El autor alemán Goethe dijo alguna vez que “el que no sabe llevar su contabilidad por espacio de tres mil años se queda como un ignorante en la oscuridad y solo vive al día”. Algo parecido les sucede a todas estas mujeres que publican su ferviente antifeminismo sin mayor argumento que ese, negando, por lo tanto, a todas esas heroínas históricas que lucharon –e incluso se dejaron la vida- para que hoy nosotras nos beneficiemos de unos derechos que no siempre nos fueron reconocidos en igualdad de condiciones a los hombres por nacer bajo el estigma del género femenino.
Se define el feminismo como un conjunto de ideologías y movimientos que tienen como objetivo la igualdad de derechos entre varones y mujeres a todos los niveles de la vida. Asimismo, se erige como contrapeso ante la dominación y la violencia de los hombres sobre las féminas y la asignación de roles sociales según el género.
Si, por supuesto, en toda ideología existen facciones radicales que, o bien, desvirtúan el propio movimiento con su extremismo dialéctico, o bien, obtienen el mismo resultado por servirse de acciones contundentes cuyo objetivo rel no es otro que el de hacer visible la urgencia de seguir apostando por el movimiento ante una sociedad entumecida. Pero ambas realidades no pueden, en ningún caso, servir como excusa para generalizar. Menos aún para deformar el mensaje y objetivos germinales del feminismo: buscar la igualdad de géneros. Punto.
La altanería que define a la mujer moderna, occidental y olvidadiza roza lo grotesco. Especialmente cuando todavía hay en el mundo millones de mujeres a las que se les niegan muchos derechos fundamentales que nosotras, como ciudadanas de países "democráticos", ya hemos normalizado. Que las mujeres podamos votar, divorciarnos, trabajar, interrumpir de forma voluntaria un embarazo, denunciar a la pareja por violencia dentro del hogar o incluso ser independientes económicamente de nuestros padres o maridos son conquistas introducidas y peleadas por el movimiento feminista; por las valientes figuras que lo respaldaron ante las injusticias de un patriarcado histórico y atroz que todavía se perpetúa en cualquier país en el que nos dignemos a mirar con sentido crítico.
Si, por supuesto, en toda ideología existen facciones radicales que, o bien, desvirtúan el propio movimiento con su extremismo dialéctico, o bien, obtienen el mismo resultado por servirse de acciones contundentes cuyo objetivo rel no es otro que el de hacer visible la urgencia de seguir apostando por el movimiento ante una sociedad entumecida. Pero ambas realidades no pueden, en ningún caso, servir como excusa para generalizar. Menos aún para deformar el mensaje y objetivos germinales del feminismo: buscar la igualdad de géneros. Punto.
La altanería que define a la mujer moderna, occidental y olvidadiza roza lo grotesco. Especialmente cuando todavía hay en el mundo millones de mujeres a las que se les niegan muchos derechos fundamentales que nosotras, como ciudadanas de países "democráticos", ya hemos normalizado. Que las mujeres podamos votar, divorciarnos, trabajar, interrumpir de forma voluntaria un embarazo, denunciar a la pareja por violencia dentro del hogar o incluso ser independientes económicamente de nuestros padres o maridos son conquistas introducidas y peleadas por el movimiento feminista; por las valientes figuras que lo respaldaron ante las injusticias de un patriarcado histórico y atroz que todavía se perpetúa en cualquier país en el que nos dignemos a mirar con sentido crítico.
Por: Julia Alegre*
Julia Alegre es una periodista española especializada en Cooperación Internacional y Acción Humanitaria. Actualmente desarrolla su trabajo como redactora en Fucsia.co.
JAlegreB@semana.com
Exacto y directo a las mujeres que tanto defienden al masculinismo misogino, con tal de seguir la aprobacion de los hombres tipo "mean girls", en vez de apoyar la causa y asi todos juntos en pos de la igualdad, hombres y mujeres, sin distincion de raza, opcion sexual ni condicion social.
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