situación para los movimientos feministas internacionales? La primera respuesta que debemos dar es que las feministas no solo deben apoyar e impulsar la cancelación de la «deuda del Tercer Mundo» sino también involucrarse en las campañas de reparación, con el objetivo de que devuelvan a las comunidades devastadas por los ajustes estructurales los recursos que les han arrebatado. A largo plazo las feministas debemos darnos cuenta de que no podemos esperar ninguna mejora en nuestras vidas por parte del capitalismo. Por lo que hemos podido ver, tan pronto como los movimientos anticoloniales, de derechos humanos y feministas obligaron al sistema a hacer concesiones, este reaccionó con la respuesta equivalente a la de un ataque nuclear. 


Si la destrucción de nuestros medios de subsistencia es indispensable para la supervivencia de las relaciones capitalistas, este debe convertirse en nuestro campo de batalla. Debemos unirnos a las luchas que sostienen las mujeres del Sur que han demostrado que las mujeres pueden sacudir incluso los regímenes más opresivos.17 Un buen ejemplo son las Madres de la Plaza de Mayo de Argentina, quienes durante años han desafiado uno de los regímenes más represivos del mundo, en un momento en el que nadie en el país se atrevía a levantar la voz.18 Otro caso similar es el de las proletarias/indígenas de Chile quienes, tras el golpe militar de 1973, se unieron para garantizar la alimentación de sus familias ―organizaron cocinas comunales y durante este proceso adquirieron conciencia de sus necesidades y su fuerza como mujeres.19

Estos ejemplos muestran que el poder de las mujeres no proviene de arriba, no lo otorgan las instituciones globales como las Naciones Unidas, sino que debe construirse desde abajo y que solo a través de la autoorganización podrán las mujeres revolucionar sus vidas. De hecho, las feministas harían bien en tener en cuenta que las iniciativas de las Naciones Unidas en favor de las mujeres han coincidido con los ataques más devastadores contra ellas en todo el planeta, y que la responsabilidad de los mismos recae sobre las agencias miembro de las Naciones Unidas: el Banco Mundial, el FMI, la OIT y, por encima de todo, el Consejo de Seguridad de la ONU. Frente al feminismo fabricado por la ONU, con sus ONG, sus proyectos «generadores de ingresos» y sus relaciones paternalistas con los movimientos locales, se levantan las organizaciones de base que las mujeres han construido en África, Asia y Latinoamérica, para luchar por servicios básicos (carreteras, escuelas, clínicas), para resistir los ataques gubernamentales contra la venta callejera ―uno de los modos primordiales de subsistencia de las mujeres― y para defenderse mutuamente de los abusos de sus maridos.20


Como cualquier otra forma de autodeterminación, el movimiento de liberación de las mujeres requiere de condiciones materiales específicas, que comienzan por el control de los medios de producción y subsistencia. Como Maria Mies y Veronika Bennholdt-Thomsen razonan en The Subsistence Perspective (2000), este principio cuenta no solo para las mujeres del «Tercer Mundo» que han sido las principales protagonistas de luchas territoriales por la recuperación de tierras ocupadas por terratenientes,21 sino que también es importante para las mujeres de los países industrializados. Hoy en día en Nueva York, las mujeres se oponen a las apisonadoras para defender sus huertos urbanos, fruto de un enorme trabajo colectivo que ha unido a comunidades enteras, y revitalizado vecindarios anteriormente considerados zonas catastróficas.22

Pero la represión a la que se han enfrentado estos proyectos muestra que necesitamos una movilización feminista contra la intervención estatal en nuestra vida cotidiana al igual que frente a la política internacional. Las feministas también debemos organizarnos contra la brutalidad policial, el reforzamiento del aparato militar y, sobre todo, contra la guerra. Nuestro primer y más importante paso debe ser oponernos al reclutamiento de mujeres en los ejércitos, hecho tristemente aceptado con el apoyo de algunas feministas en nombre de la igualdad y la emancipación de las mujeres. 


Tenemos que aprender mucho de esta desafortunada política. La imagen de la mujer uniformada, conquistando la igualdad con los hombres mediante el derecho a matar, es la imagen de lo que la globalización puede ofrecernos: el derecho a sobrevivir a expensas de otras mujeres y de sus hijos, cuyos países y recursos necesita explotar el capital corporativo.

Silvia Federici 


1- Me refiero a las actividades promovidas por la ONU en beneficio de la emancipación de las mujeres, incluyendo las cinco Global Conferences on Women [Conferencias Globales de Mujeres] y la Women’s Decade [Década de las Mujeres] (1976-1986). Véanse los siguientes textos: Naciones Unidas, From Nairobi to Beij ing, Nueva York, Naciones Unidas, 1995; The World’s Women 1995: Trends and Statistics, Nueva York, Naciones Unidas, 1995; The United Nations and the Advancement of Women: 1945-1996, Nueva York, Naciones Unidas, 1996; Mary K. Meyer y Elizabeth Prugl (eds.), Gender Politics in Global Governance, Boulder, Rowman and Litt lefi eld Publishers, 1999. Mujeres, globalización y movimiento internacional de mujeres.

2-Christa Wichterich, The Globalized Woman: Reports from a Future of Inequality, Londres, Zed Books, 2000; Marilyn Porter y Ellen Judd (eds.), Feminists doing Development: A Practical Critique, Londres, Zed Books, 1999.

3-Véase, por ejemplo, la lucha de las welfare mothers en Estados Unidos en la década de los sesenta, que supuso el primer terreno de negociación entre el Estado y las mujeres en lo tocante a los temas reproductivos. Con esta lucha las mujeres que recibían la Aid to Families With Dependent Children transformaron este subsidio en el primer «salario para el trabajo doméstico». Véase el texto de Milwaukee County Welfare Rights Organization, Welfare Mothers Speak Out, Nueva York, W. W. Norton Co., 1972.

4- Sobre las luchas de las mujeres contra la deforestación y la mercantilización de la naturaleza, véanse (entre otros) Filomina Chioma Steady, Women and Children First: Environment, Poverty, and Sustainable Development, Rochester (VT), Schenkman Books, 1993; Vandana Shiva, Close to Home: Women Reconnect Ecology, Health and Development Worldwide, Filadelfi a, New Society Publishers, 1994; Radha Kumar, The History of Doing: An Illustrated Account of Movements for Women’s Rights and Feminism in India 1800-1990, Londres, Verso, 1997; Yayori Matsui, Women in the New Asia: From Pain to Power, Londres, Zed Books, 1999.

5 Véase un relato de la manera en la que el Banco Mundial prestó mayor «atención al género» como resultado de las críticas realizadas por ONG en los escritos de Josett e L. Murphy, Gender
Issues in World Bank Lending, Washington DC, The World Bank, 1995

6 Meredith Thursten (ed.), Women and Health in Africa, Trenton, Nueva Jersey, Africa World Press, 1991; Folasode Iyun, «The Impact of Structural Ajustment on Maternal and Child Health in Nigeria
», en Gloria T. Emeagwali (ed.), Women Pay in Price: Structural Ajustment in Africa and Caribbean, Trenton, Africa World Press, 1995.

7 Un sweatshop es un taller, tienda o fábrica «de sudor» [sweat] donde los empleados trabajan en condiciones pésimas de seguridad, retribución y derechos durante largas jornadas laborales.
Estos talleres pueden ser clandestinos o no, pertenecer directamente a una multinacional, producir para una o para la exportación. No hay una traducción exacta en castellano aunque se suele utilizar maquila, término utilizado en El Salvador, Guatemala, Honduras y México. [N. de la T.]

8 Susan Joekes, Trade Related Employement for Women and Industry and Services in Developing Countries, Génova, UNRISD, 1995.

9 Wichterich, Globalized Woman, op. cit., pp. 1-35.

10 Arie Hochschild, «Global Care Chains and Emotional Surplus Value», en W. Hutt on y Anthony Giddens (eds.), Global Capitalism, Nueva York, The New Press, 2000.

11 Shiva, Close to Home, op. cit.

12 Naciones Unidas, The World’s Women 1995, op. cit., p. 77.

13 Bernard Schlemmer (ed.), The Exploited Child, Londres, Zed Books, 2000.

14 Se ha duplicado el número de personas desplazadas dentro de sus propios países entre 1985 y 1996, de 10 a 20 millones de personas; Roberta Cohen y Francis M. Deng, Masses in Flight: The Global Crisis of Internal Displacement, Washington DC, Brookings Institution Press, 1988, p. 32. Sobre este tema véase también Macrae y Zwi, War and Hunger. Rethinking International Responses to Complex Emergencies, Londres, Zed Books, 1994.

15 Naomi Neft y D. Levine, Where Women Stand: An International Report on the Status of Women in 140 Countries, 1997-1998, Nueva York, Random House, 1997, pp. 151-163.

16 Mimi Abramovitz, Regulating the Lives of Women: Social Welfare Policy From Colonial Times to the Present, Boston, South End Press, 1996.

17 En los momentos de mayor depauperación son las mujeres las que mantienen y cuidan a los niños y a los mayores, mientras que sus compañeros masculinos son más propensos a abandonar a sus familias, beberse los salarios y verter sus frustraciones en sus compañeras. Según las Naciones Unidas, en muchos países incluyendo Kenia, Ghana, Filipinas, Brasil y Guatemala, pese a que los ingresos de las mujeres son mucho más bajos que los de los hombres, en los hogares cuya cabeza de familia es una mujer se dan menos casos de malnutrición infantil. Naciones Unidas, The World’s Women, op. cit., p. 129.

18 Jo Fisher, Out of the Shadows: Women, Resistance and Politics in South America, Londres, Latin America Bureau, 1993, pp. 103-115

19 Ibidem, pp. 17-44 y 177-200.

20 Elizabeth Jelin, Women and Social Change in Latin America, Londres, Zed Books, 1990. Véase también Carol Andreas, Why Women Rebel: The Rise of Popular Feminism in Peru, Westport, Lawrence Hill Company, 1985.

21 Elvia Alvarado, Don’t be Afraid Gringo: A Honduran Woman Speaks From the Heart, Nueva York, Harper and Row, 1987.

22 Bernadett e Cozart, «The Greening of Haarlem» en Peter Lamborn Wilson y Bill Weinberg (eds.), Avant Gardening: Ecological Struggle in the City and the World, Nueva York, Autonomedia, 1999; Sarah Ferguson, «A Brief History of Grassroots Greening in the Lower East Side» en Peter Lamborn Wilson y Bill Weinberg (eds.), Avant Gardening…, op. cit., 1999


Ensayo tomado del Libro Revolución en punto cero Texto Nº8 (Año 2001)
Texto extraído de: noticiasyanarquia

lunes, 26 de octubre de 2015

SI YO FUERA TÍO SENTIRÍA VERGÜENZA...


Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género.
De que mi amiga, mi hermana, mi compañera, mi madre, mi hija, al volver de noche a casa, tengan miedo. De que se sientan aliviadas cuando, al mirar de reojo de quién son esos pasos en una calle vacía, sientan alivio al ver que no es uno de los nuestros.


Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. De que todas las mujeres tengan historias en las que uno de nosotros las forzó a hacer cosas que no querían, las tocó donde no querían, cuando no querían, como no querían. De que todos conocemos a hombres que cuentan historias de mujeres a las que forzaron a hacer cosas que no querían, cuando no querían, como no querían. De las veces que me he callado al escuchar esas historias, o he hecho como que no las estaba viendo.

Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. De saber que ellas cobran menos, que trabajan más, que ascienden menos, que se empobrecen más, que cuidan más, que -tiempo- tienen menos. Que las hemos convencido de que, para algunas cosas que no valen nada ellas valen más, pero para casi todas las cosas que valen algo, ellas valen menos.

Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. De cada vez que he impuesto mi voluntad en casa, en el trabajo, en una asamblea, en una pelea, en un espacio de decisión, en una relación, en unas vacaciones, en manifestaciones, en el sexo. De cada vez que he actuado como si desear algo es suficiente para obtenerlo. De todas las veces que he pensado algo, y lo he asumido como el único criterio.


Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. De cada vez que me he sentido atacado por una mujer que desenmascara mis privilegios, y me demuestra que los disfruto, y que es siempre a costa de sus derechos.

Si yo fuera un tío, sentiría vergüenza de género. Por no hacer nada cuando uno de nosotros viola, mata, tortura, desprecia, infantiliza o humilla a una mujer, o se burla de todo su género.

Pero, como no soy un tío, siento vergüenza de mi cuerpo, de mis ganas y de mi deseo. De mis fragilidades y de mi fuerza. De enfadarme a veces, de no hacerlo a tiempo.


Si yo fuera un tío, seguramente, sentiría que estoy donde tengo que estar y que yo, ninguna de todas estas cosas, nunca, las he hecho.



Extraído de: faktorialila

sábado, 23 de agosto de 2014

LAS "TÍAS BUENAS"...

Yo lo he intentado. Pero mucho. En serio...
He tratado de comer sano, de hacer deporte, de querer para toda la vida, de reproducirme, de aprender a cocinar, de hablar más bajo, de querer sexo sólo cuando hay alguien conocido en mi cama, de vestirme de colores suaves, de juntar las piernas, de gritar menos, de llorar más, de beber menos, de dormir más, de comer menos, de sonreír más... Pero no me ha salido.

Juro que he tratado con todas mis fuerzas de ser buena. Estar buena. Parecer buena. Pero no he podido.
Porque, a veces, las cosas que no deberían, me gustan, me apetecen, me las como, me las quedo, me las bebo, me las compro, me las guardo, me las follo...
Porque a veces, las cosas que me deberían gustar me deprimen, me aburren, me ponen triste, me dan asco.

Y he dedicado mucho tiempo, mucha energía, mucho dinero, mucha esperanza, a ser una mujer “como dios -o el patriarcado- manda”. Con curvas proporcionadas, compañías sexuales que se cuenten con los dedos de la mano, ropa de entretiempo, revistas de decoración, voz dulce, maquillaje discreto, regímenes saludables y aficiones que impliquen una aguja (no hipodérmica, claro).

Y ya me he cansado de que no me salga. No me sale parecerme a las de los anuncios de café instantáneo, a la que mis tías esperaban encontrar en las comidas familiares, a la que el tipo del banco quisiera dar una hipoteca, a la que la casera decente quisiera alquilar el piso, a la que los tíos encorbatados quieren llevar a cenar, a la que las dependientas quieren vender bragas blancas, a la que la policía quiere defender y no reprimir, la que cabe en las tallas que ponen en el escaparate.

Las malas, las inoportunas, las descaradas, las desubicadas, las desagradables, esas me salen mejor.
Y así, consigo menos cosas, pero son cosas que me gustan. Las que consiguen las tías buenas, con sus sonrisas oportunas, sus curvas adecuadas, sus posturas apropiadas... esas, me deprimen, me aburren, me ponen triste, me dan asco.

O envidia, vete tú a saber...

Me rozan los muslos


Al andar. Desde pequeña. En verano, a veces, tengo que echarme talco donde se juntan para que no me escueza. Y tengo el culo gordo. Y las piernas. Y durezas en los pies. Y pelos donde no debe ser.Y me están saliendo arrugas, canas, manchas. Que a veces se mezclan con los granos. Y suelo tener ojeras. Y no tengo los dientes blancos, ni están todos en fila, ni son exactos.

Por eso soy perfecta. La perfecta borrega asustada que se pasará la vida tratando de que le quede distancia entre las piernas, de que sólo algunas de sus curvas sean convexas, de que no haya en su cuerpo rastro de pelos, granos, manchas, pieles muertas... Que comprará cosas, revistas, cremas. Que se avergonzará de su cuerpo y querrá el de otras, y se culpará de no tenerlo. Que lo esconderá como pueda, por miedo a escuchar la mirada ajena. Que se sentirá vieja, fofa, fea. Que se creerá invisible, inquerible, infollable, despreciable...

O igual no soy tan perfecta. Igual soy una mujer grande, en una autoestima pequeña. Igual me pierdo todo lo que dicen estos ojos, porque los uso sólo para buscarme nuevos rincones fofos. Igual estoy desperdiciando el tiempo, empeñada en que no se me note por fuera. Igual me despierto un día de estos, y me rindo y pierdo la batalla imbécil de soñar con estar buena.

Y entonces, igual, empiezo a entender que para sentir fuego en el pecho no hace falta tener las tetas tiesas. Que para morder con placer no hace falta tener una boca tierna, que lo que importa es mover el culo al bailar, al correr, al pedalear, al follar, no las dimensiones que tenga. Que mi cuerpo es mi única arma para ser, no un solar en el que acumular mis mierdas. Que para disfrutar de que te acaricien el pelo, no hace falta currarse una preciosa melena.


Igual un día entiendo que no hay nada valioso en la belleza, que es sólo un invento de quienes no les conviene que me quiera. Porque dejaría de comprar, de esconderme, de juzgarme, de envidiar. Y entonces me sentiría libre y valiente y dueña de mis pies, de mi culo, de mis tetas, de mis pelos, de mis curvas, de mi coño, de mis piernas. Y usaría mi cuerpo para vivir, no para envolverlo en complejos y cremas. Y sería mucho más feliz. Y eso, en este mundo, no cuela.


Mi cuerpo, tu cuerpo, nuestros cuerpos..

Es tu única herramienta de comunicación con el mundo. Es la única vía que tienes para oler, saborear, escuchar, tocar, viajar, sentir dolor, placer, calor, miedo...
De hecho, lo único que tienes, en realidad, es tu cuerpo.


Tiene curvas, rectas, pelos, marcas, heridas, postillas, arrugas, granos, manchas. Como todos los cuerpos.

Abrazamos, deseamos, lamemos, mordemos, acariciamos, amamos, admiramos, envidiamos, echamos de menos otros cuerpos. Y esos cuerpos tienen -a veces- tripas redondas, pechos pequeños, muslos grandes, lorzas, arrugas, manchas, granos, pelos... Pero abrazamos, deseamos, lamemos, mordemos, acariciamos, amamos, admiramos, envidiamos, echamos de menos esos cuerpos.


¿Cómo podemos no amar el nuestro? ¿Cómo han podido convencernos de que no nos guste nuestro cuerpo?


Despreciar tu cuerpo es como avergonzarte de la tierra en la que has nacido, de la familia en la que te has criado, de tu gente, de lo que eres.
Si no te gusta tu cuerpo, no puedes gustarte, ni quererte, porque tu cuerpo es la forma en que te relacionas con el mundo.

Cuida tu cuerpo para vivir más, para sentirte mejor, para explotar de él todas las capacidades de disfrutar y experimentar que encierra. Pero no cuides tu cuerpo para responder a la idea que te han impuesto de lo que es un cuerpo que merece ser querido.
Tus curvas, tus rectas, tus arrugas, tus marcas, tus heridas, tus manchas, tus pelos, son lo que tu eres. Y si te pasas la vida huyendo de ellas, no vas a conseguir quererte nunca. 
Y entonces te convencerán de que necesitas dietas, cremas, depilaciones, operaciones, aparatos, maquillajes, fajas, rellenos, para que te quieran. Y así quererte un poco.Pero nadie puede relacionarse desde la libertad y la felicidad con el mundo, si no le gusta la herramienta que utiliza para hacerlo.

Coge ese cuerpo, desnudo en el espejo, y míralo como miras los cuerpos que quieres, que deseas, que abrazas, que admiras, que envidias. Olvídate de todos los mensajes que dicen cómo debería ser y aprende a moverte con él por el mundo, contenta y orgullosa.

Y no dejes que nadie, nunca, se meta con tu cuerpo.


Textos extraídos de: Faktorialila.com

lunes, 7 de julio de 2014

¿SOY LA QUE ESPERA, ESPERAS, ESPERO?



A que me llames, a que me busques, a que me encuentres. A que me reconozcas, a que me pidas ayuda, a que me valores, a que me preguntes si necesito ayuda.

A que me propongas follar, a que me dejes, a que me digas que me quieres, a que me subas el sueldo, a que me contrates, a que me digas que estoy guapa, a que te fijes en que me he cortado el pelo, a que te acuerdes de mi cumpleaños, a que no te olvides del cumpleaños de tu madre, a que aparezcas en la cita, a que pidas cita en el médico.

Porque eso es lo que hacemos nosotras, no? Esperar.


Como la Bella Durmiente, como Cenicienta, como Blancanieves. Como Penélope, con su bolso de piel marrón, como aquella chica en el muelle de San Blas. Como las madres, como las hijas, como las hermanas, como las mujeres, como las empleadas, como las novias. Esperamos.


A que cambies, a que no cambies, a que no esperes que yo cambie. A que reconozcas mi trabajo, a que me llegue mi momento, a que me toque la vez, a que salgan de la escuela, a que aparezcas en la reunión, a que vengas a cenar.

A que te decidas, a que me acompañes, a que me lo pidas, a que me lo des. Espero.

Porque eso es lo que hacemos nosotras. Esperar...

Porque, si no esperáramos, llamaríamos, buscaríamos, encontraríamos, reconoceríamos, pediríamos ayuda, valoraríamos, preguntaríamos si necesitan ayuda.


Propondríamos follar, dejaríamos, diríamos que les queremos, nos subiríamos el sueldo, contrataríamos, diríamos que estamos guapas, contaríamos que nos hemos cortado el pelo, les recordaríamos nuestro cumpleaños, nos olvidaríamos del cumpleaños de su madre, llegaríamos tarde a la cita, dejaríamos que se pidieran cita en el médico, si se acuerdan.

Y ya no seríamos como la Bella Durmiente, como Cenicienta, como Blancanieves. Como Penélope, con su bolso de piel marrón, como aquella chica en el muelle de San Blas. Como las madres, como las hijas, como las hermanas, como las mujeres, como las empleadas, como las novias. No esperaríamos.
Y no funcionaría el cuento. Y tendríamos que vivir la angustiosa experiencia de ser nosotras mismas.

¿Y eso duele?.



Texto extraído de: Faktoria lila.com

lunes, 28 de abril de 2014

CONSEJOS PARA LA MUJER FUERTE por Gioconda Belli



Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.


Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.
No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.


Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.
Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodealo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras


y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbados
y el oxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero


Guarda las distancias
Constrúyete. 
Cuídate
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.


Gioconda Belli

sábado, 29 de marzo de 2014

CÁSATE Y SÉ IDIOTA...




No soy nada favorable a la institución del matrimonio. Cada vez más me parece ilógico que dos personas tengan que firmar un papel que selle su amor, que se prometan amor eterno, que se gasten una pasta en vestidos y el evento.


He ido a varias bodas ( por favor, desde aquí pido que nadie me invite nunca más a una, ya no soporto tanta tradición patriarcal) y esa es la prueba final que una necesita para darse cuenta de lo tonto que es todo esto: siendo incluso bodas civiles, el juez o jueza siempre dice “y recordad que el matrimonio es igualdad, no significa que uno esté por encima del otro”. Excusatio non petita. Es absurdo. Es una forma que tiene esta sociedad cuadriculada de poner grado al amor. Si te casas te quieres más y tienes más compromiso con la otra persona. ¡¡ Anda ya!! Son como, decía El Principito, adultos que necesitan saber cuánto valen las cosas para ponerle un valor.

Y apareció ese libro, maravilloso libro, Cásate y sé sumisa.

Pero no os rasguéis las vestiduras porque la explicación es bien lógica: “Y, entre nosotras, podemos decirlo: debajo siempre se coloca el que es más sólido y resistente, porque quien está debajo sostiene el mundo”

Ya estoy más tranquila. Porque la mujer es quien está debajo, como unos sólidos bloques de hormigón armado que puede soportar tifones y tempestas. Es la base de la familia, la base que va a aguantar lo que sea que suceda. Y se supone que esto ha de ser algo bueno para las mujeres casadas. Claro que sí.

He estado leyendo cosas del libro en Internet, tanto en páginas católica como en laicas, y de verdad, la pena se extiende en el resumen de un libro así. Qué pena que el gobierno ¿no pueda o no quiera? hacer nada contra esto. De qué sirve que se luche contra la violencia de género si se puede publicar en España un libro que hable de sumisión.


¿ Sumisión? Yo no soy sumisa a nadie y menos en la pareja. ¿ De dónde se saca que la mujer deba ser sumisa a su marido? ¿ En qué cabeza enferma cabe que un ser humano ha de deber obedIencia a otro ser humano? Muy penoso.











Mucha gente me dice que me case incluso ha puesto en duda que yo quiera a mi pareja porque no quiero pasar por el altar. Como comprenderéis a mí me entra por una oreja y me sale por la otra.


Pero lo triste ya no es este libro, lo triste es que en mi experiencia, excepto un par de parejas casadas que conozco, el resto son todas cortadas por el mismo patrón del matrimonio tradicional. Gente de mi edad, un poco mayor que yo, no importa. La gente te vende la moto de que sigas la tradición porque el amor es ese compromiso, no entienden otras formas de vidas, libres y plenas, sin pasar por firmas. Te dicen que no, que los matrimonios de hoy no son como los de antes, pero se engañan.


Veo a mujeres presionadas por maridos antiguos que les exigen tener bien las tareas del hogar, mujeres que viven a su sombra, bajo su presión.

Veo a maridos ninguneados por esposas que se creen que lo contrario al machismo es ser una hitler con un marido al que no sé si aman o es que buscaban tener un esclavo a su servicio.

Me da igual. La gente que conozco se casa y se convierte en Mercedes y Antonio de Cuéntame. Y es así. EllXs no lo ven porque se engañan, se creen que eso es lo normal y lo que hay que hacer, pero no. Hay vida más allá del matrimonio. No lo dudéis.




Texto extraído de: mujerteniasqueser.wordpress

jueves, 27 de marzo de 2014

"NO ES HORA DE CALLAR" JINETH BEDOYA


El 25 de Mayo de 2000, la periodista colombiana Jineth Bedoya fue secuestrada a las puertas de la Cárcel Modelo de Bogotá.

Estaba investigando una historia sobre el tráfico de armas a manos de agentes del Estado y el grupo paramilitar de extrema derecha AUC (Autodefensas Unidas de Colombia).

Tres hombres la retuvieron por más de 16 horas, la torturaron y la violaron. Los tres serían posteriormente identificados como integrantes de AUC.

Sus agresores comparecieron ante instancias judiciales, admitieron haber participado en su secuestro y la Fiscalía General de Colombia declaró su caso crimen de la humanidad.


Actualmente, compagina sus investigaciones periodísticas con su activismo, en el que ahora trata de implicar a los hombres porque según dice,"ellos lideran el 98% del problema". El lema de la campaña que ella promueve es "No es hora de callar". Jineth Bedoya denuncia que 'El cuerpo de la mujer se usa en Colombia como arma de guerra' y que 'El ataque sexual como arma de guerra tiene una impunidad del 98%'

Jineth se sigue emocionando cuando cuenta su historia. Confiesa que no duerme apenas y que ha renunciado a tener vida personal, que no tendrá hijos y tampoco se casará.

Pese a todo, Jineth no inspira compasión sino más bien admiración, simpatía y fuerza. Ella lo explica perfectamente, pasó del ¿Por qué me pasó esto a mi? Al ¿Para qué me pasó esto a mi?

Es el paso de victima a líder, es la razón de su existencia, es un gran acto de generosidad.

Foto: David Sánchez y Héctor Fabio Zamora
"Lo más complicado es encontrarte sola, encontrarte con el cuerpo marcado, como huérfana de todo. Y yo me sentía así incluso después que entendí que tenía que hacer algo, que tenía que asumir mi vida, que tenía que seguir. Sólo que yo no quería seguir. Así que mi primera idea fue la del suicidio. Pero cuando empecé a buscar la forma de irme, me encontré tan cobarde para irme… Porque decía: 'si me tomo algo puede que no me muera y quede peor'.

Tenía entonces que buscar una fórmula para quedarme. Y la única respuesta que encontré fue que si me quedaba tenía que seguir haciendo lo que me daba fuerza y era el periodismo.

Para mí era muy difícil salir porque estaba llena de hematomas. Mis brazos eran impresionantes, eran morados completamente de los golpes… las manos, el cuerpo… la cara estaba muy golpeada y sentía mucha vergüenza de que la gente me viera así. Pero el día que ya podía mostrar la cara -que fue más o menos 15 días después del secuestro- , ese día decidí volver al periódico (El Espectador).

Fue una cosa muy emotiva, porque yo llegué, no podía casi caminar y la redacción era muy grande. El director del periódico entró conmigo y toda la gente se paró. Eran, no sé, 200 periodistas. Y empezaron a aplaudir, me hicieron una fila larguísima. No hubo una sola persona que no me hubiera abrazado ese día.

Cuando ocurre todo esto, sin embargo, nada más hablamos del secuestro. Digamos que el compromiso que hizo el periódico, por solicitud del director del periódico, por respeto a mi dignidad y por todo ese tema, es que no habláramos de la violación. Y nunca se tocó el tema de la violación. Es más, después de que ocurrió todo, mis compañeros no sabían que me habían violado. Sabían que me habían secuestrado y me habían golpeado.


Hasta que en una entrevista que un canal de televisión le hizo a Carlos Castaño (el líder de las AUC), meses después de mi secuestro, el propio Carlos Castaño habló de mi violación. Ese día mis colegas se enteraron. Y fue durísimo. Yo en dos días no pude ir a trabajar, porque quedó como al descubierto el tema. Pero yo misma me encargué de silenciarlo, pedí que no se hablara del tema, que nadie me preguntara, y así fue.

En ese momento era muy fuerte el tema del secuestro en Colombia. Y el 90% de los temas que llegaban estaban relacionados con secuestro, por lo que empecé a escribir de eso. Y, durante el primer mes, cada historia terminaba en una crisis de llanto. Yo me iba para el baño, lloraba mucho, mis compañeras me encontraban allá, me decían que lo pensara, que lo mejor era que me fuera del país. Yo decía: "No puedo irme, no puedo irme porque no le hecho nada a nadie, no le debo nada a nadie".


Luego, como a finales de julio, cuando habían pasado más o menos dos meses (de mi secuestro), se dio una confrontación muy fuerte entre paramilitares y guerrilla en el norte del país, en la zona del sur de Bolívar, y yo pedí que me dejaran ir. En el periódico obviamente no querían que yo me moviera a ningún lado por el tema de la seguridad, pero yo le envié un correo a Carlos Castaño diciéndole que yo iba a seguir trabajando y que necesitaba que los paramilitares me dieran garantías para hacer mi trabajo. Él me respondió que no había ningún problema y me fui para el sur de Bolívar. Yo creo que eso fue la prueba de fuego, porque fue enfrentarme nuevamente a mis victimarios, que eran los paramilitares.

Yo asumí una posición radical en mi vida y fue que me alejé completamente de mi familia. Me quedé con mi madre, y ella es el eje de mi vida, pero me alejé mucho de mi hermana y mis sobrinos por el tema de seguridad. A mi padre nunca le volví a hablar. Yo quería coger mi dolor y cargarlo yo sola, no quería ponérselo a alguien más.

Retrato de Jineth Bedoya por Nancy Espina
El primer año tuve ayuda psicológica, pero llegué a un punto en que sentía que esa ayuda ya no me servía de nada y la deseché.

Mi realidad es muy dolorosa porque en mi caso no hay justicia. Solamente hasta el año pasado se removió el proceso judicial, gracias a que hablé.

Y por primera vez en 12 años se judicializó a tres de los implicados, tres paramilitares. El proceso hasta ahora está arrancando y lo que se ha encontrado hasta ahora es muy doloroso, porque en mi secuestro hay involucrada gente que yo nunca me imaginé. Y si con lo que yo puedo hacer, con los contactos que tengo no ha pasado mayor cosa, ¿qué pasa con el resto de casos? Eso es lo que pasa en Colombia. ¿Si conmigo no ha pasado casi nada, qué pueden esperar el resto de mujeres?"


Aunque Jineth Bedoya denunció su secuestro y violación ante las autoridades inmediatamente después de los hechos, durante más de 11 años la justicia colombiana no hizo mayores progresos. En Mayo de 2011, sin embargo, Bedoya llevó el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, lo que obligó a la Fiscalía General de la República a retomar las investigaciones. A la fecha, un exparamilitar ya admitió su participación en el secuestro y otros dos también están siendo procesados por las autoridades.


En septiembre de 2012, la Fiscalía determinó además que el secuestro, tortura y violación de Bedoya constituían "crímenes de lesa humanidad", por cuanto los actos de los paramilitares eran parte de una conducta "sistemática" empleada "como método de guerra con el fin de acallar la voz de quienes se atrevían a exponer a la opinión pública sus desafueros y violaciones".



Esto significa que los crímenes en contra de la periodista no prescriben.


Texto extraído de:mujericolas.blogspot, www.bbc.co.uk