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martes, 2 de julio de 2013

ÉTICA AMATORIA DEL DESEO LIBERTARIO Y LAS AFECTACIONES LIBRES Y ALEGRES, Ludditas Sexxxuales





CAUTE

Ludditas Sexxxuales

Ética amatoria del deseo libertario y las afectaciones libres y alegres

Milena Caserola y Ludditas Sexxxuales alientan vivamente la circulación de este texto a como dé lugar y en cualquier formato.

Todos los izquierdos están reservados, sino remítanse a la lista de libros censurados en las distintas dictaduras y democracias. Por lo que privar a alguien de quemar un libro a la luz de una fotocopia­do­ra, es promover ladesaparición de lectores.

Edición: Matías Reck / Leo Vidal


stand still and i will read to thee
a lecture, love, in loves philosophy
John Donne

El hecho de que una sola cosa
o persona merezca nuestro amor
es una forma de barbarie,pues excluye a todos los demás.
Nietzsche


¿Acaso no es la escritura una actividad inútil, un juego con su fin en sí mismo-autotelos- que no se subordina a ningún proyecto, que permite desnudarse y pone en juego la integri­dad, admite incertidumbres, hasta el extremo del silencio, la risa, el llanto? 
La escritura filosófico-poética hace posible la comunicación íntima que rompe el aislamiento cotidiano de los existentes, para ponernos en contacto entre nosotras: señales.

          La escritura, movimiento irreductible mediante el cual un cuerpo arroja a la cara del Amo un grito: “no obedezco más” y pone en riesgo su inteligibilidad social, su vida cono­ci­da hasta ese momento porque desea el riesgo de la muerte a la certeza de tener que continuar haciendo caso.

     Amo Amor, no te obedezco más: tu pretendida evidencia natural puede ser criticada y destruida; o acaso no es innega­ble que algunos temas han sido construidos y sostenidos durante cierto momento de la historia. Por ello, algunos cuer­­pos que afectados mutuamente pueden salir del circuito de la semiótica amatoria romántica y devenir afines: Somos mucho más libres de lo que se siente, de lo que se acepta como evidencia.
Arremetemos viajeras, entonces, contra la idea de nece­si­da­­des universales, contra la noción de humanidad -¿Qué es lo humano? ¿Quiénes sus monstruos que entregan las cre­den­­­cia­les en la puerta del nacimiento, y dicen “nena”, “mu­jer”, “heterosexual”?- para mostrar la arbitrariedad de las instituciones y la violencia de los instituidos, para poder concebir cuál es el espacio de libertad que todavía podemos construir, y qué mutaciones todavía podemos disfrutar.
          Migramos a lo desconocido, para comprobar especial­men­te que aquello que creíamos único e irrepetible es solo una ficción. Y el chispazo que puede hacer encender la mecha del gusto, se puede encontrar en muchos cuerpos y muchos lugares, en muchas formas-de-vida que compongan nuestros cuerpos en más cuerpos e intensifiquen nuestras potencias al límite de su fuga sin quebrarse ni destruirse.

          Esta es una bitácora acerca de las deconstrucciones de los afectos y los modos de afectación hasta ahora conocidos como “Amor” y “Enamoramiento” dentro del régimen con­tem­po­ráneo llamado Heterocapitalismo Global Integrado Cognitivo.

Ética Amatoria del Deseo Libertario y las Afectaciones Libres y Alegres


La gente que se llena la boca con la revolución
y la lucha de clases sin referirse
explícitamente a la vida cotidiana,
sin entender qué es subversivo en el amor
y sin un rechazo positivo de las ataduras,
esa gente tiene muertos en la boca.

Raoul Vaneigem


       Una Ética se opone a la moral. Ética, siguiendo a Spinoza y a Deleuze, es la disciplina de lo bueno para mi cuerpo, es decir aquello que estimula e incrementa mis pasiones alegres y mis potencias, aquello que me compone conmás cuerpos y en más afinidades y alegrías.

        Amatoria porque es menester deconstruir el Amo(R), la máquina despótica, y al AmoR Romántico, almibarado, y al enamoramiento. Amor, un slogan sin sentido, un significante vacío de las tarjetas de Hallmark, un peluche barato y feo, un 14 de Febrero. Sin embargo, una ética amatoria está hablan­do, y de la construcción reflexiva del uso de l
os place­res que se desprenden a partir de nuestros sentimientos más profun­dos de cariño.

     
Deseo, la estrella que nos guía y nos impulsa hacia adelante en el mar de los sargazos, la que sigue toda pirata cuando se lanza a la mar. Navegar, una tarea que no puede hacerse sola. Máquina deseante y fuerza creadora de nuevos deseos hoy insondables e impensados que emergen en el medio del océano a partir de un nuevo uso de los placeres. Una ética amatoria del deseo habla de construir nuevos placeres para que nuevos deseos surjan.

      Libertario porque creemos en la anarquía pese a los anarquistas. Porque algunas de sus tradiciones siguen esti­mu­lan­do nuestra entrepierna: Emile Armand, Emma Goldman, Bakunin... Una ética amatoria del deseo libertario aboga por la abolición de la propiedad privada sobre aquello que más deseamos y queremos, como nuestras compañeras sexo-afectivas, para que nuevas compañeras aparezcan a nuestro encuentro. Un mundo nuevo habita en nuestros corazones.

          Afectaciones libres y alegres, alegres y libres. Un nuevo lenguaje que dé cuenta de lo que nuestros cuerpos sienten. Cuerpos, no individuos, ni personas ni siquiera gente. Cuerpos como máquinas deseantes, como tecnovivas conectadas, como manadas. Afectaciones que no padezcan, aunque el dolor está presente como en toda elongación, como parte del vivir, y al servicio del placer (BDSM). Alegría que rima con anarquía y cuya A es de amistad (una amistad inclusiva, claro está). Me estiro para alcanzar una porción de la locura.

Advertencias: Una ética amatoria del deseo libertario es un medio para adquirir una posición en la guerra en curso, guerra contra la heteronorma, contra la propiedad privada, contra el cualquierismo que entiende la libertad como “todos hacemos lo que se nos canta el culo y el resto nos aguanta”, contra el heterocapitalismo, contra la tiranía del Yo -el inviduo- y demás coartadas de la biopolítica y los pornopoderes. Una ética amatoria del deseo libertario es una manera de armar la manada, de encontrar la soledad sin quedarse aislada. Una ética amatoria del deseo libertario es un llamamiento, está destinado a quienes aún pueden oírlo. Au-Au.

King Ludd: encontrar los antepasados que nos hagan más libres

Si la ciencia fuera puesta al servicio del capital,
la recalcitrante docilidad del trabajador estaría asegurada.
Andrew Ure, Philosophie des Manufactures, 1835


Una fecha: 1811. Una región: Inglaterra. Un mes: abril. 
En­ton­ces, 350 personas embisten contra un nuevo elemento en el paisaje habitual. Arde el fuego que calienta y destruye hasta los cimientos la fábrica de hilados de William Cartwright en Nottinghamshire. Esa misma noche, cuenta la leyenda, otras setenta fábricas fueron destrozadas por bandas de vaticinadorxs.
Así nacía espontáneamente un movimiento horizontal, comunal, pro-tecnologías pero anti- industrialización que se dio a conocer como Ludditaspuesto que decían seguir las órdenes de un personaje conceptual imaginario apodado El capitán Ned Ludd. Una ficción literaria y popular agita una revuelta espontánea apasionadamente violenta y destructiva contra la fabricación industrial. Ned Ludd nunca existió: se trataba de una fábula de un muchacho hilandero que rompió su telar porque no le salía bien el tejido. Pero nada hay más material que una ficción.

          Quienes participaron en el movimiento formaban parte de la trama y el tejido de la comunidad misma, eran sus artesanos y sus habitantes, en el corazón de la Inglaterra textil de comienzos de la revolución industrial del proyecto civilizatorio del implacable progreso humano, cuando las fábricas se empezaban a dejar ver dentro del escenario urbano como un proyecto de control social y subjetivación de los cuerpos, y de construcción de las subjetividades obre­ras heterosexuantes. Lxs ludditas saquearon mercados, que­ma­ron fábricas (en vez de tomarlas y “recuperarlas” y sub­je­tivarse como obrerxs), hicieron correr el fuego de la insu­rrección como reguero de pólvora mediante el sabotaje, el pillaje, las canciones, las rimas, el espionaje y la mentira a los poderes. Máquina de guerra alegre, una modalidad de lucha contra el capital, un intento de destruir “la nueva sociedad”, es decir la sociedad moderna por fuera de la racionalidad dominante, de la cual se mantuvo ajena, que postula la “neutralidad” de las máquinas, o su demonización sin más.

            En 1770 alguien imaginó un nuevo plan para convertir a lxs pobres en gente productiva: La Casa del Terror, la llamó. Sus habitantes estarían obligadxs a trabajar 14 horas diarias y serían controladxs mediante dietas de hambre. Cualquier parecido con la realidad no debe ser leída en términos de pura coincidencia.
Luddismo: Aquellas sublevaciones sin líderes, sin centralización de poderes, con cambios de género para evitar la identificación (se cuentan historias de ludditas transvestidos y ludditas mujeres encabezando revueltas) que inventan una “lo­gísti­ca de urgencia”. Anticipación de la pasión por la destrucción. Ante todo un analizador, un agenciamiento, pero también una inspiración en el desierto, es decir, un concepto: centro de vibraciones que sin corresponderse con la realidad, permite que oigamos de ella y en ella algo que todavía suena a nuestra canción.

           Usualmente mal comprendido o pesimamente analiza­do, el legado luddita oscila entre hordas simiescas que se oponen no sólo a la idea del nuevo Dios, el Progreso (científico), sino también como desclasadxs enfermxs de falsa consciencia que no comprenden la lucha de clases y confunden metaléptica­men­te causa y efecto. Otras veces, cuando su lectura se vuelve propiciatoria de la ritualística romántica ácrata y new age libertaria, lxs ludditas se convierten en primitivistas rompe máquinas, justicieros contra la tecno-ciencia, como si acaso hubieran ellxs pensando en conceptos tales como naturaleza o alienación.

            Resignificar esa historia, esa ficción luddita, no es una cuestión de nostalgia de una aurea aetas del artesanado, a pesar de que ciertamente el advenimiento del reino de la producción cuantitativa en masa ha sido fuente de calamida­des al establecer la dictadura omni-presente de la necesidad y el Imperativo del Trabajo (dignificador). Este reino de la producción no debería ser entendido en términos de esca­sez/abundancia, estructura/superestructura cuando por en­ci­ma de todo análisis de los salieris de David Ricardo se ins­ti­tu­yen nuevos regímenes de colonización de los cuerpos a través del crudo principio de la utilidad reterritorializante biopolítica heterocapitalista.

            Las agencias de minorías sexo-disidentes críticas ponen delante de nuestros ojos la dimensión ético-política lejos del sujeto de la izquierda cuyo cuerpo ideal es viril, trabajador, reproductivo, varón. Pero también hostigador del romanti­cis­mo del anarquismo hasta ahora conocido, que en muchas regiones, considera la tecno-ciencia como el nuevo monstruo a combatir irreflexivamente, un nuevo cuco que les otorga inteligibilidad como colectivo sexista en su cotidianidad.

            En este aire viciado de dicotomizaciones, el legado luddita resuena hoy desviado hacia la destrucción de otras tecnologías de construcción de la subjetividad (obrera, como ya dijimos, pero también romántica, hetero y humana -homo amans-): es decir ludditas sexxxuales que destruyan las má­qui­nas de captura dentro de la fábrica del Yo que la dis­ciplina del Amor conlleva dentro del régimen hetero­normal.


Queen Ludd


La historia de la humanidad saldría beneficiada al rebautizarse como “historia de las tecnologías” siendo el sexo y el género aparatos inscriptos en un sistema tecnológico complejo.
Beatriz Preciado, Manifiesto Contrasexual


      Más cerca de este siglo y de nuestros propios regímenes de corporalidad, mucha gente inocentemente utiliza la metáfora “venimos así de fábrica” cuando quiere justificar un hecho biológico o afectivo, es decir somato-sexo-socio-político, como “natural”. ¿Dónde está la fábrica en la que estos cuer­pos son gestionados? ¿Qué tipo de manufactura produce e intercambia?
     A partir del siglo XVIII la mutación de los procesos de gobierno social implicó que el cuerpo esté en el centro de gestión de lo político. Una ficción histórica transitoria (soma) en relación a las formas de producción económica de gobierno de lo social inventa un alma sexualizada, una subjetividad que tiene la capacidad de decir en voz clara y alta “Yo” e internacionalizar un conjunto de procesos de normalizan que lo llevan a afirmar “soy homosexual” o “soy heterosexual”1. En el proceso de industrialización que sigue, entonces, a la revolución francesa la reproducción sexual se convierte en una de las maquinarias privilegiadas de control y administración del cuerpo social, que comienza a organi­zar­se productivamente (reproductivamente podríamos ju­gar): la familia (heteronormativa).

        A mediados del siglo XX ha habido un quiebre que conllevó que toda sexualidad no reproductiva sea objeto de control, vigilancia, disciplinamiento y normalización. Así, el sexo es importante porque se convierte en uno de los enclaves estratégicos en las artes de gobernar. Pero eso que llamamos sexo no es nada estable sino un conjunto de constantes mutaciones históricas que afectan a la manera en la que las corporalidades son producidas y cómo se adminis­tran los intercambios socio-afectivos de esas corpora­li­dades.

         En este contexto, el discurso clásico de las izquierdas y parte de un famélico e inaudible anarquismo de corte marxiano entiende que hay que tomar, como decíamos, la fábrica2. Es decir, reforma de un tipo de tecnología que disciplina nuestras formas-de-vida: obrero, reproductora, enamorada, heteronormativa.

        En cambio, bajo esta postura luddita, la fábrica donde se produce “la gente”, podría ser destruida, en pos de una manera de configurarnos en manadas, jaurías o bandadas. Hipertelia del cuerpo máquina: nuestras corporalidades pue­den exceder la finalidad para la que fueron concebidas.

Petito principi: ya no más escenas platónicas -aquí no hay división entre cuerpo y mente, ni entre cuerpo y máquina-.

        Disciplinamiento fabril y control de calidad. ¿Cómo puede ser deseado el poder? ¿Cómo puede ser el poder deseado? ¿De quién son estos deseos? ¿Se puede desear el deseo del Estado? No son estas preguntas de la indignación. Leemos a Butler: el sometimiento del deseo engendra deseo de sometimiento. ¿Y si mi deseo (yo elijo, yo quiero, me gusta etc.) fuera también un traidor...? Es decir, y siguiendo Mecanismos Psíquicos del Poder, el funcionamiento psíquico de la norma ofrece al Poder regulador un camino más insidioso (más efectivo) que la coerción explícita. Su éxito permite su funcionamiento tácito dentro de lo social. Justamente, aquellas como yo, biopoliticamente asignadas mujer, estamos sometidas al apego: el sometimiento es un poder asumido por el sujeto, una subordinación que el sujeto se provoca a si mismo, un interior eficiente cual empleado del mes o militante trostkista, de cuya lógica productora es bien complejo deshacerse y fugar hacia el exterior de la manada.

         Es importante glosar en este punto que el luddismo no niega lo que el cuerpo siente. Solo lo discute, lo arenga puesto que el proceso que, a escala molar, toma el aspecto del Estado moderno, a escala molecular, se llama sujeto somato-socio-sexual enamorada. Esta economía social anti-marxiana se comprende como un dominio ético de la producción de un cierto tipo de forma-de-vida. Cada cuerpo, para llegar a estar sujeto en el seno del Estado moderno, debe pasar por el proceso de fabricación que le convertirá en tal: ser humano siempre generizado dispuesta a emparejarse. Cada cuerpo en el heterocapitalismo a nivel molecular, dotado de Yo, para tratar con otros cuerpos-yoes según contratos universales que nadie discute porque los dicta “el alma” y los impone el deseo3.

Luddismo: Destruir las máquinas de la fabrica­ción de los géneros y así generar una contra­pro­duc­tividad desde el placer-saber, desde el deseo como fuerza creadora y productiva, desde un placer reflexivo que no re-organice y rete­rri­to­ria­li­ce la ontología de la función corporal de la bio­po­lítica sino que arengue una excitación perma­nente que nos haga salir de la cadena productora-reproductora (llámese hijxs, lláme­se prácticas, llámese relaciones, et cetera), siempre sabiendo que no hay sexualida­des puras -ni con­tra­­se­xua­li­da­des puras- pero que sí hay inco­modidad y resistencia y fuga, en una geografía que no sólo no es menor sino que ya tampoco es innombra­ble, que no es natural ni meramente inconsciente o pre-consciente, sino un dispositivo por donde emerge el poder con gran potencia en sus estados más primariamente naturalizados. De allí la ne­ce­si­dad de una acción directa (una insurgencia, divergencia, subver­sión) sexual, sexualizando la totalidad de la superficie del cuerpo, fetichi­zán­do­lo todo, y des-identificando los órganos repro­duc­to­res con los órganos sexuales y la pareja como la zona privilegiada para el viejo concepto del anarquista Emile Armand, la camaradería amoro­sa -que también tiene que ser relexi­cali­za­do en contra del régi­men generizante hetero­sexual de la ausencia y la desafectación.

Luddismo Sexxxual
Todo está por construir. Deberás construir la lengua que habitarás y deberás encontrar los antepasadosque te hagan más libre. Deberás edificar la casa donde ya no vivirás sola Y deberás escribir la nueva educación sentimental mediante la que amarás de nuevo. Y todo esto lo harás contra la hostilidad general, porque quienes despiertan son la pesadilla de quienes que aún duermen.

Tiqqun. La guerra recién ha comenzado


        Ya no más sujeto que se siente sujeta porque quiere un obje­to. Sujeto constituido por el deseo de algo que no tiene, dese­o como carencia. Dejar de estar sujetadas, dejar de ser sujetos para devenir manada, bandada, jauría. Pensar la libertad como lo inasible, lo incertero.

         Ponernos en riesgo, nuestra sociabilidad, nuestra se­xua­li­­dad, nuestro relato autobiográfico, para erigirse, dejar de ser sujeto: paradoja de la subjetividad torcida. Olvidar que fuimos humanas. Olvidar que tuvimos una familia. Transgre­dir la ley y disolver el Yo autobiográfico en pos del devenir de jauría animal.

Violencia no me enturbies,
dame otra vez instinto,
dice la poeta.
frente a mi computadora
frente a esto que vivo/escribo
frente a mis pensamientos cotidianos
frente a mis fantasmas y mis temores
Nosotras frente a frente devenimos amigas.
Nosotras.

Luddismo Sexxxual, desear ardientemente a mis amigas. Hacer la guerra por ellas, poder ser enemiga. Desear ojos firmes y la mirada de soledad. Pan y soledad. Pan y tu amistad. El esclavo no puede ser amigo, el tirano no puede ser amiga. Libros, y placer.

“... la mujer no es todavía capaz de amistad: solo conoce el amor. En el amor de la mujer hay injusticia y ceguera frente a todo lo que no ama. Hasta el amor sapiente de la mujer continua habiendo agresión inesperada (reacción) y rayo y noche al lado de la luz.” (Don Bigote dixit)

Luddismo Sexxxual, dejarse contagiar. Enfermar y sa­nar. En el contagio hay fusión y la posibilidad de que surja algo nuevo. Impensable como nuevos deseos y nuevos place­res. Viralidad del deseo libertario anti-identitario.
Luddismo Sexxxual, desprogramar el género, hackers con garritas, como parte de la producción de seres humanos conforme a las reglas que reproducirían la familia hetero­sexual normativa, puesto que la reproducción generizada de personas depende de su regulación social y su injerencia fundamental en la reproducción de cuerpos (hetero-normati­vi­zados) aptos para incorporarse al sistema: producción y reproducción de la vida inmediata y reproducción material y simbólica.

        
Podemos, pues, terminar de una vez por todas con los juicios trascendentes. Podemos, pues, de una vez por todas terminar con los binomios, las conclusiones y la dialéctica. Podemos, finalmente terminar con los finales. Si prescindi­mos de la especie, hacemos saltar por los aires lo que está bien y lo que está mal. Juzgar inmanentemente es establecer qué es lo que conviene a cada potencia, qué la hace crecer, expansionarse.

No existe el bien y el mal general.

Soy el único juez de lo que hay en mí,

grita Artaud.


Luddismo Sexxxual, cada cuerpo busca ampliar su terri­to­rio mediante sus devenires, a través de encuentros con sus amantes-compañeras-manaditas. El encuentro con un libro, con una música que me conviene es un devenir ese cuerpo que me lo acerca, ese libro, esa música cuando no imito, sino que dejo que me invadan y que mi territorio se amplíe. Me expando. Me vuelvo un jardín permanente.

Luddismo Sexxxual, más fácil decir que hacer, porque es más fácil decir que vivir encontrando las afinidades, constru­yendo las cosas, edificando los hogares, escribiendo los libros.

Y sin embargo,
los encuentros convenientes harán crecer la potencia de nuestras vida y por tanto la alegría. Lo difícil es saber cuáles son esas cosas que me convienen y cómo encontrarlas.
¿Existe un método? No existe nada.


Solo pólvora, granadas, dildos y desistir. Arrojarse al desierto al exilio, abandonar la comodidad de hogar, de la familia, de los binomios y de la trascendencia. Dejar de desear querer ser “alguien”. Resistir: borrarse, experimentar, hacer rizoma. Combatir. Difuminar en nosotras el universal o la especie a la que fuimos asignadas: “mujer”, “blanco”, “occidental”.

Luddismo Sexxxual, poner en movimiento el territorio, emprender líneas de fuga, desterritorializarse. Nómada, continuamente moviéndose fuera de los estratos de la identidad como personas, como seres humanos, fuera de la lógica binaria por la que somos u hombre o mujer, o niño o adulto, o profesor o alumno, o humano o animal.
Luddismo Sexxxual, combatir el uno de nuestra identi­dad y hacernos múltiples, devenir imperceptibles, indiscerni­bles, impersonales, devenir mundo-bosque. No se trata de huir del mundo sino hacer que este mundo huya de nosotras. Mundo, huye, mundo de la clasificación de la lógica binaria, mundo de nuestra identidad recortada, negro sobre blanco.

Luddismo Sexxxual, “Nadie sabe lo que puede un cuer­po”, cuerpo que se define por los afectos de los que es capaz, por el grado de su potencia, por los límites móviles de su territorio, entonces no se puede saber lo que puede un cuerpo antes de la experiencia.

Por supuesto que hay algunos encuentros de los que podemos afirmar, con toda seguridad, que serán fatales -la ingestión de determinadas sustancias, el choque con determi­na­dos cuerpos-, pero para el resto de posibilidades que el azar nos ofrece no podemos saber qué pasará. Podemos sí, poner el cuerpo, correr el riesgo, e intentar evitar aquellas pasiones tristes que disminuyan nuestras potencias.

Luddismo Sexxxual, nuestro devenir proceso de deseo. En la amistad, tenemos algo en común: un gesto con la mano al saludar, una sonrisa particular cuando nos miramos, son­reír con los ojos, saludar con los dientes: presencia llena de gracia infinita, como si estuviera tocando el centro mismo de tu vida. Encanto que se percibe tal vez cuando alguien pierde un tornillo y muestra su vena particular, -locura le dicen los mismos que nos dicen varón/mujer-. Demonios le decimos quienes creemos en la magia del encuentro, lleno de fatalida­des. Las máquinas solo funcionan rompiéndose.

Luddismo Sexxxual, no pretender saber lo que se es de una vez y para siempre. No descubrir nada. Delirar, endemo­ni­ada.

Luddismo Sexxxual, deseo-producción del nuevo artesa­na­do de los placeres. Deseo todo lo que está en ustedes, todos los libros, todos los mares, todas las lecturas, todas las músicas, todos los tréboles, y los hipocampos que habitan en tus cuerpos.
 Deseo todas tus amantes.

Desear es desear desenrollar.
Helechos.

Luddismo Sexxxual, una disposición deseante. Con­s­truir el deseo de un hábitat que incremente nuestras potencia, ecología anti-jerárquica/sistema/heterocapitalís­tica en el cual el deseo discurra. Deseo: blanco de la flecha deseo.

Luddismo Sexxxual, lógica inclusiva, lógica conjuntiva de la amistad política. Sumar. Devenir una revolución sin porvenir. Movimiento que conecta y crece desbordando los marcos de la vida heteronormal.

Luddismo Sexxxual, ojalá nunca sepas quién sos. Fortunatos ignaros, dice Horacio.

Luddismo Sexxxual, resemantización constante, distor­sión, desviación, contornos de formas que todavía no pode­mos prever.

Luddismo Sexxxual, grieta de resistencia, incapacidad de acercarse a la norma y subversión de la norma. La subversión es un tipo de repercusión que se resiste a los cálculos.

Luddismo Sexxxual, reformular el parentesco y la definición de hogar, creación discursiva de comunidad que crea vínculos afectivos entre sus miembros, se preocupa por ellos, y protege.
Luddismo Sexxxual, inventar relación aún sin forma, amistad: la suma de todas las cosas a través de las cuáles, podemos darnos placer. Relaciones de intensidades múlti­ples, colores variables, movimientos imperceptibles, formas que mutan. Metamorfosis. Volvernos más susceptibles de placeres.

Luddismo Sexxxual,
¿a qué se puede aún jugar y
cómo inventar un juego?


Luddismo Sexxxual teje con rabia e ira -tales sus tecnologías y sus máquinas de guerra- contra el control romántico de la familia nuclear que se matiene desde hace siglos, reclama una manada de lobos que se alimente de sangre pero no se base en ella.
Luddismo Sexxxual contra el dictum aquel de que todo lo que cae fuera de la ecuación normativa del Amor romántico sea promiscuidad.

Luddismo Sexxxual contra el machismo del biovaron­cito de turno usurpando aún más privilegios nocturnos en la boite experimental de moda, contra la prostituta impaga del heterocapitalismo cuya boca el grupito de rockeros usa de basurero.


Dinamitar los binomios y sus dicotomías identitarias fijas, hacer volar por los aires conceptos y prácticas que emanaban del hombre/mujer-homosexual/heterosexual.
Que no quede nada. Tan solo juegos.
Jugar, siempre jugar.
  

Luddismo Sexxxual hace hincapié en la necesidad de una ética amatoria y una teoría de las emociones basadas en híbridos corporales sexo-afectivos; una ética anti-jerárquica que nos tienda una mano. Deseo, una estrella a seguir.

Luddismo Sexxxual, afinidad y no identidad, alianza y no parentesco. Afinidad, tradición del anarquismo actualiza­da: una manada de lobos en constante devenir, comunidad imprescindible para la supervivencia de quienes habitan la diferencia como único hogar posible, como única casa donde ya no viviremos solas. Quien se exilia, exilia y lleva consigo el hogar habitable.

AmoR, el enemigo, el mejor policía, el mayor vigilante de un sistema que necesita hacerse de mentes dóciles atadas a cuerpos blandos. Inarticuladas, durmiendo el sueño de los justos, posesión. AmoR exige copyright (le llamacreative commons, aura, originalidad, creación, le llama autor). AmoR cree en los y las artistas, cree en el espectáculo, cree en el Uno, cree en prohibir, cree en el Yo Yo Yo. AmoR cree en lo propio y en lo apropiado.

Luddismo Sexxxual, búsqueda de una intimidad perdida más allá de la esclavitud del trabajo y de la esfera de la utilidad. Disfrute que se conoce en el sentido carnal del término cuando todas las posibilidades, es decir, las potencias, son puestas en juego. Cuando lo hemos perdido todo, alegremente.Empereia.

Ludditas nos lanzamos hacia adelante como proyectiles, como balas, como flechas. Granadas, antorchas. Minas. Sin iluminaciones ni iluminismos. Nada de lo aquí narrado ha terminado de construirse, nada realmente nos ha salido cómo lo hemos deseado. Nada terminará nunca de cuajar, ni estará soldado.

Repetimos: no existe la tierra prometida.
Todo está por construir.

Luddismo Sexxxual, vivir una vida al máximo de sus potencias, que cada jornada sea un recorrido filosófico entre los devenires y las afectaciones alegres. No recular ante lo que una amistad ofrezca de político, jamás.


Desterritorializar el corazón


Ay amor, lo que no pude
dar, no supe recibir.

 Diana Belles

Toda niño sensible sabrá entender de qué se trata.


¿Por qué hace falta cerrar las relaciones?
¿Por qué vivimos en un mundo relacionalmente
paupérrimo y empobrecido?
¿Por qué no podemos usar la sexualidad como ariete contra las conformaciones heteronormativas humanas
generizan­tes? 



Emile Armand, un antiguo anarco-individualista y el mayor propulsor de la camaradería amorosa o relaciones abiertas dentro del anarquismo, planteaba que el amor puede también consistir en querer, por encima de todo, la dicha de quien se ama, hallar alegría en la realización al máximo de la personalidad del objeto amado, la trascendencia propia se logra en la trascendencia de los demás, y la libertad crece con la libertad de las otras personas, en todos los terrenos. “Este razonamiento, en quienes lo alimentan”, agrega, “ter­mi­na casi siempre por curar los celos sentimentales, porque en el amor como en todo lo demás solo es la abundancia lo que aniquila los celos y la envidia”.
Del mismo modo, otro de los grandes obstáculos de las relaciones abiertas es el control autoimpuesto propio de nuestras sociedades donde nos censuramos sin que nadie ejerza coerción. “El policía que llevamos dentro” que se resume en la frase “me da miedo perderla”, propia de la extorsión afectiva real o imaginaria de la compañera o amante y tantas canciones de los emisarios de la muerte que nos programan.

Por eso, la importancia de abrir las relaciones desde el principio vinculando políticamente “deseo y sexualidad”. Esta exploración de las relaciones libres y todas las práctica sexuales de alegría allí contenidas y usualmente reprimidas no significa experimentar una suerte de goces en secreto y volver a casa incólume a fingir que nada ha pasado, ni convencerse con la sexóloga Alessandra Rampolla de que “todo es normal”, sino más bien lo contrario.

Tampoco se trata de emular en clave GLTB los pactos swinger que refuerzan la idea de pareja, un dos indisoluble donde las mujeres (o la variable menor del par) suelen ser utilizadas como moneda de cambio para acceder a nuevos bienes, y donde los juegos eróticos entre ellas están enfocados al calentamiento del compañero solamente.

Se trata más bien de relaciones impensadas que propon­gan reordenamientos subversivos y rebeldes, y también contradictorios, en permanente experimentación, que tal vez ya se estén intentando, aquí ahora, placenteros, alegres, y amenazadores contra la moral heteronormativizadora, que reproduce los modelos de reorganización del sexo de la familia tradicional heterosexual.

Contra las clasificaciones autoritarias que hasta ahora han dictado qué es el sexo y cuáles son sus formas de or­ga­ni­za­­ción, oponemos intensificación de los placeres, nue­vos modos de desear, nuevos relacionamientos que resis­tan el disciplinamiento de la heterosexualidad e incrementen las potencias para intervenir corporalmente; una resistencia a la productividad heteronormativa que se priva de vidas amato­rias más excitantes, más extremas, más enriquecedo­ras, más audaces.

¿Cómo salir, cómo escapar, cómo seguir
sin sofocar el llanto?


Tu vientre no se llevará mi piel.
Otra vez, puedo nadar hacia otro puerto,
hacia otro mar. Otro lugar.
Nuestro sueño nada más. Mil parajes a sembrar.

Massacre Palestina


El luddismo sexxxual no tiene programa de transición. Solo cuenta con sus intuiciones. También tiene olfato, tacto y lecturas encarnadas en el cuerpo todo untado de piel. El luddismo sexual comprende que uno de los enemigos más acérrimos es el “amor romántico”. Enemigo de la multiplici­dad y de la despersonalización par excellance que no permite ni ver, ni sentir ni apreciar las distintas afectaciones en grados y modulaciones con otras pieles y cuerpos. Enemigo íntimo que no permite salir al exterior, que crea familias, que reproduce códigos, reterritorializa experiencias: pareja, ma­tri­­mo­nio, noviazgo propios de la heterosexualidad como régimen político.

El amor romántico -del cual las lecturas míticas sobre movimientos y sujetos insurreccionales tampoco está exento- se fascina por la búsqueda de la fusión primigenia, el encuen­tro con una totalidad que lo complete: una razón para vivir, dirá, mediante la introducción de elementos novelescos que fingen vidas individuales menos abúlicas. Esta droga social provee a quienes la padecen grandes dosis de sacrificio, victimismo, barreras autoimpuestas a la vieja usanza de las pasquines rosas, sentimientos trágicos idealizantes y dolores desgarradores de lágrimas y embobamiento: subidones de adrenalina y continua frustración para tener acceso a otro de los imperativos de nuestra civilización -la felicidad-, que muchas veces redunda en un sexo de alto voltaje.

En el Amor-Romántico, placer y dolor se convierten, cual hŷpnos y thánatosen hermanos siameses que intensifi­can la vida cotidiana. La policía pasa a través de los cuerpos de lxs románticos. Su objeto fetiche es la pareja, que a veces adquiere, cual changelling, otros nombres: compañera reza la vulgata de la izquierda pero también la lésbica como si acaso no fuésemos varias las que nos acompañamos en este viaje llamado vida. Esta institución es otro de los regímenes o mecanismos reguladores y disciplinarios del poder formati­vo: produce una clase de amantes, una clase de amor, más cara al heterocapitalismo. Conforma un tipo de sujeto y un tipo de subjetividad: su deseo es el deseo del Estado.

El amor romántico es la reinvindicación de lo individual frente al agenciamiento de manada. Nace, se desarrolla y llega a su máximo esplendor de la mano de nuestra civiliza­ción capitalista, y es uno de los mecanismos de control, uno de sus policías micro-chip que ha resultado más efectivo en la disciplina sexo-social de las formas-de-vida.

Especialmente vulnerables a este mecanismo, pero no privativamente, serán todos los cuerpos biopolíticamente asig­nados a la dictadura del sexo “mujer”, esa violencia de género: el ensimismamiento de la cathexis amatoria les impi­de realizar ninguna otra cosa que no sea pensar en su ego y sus sentimientos. Conversar acerca del fracaso y la decepción amorosa se convierten así en una de las formas básicas de la sociabilidad entre ellas.

En la era de las medias clases y la comunicación global, el dispositivo del amor romántico se ha extendido por el orbe como mito único, y visión mesiánica que redime toda nuestra abulia y taedium vitae, ante el cual de un modo u otro todos los cuerpos sucumben sin más: el discurso Amo del Amor se convierte, -como el discurso del progreso, el avance, y la evolución- en lo más importante en la vida de alguien.

Los putos promiscuos y algunas tortas sadomaso logra­ron durante cierto tiempo, posiblemente hasta la década del noventa, y pese al VIH, evadirse del reparto de roles. Luego la pandemia del miedo de la inmuno depresión vino a normalizar y disciplinar a aquellas formas-de-vida amicales hasta volverlos -como hoy- heteronormales o desafectados. Como lo único inmutable es el cambio, esa situación también se modificó, seducidas por la posibilidad de pertenecer, al fin, aceptadxs como “normales” dentro de la lógica dicotómica y binaria de Occidente.
Amor romántico: una suerte de religión extática con elementos voluntaristas, individualistas calvino-luteranos, donde se depositan nuestros anhelos “más profundos” de acceder a la felicidad eterna en vida (acessis terrenal).

Dado que el Estado ha dejado de ser el estamento que define autárquicamente las normas disciplinarias, para convertirse en uno de los tentáculos del heterocapitalismo neo-liberal privado. Hoy es uno de los múltiples aparatos junto con los postindustriales o los mediáticos que re-configuran el cuerpo, es decir la matriz de inteligibilidad que produce luego el recorte del soma y la agencia de las afectaciones. Por lo tanto, se torna absurdo que los movi­mien­tos de minorías sexuales estén solo en diálogo y en lucha con el Estado que no tiene la centralidad que tenía. Se torna absurdo hoy tener como objetivo el matrimonio, o los derechos propietarios de las parejas frente a las complejida­des de las configuraciones postcoloniales, de sexo, y raza. Es preciso atacar esa ficción matrimonial desde otro lugar que no sea la legalidad. Es preciso sostener y fomentar el uso reflexivo de los placeres y la creación de nuevas formas-de-vida.

Los Tiqqun afirman que “En medio de la amplia colec­ción de medios que Occidente ha puesto en marcha contra toda comunidad, hay uno que ocupa desde alrededor del siglo XIX un lugar a la vez predominante e insospechable”: el concepto de Amor. Odi et amo... ¿me amás o no me amás? Lo dejaría todo por que quedaras. Imposición de peligrosa eficacia que contiene, pulveriza, constriñe y enmascara “toda la gama altamente diferenciada de afectos, todos los grados, sobrecogedores por otra parte, de las intensidades que pueden producirse en el contacto de los cuerpos.” Pareja: reducción de la extrema posibilidad de elaboración de los juegos entre manadas, permanente chantaje y miserabilismo ético.

La disyunción de la margarita, la disyunción exclusivista
me anula en mi potencia para hacer bandada,
manada y jauría y para poder afectarme
con otrxs cuerpos en sus diferentes intensidades...


Nuevamente, los Tiqqun aciertan cuando dicen “como prueba de lo anterior, bastará con acordarse de cómo, a lo largo del proceso de «civilización», la criminalización de todas las pasiones ha ido pareja con la santificación del amor como sola y única pasión, como la pasión por excelencia.”

Sin embargo, el Amor es un ánimo en cuyo estado hay que encontrarse y donde no siempre nos encontramos. Es decir, el Amor es el deseo de amar, afectación desempode­ran­te con otro cuerpo, únicamente. El Amor es un impulso hacia el cual impelimos nuestras corporalidades interpeladas por un mito al cual respondemos; un mito del cual, hoy más que nunca, y con mayor claridad que nunca me quiero desinter­pelar. Y así lo deseo para poder recobrar mi soledad, para cor­tar con la adicción al romance -adicción muy cara a la gen­te con mi asignación biopolítica “mujer”, adicción que no me permite disfrutar el hic et nunc o las mini proyecciones del minuto por temores de las más diversas índoles-. Asimismo, deseo este deseo de desaprendizaje y desubjetivi­za­­ción porque el Amor es solo una cadena que me ata, sino que además un laboratorio de pruebas, una fábrica industrial que construye mi cuerpo, es decir mi forma de vida, tanto interior como exteriormente a punta de yunque y cincel, y efecto farmacológicos sobre mi córtex.

No obstante, como el poder no siempre produce de acuerdo a sus propósitos, o mejor dicho, su producción desborda o altera sus propósitos, como ya dijimos hipertelia somatológica, quienes se desean pueden burlar, o transgredir la formación condicionante del Poder. Un instrumento, pre­via­mente resignificado, puede asumir propósitos y efectos para los cuales no fue pensado, como cuando usamos un cuchillo para abrir una puerta o para un juego sexual con unx amante. De allí, devenir afines, células, manadas, migra­ción en bandada desde la pareja a la multiplicidad de afectos pese al fóbos de macho alfa de la despersonalización del ser-hombre, para perderse en la pluralidad de la manada.

Es menester, pues, encontrar otra forma de afectación
¿me oís?...

Cómo construir, entonces, un mundo, un mundo donde se incrementen las potencias de nuestros lobos, donde pueda haber otros lobos corriendo con nosotras. Afectividad somato-socio-sexual susceptible de ser re-elaborada.
Afectarse: afinidad corporal e íntima, aconteci­miento de la presencia que nada tiene que ver con la tiranía del Amor romántico: amiga es una decisión, una inclinación, una máquina de guerra luddita que incrementa las potencias en manada.

          Juego de titanes en el ring: poiesis vs. semiosis. Cada cuerpo está afectado por una inclinación, una atracción, un gusto. Clinamen.

Afinidad: aquello hacia lo que tiende un cuerpo, nunca un territorio, sino la agencia del deseo, línea de fuga posible.

La hipótesis: prácticas de placeres reflexivos. Ensamblaje de elementos heterogéneos en el deseo. Un proceso, en contraste con la estructu­ra, un afecto. Poner en juego el mundo que por­ta­mos: ciertos cuerpos se componen juntxs, tien­den, correr con los lobos, jauría, bandada.

Emociones como devenires, cambios en el cuerpo, muta­ciones. No sufro las emociones cual heroína clásica: no soy la protagonista de las novelas de las Bronte, Jane Austin, ni el Yo lírico de Emily Dickinson ni de Safo. No, no soy paciente de las emociones, ni de ningún psicoanalista, no quiero más diagnósticos. La metáfora es la del viento en el temporal que modifica la geografía pero también la brisa que desliza el polen del vitalismo: bacteria, infectarnos creativamente. Devenir toxoplasma.

En las manadas ludditas hay cabida para las cosas, los animales, las máquinas: no estamos alienadas de nuestros objetos técnicos. Spinozianemente, salimos al encuentro de un cuerpo afectado por otro agenciamiento, otra manada -somos siempre más de una- cuerpo que dice «yo», en realidad dice «nosotras»-, cuerpo afectado que me coloca en contacto con mi propia potencia. La manada no designa nunca a un conjunto de cuerpos concebidos independien­temente de su mundo, sino a una cierta naturaleza de las relaciones entre esos cuerpos, y de esos cuerpos con su mundo; de hecho hay muchos modos de compartir el cuerpo. La jauría es bandada: tecnovivas conectadas que derrocan la individualidad y el individualismo desde Locke en adelante.

¿Cómo romper la máquina de captura que retiene dentro
del deber ser y agenciarme otro cuerpo?
¿Cuál es el vocabulario de esta educación sentimental
anti-hetero?

Quizás no debamos ir tan lejos a buscar el thesaurum. Ferrer define la afinidad como “el sustrato social del anarquismo” que en “un horizonte más amplio acoge al espacio antropológico que le es favorable y desde siempre se lo llama “amistad”” Afín/Amiga va más allá de la relación interpersonal y deviene “una práctica social que se desplaza sobre espacios afectivos, políticos, económicos antes ocupa­dos por la familia tradicional. Es un amparo contra la intemperie a la que el capitalismo somete a la población. La amistad supone ayuda mutua, económica, psicológica, reanimadora, incluso asesorial, y -eventualmente- política”.

Amigas:

“toda felicidad de este universo
viene de la lucha.
Sí, para ser amigxs,
¡se necesita humo de pólvora!
Tres cosas en una son lxs amigxs: 
¡hermanos ante la escasez, 
iguales ante el enemigo,
 
libres... ante la muerte.”,
 
dijo el filósofo bigotudo.


Deseo conceptos rompe-espejos para acceder, dar lugar a la experiencia. Pensar=resistir=luchar. Deseo de ahora en más usar y que conmigo sean usadas metáforas desautomati­za­doras para hablarnos de cómo nos afectamos en afinidad: "Te amo" no vale nada. "Te siento como una her­ma­na siamesa desprendida de mi mismísima entraña" es ya algo...

¿Jugás?

Un encuentro sexual óptimo es el paradigma del juego productivo; los participantes se potencian los placeres el uno al otro, nadie cuenta los puntajes, y todxs ganan.
Bob Black

 Oh Bataille, muero por sentir en común el vértigo del abismo para subsanar la discontinuidad que nos une. Si el Amor no es mi Amo puedo levantar la cabeza y dejar de pensar en vos como quien me da o quien me quita. No es tu obligación, ni tu responsabilidad, ni tampoco es algo que puedas: comple­tar­­me. Sin embargo, como en la pulga del poema de John Donne, estamos más que unidas: me uno a vos por una extremidad de mi cuerpo, la patita al borde de la cama.

Esta resistencia, este aprendizaje socio-sexual-afectivo de construcción desea redundar en una mayor riqueza sexual y en la destrucción de las normas sociales que no será llevada adelante sin esfuerzo, sin apoyo mutuo y especialmente sin el deseo para deshacerse de los privilegios de género que claramente producen opresiones y exclusiones, cuerpos y subjetividades. Apostamos a deshacer la lógica del Amor, que es una lógica narcisista, porque habla fundamentalmente del Yo, para devenir capaces de desear.

Oh Bataille, sueño una manera de vivir que suponga un concierto, sin que posiciones discontinuas se reduzcan las unas a las otras. Me esfuerzo antálgicamente en captar más allá de toda posibilidad de negar a la otra parte una última posibilidad de convergencia. Olvidar lo que nos espanta al mirarlo de frente -la soledad en mi caso, pero también el extraviarse, la despersonalización-. Sueño con el desierto y desde él: es una multitud de lobos que dicen au-au. Me esfuerzo en producir delirios, quimeras, cosas que no existen: una manada de 3 gatos y más de 20 plantas, un puñado de amigas de múltiples expresiones de género a un tren de distancia en mi imaginación y en mis manos técnicas. Invento hordas, tribus, hija adoptiva: devengo en base a ustedes. Afinidades, apoyo mutuo, principio de libre asocia­ción. Viejos conceptos vienen en mi auxilio. Los resemantizo, los resignifico. Escapo a la dialéctica del ser esto vs. ser esto otro para devenir multiplicidad, re-na-Ser. Re, la nota musical en la que se afina la guitarra en el punk, Na interjección guaraní exhortativa, Ser, jamás volveré a decir soy estoy o soy aquello, canta Virginia Wolf.

En este juego te necesitamos para revisar nuestras prácticas y para lograr formas más refinadas, más elegantes, de afinidad y amistad, formas más profundas y fluidas de fluir. La alegría no es la perfección misma, del mismo modo que la afinidad no es la perfección misma, sino un enérgico movimiento del deseo.

Si Spinoza tiene razón y un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de otro afecto contrario y más fuerte, los celos, la monogamia, la envidia inmanentes al Amor-romántico solo podrán ser superados por algo contrario y más fuerte, por ejemplo una buena amistad. El Zaratustra decía que quién quiera tener un amigo tiene que querer también hacer la guerra por él: para poder hacer la guerra hay que poder ser enemigo.

¿Puedes acercarte mucho a tu amigo sin pasarte a su bando? ¿Has visto dormir a tu amigo para conocer
cuál es su aspecto?

Y aquí nosotras hoy agregamos “amiga”: el hombre, su idea, su iluminismo, tiene que ser destruido para amar en vos los ojos firmes y la mirada de la eternidad, y devenir aire puro, pharmakón, soledad, y alimento para tu socias: el esclavo no puede ser amigo; el tirano no puede ser amigo.

Amistad y ética amatoria, tener tesoros comunes a compartir por todas,Diggers: un gesto con la mano, una manera de mirarnos, una forma de encontrarnos en los ojos y en los gustos y en los ascos, una canción, un poema, caminar con vos por la calle y reírnos con toda la boca y todas las venas, saber que no estamos solas, plena de gracia infinita, tocás el centro mismo de mi existencia. Percibo algo que me revela y me enseña incluso en el mismismo instante de tu locura.

¿Cómo arribar, a través de las prácticas no hetero-sexuales, a un sistema relacional?
Deseo: posibilitar los instrumentos para relacio­nes polimorfas, variadas, sin programa, sin nece­si­dad ni apuro. El futuro no está escrito: Ser ami­gas, hacer cosas por qué sí, por la pura pérdida, oponerse a la dialéctica hegeliana de la dignidad del trabajo y de la creación de un sujeto revolu­cio­nario.

¿Qué revolución? La lucha social es hic et nunc, y nos oponemos a la dominación para vivir hoy como nos gustaría vivir mañana, con la crítica a la utilidad de las cosas y contra la metafísica productivista, mediante relaciones de afinidad y de gusto en la boca. Forjar sin sujeto un cuerpo lúdico (¿luddita?) sin sujeto, festivo, ritual que anule a la pareja y al dos para recobrar la seriedad que de niñx tenía jugar. Me embellezco y rejuvenezco al desprenderme de las malas pasiones y trascender lo humano. El cuerpo se ve afectado literalmente y modificado. Por medio del pensamiento de algo que nos afecta corporalmente tomamos encarnamos su esfuerzo. Este esfuerzo se llama apetito y es constitutivo de lo humano que quiere librarse de si. Cuerpo, apetito y espíritu como un todo.

Deseos y placeres que serán mejores en la medida que utilicemos la reflexión. Los cuerpos buscarán el encuentro con una persona, con un libro, con una música para devenir esa persona, ese libro, esa música. Permito que me invadan y que mi territorio se amplíe de esa manera. Una filo-sofía quefunciona para resistir, para aguantar los embates del mundo, para contra- atacar, para borrarse y experimentar.

El Yo ese maldito gran traidor: difuminar en mí el universal o la especie a la que pertenezco. Identidad: contornos fijos, líneas duras del ser. Una afectación corporal que me desterritoria­lice, que me nomadice para que la vida circule y devenga: emprender líneas de fuga: abandonar el campo de Marte, fuera de la lógica binaria por la que somos o varón o mujer, o niño o adulto, humano o animal. Hacernos múltiples, deshacernos, combatir el uno de nuestra identidad y arriesgarnos a una vida gozosa, una vida que se mueve por deseos y por alegrías, que no se sustente edificada sobre el resentimiento, ni sobre el odio, ni sobre las desgracias; una alegría que no necesita la tristeza ajena para existir. El Amor, romántico, meloso, individualista, es una lógica narcisista que habla fundamentalmente del Yo, yo, yo, mi, mi, mi, lalalala, e impide devenir capaces de afectarse, chiquito, así, sin pompas, para componer un cuerpo con otro, un proceso de deseo. Resemantización constante, distorsión, desviación, contornos de formas que todavía no podemos prever: la masculinidad y feminidad no agotan los términos ni para la identificación erótica ni para el deseo. Volverme más susceptibles de placeres, nuevos y extraños placeres.

Deseo no abandonar la relación de inmanencia que me une con otros seres, no negar la inmediatez animal, negación que me conduce a la angustia y a la muerte en vida, y reduce nuestra vida a pura subsistencia, mero perdurar. Oh Bataille, disolverme así en la continuidad con otras y poner(me) en cuestión la propia individualidad, la propia razón, la idea misma de propiedad aunque hoy firmé esto y no logre ser otra. Mi deseo es entregarme sin reservas, y perderme: ser artifex de mi misma: jubilosa creadora por medio de una indiferencia brutal del futuro. Me abro al juego incierto del azar que este libro me propone y afirmo el presente: si el poder es algo, la soberanía no es nada más y nada menos que poder perder, renunciar y reivindicar la dimensión lúdica y estética de la existencia corporal conectado con otros cuerpos que caen.

Sin reposo alguno, sin esperar resultados, avanzando siempre a tientas, nos perdemos en el fulgor del éxtasis en la noche del no-saber: certeza es algo que solo tienen los católicos. Un pensamiento libre que renuncia a todo resultado práctico, a todo saber eficaz, pensamiento que se asocia a la alegría y al dolor, un pensamiento que se resuelve en la nada: el criterio no es la utilidad, sino el debatir-compartir.

Me desnudo ante vos postpornográfica­mente hasta las lágrimas o la risa, me comunico, tengo sexo. Renuncio a tener razón, renuncio a tener derecho, es decir privilegios burgueses. Deseo una escritura como inútil juego, unas relaciones basadas en el afecto mutuo, en la inmediatez del deseo, en la entrega generosa de lo que se posee. Deseo la Anarquía: búsqueda de una intimidad perdida más allá de la esclavitud del trabajo y de la esfera de la utilidad donde la sabiduría del cuerpo hable en una diversidad de lenguajes que no podemos descifrar pero sabemos que existen en las variadas pulsaciones de nuestras pieles, en el latido radiante de nuestros músculos, en los impulsos eléctricos de nuestros cerebros y en las respuestas emocionales generadas por la interacción de nervios y hormonas y fiestas.

Una verdadera música de las esferas resuena dentro de cada existente. Nosotras: máquinas deseantes. Hemos olvida­do cómo ser organismos.

¿Estoy sola acaso?

Jamás pienses que estás sola. La alegría está en el proceso, en el devenir, no existe una verdad sexual escondida debajo de una gran capa de represiones sociales. No confío nada en el deseo, no creo en absoluto que haya un deseo anterior a un conjunto de normas o acuerdos sociales del mismo modo que no hay una identidad que precede a las interpelaciones normativas. Por eso, en manada, desaprender nuestros “propios” deseos, aquello que hetero-culturalmente aprendemos a desear, es una especie de tarea muy larga pero fundamental. Ese, también, es mi deseo.


Love sucks. La manada de un lobo corre por una pradera ardiente


Ni bien imaginamos que alguien es responsable por nuestra existencia... y le atribuimos la intención de nuestra existencia, nuestra felicidad o miseria, corrompimos nuestra inocencia de devenir.
Nietzsche


Vivir la diferencia es una cuestión de grados, es -al decir de Nietzsche- atreverse a caminar en el desierto, a vivir una vida de peligro, a poner el cuerpo y los sentimientos en riesgo. Vivir la diferencia es como caminar por una cuerda por encima del abismo –abgrund-. Al hacerlo negaremos las fuerzas reactivas que nos tiran hacia abajo. Ya no más juicio y castigo, ya no más la lógica de víctimas y victimarios.
Pero para andar por el desierto hace falta coraje, porque vivir la diferencia es vivir en ninguna parte, es vivir por fuera de la humanidad, fuera de su moralidad, en independencia de ella, y su binarismo de clase, de género, por fuera de las instituciones, fuera del odi et amo.

Andar significa cuestionar nuestros deseos constante­mente. Dejar la angustia -el malestar de la cultura- en pos de las fuerzas vitales. Vivir sin estructura, sin inscripción en la trascendencia de la moral. Sin Amor, mucho menos sin enamoramiento. Sin Amo.

Devenir hiperbórea, no necesitar ya del Estado, no necesitar ya de las instituciones (el Amor y la pareja son instituciones vs. la amistad y la afinidad que son acuerdos contingentes y temporarios basados en fuerzas productivas y deseos positivos).

El Amor romántico y la pareja, los jerarcas que dictan quién sube primero al bote salvavidas y reparten las plazas de salvataje. Pontífices máximos que crean una moral basada en lo individual y en una ficción del espíritu que justificará su accionar en forma de anillo (te elijo a vos de entre todas porque te lo mereces y te lo mereces porque te elijo a vos). El Amor romántico y la pareja pondrán en riesgo la manada con su lógica binaria. Hará tambalear proyectos colectivos en pos de no separarse “de la media naranja”, del “compañero de verdad”.

El enamora-miento, semiótica literaria. Tienen sus có­di­gos, sus textos, sus gestos aprendidos de sus literaturas. Narcotiza, ensimisma, engaña, ciega, posee. Es ante todo una ficción texto-discursiva, una droga dura. Antonio de Nebrija sabía un poco de esto cuando armaba sus gramáticas: “el lenguaje ha sido siempre aliado del imperio”. Imperium, en latín poder.

El Amor romántico y mucho más el enamoramiento (cathexis) tiene sus sistema de signos y códigos, sus gestos y sus textos, sus semióticas de género. Las repetimos sin pen­sar, creyendo que son nuestros. El fascismo se desea desde dentro, desde nuestras estructuras psicológicas que nos hace alentarlo, pedirlo, y crearlo. El Führer solo puede ser exitoso únicamente si su programa se parece a las estructuras promedio del individuo promedio. Y lo contrario también ca­be afirmarse: ninguna idea será completamente popular si en nada o muy poco se parece a lo que el individuo promedio tiene en su estructura.

A esta lógica le oponemos “A” al cubo: afinidad, amistad, afecto -tres modos de la alegría, tres modos de la anarquía-. Dejamos de creer en los órdenes externos y sus signos que nos inscriben en posiciones fijas y en un sistema de jerar­quí­as.

Atreverse a querer sin enamorarse, atreverse a querer sin Amar románticamente, eso es la afinidad libertaria, libre hasta la libertad absoluta, desatada. Pero no será una tormenta que destroce nuestros poblados. Por el contrario, es la libertad absoluta del deseo proliferante como fuerza productiva. No genera necesidades, otorga libertades. No destruye, crea. Es un fluido, un proceso, una línea de fuga, un devenir. ¿Quién se atreve a preguntarse “quién desea mi deseo”?

Robert Pirsig acierta cuando afirma que demoler una fábrica o levantarse contra un gobierno es atacar los efectos más que sus causas (metalepsis, diría Judith Butler). El ver­da­dero sistema es la presente construcción del pensa­mien­to, la racionalidad misma, por ejemplo la racionalidad del Amor romántico: subjetividad del homo-erectus hetero-amans. Por eso, si la fábrica es demolida pero la racionalidad que la sustenta se mantiene, entonces esa racionalidad producirá otra fábrica nueva. Si una revolución destruye un gobierno pero el patrón sistemático de pensamiento que produjo a ese gobierno permanece intacto, entonces se repetirán los patrones. (Zen and the Art of Motorcycle Maintenance). Por eso se torna menester sustituir la noción de deseo como pérdida, o falta o carencia o ausencia por un deseo activo, que fluya. Un deseo que produzca deseos, un deseo que produzca energías, no que las consuma. El deseo deseando el deseo. Un deseo que nos lleve en línea hacia donde queremos ir en manada.

Deseo libertario: activo y no regimentado ni jerarquizado por la familia, la iglesia, la escuela, el trabajo ni tampoco por las instituciones del Amor romántico, es decir, la pareja. Este deseo es nómade, se inserta como plugs anales en otros deseos pero nunca es dependiente de otro deseo. Se conecta con las líneas de intensidades de otros deseos pero no se clava fijo allí. Jamás dice “esto es mío”. No pertenece a una nación, un partido. Siempre en movimiento, aunque parezca quieto. Nunca es ciudadano, nunca se territorializa. Cada día se vuelve a crear. Y al crearse a si mismo crea el mundo, conexiones con lxs otrxs, en campos de intensidad y afecto.

Bye bye romantic love porque no nos dejamos llevar por un Arquetipo macro referente llamado

Amor con capital mayúscula.
Rizomamos: creengendramos relaciones horizontales.

El acto más amenazante: vivir sin el marco de una je­rar­quía, resistir ser codificada dentro de la semiótica del Amor romático heteronormativo, resistir toda asimilación al siste­ma para poder desear y querer libertariamente en jauría a nues­tras afines.
Atrévete, atrévete a viajar conmigo, atrévete a vendar los ojos, atrévete, atrévete a las cosas nuevas y en esas quimeras me propongo yo. Seamos estupendxs amigxs dejemos la crítica de lado, la música no tiene mensaje para dar. Atrévete, atrévete a lo poco claro, atrévete a querer lo raro, atrévete, atrévete a surcar el caos, que del otro lado te espero yo. Seamos estupendxs amigxs.

El deseo como producción

Toda posición de deseo contra la opresión por muy local y minúscula que sea termina por cuestionar
el conjunto del sistema capitalista y
contribuye a abrir una fuga.
Félix Guattari


Todas las cosas son engendradas del deseo.
Austin Osman Spare



De acuerdo a los diccionarios Oxford Latin Dictionary y Liddle & Scott, deseo es sinónimo de cupiditas, voluntas, studium, y aviditas. Por su parte, cupiditas se refiere al campo semántico del deseo ardiente, pasión, ansia, afán. Por ejemplo,flagrare cupiditate, significa arder en deseos; mientras que cupiditas studiorumsignifica deseo o afición al estudio. Asimismo, la noción de deseo deriva dedesidium, es decir deseo erótico, derivado a su vez de desidia (indolencia, pereza, libertinaje, voluptuosidad), perteneciente al campo de desidero (posición de estar sentada o inactiva, pereza -de + sidus (desear, anhelar, apetecer, tener necesidad de, reclamar, sentir nostalgia, echar de menos, lamentar la pérdida o ausencia de algo -especialmente objetos-, investigar, estu­diar, reclamar justicia)-.
Desiderium, entonces, es el deseo, añoranza o nostalgia de un bien perdido o ausente que se echa de menos, senti­mien­to, pena por la privación de algo (“Long, ardent desire or wish for something once possessed, grief, regret for the absence or loss of something, synonymous with cupido, cupiditas, studium, appetitio”). De hecho, en el poema segundo del poeta latino Catulo, siglo I a.C., se consigna “desiderio meo nitenti” que puede ser entendido como “a mi radiante amada/amor/objeto de mi deseo”). Entonces, puede relacionarse con considero(cum y sidus); o que esté estar relacionada con la holgazanería, con la pereza, con la inactividad: sidere, sidi/sedi, sessum (cf. sedeo) que significa estar sentado, posado, fijado, encallado, varado.

Sin embargo, la evolución etimológica de la palabra es dudosa, dado que también puede tener que ver con sidus: estrella, constelación, astro, brillo, belleza ornato, región. Es decir, “desear” podría ser algo que se hace desde un asiento, desde el no hacer (otium Catulle tibi molestum est), y al mismo tiempo, a partir de algo que se extraña, una guía, una estrella. (Diccionario etimológico latino español de Santiago Seguroa Munguía y Diccionario Etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas). Deseo como fuerza que impulse hacia adelante para componerse con más cuerpos para viajar sin posesión.


Por eso, al hablar de una ética amatoria del deseo se vuelve inteligible lacentralidad de una crítica a la institución de la sexualidad moderna (obligatoriamente heteronormativa y heterosexual). En ese sentido, el cuerpo puede devenir otras cosas dentro del marco lingüístico que lo convoca. Tal como comenta la filósofa feminista Judith Butler en El Género en Disputa “lo que hemos tomado como un rasgo “interno” de nosotrxs mismos es algo que anticipamos y producimos a través de ciertos actos corporales, un efecto alucinatorio de gestos naturalizados.”


La ética luddita sexxxual no considera al deseo como algo en estado puro, pre-discursivo, y previo a la asignación de género. Por el contrario, el deseo, ya sea el que se lleva adelante o el que no, es desde esta perspectiva, una construc­ción social a cuestionar. La ética amatoria del deseo, enton­ces, no sería un constructo estático, rígido, ni tampoco una creación que se limite simplemente a una reivindicación discursiva de prácticas más inclusivas, sino que necesita construir a su vez un nuevo cuerpo sobre el cual asentarse, manadas que consistan en singularidades que hagan praxis de esa ética y la desacralicen con inmoralidad.


No puede haber ética posible sobre las bases de una moral heterosexual humana que recorta al cuerpo como mero engranaje de una realidad social para producir y reproducirla. Cualquier experimentación sexo-afectiva que se pretenda como “insurgente” necesitará crear -y no simple­men­te recrear- la relación entre el uso y el lugar político del cuerpo en el marco de las nuevas sexualidades y sus prácticas de placer reflexivo y amistad política. “Crear” una ética ama­toria libertaria cargada como un arma implica entonces admitir que no puede ni tiene por qué regirse según los cánones morales que no son construcción de quien se encuentra condenada a reproducirlos, ni que la dictadura de la biología y la heterosexualidad tenga potestad para obligarnos a reducir el uso de nuestro cuerpo como entidad meramente reproductiva de la especie y de un hetero-orden social dominante y concomitante.


Más allá del sesgo claramente libertario heredero del anarquismo, como movimiento histórico de acción y refle­xión que esta ética sustenta, es fundamental recordar que el anarquismo desarrolló también toda una suerte de pensa­mien­tos sobre la sexualidad emancipada y la libertad ama­toria. Grandes pensadoras como Emma Goldman, a principio del siglo se refieren de manera implícita a la sexualidad libre de las mujeres y al amor en libertad, donde éste no puede sino ser libre, y muere al ser instituido dentro del vínculo matrimonial. Ciertamente Goldman se refería a los vínculos heterosexuales en una época donde era virtualmente imposible que una mujer, o incluso un varón, evadieran su responsabilidad cívica y social de contraer nupcias e ingre­sar, de ese modo, al sistema de producción y reproducción del capitalismo al cual la anarco-feminista se oponía. Esos vínculos de camaradería amorosa en libertad eran relaciones abiertas opuestas a la monogamia, institución contingente nacida con el capitalismo.


Por su parte, el anarco individualista Emile Armand sostenía que la monogamia, la pareja o la familia no eran aptas para desarrollar la concepción anarquista de la vida. Todo el planteamiento teórico del amor libre y la camarade­ría amorosa sostenida por ambos anarquistas desde diferen­tes latitudes y temporalidades no era sino un intento de dividir aquello que había sido políticamente unido (reproduc­ción y sexualidad) y cuestionar la familia como pequeño Estado hasta cuando los progenitores son anarquistas. Tal como escribiría Rossi, periodista de La Comuna Socialista a finales del siglo XIX fundador del proyecto anarquista comunal de amor libre en Brasil llamado Colonia Cecilia: “Cambiemos los ritos y los nombres cuanto queramos, pero mientras tengamos un varón, una mujer, unos hijxs, una casa, tendremos una familia, es decir una pequeña sociedad autoritaria, celosa de sus prerrogativas.”


De allí que, en línea con estas reflexiones, entendemos que es menester refutar también el carácter invariable del sexo biopolíticamente asignado por el aparato médico-parental, culturalmente construido a través del género, me­dian­te prácticas que “de-genericen” lo genital y otras prác­ticas que de allí se desprendan, mediante una citación subversiva de las mismas. Más aún, podemos decir que esta producción de la sexuación como fenómeno pre-discursivo y “natural” debe entenderse como el resultado del aparato de construcción cultural nombrado por y desde el género.


Asimismo, es importante destacar que la mayor parte de las categorías psicológicas actuales (el yo, el individuo, la persona) proceden de la ilusión platónica y racionalista de una identidad “sustancial”. Desde que accedemos a ese conocimiento, el sujeto, el yo, el individuo, etc., se vuelven para nosotras conceptos falaces, pues convierten las unidades ficticias en sustancias cuyo origen es exclusivamente una realidad lingüística. El individuo desde Locke en adelante es el garante no sólo de mentiras tales como que todos nacemos iguales, contra-evidencia inapelable, sino de la cesión del poder basada en el consentimiento de los gobernados hacia un grupo de “ciertos hombres autorizados”. El individuo está allí para disponer de sus asuntos y propiedades, disponer de su persona y de las cosas no humanas, siempre dentro de los límites de la ley natural -que él mismo ha trazado- sin pedir permiso ni depender de otras personas. Luego es ese individuo que formalizará un contrato (heterosexual como explicaba Monique Wittig) para salir del estado de natura­leza -que él mismo ha creado-. Entre las cosas que este con­trato heterosexual hace “elegir” firmar a los individuos para que juntos se asocien y vivan en sociedad está casarse, tener hijos que las mujeres críen y obtener propiedades que los varones disponen, y especialmente ser “hombre” y ser “mujer”.


De este modo, sostenemos que la heterosexualidad nor­ma­tiva es, por tanto, parcialmente responsable de los cuerpos sexuados, al decir de Fausto-Sterling, dado que su potencial identificatorio está regulado por las normas sociales construidas bajo toda una red discursiva que se apoya sobre los imperativos heterosexuales y humanos, ideales regulati­vos de construcción del cuerpo que nos permitirá, de seguirlos correctamente, vivir adecuadamente en sociedad, conformarnos.


No obstante, la sexualidad tiene la capacidad de no seguir al género ni el género puede por completo determinar qué tipo de sexualidad tendremos.

La sexualidad puede desbordar al género, y es menester que la usemos para ello.

SHINY BOOTS OF LEATHER 

Todo es peligroso.
Foucault
Exigir nuestra parte de placeres
en el banquete de la vida.
La voz de la Mujer.
Periódico anarcofeminista. 1896.

De acuerdo Christian Ferrer, el anarquismo constituye ante todo una forma de existencia contra la dominación, la cual no se puede concebir sin una ética del hacer, como diría Spinoza possest, ser (esse) lo que se puede (posse) hacer. Esta ética se confronta de manera permanente en la experiencia con una moral deldeber ser de las identidades y las líneas duras -sobre todo a partir de la Modernidad-.

En el campo de los estudios de género y de las llamadas “nuevas” sexualidades, la teoría queer viene a ir más allá del planteamiento de las identidades GLTB, lato sensu. Pero esto no es posible sin una ética que acorte la brecha entre el decir y el hacer. Por un lado, en términos de congruencia entre lo que se predica y cómo se vive, y paradójicamente que permita la posibilidad de fugar de la interpelación ontológica de “ser” y “deber actuar cómo”.

Una ética que suponga el deseo como una materia resignificable, hasta incluso re-programable. Un deseo que no sea tampoco un movimiento hacia algo de lo que carecemos y que se manifiesta en torno a una falta, una ausencia, y cuya satisfacción resida en la “posesión”. Por el contrario, desear implicaría la construcción misma del deseo: formular qué disposición y qué mundo se desea, una fuerza movilizadora hacia la construcción connectiva con otros lobos.

Con esta crítica a las heterosexualidades modernas en mente, ciertas prácticas sexuales pueden funcionar como un modo privilegiado de cuestionar y fisurar la organización de la jerarquía sexo-corporal y las prácticas implicadas en ella. Redefinir la noción de cuerpo, que toma en cuenta el valor, la función, y su narrativa en el marco de estas prácticas: el cuerpo no significa lo mismo ni se usa de la misma manera en la que aparece recortado por el discurso heteronormativo.
En ese sentido, aquellos espacios tradicionalmente consignados a la vida privada, como ser la sexualidad, se constituyen hoy como vectores de una apuesta política contra el orden establecido de las cosas: por ejemplo, la división binaria por sexos, cuya construcción depende de una matriz de inteligibilidad que califica a las personas de acuerdo a expresiones de género (femenino/masculino) y el ejercicio de una sexualidad heteronormativa que de allí se desprende como “natural”, son algunos de los pilares donde el sistema heterocapitalista se apoya firmemente. El género sería entonces el dispositivo privilegiado de un régimen que regula las diferencias y que divide y jerarquiza a esos cuerpos de forma coercitiva y solidaria con cierto orden.

¿Cómo crear prácticas sin fines reproductivos, en su sentido anfibológico: crear placer(es) de extrañas formas, no radicadas exclusivamente en lo genital, o incluso prescindentes de ello, citación desviada de las convenciones que permiten sexualizar, (y así resemantizar y resignificar) por ejemplo, la noción de propiedad privada que opera configurando no sólo el intercambio político-económico sino las relaciones afectivas todas?

El sexo genital, como ya hemos dicho refuerza la diferencia sexual y la asignación universal de roles y género: “varón” que penetra, “mujer” que es penetrada. Si la hetero­sexualidad como régimen obliga a repetir compulsivamente la exclusión que amenaza su coherencia, la sexualidad excede cualquier narrativa definitiva y nunca puede llegar a ser expresada por completo en una práctica congruente. Abo­gue­mos por arrojar el uso reflexivo de los placeres contra la identidad y el género para desquiciar el régimen hetero­normativo. De allí que las maneras de interaccionar de lxs afines sexuales desde esta perspectiva se asumen desde una ética deseante cuyo carácter reconoce lo dinámico y lo variable de las relaciones de poder y sus efectos productivos y proliferantes de nuevas formas-de-vida.
Según el esquema conceptual de Gayle Rubin en The Traffic in Women, la heterosexualidad consolida el género normativo, donde por ejemplo una es mujer en la medida en que funciona como una en la estructura heterosexual dominante.

Poner en tela de juicio esa estructura mediante una corporalidad biopoliticamente asignada “mujer” que funcione de una forma desviada, puede implicar perder algo de nuestro sentido de lugar en el género. Ciertas prácticas sexuales vinculan más profundamente a las personas que la afiliación de género, de hecho, bajo este Imperio, identifi­carse con determinado género presupone desear a alguien de un género diferente, y solo desearlo de cierta forma. El deseo está, entonces, implicado en las heteronormas sociales, ligado a lo vivible.

Así las cosas, no sólo se presupone una relación causal entre sexo, género y deseo sino que además también se señala metonímicamente que el deseo refleja o expresa al género y que el género refleja al deseo: “La hetero­sexua­li­za­ción del deseo exige e instaura la producción de oposiciones discretas y asimétricas entre “femenino “y “masculino” en­ten­didos estos conceptos como atributos que designan “hom­bre” y “mujer”” (Butler).

De allí la necesidad política de crear otro(s) deseo(s) a partir de nuevas formas de placer reflexivas, porque la no­ción de que puede haber una “verdad” del sexo, como la denomina irónicamente Foucault, se crea justamente a través de prácticas reguladoras que producen identidades expul­sivas y coherentes a través de la matrix de reglas coherentes de género.

De hecho, nuestra cultura entroniza la idea de la exis­tencia de Una Verdad, que existe como una Unidad, y se extiende por propiedad transitiva a toda la producción cultural y humana, sólo bajo el argumento de que es la manera en la que es La Realidad. Por ende, si hay una sola verdad que nos ubica en una posición de privilegio, esa verdad debe ser propiedad de “alguien”, lo que vuelve su representación social algo del orden de la propiedad privada. Esa idea se traduce en la creencia de que existe un cuerpo “verdadero”, una mujer “verdadera”, una sexualidad “ver­da­de­­ra”, considerada lícita y válida et cetera.

Por otra parte, el sexo, siguiendo a Beatriz Preciado, puede ser concebido como una tecnología de dominación heterosocial que reduce el cuerpo a zonas erógenas en fun­ción de una distribución asimétrica del poder de los géneros y sus expresiones y disciplinas dentro de la era Farma­co­por­no­gráfica. Asimismo, el orden político imperial heterosexual, en palabras de Wittig, divide y fragmenta el cuerpo, identi­fica­ndo zonas como centros naturales de la diferencia sexual: el cuerpo se ve recortado por la heterocultura (y por su régimen biopolítico de género).

En ese sentido, un buen ejemplo de lo que venimos desarrollando se observa claramente a partir de los roles y las prácticas que se atribuyen a los géneros masculinos como conjunto arbitrario de regulaciones inscriptas en los cuerpos, y que aseguran la explotación material de un sexo sobre otro privilegiando el pene (cierto tipo de pene, con ciertas me­di­das para ciertas prácticas y no para otras) como lugar central en el intercambio sexual, y restándonos desde ya, creatividad y placer, refugios de nuestra libertad, siendo que podríamos adjudicar un potencial desconstructivo a un cierto desliza­mien­to perverso sobre el discurso heterosexual y reproduc­ti­vo, cierta capacidad de resistencia desde la cita descontextua­li­zada e improductiva.

Para oponerse a este orden y como modo de hacer más vivibles las vidas de aquellas personas que por expresión de género, o práctica sexual, o manifestación corporal, no es cuestión de celebrar la diversidad sino de crear y defender las condiciones que permitan albergar y resguardar y mantener las vidas que resisten los modelos de asimilación. El problema entonces no es descubrir en sí la verdad del sexo, sino más bien arrojar la sexualidad contra el género y sus producciones para arribar a multiplicidad de relaciones anti-heteronormativas que no podría ser captadas por las líneas duras del ser identitario.

Que el orgullo gay se muera y mate en el mismo
acto a todos sus primos heterosexuales.


Apuntamos a una ética amatoria cuestionadora de aque­llos vínculos que representan los modos heteroculturalmente asociados a la idea de Amor. La ética amatoria de este modo planteada puede constituirse como propuesta del pensamien­to libertario, pero su fundamento va más allá de delinear obligaciones o líneas de responsabilidad entre afines-amantes: es decir, busca sostenerse en un poder creativo y afirmativo que involucra como condiciónsine qua non lazos de solidaridad expresados en hechos, apoyo mutuo para trascender los límites establecidos por la pareja heternorma­tiva: una voluntad de poder, en el quehacer diario, de poder perder-se y extraviarse en la multiplicidad afectiva.

Dado que la sexualidad que emerge en el seno de la matriz de las relaciones de poder no es una mera copia de la ley misma, ni una réplica exacta y uniforme de una economía de identidad, algunas producciones se alejan de sus objetivos originales y dan lugar a posibilidades que sobrepasan las fronteras de la inteligibilidad heterocultural. Las normas heterosexuales de género producen ideales inaccesibles y abyectos. Podemos decir que la heterosexualidad opera mediante la producción regulada de versiones hiperbólicas del “varón” y la “mujer”; representaciones que nadie elige pero que estamos obligadas a negociar para la constitución de un sujeto para que exista en esta sociedad.

Sin embargo, se trata de normas asediadas por su constante ineficacia, de allí que se repitan angustiosamente en actos performativos convencionales para incrementar su jurisdicción. Así, género y heterosexualidad pasan a formar parte de la vida, y aquella vieja división del marxismo clásico se prueba no sólo errónea sino también inútil para la mutación y modificación del sistema. Más aún, la regulación de la sexualidad está estrechamente vinculada al modo de producción en la economía: el género se pone al servicio de la reproducción debido al modo en el que funciona en pos de la reproducción de la familia normativa. Reproducir personas y reproducir la sociedad heteronormativa, sumado a la regulación social de la sexualidad forman parte del mismo proceso de producción, es decir de la concepción materialista de la economía política. La opresión material y reconoci­mien­to cultural van ligados porque la definición misma de lo huma­no está rigurosamente constreñida por las normas culturales que son indisociables de los efectos materiales que producen: por ejemplo, la distribución sexual y generizada de la vida toda, consciente e inconsciente, humana y no humana, material e inmaterial dentro de este heterocapitalismo global integrado y cognitivo. El modo específico de producción e intercambio sexual difuminan la diferencia entre lo cultural y lo económico, y funcionan con el fin de mantener la estabili­dad del sistema de género, la heterosexualidad del deseo y la naturalización de la familia como forma insusti­tu­ible de relación no sólo como parte fundante de la produc­ción sino también como modo privilegiado de reproducción de personas. En la medida que los sexos naturalizados funcio­nen para asegurar la pareja heteronor­mativa como la estruc­tu­ra sagrada de la sexualidad se perpetúan el parentesco, los títulos legales, económicos y las prácticas que delimitan quién será una persona socialmente reconocida. De hecho, siendo que lo económico es parte del intercambio que asumen ciertas formas culturales, debemos reconocer que todo intercambio produce y es producido por relaciones sociales.

Insistir entonces en que las formas de la sexualidad pueden exceder y desbaratar los ordenamientos hetero del parentesco y la reproducción equivale a sostener que lo que califica a alguien como existente y ser sexual puede ser radicalmente modificado. La familia no es algo dado naturalmente y constituye un orden social específico de las funciones de parentesco, contingente y susceptible de ser destruida.

Las producciones sexuales genéricas y las expresiones
de género contrasexuales constituyen una amenaza
para el funcionamiento adecuado
de la economía política desde esta perspectiva.

Creemos en las prácticas de placer reflexivo contra-sexuales como un modo de desquiciar el sistema, parodiando la diferencia activamente desde una ética ad hoc para que la crítica de la jerarquía se incorpore a una teoría radical del sexo y una crítica a la opresión sexual. Esta relación crítica depende de la capacidad de organizar manadas, resistentes y disidentes, objetoras y desobedientes al género, que nos permitan actuar, dado que las condiciones de mi hacer son en parte las condiciones de mi existencia, que nos posibiliten exiliarnos de las categorías taxonómicas aristotélicas en pos de un mundo de potencias inefables. Si mi hacer depende de lo que se hace en mí -las maneras en las que soy hecha por la heteronorma-, entonces la posibilidad de mi persistencia (conatus) depende de mi capacidad de hacer algo con lo que hacen conmigo.

La sexualidad puede transgredir y sobrepasar las rela­cio­nes de parentesco entendidas como “familiares” y hetero­ormales, en un mundo cuyas formas de afectación se ven sumamente empobrecidas por este Imperio. Y no olvide­mos que la subversión es un tipo de repercusión que se resiste a los cálculos positivos de las revoluciones a las cuales se nos suele acostumbrar.

Como dice aquella vieja reflexión de Bakunin: “Entiendo la libertad como algo lejos de ser un límite para la libertad del otro, encuentra por el contrario, en esa libertad del otro, su confirmación y su extensión al infinito”.


Para nosotras, la alegría de la anarquía significa ser capaces de lograr una incorporación de la ética amatoria del deseo anti-heteronorma.

La manada de lobos aprende a preparar explosivos y a destruir la propiedad privada

Una vez que nos hemos encontrado, debemos entender cómo, de vez en cuando, perdernos, y luego cómo volver a encontrarnos.
Para quien piensa es desventajoso estar atada a una persona todo el tiempo.
Nietzsche

En el principio fue la acción:

Un sueño, alguien me deja, siento que me abandona en 7 días. Después lo de siempre: el descontrol interno, la tristeza infinita, tengo que dormir con amigas y amigos, sola no puedo. Las amigas de mi vida vienen a cuidarme. No son para siempre, son estrellas en el camino, y como tales, dejo que me quieran. Más tarde, viajo intentando escapar, una amiga se desbarranca delante de mis narices; otra miente, todas pero todas derrapamos. La excusa es siempre la misma, un amor que no funcion
a.


De repente, siento que devengo lobo, lobo entre los lobos. Los lobos son intensidades, temperaturas, distancias. El lobo es la manada, la multiplicidad aprehendida en un instante de acercamiento o alejamiento. Deseando, deseando, deseando devenir la manada de un lobo que lo cuestiona todo. Ensamblando a otros lobos, a otros animales. Desterri­to­rializo el corazón: esta vez voy a ser libre. En mi sueño, es invierno, y siempre hay luna llena: es amarilla, y está muy cerca de la faz de la tierra; los lobos van en manada, corren por la nieve. Unida a la manda dejo de ser sujeto. Subiectum: ni consciencia operante ni dominada.


¿Tiene un número finito la manada? ¿Es pequeña? No son estas preguntas relevantes. Cada miembro permanece solo a pesar de estar con las demás. Cada miembro se ocupa de lo suyo, está adentro y al borde. Algunos lobos aún no saben que devinieron lobos. Algunas jamás lo serán. En mi sueño, las manadas son pecas en mi rostro,muchachos dentro de mí que hablan con mi voz de nena (muchachos que me habitan), una camada de muchachas en mi voz. Soy el chico de la cara de pecas que te gusta. Cada elemento no cesa de variar y modificar su distancia respecto de las demás. Los elementos bailan, crecen, disminuyen, somos tejido. La metáfora es literal. Compruebo que mi formación implica al otro en mí. Si me herís, la herida da testimonio del hecho de que soy impresionable, de que estoy entregada de una manera que no puedo predecir o controlar por completo. Me abro a las multiplicidades que nos atraviesan tras un severo ejercicio de despersonalización salvaje. Por los surcos moteados corren los lobos, la vida.

Aunque dejo de ser, alguien sigue pensando. ¿Quién es? No lo sé, pero en mi sueño lee o dice o piensa que seguramente, en esta moribunda sociedad del consumo, el Amor sea el mejor Policía, el mayor vigilante de un sistema que espera y gestiona y produce mentes dóciles, inmóviles, quietas, adormecidas y engañadamente satisfechas ante lo que contemplan, o mejor dicho, lo que tienen ante sus ojos y no llegan a ver. La posesión, el reclamar algo como propio, el tener algo que perder, son las más duras cadenas, la aduana prohibida al paso, el infranqueable muro. Una parte de mí siente que el amor me va a consumir y como soy animal no sé aún como usar el fuego: “En la ceguera del amor (¡K) anida la exigencia de no dejarse enceguecer”.

Otra quiere escapar, huir de todo esto. ¿Cómo lograr sentirme con vos sin desesperación? ¿Cuándo me nombrás, podés sentirme desnuda en la boca? El deseo también tiene que devenir, dejar de ser falta o carencia. La pareja y el Amo(r) romántico son otro de los regímenes o mecanismos reguladores y disciplinarios del poder formativo: producen una clase de amantes, una clase de amor, más cara al capitalismo. Forman un tipo de sujeto y un tipo de subjetividad. Su deseo es el deseo del Estado. El apego al sometimiento es producto de los manejos del poder. El sometimiento es un poder asumido por el sujeto, una subordinación que el sujeto se provoca a si mismo. ¿De qué manera el sometimiento del deseo exige e instituye el deseo por el sometimiento? ¿A qué estamos sometidas aquellas individualidades biopoliticamente asignadas mujer? Cuando las categorías sociales garantizan una existencia social reconocible y perdurable, la aceptación de estas categorías, aun si operan al servicio del sometimiento, suele ser preferible a la ausencia total de existencia social. Obligadas a buscar el reconocimiento de nuestra existencia y darle un valor a la misma dentro de la trama social, apelamos a términos y nombres que no hemos creado, signos fuera nuestro, categorías sociales que conllevan una existencia certera de subordinación. El funcionamiento psíquico de la norma ofrece al Poder regulador un camino más insidioso (yo diría efectivo) que la coerción explícita. Su éxito permite su funcionamiento tácito dentro de lo social. Disciplina­mien­to y control.

Pero el poder no siempre produce de acuerdo a sus propósitos, o mejor dicho, su producción desborda o altera sus propósitos. Quienes se desean podrán burlar, superar, o transgredir su formación condicionante de la misma manera que el delincuente o vándalo o lumpen pueden ser fuerza destructiva contra el Estado. Un instrumento, previamente resignificado, puede asumir propósitos y efectos para los cuales no fue pensado. De allí la necesidad de que quienes se desean devengan afines, células, manadas, jauría dejen de ser pareja.


En la vigilia de mi sueño, el deseo nunca es natural, ni espontáneo. Una línea de fuga. Placeres y cuerpos. Una permanente insurrección sexual. El deseo no es dado, tampoco. Ensamblaje de elementos heterogéneos. Funcionan, rompiéndose. Un proceso, en contraste con la estructu­ra. Un afecto.Emociones como devenires, cambios en el cuerpo, mutaciones.

¿Dónde estás? ¿Dónde me he ido?

Mis dedos se ensamblan a tus tobillos. No te despierto. Desear: ejercicio de despersonalización en un cuerpo a crear. Desear otra cosa distinta a nosotras, entonces podremos alegrarnos con esa otra causa. Esa otra causa deviene querida: alegría acompañada por la idea de una causa exterior. Queremos, deseamos, nos afectamos con eso mismo que alberga a quien deseamos. El deseo (cupiditas) es la inmanencia misma del existente. Me doy vuelta, tuerzo la cintura y giro. Cuando despierto estás al lado mío aunque no estás.

¿A qué se debe esta alegría repentina e imprevista
en el medio de la ruta?

Leo a Spinoza y me encuentro en su pensamiento creado antes de mi existencia hace 400 años donde también me veo habitar. Y pienso en vos como en un amigo cercano e íntimo, en nuestras prácticas de afinidad y de corporalidad, pero también en el intimar y en la proximidad. Me alegro por vos y pienso en tu felicidad, y en otras amigas futuras, actuales y por venir y en las nuevas y viejas afinidades, y sola, me sonrío.

Te necesito para revisar mis prácticas y para lograr formas más refinadas, más elegantes, de afinidad. La alegría no es la perfección misma, del mismo modo que la afinidad no es la perfección misma, sino un esfuerzo de obtenerlo: un enérgico movimiento del deseo libertario.
Deseos y placeres que serán mejores en la medida que utilicemos la reflexión. Deseando construir un hogar, muchos hogares, tantos como amigas, deseando no una familia que sustituya el horror de la mía, deseando abolir el modelo para construir algo nuevo, deseando otra cosa aún sin nombre. Deseando que el sentimentalismo femenino no se lo coma todo. Deseando tener noches para mí sola, deseando poder estudiar. Deseando encontrar o construir otras formas de comunidad, deseando una anti-sociabilidad. Deseando destruir el Amo(r) romántico, deseando prácticas sexo-amatorias.

Excursus: ¿Por qué apreciar, anhelar, desear a la otra persona en toda su intensidad debe ser un padecer, un sufrimiento, un no entendernos jamás?

       Deseando deconstruir mi humanidad. Deseando que aquellas individualidades biopoliticamente asignadas como varones deconstruyan su masculinidad: heterocéntrica, hete­ro­­norma­tiva, que le grita a mi femineidad que en mi habita y me lleva al atraso. Deseando construir masculinida­des con­tra­hegemónicas llenas de cariño y dulzura.

Axioma: Los rasgos de la masculinidad hetero­centrada y dominante son: no duda jamás.

          Afirmar sin fisuras: Yo no te leo en estos términos, dice, jamás duda que pueda estar en el error, fallarse. No hay fisuras justamente grieta, tajo, vulnus=herida=tajo. Cada vez que me sienten vulnerable, cada vez que me construyen desde una pasión vulnerable, a vulnerar, o desde una pasión vulnerante se agranda la herida me vuelvo concha, biología, y me apresan en la corporalidad standard. Me vuelvo víctima. Dejo de ser sobreviviente. No me protejas más.
 Miedo a la fobia heterosexual y masculina dominante, el macho alfa tiene que dejar de ser muchos machos para ser lobo, tiene que dejar de ser hombre, para perderse en la pluralidad de la manada.

Illuminatio: Si acaso no te sale no es a mí a quien no elegiste sino que rechazaste tu poten­cia.

Te hablo de lo inefable y soy leída (es decir construida) como “mujer”. Quiero que los restos de mi femineidad dejen de ser interpelados por tus actos. Hablo y el espejo que me mira me devuelve biología, iluminismo. Rechazo el cuerpo de la mujer, su lectura como blando porque esa blandura es una construcción a cambiar, una construcción milenaria, que invisibiliza a los varones blandos. Encuentro
 especiales difi­cul­tades para vivir el cuerpo mi feminidad bioasignada como una fuente de libertad. Ese es el germen de ser construidas como vulnerables, el tajo de nuevo emerge desde esta idea de protección permanente a la que debemos estar sometidas. Sujeta estoy doblemente (como mujer y como persona) constituida por el sometimiento en su manifestación mate­rial, el poder me forma y forma la trayectoria de mi deseo, debilitada por su fuerza acabo aceptando sus condicio­nes.
¿Cómo resignificar el multiverso afectivo de aquellas personas biopoliticamente asignadas al sexo femenino para que no gire en torno a eso todo el tiempo?

Increíble capacidad femenina para

1) sentirse mal por amor
2) dejarse absorber/arrastrar por ese sentirse mal
3) que la obsesión amorosa se lo coma todo
4) reverberar
5) brindarse auto-satisfacción instantánea
6) dejarse llevar por el drama.
Dejarse arrasar por el tren del dar amor es más fácil que
la autoconstrucción de un ethos-otro.

¿Qué nos susurra nuestro ethos andrógino?

Deseando desde lo corporal la fealdad masculina (la marginalidad sexual) de quienes no son ese hombre músculo, ese opuesto a la mujer blanda cultural-mente hecha a fuerza de biología y políticas del cuerpo deportivo social.

Deseando vivir y disfrutar el cuerpo como espacio de paso, como el puente y la máquina deseante, que se alegra viendo correr las aguas, con pocos afanes de identidad, viviendo -y muriendo- de la utilidad de estar agujereado, cuerpo abierto con fisuras y sin sentido abierto a las sorpresas.

Deseando contra-sexualidades eternamente irresueltas des­bor­dantes que no puedan afiliarse a ningún partido.

Deseando una ética de los deseos y los placeres impen­sables, sin que sepamos cómo o por qué se instala precisa­men­te en esas zonas de fricción con el mundo.

Deseando huir de las categorías simples de la identidad, que rechace los estigmas contra las sexualidades múltiples y abiertas, que combata y suprima la violencia impuesta por las normas corporales restrictivas. El sistema de la hetero­sexualidad nos reduce la potencia afectiva al sexo, a la diferencia sexual, y el psicoanálisis lo subsume en ese gesto reductivo.

Periculum: quedarse en la política del reconoci­miento, de la visibilidad, y perder de vista la introspección real en la materia corporal vivida desde “mi”.

Deseando el placer y el dolor, deseando la fractura de la sociedad y del cuerpo individual.

Deseando todo el peligro de desear.

Deseando la disolución de esas formas de vida social regular que fundamentan el hetero-orden discontinuo que somos para que nuestros cuerpos singulares se apoyen mutuamente.

Deseando indistinción.

Deseando poner en peligro la vida en su organización actual.

Deseando empezar a imaginar la reconfiguración de los contornos de una nueva vida.

Deseando una fortaleza dentro de mí, deseando la fortaleza de poder estar sola.

Deseando poder ser conmigo.
Deseando amistades por afinidad, deseando la alegría de compartir los cuerpos y la sexualidad. Deseando una sexuali­dad torcida, no heterosexual.

Desarrollando prácticas resistentes para compartir y transmitir la información de la experiencia individual hasta ahora intransferible a las demás individualidades.

Deseando encontrar un tropos (vueltas/formas/mane­ras) de la sexualidad que funcionen ilimitadamente por fuera de los límites de las versiones heterovulgares de la realidad: sexo/afinidad/cariño como espacio de resistencia.


Un día vas a recordar que cada noche te metiste a la cama llorando y como el guiño dorado de un gato, resurgis­te. Hago las cosas que hago sobre todo, para ser mejor compañera de mi misma. Sueño y despierto. No hay diferen­cia. En la perrera a la vuelta de casa, los perros aúllan durante toda la noche y toda la mañana. Es esa idea de protección, de bienestar, de cuidado a la cual nos oponemos. Correr expuesta por la calle es preferible que dormir en una jaula de buenas intenciones.

Es medianoche, no se que me pasa, es medianoche, no sé lo que tengo, es medianoche, el perro me habla, es media­noche, creo que entiendo lo que dice, es medianoche, que habrá una fiesta, es medianoche, todxs estarán ahí, es medianoche, no puedo faltar, es medianoche, una fiesta de lobos, au au.

FINIS. Amicitia


Nos dirigimos a lxs inconscientes que protestan. Buscamos aliadxs. Tenemos gran necesidad de aliadxs. Tenemos la impresión de que nuestros aliadxs ya están por ahí, que se nos han adelantado, que hay mucha gente que está harta, que piensan, sienten y trabajan en una dirección análoga a la nuestra. 
Gilles Deleuze

Terminar de escribir, comenzar a pensar, y vivir lo que en estas páginas se expresan desde el fracaso.


Sincericidio: No estamos mejor que vos del otro lado. No nos va mejor. No nos sentimos menos solitarias. No hemos encontrado todo el tiempo lo que buscamos, no hemos sido capaces siempre de construirlo. Fracaso luego soy anónimo, frá­gil, casi absurdo. La tierra prometida no existe, no hay adonde huir.


Y sin embargo,
desistir, fugar, perder el miedo a la incertidumbre. Alguien en algún lado en algún momento, me va a atajar si me arrojo al caos de no saber. Lanzar señales y no temer, encontrar a lxs afines en el desierto. Aceptar y comprender lo temporario de lxs compañerxs de ruta y agradecer en cada estación lo que brindan en ese momento. No rechazar jamás lo que toda amistad contenga de político.

Nada más.

Desmitificar los vínculos de sangre, y de amor, en pos de una soledad libertaria. No tener miedo de la soledad, es una amiga muy íntima y entrañable. La muerte siempre acompaña a la guerrera.

Y sin embargo,
el ideal de la media naranja, del Príncipe -o la Princesa- azul, de aquella otra persona, única e irrepetible que vendrá a completar nuestras vidas lo ha sobrevivido todo; todas las guerras, todas las revoluciones, todas las revueltas, todas las tomas, mientras la camaradería libre entre bestias salvajes sin Amo es un susurro a lo lejos sobre una tierra deser­ti­fi­ca­da más allá de lo convencional y aceptable. Inaudible, y com­ba­tida.


¿Sobrevivirá el ideal del Amor romántico el apocalipsis como cucarachas transgénicas?

Praxis vital


PEQUEÑAS INTUICIONES PARA UNA ECOLOGÍA AMATORIA IBERTARIA. LA MANADA DE LOS LOBOS EN CONSTANTE DEVENIR 
Decirle que sí al sexo no es decirle que no al poder.
Michel Foucault

I
Como putxs estupendas creemos que el sexo y el afecto sexual son fuerzas fundamentales, actividades con el potencial de fortalecer los vínculos, mejorar nuestras vidas, abrir la consciencia del espíritu, incluso cambiar el mundo. Creemos que el uso reflexivo de los placeres es una potencia afirmativa, activa y creativa en las vidas de los cuerpos y sus ecosistemas. El sexo, hace que el mundo sea un lugar más excitante.

II
Somos aventureras y nos preguntamos ¿acaso tener menos sexo y con menos personas es más virtuoso que tener mucho con muchas? Nuestra ética tortamarica no se mide por el número de personas con las que hemos tenido sexo, sino por el cuidado con la que las hemos tratado y nos hemos dejado tratar. Nos juzgamos a nosotras mismas por nuestros intentos (muchos fallidos) de vivir hoy de una manera más ética, más libre.

III
La economía que mueve al mundo nos hace creer que no hay suficiente de nada para todas. Nos hace creer que si algo es muy bueno -como el sexo con alguien- debo conservarlo solo para mí porque luego no habrá más. Que si comparto lo que tengo, me resto algo en mi economía individual. 

        Nosotras las putxs sabemos poco de economía, pero tenemos intuiciones. Suponemos que más sexo puede brindar más sexo, suponemos que más sexo puede brindar más conexiones, más cobertura emocional, más amistades. “Pue­de” viene a significar “tiene el potencial de”.

          Nosotras las putxs creemos en una economía que sea holística, una ecología sexual colectivista del compartir los cuerpos y los sentidos, como deseo positivo y opuesto a esta economía imperante de la hambruna de la monogamia y del miedo.

         Nuestra economía se mueve por afinidades, el mundo y la vida en él tiene el potencial para que podamos construir múltiples compañías, compañeras, y acompañantes. Un bos­que de fluidos palpitantes porque tenemos como trans-huma­nas la capacidad para que haya suficiente sexo, afinidad, apoyo mutuo, contención y nutrientes alrededor de nuestro suelo fértil que devengan relaciones afectivas relevantes.

          Las relaciones afectivas y las sexuales no son balances de contabilidad: no hay debe, no hay haber, no se pasan bienes de una columna a la otra. Es solo recordar lo que sí obtenemos en la ecología de la botánica afectiva que entabla­mos con esos seres con quienes nos estrechamos. Recorde­mos lo conmovedor del encuentro afectivo entre los seres y tratemos de afectarnos con alguien más.

IV
Vivimos en una cultura que aún hoy considera aceptable un crimen por pasión(es decir asesinar a alguien por celos), que acepta como causal de divorcio que alguien haya obtenido placer sexual fuera de un vínculo de pareja con una moral propiamente de la Inquisición. Castigamos con duras penas a quien se le haya ocurrido delinquir despertando la más mínima inseguridad o celos dentro de nosotrxs. Abandona­mos hogares, rompemos fotos, tiramos alianzas. Y esto no es algo que le pasa al pequeño-burgués solamente.
       Por otra parte, por amor prometemos mentiras, mentimos situaciones, tergiversamos hechos, vivimos en el engaño, falseamos datos. Por amor y por miedo a la soledad, y al abandono y al castigo, vivimos presas.

V
Pero la monogamia no es la cura ni para los celos ni para la inseguridad. ¿Quién no sintió celos de que alguien muy querido juegue mucho con la computadora, vea una película a solas, o hable mucho por teléfono?
       La territorialidad sexual es otra norma social a la cual le oponemos la alegría del compartir y regalarnos, puro potlatch.

        Nuestros celos se combaten con la misma ferocidad que combatimos al Estado y todos sus aparatos represivos y dispositivos de subjetividad como el género, la familia, la escuela, las cárceles, y la policía y la heterosexualidad.

VI
Las razones para tener sexo con muchas personas, hasta incluso tratar de llevar adelante muchas relaciones afectivas simultáneas son varias:

        Hay distintos tonos y matices de intimidad.

        Hay prácticas sexuales que placen a algunas pero no a otras personas.
       Hay necesidades sexuales y físicas que no todas las personas pueden o desean llevar adelante.
      Hay deseos sexuales sin intentos amatorios o amorosos constantes.

       Hay deseos sexuales con diferentes géneros que no pueden ser subsumidos a la especificidad de un solo cuerpo.

Hay deseos sexuales con grupos.

Por eso, ¿no es acaso no solo imposible sino también cruel demandarle a una sola persona que cumpla entonces con todo esto? Frente a esos múltiples placeres creemos conveniente encontrar múltiples partenaires con quien enta­blar vínculos sexo-afectivos éticos libertarios. Otro mundo es posible.

VII
Reclamamos también ser solas y volver a ser amicae, amigas sexuales, para los placeres, y para la conexión íntima y profunda del cuerpo. Y tener el potencial de ser muchas otras cosas, compañeras de lucha, de camino, de andanzas, de aventuras, de carrete, robo, crimen…

         Ser sola no es ser soltera, ni una condición temporal entre parejas, no es un período de sanación frente a una ruptura traumática. Ser sola es una manera de vivir, una elección, y una forma de construirnos para no tratar de encajar mejor en la vida de nadie. Significa aprender a vivir con una misma, y disfrutarlo.

          Nuestra relación y nuestra amistad con nosotras mismas es para toda la vida, hasta que decidamos que nuestro tiempo llegó o hasta que ese tiempo llegué efectivamente. Ser sola y afectarse no es excluyente, sino la oportunidad de construirnos íntimamente y de esforzarnos por nuestro propio devenir.

          Vivimos en esta cultura que segrega, margina y señala a quien elige la aventura de la soledad, de la asociación libre por afinidad, de la espontaneidad. Creemos que si ser sola no fuera un estigma, la pareja no se desarrollaría como la “opción ideal”, infinitamente sobrevalorada, tabla de salvación frente a la angustia, el descontento, y las neurosis del capitalismo.

         Ser sola podría permitir, aunque parezca paradójico, el desarrollo de ecologías impensables hoy, inclasificables, múltiples formas de cariño, cuidados, y vinculaciones que hoy no podemos ni imaginar… Ser solas es devenir lobos, es moverse en manada, ser cazadoras, jauría, disfrutar de la noche y de la mañana, y evitar el gran mito de la completitud.
           Ser sola es poder generar sexualidad con las amistades sin que se vuelvan vínculos posesivos donde se promete y se promete y se promete. Es vivir, fundamentalmente vivir, en el abismo del riesgo. Es enriquecernos con conocimientos ajenos.

VIII
Las solas debemos recordar, y debemos recordarle a quienes disfrutan de la sexualidad con nosotras que:

        Merecemos ser escuchadas y atendidas y respetadas y asistidas en nuestros sentimientos. No somos ciudadanas de segunda del afecto frente a “los grandes amores”.

         Merecemos poder pedir lo que necesitamos aunque la persona a la quien le pidamos no pueda (que no es lo mismo que no quiera) dárnoslo.

       Merecemos ser honradas en nuestros acuerdos y nues­tros planes.

        Merecemos que se nos cuide si estamos enfermas, que se nos quiera, que se nos atienda si tenemos una emergencia, que se nos asista si no podemos hacerlo solas, como las amigas lo hacen las unas a las otras.

       Merecemos ser incluidas y tenidas en cuenta en cualquier ecología donde nuestras amantes se encuentren. No somos un secretito sucio.

        Merecemos no ser consideradas un problema.

       Merecemos ser apreciadas y amigablemente bienvenidas.

        Merecemos no ser consideradas invulnerables.

         Y la verdad es que todas todas todas las personas con las que decidimos involucrarnos sexual y afectivamente nos merecemos esto.

IX
Deseamos que nuestras amantes tomen juntas el desayuno, que sean amigas, que se conviertan amantes. Creemos que este ideal es materialmente realizable aquí y ahora.

           Nuestras amantes tienen mucho en común, ¿por qué no pueden compartirse? Ser amantes mutuas fortalece las posibilidades de crecer y desarrollarnos en manadas. De a­ban­­donar el binomio macho/hembra, la parejita, la mono­gamia que constriñe los sueños y los deseos, y animarse a la aventura de a muchas. Las redes afectivas se expanden y en algo recuerdan a nuevos devenires tribales de amor y apoyo mutuo.

          Si nos tratamos entre amantes como amigas, y permi­ti­mos que nuestros amores y nuestras amantes, nuestras afines y nuestros apoyos en la vida tomen la forma que la espontaneidad les dicte en vez de aquellas normas sociales que forzamos en ellas, nuestros vínculos se acrecentarán. Seremos más prosperas afectivamente. Y menos temerosas de la soledad.

         No debería ser raro que entre afines nos gusten las mismas personas, o por lo menos no nos resulten amena­zan­tes, o espeluznantes. Si acaso este fuera el caso, y la amante de mi amante me resultara insoportable por razones de peso es momento de replantearse esa afinidad. Y variar.

X
La recompensa por la abolición de celos, envidias e inseguri­dades contra nuestras amigas-amantes y sus amigas-amantes será nuestra propia libertad sexual. Libertad sexual que encontrará su propia gimnasia y agilidad con quienes deseemos correr mucho tiempo juntas. Esas personas a las que deseamos hoy tan cerca nuestro como el primer día, con ésas estableceremos redefiniciones, resignificaciones y resemantizaciones mutantes a lo largo de nuestro tiempo de vida (Aetatis brevis tempus satis longum ad bene vivendum est).

         No nacemos grandes amantes libertarias, nos converti­mos, devenimos. Y desaprender los celos, y las inseguridades es, como todo entrenamiento, una tarea dura que demanda disciplina, como toda gimnástica, o tecnología del Yo.

XI
Ni los celos ni las inseguridades son crímenes a esconder como ropa sucia. No hay por que negar que los tenemos del mismo modo que no hay por que negar que se nos ha asignado biopoliticamente a un sexo a partir del ideal regulatorio de un género. Pero todo -menos la muerte- se puede des-hacer. La experiencia del padecimiento romántico que deviene libertad sexual y afinidad afectiva no es del orden moral: nadie puede acusarnos de “esto está bien” o “esto está mal”. Más aun, aquella que sienta dolor (devenir/modificarse/mutar duele) que se trate indulgente­mente. Las varas y los azotes son para las prácticas consensuadas de los juegos sexuales llamados S/M, no para la gimnasia del devenir amantes libertarias.

XII
Sin embargo, quien sienta el compromiso de modificarse en lo amatorio debe mirar de frente a los dioses, osar. ¿Qué imagen es la que nos asusta más? Poder verla en toda su dimensión para conjurar al fantasma. ¿Tiene un nombre? ¿Se llama soledad? ¿Belleza? ¿Juventud?

           Poder invocar la imagen que concita el odio pasional, traerla y amigarse con ella -hasta, quién sabe, podríamos masturbarnos pensando en esa imagen-.

XIII
Aprendamos a disculpar, no cristianamente, sino libertaria­mente, nuestros desaciertos para volver a empezar. Al fin de cuentas somos solo principiantes en el mar de los sargazos.
              
Quizás la única manera de poder construir nuestra propia homeostasis sea cruzar los límites, desestabilizarnos. Con pequeños pasos, el dolor de la mutación puede ser mínimo: ninguna luchadora elonga en frío, ninguna elonga lo mismo al comienzo de una práctica que al estar ya más avezada en su ejercicio.

            No estamos diciendo reformismo, sino cuidados mutuos, afectividades, y afinidades. La aspiración no es la reforma, no es poder alcanzar “yo no pregunto, vos no me contás”, sino poder llegar a la colectivización de nuestro propio cuerpo.

XIV
Un ejercicio: dejar de pensar psiconalíticamente: lo que no está, lo que me falta, lo que se fue a otra parte. Oponerle a ese pesimismo un deseo activo, un optimismo de la voluntad: lo que si está, lo que si viene, la energía que me envuelve.

XV
Es esforzado. Lo sabemos. Pero la monogamia lo es más y brinda mucho menos. Nuestra aspiración: emanciparse del concepto propietario sobre otros seres y sus cuerpos, y eso incluye no solo animales y ecosistemas, sino la biología de los vínculos sexuales y por afinidad. Pero somos capaces de enfrentar nuestros temores, y desaprender lo aprendido, somos capaces de administrar nuestras emociones en una ecología vital de disfrute y proliferación. Difundamos el mensaje, y repitámonoslo cuando el pánico nos quiera capturar: Somos capaces, somos potentes. Possest: somos lo que podemos.

XVI
La afectación es algo que también experimentamos en situa­ciones donde no hay otro ser humano. ¿Quién no sintió que se le cortaba la respiración y tenía palpitaciones frente a la belleza del mar despejado de turistas en una playa desierta? ¿O en la cima de una montaña desde donde vemos un bosque y a la cual nos ha costado ascender? ¿O frente a un plato de comida que nosotras mismas cocinamos y nos salió delicioso? ¿Frente a palabras escritas que juzgamos acerta­das en un poema, una carta o un ensayo? ¿O ante la insurrección popular y las barricadas ardientes? ¿Ante gestos de cariño de extrañas y extraños? Alguien que nos indica y nos ayuda a llegar a un sitio en una ciudad que no conocemos. Alguien que nos hace compañía compartiendo su libro en un viaje. Alguien que parte su comida o comparte lo que tiene. Y en estos momentos de profunda intimidad no existe desesperación, ni deseo basado en la ausencia, ni compañía que sea un remedio contra la soledad. Porque ni la desesperación ni el miedo que concita son buenos amigos a la hora de elegir acompañantes.

XVII
¿Y si fallamos? Fallamos. Nada pasa. Volveremos a intentar. Nuestras derrotas no nos demuestran equivocadas. Y el dolor por el fracaso amoroso duele, y cala hondo, su herida no cicatriza pronto. Pero cicatriza, y del dolor de un desenlace amoroso que no deseábamos puede resurgir una nueva amistad de otro tipo. Porque esa persona con la que nos relacionábamos de determinada manera y con quien ahora es menester relacionarse de determinada otra -excepto en casos de violencia extrema- sigue siendo la misma persona con quien teníamos comprometido el corazón. ¿Por qué entonces dejar de quererla


Lecturas


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-Bakunin, M. La Libertad. Obras Escogidas. Editorial Agebe. Buenos Aires. 2005.

-Bataille, G. La Parte Maldita. Las Cuarenta. Buenos Aires. 2007.
--------------- El Erotismo. Tusquets. Barcelona. 1997.

-Bodei, R. Geometría de las pasiones. Miedo, esperanza, felicidad: filosofía y uso político. Fondo de Cultura Económico. México. 1995.

-Butler, J. Mecanismos Psíquicos del poder, teorías sobre la sujeción. Madrid. Cátedra. 1997.
--------------- Cuerpos que importan. Argentina. Paidós. 2002
---------------- El marxismo y lo “meramente cultural, en New Left Review. Ed. Akal. Madrid. 2000.

-de Lauretis, T. La tecnología del Género. Madrid, Horas. 2000.

-Comité Invisible. La insurrección que viene. Milena Caserola, Hekht, El Asunto, FeEnLaErrata. Buenos Aires. 2010.

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------------------- Mil Mesetas. Pre-Textos. Valencia. 2010.
Deleuze, G. Spinoza: filosofía práctica. Barcelona, Tusquets. 2006.
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-Foucault, M. Historia de la Sexualidad. La Voluntad de Saber. Siglo XXI Editores. Madrid. 2012.
----------------- Vigilar y Castigar, nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores. México. 1995.
------------------ Tecnologías del Yo. Paidós. Barcelona. 1996.
------------------- La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad; Sexualidad y Poder; Michel Foucault, una entrevista: sexo, poder, política de la identidad. En Obras Esenciales. Paidós. Buenos Aires. 2010.

-Haaland, B. Emma Goldman, Sexuality and the Impurity of the State.
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-Tiqqun. Llamamiento. Folia. Buenos Aires. 2010.

-Wittig, M. The Straight Mind and other essays.
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Este libro se terminó de imprimir
en Buenos Aires, primavera de 2012.
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1 “Imaginemos una civilización cuya gramática llevara en su centro una suerte de vicio, especialmente en el empleo del verbo más corriente de su vocabulario; un defecto tal que todo sería percibido no solo falsamente, sino en la mayor parte de los casos de una forma mórbida. Imaginemos qué ocurriría entonces con la común fisiología de sus usuarios, con las patologías mentales y relacionales, con la disminución vital a la que éstos se verían expuestos. Una tal civilización sería ciertamente inviable, y por allí por donde se extendiera no produciría más que desastre y desolación. Esta civilización es la occidental y el verbo es, simple y llanamente, el verbo ser. El verbo ser no ya en sus empleos de auxiliar o de existencia “esto es”, empleos que son relativamente inofensivos, sino en los empleos de atribución “esta rosa es roja” y de identidad “la rosa es una flor”, que permiten las más puras falsificaciones. En el enunciado «esta rosa es roja», por ejemplo, presto al sujeto «rosa» un predicado que no es el suyo, que es más bien un predicado de mi percepción: soy yo, que no soy daltónico, que soy «normal», quien percibe esta longitud de onda como «rojo». Decir «percibo la rosa como rojo», ya sería menos capcioso. En cuanto al enunciado «la rosa es una flor» me permite borrarme de forma oportuna tras la operación de clasificación que yo hago. Convendría más bien decir: «clasifico esta rosa entre las flores» que es la formulación común en las lenguas eslavas. A continuación, se hace bien evidente que los efectos del es de identidad tienen un alcance emocional muy distinto cuando permiten decir, de un hombre que tiene la piel blanca, «es un Blanco», de alguien que tiene dinero, «es un rico», o de una mujer que se comporta algo libremente, «es una puta». Y esto no se dice en absoluto para denunciar la supuesta «violencia» de tales enunciados, preparando así el advenir de una nueva policía de la lengua, de una political correctness ampliada, que esperaría que cada frase llevara consigo su propia garantía de cientificidad. De lo que se trata es de saber qué se hace, que SE nos hace, cuando se habla; y de saberlo juntos.” http://mesetas.net/?q=dispositivos¨C3

2 Fábrica de azulejos, Zanón bajo control obrero, su máxima metáfora, desde allí toda la degradación clasemediera progresista.

3 “Entiendo por humanismo el conjunto de discursos mediante los cuales se le dice al hombre occidental "si bien tu no ejerces el poder, sin embargo puede ser soberano". Aun más, "cuanto más renuncies a ejercer el poder y cuánto más sometido estés a lo que se te impone, más soberano serás". El humanismo es lo que ha inventado paso a paso estas soberanías sometidas que son el alma (soberana sobre el cuerpo, sometida a Dios), el individuo (soberano titular de sus derechos, sometidos a las leyes de la naturaleza o a las reglas de la sociedad), la conciencia (soberana en el orden del juicio, sometido al orden de la verdad, la libertad fundamental (interiormente soberana, exteriormente consentidora y "adaptada a su destino"). En suma, el humanismo es todo aquello a través de lo cual se ha obstruido el deseo de poder en Occidente -prohibido querer el poder, excluida la posibilidad de tomarlo-. En el corazón del humanismo está la teoría del sujeto (en el doble sentido del término). Por eso, Occidente rechaza con tanto encarnizamiento todo lo que puede hacer saltar este cerrojo.” (Michel Foucault. Microfísica del poder)



Ad L, D, J, L, F, W

2 comentarios :

  1. Gracias por brindarnos este obsequio de inusitada lucidez y esperanza !!!!!!!!

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