Otro intento de relación sentimental fallido. Otra persona que prometía y se quedó solo en una promesa. Otro momento de frustración en el que pensar que no existe un hombre (o mujer) para ti. Tiempo perdido...
Esos son algunos de los pensamientos que nos invaden cuando uno de nuestros amores pasajeros decide usar su billete de vuelta, y nos deja en la estación con cara de tontas. Porque no todos los amores nacen para ser épicos ni para durar toda la vida, y eso, amigas, es algo bueno. En serio.
Tengo muchas amigas que nunca han estado realmente solteras “en busca de compromiso”, que han pasado de relación larga a relación larga sin intervalos ni paradas, o que prácticamente llevan con la misma persona desde parvulitos. Qué suerte, pensaréis, no han tenido que pasar porque les rompan el corazón, ni por sentirse solas, ni por la desesperación de acudir a mil citas, ni por esos momentos de rayada de me llamará o no me llamará, que pasas casi una vez al mes, como la regla. Pues sí, es cierto, pero todo en esta vida tiene sus pros y sus contras, y también se han perdido lo que es tontear con todos los chicos que quieras, las locuras de los amores de una sola noche, los amores de verano, el aprender la lección y el saberse mucho más fuerte después del duelo de una ruptura, el no depender de nadie para hacer las cosas y tomarte tu tiempo para conocerte a ti misma. En definitiva, puede que se hayan perdido parte del proceso de crecer, de madurar emocionalmente, de lo que es la vida. Y eso, el día que te planteas si tu pareja es realmente con la que vas a pasar toda la vida, pasa factura, porque amiga, a veces aparecen las dudas. Y es que cuando conoces lo que hay fuera, sabes valorar mucho más con lo que te quedas.
Cuando me enfrento a un folio un blanco, al final, por pura inercia, lo acabo rellenando de mis propias vivencias (un poco maquilladas, eso es cierto, porque de imaginación también se vive). Las palabras aparecen solas, y de alguna forma reflejan cosas que por algún motivo me han marcado, para bien y para mal, los momentos de euforia y los de depresión profunda. Los hombres tóxicos, el tíos que resultó que tenían novia, los amores no correspondidos, el amigo que pensabas que era algo más pero que no lo era, el que ibas a ver los sábados al bar pero que el lunes no te llamaba, el que te hizo enloquecer, y simplemente te dejo a solas con tu locura. Si mi vida hubiera sido una balsa de agua, no tendría nada que escribir, nada que aportar, nada de lo que haber aprendido. Si no hubiera besado muchos sapos, no sería la persona que soy hoy, porque no habría aprendido de las desilusiones ni habría tenido nuevos motivos por los que ilusionarme.
Texto extraído de: weloversize.com
Buen artículo,gracias por compartir
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