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miércoles, 15 de julio de 2015

LA ANARQUÍA TIENE NOMBRE DE MUJER


Julián Vadillo Muñoz


Si algo distinguió al movimiento obrero junto a su capacidad organizativa y sus movimientos por la mejora de las condiciones de la vida de la clase trabajadora, fue la ingente labor intelectual que realizó. Una labor que hizo surgir una cultura, la cultura obrera, que fue contraposición a la cultura burguesa dominante. Esta labor llevó al obrerismo al desarrollo de imprentas, escuelas, centros de formación y alfabetización, fundación de editoriales, etc., que ponían al alcance de los obreros los conocimientos que la sociedad del momento les negaba. Lo que generó fue esa cultura y centros de socialización, modos de comportamiento que anticipaban el modelo social que querían implantar.

Pero esta labor tuvo a los anarquistas como los aventajados en los primeros momentos. La impronta cultural nunca la perdió el anarquismo pues ponía prácticamente al mismo nivel sus reivindicaciones en el mundo del trabajo y sus deseos de formación de la clase obrera. Eso explica la gran cantidad de periódicos, revistas y libros anarquistas que circularon en el últimos tercio del siglo XIX e inicios del siglo XX. Aunque las posiciones avanzadas del liberalismo o el socialismo también pusieron en marcha iniciativas progresista, las apuestas de los anarquistas siempre daban un paso más. La implicación del anarquismo en el desarrollo de las escuelas laicas, de proyectos de más amplio alcance como la Escuela Moderna o en la apuesta editorial fue más que evidente.

Y en todo ese proceso de formación de la cultura obrera y libertaria la participación de la mujer fue fundamental. Sin sus aportaciones al movimiento anarquista internacional sería imposible entender el desarrollo del propio movimiento anarquista. A diferencia de otros movimientos políticos e incluso de otros movimientos dentro del obrerismo, la mujer fue pieza fundamental en el anarquismo tanto en su labor organizativa como en su labor cultural.

Un primer ejemplo sería la figura de la francesa Louise Michel. Maestra de formación es uno de los mejores ejemplos de convinación de lucha política y avance por la cultura que para los anarquistas formaba parte de un mismo cuerpo. Así podemos ver a Louise Michel combatiendo en las barricadas de la Comuna parisina en 1871, colaborando para la reorganización educativa en la propia Comuna, aprendiendo la lengua de los aborígenes en su destierro, fundando periódicos, encabezando manifestaciones contra el paro y el hambre, etc. Una muestra de lo que significaba para una mujer el anarquismo a finales del siglo XIX. Sus acciones y su legado se puede asimilar a muchas otras mujeres del anarquismo como Nathalie Lemel, Jeanne Hachette o Elizabeth Dmitriev entre muchas otras.

Otro ejemplo de ese desarrollo cultural en el anarquismo es Emma Goldman. A Goldman la podemos seguir fundado sindicatos en EEUU, participando en periódico, contribuyendo al avance de la educación racionalista en EEUU, participando de forma activa en la Revolución rusa, contribuyendo a escribir y rescatar las páginas de la historia del anarquismo, etc.

Pero se nos podría decir que hablamos en muchas ocasiones de personas vinculadas a los medios intelectuales de la época. Sin embargo las integrantes de extracción obrera también participaron de forma igual en el desarrollo cultural e intelectual del anarquismo. Ponemos como ejemplo a Teresa Claramunt. Obrera del textil, su contribución no se ciñó exclusivamente a la organización obrera (la primera mujer que organizó una asociación obrera de carácter exclusivo de mujeres) sino que también estuvo presente en la fundación de periódico y en el desarrollo de iniciativas de carácter educativo para el anarquismo.

Una mención especial. Teresa Mañé (o Soledad Gustavo)

150 aniversario del nacimiento de Teresa Mañé

Debido a que en este 2015 se cumplen 150 años de su nacimiento, merece la pena recordar a una mujer que es el mejor ejemplo de relación entre cultura y anarquismo. Teresa Mañé, más conocida como Soledad Gustavo, tiene la desventaja histórica de haber estado entre dos personajes determinantes en la historia del anarquismo: Juan Montseny (Federico Urales) – su marido – y Federica Montseny – su hija – . Sin embargo acercarnos a la figura de Teresa Mañé es conocer el verdadero motor de la familia Montseny en todos los proyectos que realizaron desde finales del siglo XIX hasta el final de la Guerra Civil en 1939.

Teresa Mañé nació en el pueblo de Cubelles en 1865. Nació en el seno de una familia acomodada y vinculada al republicanismo federal lo que determinó la ideología de la propia Teresa. De formación maestra, Teresa Mañé comenzó a dar clases en la Escuela Laica de Vilanova i la Geltrú, fundando posteriormente la Escuela Laica de Reus y formando parte de la Confederación de Maestros Laicos. No fueron cuestiones fáciles, ya que recibieron ataques de los sectores clericales de la zona.

Su pasión por la enseñanza y el laicismo no fue la única contribución de Teresa Mañé. También comenzó a colaborar con periódico como El Productor o La Tramontana. Alli comenzó a tomar contacto con las plumas más importantes del anarquismo: José Llunas, Anselmo Lorenzo, Fernando Tarrida de Mármol, etc. Participó en el II Certamen Socialista con un trabajo sobre el amor libre y fue entusiasta seguidora del “anarquismo sin adjetivos” de Tarrida de Mármol.

En 1891 se casó con Juan Montseny. Y esa unión hizo nacer multitud de proyectos de profundo calado para el anarquismo. Tras los agitados años que median entre el atentado de Pallás y la bomba de Cambios Nuevos, los Mañé-Montseny se trasladaron a Madrid y allí hicieron nacer el proyecto periódistico y cultural que probablemente es más importante en la historia del anarquismo: La Revista Blanca. Por sus páginas escribieron las plumas más importantes del anarquismo internacional y de la intelectualidad de la época. Un proyecto que pasó por dos etapas. La primera entre 1898 y 1905, año del nacimiento de Federica, y la segunda entre 1924 y 1936. Junto a ella nació también la colección de “La novela ideal”, pero también otros proyectos como el “Suplemento de la Revista Blanca” o el periódico “Tierra y Libertad”

Teresa Mañé es también autora de numerosos folletos teóricos que dio una importante aportación al anarquismo español. Textos como El amor libre, La sociedad futura, A las proletarias, El sindicalismo y la anarquía o Política y sociología son breves pero importantes aportaciones al cuerpo teórico del anarquismo español. También, gracias a Teresa Mañé, se conoció en España obras de escritores como Octave Mirbeau, George Sorel, Jean de la Hire o Louise Michel, por las traducciones que realizó del francés al castellano.

Aunque la labor productiva de Soledad Gustavo se concentra entre 1891 y 1905, posteriormente tuvo también importantes aportaciones a través de la prensa, las traducciones citadas y en ser el verdadero motor intelectual y administrativo de los proyectos de los Mañé-Montseny.

No fue una vida exenta de polémicas. Teresa Mañé cochó con algunos militantes de la época. La familia Mañé-Montseny fue acusada en ocasiones de exceso de intelectualismo. Además fueron polémicas sus posiciones, por ejemplo, respecto a la Primera Guerra Mundial, enmarcandose de forma más cercana a las posiciones de Kropotkin o de Ricardo Mella en un anarquismo “aliadófilo”.

Pero es indudable la labor y la aportación de Teresa Mañé a la cultura anarquista. Sus aportaciones durante la Segunda República fueron más modestas y durante la Guerra Civil inexistentes. La llegada de las tropas franquistas a Barcelona hizo que Teresa Mañé tuviese que huir falleciendo pocos días después en Perpiñán.

La historia de Teresa Mañé es la historia de muchas otras mujeres. Ella solo es un ejemplo a unir a otras como Lucía Sánchez Saornil, Federica Montseny, Mercedes Comaposada, Soledad Estorach, Libertad Ródenas, Concha Liaño, Amparo Poch Gascón, Antonia Fontanillas, Suceso Portales y un largo etcétera. Pero era necesario rescatar a Teresa Mañé en su 150 aniversario.




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