Veníamos evolucionando tanto en conquistas morales y libertades: el divorcio, el aborto, los anticonceptivos, la igualdad de género, las libertades sexuales…que volamos entre las nubes sin haber erradicado aún el machismo en el pensamiento y en las conductas diarias en la normalización de género. Y no quiero hablar ahora de la contrarrevolución nacionalcatólica que el Gobierno está tratando de imponernos o consentir en su oposición al derecho al aborto, a la mayoría de edad sexual o a la discriminación sexual en los colegios católicos, difusores de ideología machista, antifeminista y homófoba por su propia naturaleza.
Cuántos políticos de izquierdas, cuántos militantes de izquierdas, cuántos electores de izquierda siguen siendo hoy, en su subconsciente reprimido, tan machistas como cuando nacieron. Muchos en los tiempos del nacionalcatolicismo. Y precisamente por ello.
Llama la atención, escandalosamente, cuando voy a casa de algún político o militante de ideas originales, socialistas, comunistas, maoístas, progresistas, intelectuales, guerrilleros…, ¿sólo se salvan los anarquistas?, cuando su machismo reprimido se desborda y se hace consciente en frases como: Cariño, ¿te ayudo a poner la mesa? Esta frase me pone los pelos de punta.
Porque, justamente, está acotando su espacio machista en su casa donde su mujer tiene asumido, en exclusiva, las tareas del hogar. Espacio en el que él pide permiso para entrar. Sabiendo que su mujer le va a decir que no. Pero qué bien ha quedado ante sus invitados ofreciéndose a “colaborar” para no hacer nada porque su “santa mujer”, que es feminista y de izquierdas, le ha respondido: No cariño, ya lo hago yo.
Aquella expresión es una muestra cínica del machismo paternalista. ¡Cómo que si la ayudas!, haciéndole un favor para quedar bien. Lo que tienes que hacer es compartir todas las tareas tradicionales y matriarcales con la mayor naturalidad y espontaneidad. Como lo hace ella, cuando no debería hacerlo. Y la mujer sigue en sus funciones hogareñas tradicionales y su marido, maoísta, en las suyas tradicionalistas, leyendo “El País” o leyendo a Mao, junto al vermut, de las 12 de la mañana del domingo. Mientras ella sigue enzarzada en las tareas del hogar.
Cuántos políticos de izquierdas, cuántos militantes de izquierdas, cuántos electores de izquierda siguen siendo hoy, en su subconsciente reprimido, tan machistas como cuando nacieron. Muchos en los tiempos del nacionalcatolicismo. Y precisamente por ello.
Llama la atención, escandalosamente, cuando voy a casa de algún político o militante de ideas originales, socialistas, comunistas, maoístas, progresistas, intelectuales, guerrilleros…, ¿sólo se salvan los anarquistas?, cuando su machismo reprimido se desborda y se hace consciente en frases como: Cariño, ¿te ayudo a poner la mesa? Esta frase me pone los pelos de punta.
Aquella expresión es una muestra cínica del machismo paternalista. ¡Cómo que si la ayudas!, haciéndole un favor para quedar bien. Lo que tienes que hacer es compartir todas las tareas tradicionales y matriarcales con la mayor naturalidad y espontaneidad. Como lo hace ella, cuando no debería hacerlo. Y la mujer sigue en sus funciones hogareñas tradicionales y su marido, maoísta, en las suyas tradicionalistas, leyendo “El País” o leyendo a Mao, junto al vermut, de las 12 de la mañana del domingo. Mientras ella sigue enzarzada en las tareas del hogar.
En estos ambientes te pueden llamar misógino si te atreves a pintar la libertad vestida de mujer desnuda. Es la versión “puritana” que se tiene del feminismo. Tal vez del feminismo en versión católica o musulmana. Que representan a la libertad como una mujer cubierta con túnica o vestida de monja.
Como dice el Islam: Yahya me contó de Malik, de Muslim Ibn Abu Mariam, de Abu Salih, que Abu Huraira dijo: "Las mujeres que están desnudas aún cuando estén vestidas, se desvían y hacen que se desvíen otros, y no entrarán en el Jardín ni encontrarán su aroma, y su aroma se percibe desde una distancia tan lejana como la de un viaje de quinientos años” y añade el Corán:
"¡Oh, Profeta! Di a tus esposas y a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran todo el cuerpo con sus túnicas. Eso es mejor para que sean reconocidas y no sean molestadas.
Y Dios es perdonador, misericordiosísimo con los creyentes". [Corán 33:59]
Y Dios es perdonador, misericordiosísimo con los creyentes". [Corán 33:59]
Lo que Dios os pide es que recordéis siempre que la moda no es ni puede ser la regla de vuestra conducta; que sobre los dictados de la moda y de sus exigencias tenéis otras leyes más altas e imperiosas, principios superiores o inmutables que en ningún caso pueden sacrificarse en aras del placer o del capricho... Si algunas cristianas sospechasen las caídas y las tentaciones que causan en otros con su ligereza, a la que den tan poca importancia, so espantarían de su responsabilidad”...
La segunda conducta que me resulta irritante es cuando te pones a hablar con estas parejas y resulta que el hombre asume, como un líder intelectualmente sobrado, el papel protagonista y su compañera o mujer casada, por muy catedrática que sea o profesional de cualquier profesión, asiente con la cabeza en todo lo que su líder y macho marido expone. Y ella nunca añade nada. Asiente.
En este tipo de relación de pareja de izquierdas, en la que ambos, encima, se imponen la insignia de feministas, resulta que la mujer no es otra cosa que la voz de su amo. El consuelo del guerrero. Su enfermera en sus males. Lo “otro”, cosificado. Es que, me pregunto,¿ ellas no tienen opinión propia? para exponer su propio punto de vista que no tiene que coincidir necesariamente con el marido o si existiera identidad al menos podría ser ella quien lo expusiera, corrigiera o matizara. ¿Por qué no?
Javier Fisac Seco
Texto extraído de: portaloaca.com
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