Porque vosotros no sabéis lo que es tener miedo de andar –simplemente- por la calle. Porque no sabéis lo que son las miradas que te asquean hasta la náusea. Porque no entendéis lo que es sentir el cuerpo incómodo, los ojos pegajosos, hasta oler las babas, sólo por andar, vestir, pasear, trabajar, -simplemente- estar en nuestro cuerpo.
Porque vosotros no tenéis que regatear el condón. Porque vosotros no sabéis lo que es que no se escuche tu no. Porque vosotros no entendéis que insistir o exigir en el sexo, se parece mucho a una violación. Porque a vosotros, nuestro miedo, os parece victimismo, histeria, locura, chantaje, como mínimo, una exageración.
Porque los que no hacéis nada de esto, a veces lo hacéis, pero no queréis creerlo. Porque algunos ni lo hacéis ni vais a hacerlo, pero no tenéis la valentía, la solidaridad -los huevos- de reconocer y señalar a los que lo hacen a vuestro alrededor, de desmarcaros de ellos, de sentir vergüenza de género.
Porque no podéis negarme que lo que digo es cierto. Que a las mujeres nos violan, nos matan, nos pagan menos. Que cuidamos más, que sacrificamos más, que tenemos razones para teneros miedo.
No podéis reconocerme todo eso, y pedirme que esté tranquila. Que no grite, que no me enfade, que no la líe, que no ataque, que no me defienda, al menos.
No podéis decirme que la mitad de la gente puede ser una amenaza y pedirme que esté tranquila luego. Cambiad, protestad, rebelaos contra los que nos oprimen desde vuestro género.
Y, después, si queréis, hablamos de mis nervios.
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