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jueves, 26 de febrero de 2015

EL AMOR ENTRE ANARCOVIDUALISTAS, Emile Armand


Antes de exponer el punto de vista individualista-anarquista frente a la cuestión “sexual”, es necesario ponerse de acuerdo sobre la expresión libertad. Se sabe que la libertad no podría ser un fin, ya que no hay libertad absoluta; como tampoco hay ver­dad general, prácticamente hablando; no existen sino libertades particulares, individuales. No es posible escapar a ciertas con­tingencias. No se puede ser libre, por ejemplo, de no respirar, de no asimilarse y desasimilarse... La Libertad, como la Verdad, la Pureza, la Bondad, la Igualdad, etc., no es más que una abstracción. Luego, una abstracción no puede ser un objetivo. Considerada, al contrario, desde un punto de vista particular, dejando de ser una abstracción, tornándose una vía, un medio, la libertad se comprende.
En este sentido, se reclama la libertad de pensar, es decir, de poder, sin ningún obstáculo exterior, expresar de palabra o por escrito los pensamientos de la forma que se presenten ante el espíritu.


Vida intelectual, vida artística, vida económica, vida sexual: los individualistas reclaman para ellas la libertad de manifes­tarse plenamente, según los individuos, a tenor de la libertad de los individuos, fuera de las concepciones legalistas y de los prejuicios de orden religioso o civil. Reclaman para ellas, consideradas cual inmensos ríos, por donde se vierte la actividad humana, que puedan resbalar sin ningún obstáculo; sin que las esclusas del “moralismo” y del tradicionalismo atormenten o enloden su caudal. Mejor que éstos son las libertades con sus errores impetuosos, con sus nerviosos sobresaltos, con sus impulsivos malos efectos de retroceso. Entre la vida al aire libre y la vida de bodega, elegimos la vida al aire libre.

Los individualistas han rendido un merecido servicio a los que quieren conquistar la libre discusión de las cuestiones sexua­les, extendiendo las nociones de libertad sexual y de amor libre, sin que por ello creyeran haber descubierto el amor libre: desde tiempos inmemoriales, el coito ha sido practicado extramoralmente y extralegalmente; hubo esposas que tuvie­ron amantes y maridos que tuvieron queridas.
Los individualistas no quieren codificar el amor en un sentido o en otro. Tratan la cuestión sexual como un capítulo de historia natural. Después de haber demostrado que el amor era tan analizable como cualquier otra facultad humana, reivindican para cada uno la absoluta facultad de adherirse a la tendencia amorosa que pueda responder mejor a su temperamen­to, favorecer su desarrollo y corresponder a sus aspiraciones.

Así, pues, los constituyentes de una pareja dada pueden permanecer unidos toda su vida a la costumbre monógama, como una puede practicar la unicidad y la otra la pluralidad. Puede suceder que, después de cierto tiempo, la unidad en amor aparezca preferible a la pluralidad, y viceversa. La existencia de experiencias amorosas simultáneas puede comprenderse tan­to mejor cuanto que de experiencia a experiencia los grados de sensación morales, afectivas o voluptuosas, varían a veces hasta el punto en que puede deducirse que ninguna se parece a las que la precedieron o se siguen paralelamente. Son solamente cuestiones individuales, y nada más. Tal es el punto de vista individualista.


El amor libre comprende -y la libertad sexual implica- una serie de variedades adaptables a los diversos temperamentos amorosos o afectivos: constantes, volátiles, tiernos, apasionados, voluptuosos, etc. Y reviste una multitud de formas, va­riando desde la monogamia simple a la pluralidad simultánea: parejas pasajeras o duraderas; hogares de más de dos, poligínicos-poliándricos; uniones únicas o plurales, ignorando la cohabitación; afecciones centrales basadas sobre afinidades de orden más bien sentimental o intelectual, en torno de las cuales gravitan amistades, relaciones de un carácter más sensual, más voluptuoso, más caprichoso; no miran los grados de parentesco y admiten muy bien que un lazo sexual pueda unir también parientes muy cercanos; lo que importa es que cada cual encuentre en ello su parte; y, como la voluptuosidad y la ternura son aspectos de la alegría del vivir, que todos vivan con plenitud su vida sexual o sentimental, haciendo dichoso a otro en torno suyo. El individualista no desea otra cosa.

Hay gente que no acierta a comprender cómo un hombre llegado a edad madura pueda enamorarse de una joven. O, recíprocamente, que una joven pueda enamorarse de un hombre llegado al otoño de su vida. Es un prejuicio. Hay años en los que el otoño es tan bello que hace reflorecer los árboles. Así es también con ciertos seres humanos, que poseen un temperamento amoroso hasta la penúltima aurora de su existencia, la cual no cede a su primera juventud ni la espontaneidad ni la frescura. Un ser llegado a su otoño puede poseer dones naturales que engendren la seducción; por ejemplo, ser atrayente debido a un pasado aventurero y fuera de lo ordinario.

Los que han experimentado y sentido mucho en el dominio de la sensualidad sexual están, indudablemente, más calificados para iniciar a los jóvenes porque, generalmente, proceden con una delicadeza y una suavidad que ignora la fogosidad de la adolescencia.

Por otra parte, las necesidades sexuales son más imperiosas en ciertos períodos de la vida individual que en otros: existen estadios de la existencia personal durante los cuales la ternura y el arraigo son de un más alto valor que el de la pura satisfacción sensual. La observación de todos estos matices es la que constituye el amor libre aplicado, la práctica de la libertad sexual. Como todas las fases de la vida individualista, el amor libre, la libertad sexual, son una experiencia de la que cada uno extrae las conclusiones que mejor convienen a su propia emancipación.

No he llegado a las ideas que expongo sin haber reflexionado larga y profundamente. Ni la pareja ni la familia me parecen aptos, bien convencido estoy, para desarrollar la concepción anarquista de la vida. La familia es un Estado en pequeño hasta cuando los padres son anarquistas; con mucha más razón cuando no lo es más que uno de ellos, y cuando los chicos se ven sometidos a un contrato muy parecido al social, un contrato impuesto. No niego que la cuestión es ardua y delicada en exceso; pero admitidas las mejores condiciones, la convivencia constante en un mismo medio familiar crea en la criatura una disposición de hábito, una adquisición de costumbres, la práctica de una cierta rutina ética cuyos residuos conserva por mucho tiempo y que salen al paso de su formación autónoma. Bien raro es el medio familiar en que al niño no se lo haga doblegarse a la mentalidad media, o hacer como que se doblega, que es aún peor.

Lo mismo ocurre con la pareja que ignora “los amores laterales”, cuyos constituyentes terminan por compenetrarse en la manera de ver las cosas, de sentir, hasta en las manías de uno y otro. Aquí su individualidad desaparece, su personalidad se anonada, se quedan sin iniciativa propia.

Yo no niego -nadie ha habido que lo niegue- que la monogamia no convenga a ciertos -pongamos muchos- temperamentos. Mas basándome en el estudio profundo que de estas cuestiones tengo hecho, me reservo proclamar que la monogamia o la monoandria empobrecen la personalidad sentimental, estrechan el horizonte analítico y el campo de adquisición de la unidad humana.

Oigo decir que la monogamia es superior a otra forma cualquiera de unión sexual. Diferente, sí; superior, no. La historia nos muestra que los pueblos no monógamos en nada ceden, en cuanto a literatura o ciencia se refiere, a los monógamos. Los griegos eran disolutos, incestuosos, homosexuales, enaltecían la cortesana. Veamos la obra artística y filosófica que realizaron. Comparemos la producción arquitectónica y científica de los árabes polígamos con la ignorancia y la tosquedad de los cristianos monógamos de la misma época.

Además, no es cierto como se presume que la monogamia o la monoandria sean naturales. Son artificiales, por el con­trario. En donde quiera que sea, si el arquismo no interviene (el arquismo, es decir, la ley y la policía) ni impone su severidad, hay impulso a la promiscuidad sexual. Representémonos las bacanales, saturnales, florales de la Antigüedad -fiestas carnavalescas medioevales, kermesses flamencas, clubs eróticos del siglo de los enciclopedistas-, verbenas contemporá­neas. Reacciones que pueden o no gustarme, pero reacciones al fin.

Los sentimientos se hallan sujetos a enfermedades, al igual que todas las facultades o funciones, lesionadas o desgastadas. La indigestión es una enfermedad de la función nutritiva, lle­vada al exceso. El cansancio es el “surmenage” producido por el ejercicio. La tisis pulmonar es la enfermedad del pulmón lesionado. El sacrificio es la ampliación de la abnegación. El odio es, a menudo, una enfermedad del amor. Los celos, otra.


El nacionalismo, el chauvinismo o la patriotería, la belicosidad, la explotación y la dominación se encuentran en ger­men en los celos, en el acopio, en el exclusivismo amoroso, en la fidelidad conyugal. La moralidad sexual aprovecha siem­pre a los partidos retrógrados, al conservadorismo social. Moralismo y autoritarismo están enlazados uno a otro como la hiedra al roble.

En una novela utópica de M. Georges Delbruck, En el país de la armonía, uno de los personajes, una mujer, define los celos en términos lapidarios: “Para el hombre, afirma ella, el don de la mujer implica la posesión de dicha mujer, el derecho de dominarla, de apalear su libertad, la monopolización de su amor, la interdicción de amar a otro; el amor sirve de pretexto al hombre para legitimar su necesidad de dominio; esta falta de concepción del amor está de tal forma anclada entre los civilizados que no dudan en pagar con su libertad la posibilidad de destruir la libertad de la mujer que pretenden amar”. Este cuadro es exacto, pero se aplica tanto a la mujer como al hombre. Los celos de la mujer son tan monopolizadores como los del hombre.


El amor tal y como lo entienden los celosos es, por consiguiente, una categoría del arquismo. Es una monopolización de los órganos sexuales, palpables, de la piel y del sentimiento de un humano en provecho de otro, exclusivamente. El estatismo es la monopolización de la vida y de la actividad de los habitantes de toda una comarca en provecho de los que la administran. El patriotismo es la monopolización en provecho de la existencia del Estado, de las fuerzas vivas humanas, de todo un conjunto territorial. El capitalismo es la monopolización a beneficio de un pequeño número de privilegiados, en cuya posesión se encuentran las máquinas y los géneros necesarios a la vida, de todas las energías y facultades productoras del resto de los hombres.
La monopolización estatista, religiosa, patriótica, capitalista, etc., está en germen en los celos, pues es evidente que éstos han precedido las dominaciones política, religiosa, capitalista.
A los celosos convencidos que afirman que los celos son una función del amor, los individualistas recordarán que, en su sentido más elevado, el amor puede también consistir en querer, por encima de todo, la dicha de quien se ama, en querer hallar alegría en la realización al máximo de la personalidad del objeto amado. Este razonamiento, este pensamiento, en quienes lo alimentan, termina casi siempre por curar los “celos sentimentales”.

En amor, como en todo lo demás, sólo es la abundancia lo que aniquila los celos y la envidia. De la misma forma que la satisfacción intelectual se deriva de la abundancia cultural puesta a la disposición del individuo; del mismo modo que aplacar el hambre se deduce de la abundancia de alimento puesto a la disposición del individuo..., la eliminación de los celos depende de la “abundancia” sensual y sentimental que pueda reinar en el medio en donde el individuo se desenvuelve.

¿Y de qué forma se aderezará esta abundancia para que nadie sea dejado a un lado, puesto aparte, “sufra”, por así decirlo? He aquí la cuestión que ha de resolverse. En su Teoría Universal de la Asociación, Fourier lo tenía resuelto constituyendo el matrimonio de tal forma “que cada uno de los hombres pueda tener todas las mujeres y cada una de las mujeres todos los hombres”.

Ése es el remedio para los celos, el exclusivismo sentimental o la apropiación sexual, remedio que yo resumiré en esta fór­mula tomada a Platón: “Todos a todas, todas a todos”. ¿Podrá este remedio conciliarse con los principios del individualismo anarquista, convenir a individualistas?

Mi respuesta es que conviene ciertamente a los individualistas prestos, para tomar una expresión de Stirner, perder algo de su libertad para que se afirme su individualidad. ¿Qué persiguen asociándose, en el dominio sentimental sexual, un número dado de individualistas? ¿Será aumentar, mantener o reducir más y más el sufrimiento? Si lo que persiguen es este último fin, si es en la desaparición del sufrimiento donde se afirma su individualidad de asociados, en la esfera que nos ocupa, el amor perderá gradualmente su carácter pasional para llegar a ser una simple manifestación de compañerismo; el monopolio, la arbitrariedad, el reparo a darse desaparecerán cada día más, haciéndose cada vez más raros. Ésa es la camaradería amorosa.

¿Qué se entiende por camaradería amorosa? Una concepción de asociación voluntaria englobando las manifestaciones amorosas, los gestos pasionales o voluptuosos. Es una comprensión más completa del compañerismo que la sola camaradería intelectual o económica. Nosotros no decimos que la camaradería amorosa es una forma más elevada, más noble, más pura; decimos simplemente que es una forma más completa de compañerismo. Toda camaradería que comprende tres, dígase lo que se quiera, es más completa que la que sólo com­prende dos.

Practicar la camaradería amorosa quiere decir para mí ser un camarada más íntimo, más completo, más próximo. Y por el mero hecho de estar ligado por la práctica de la camaradería amorosa con el que es tu compañero, tu compañera, tú serás para mí -su compañera o su compañero- una o un camarada más cercano, más alter ego, más querido. Entiendo, además, que esto significa servirme de la atracción sexual como de una palanca de compañerismo más amplia, más acentuada. Tampoco he dicho nunca que esta ética estuviese al alcance de todas las mentalidades.

Se nos dice que es necesario indicar a qué puerto ha de ir a parar el individuo que se lanza al océano de la diversidad de las formas de vida sentimental o sexual; el medio anarquista individualista al que yo pertenezco sustenta otro punto de vista. Pensamos nosotros que es a posteriori y no a priori, según la experiencia, la comparación, el examen personal, que el individualista debe decidirse por una forma de vida sexual antes que por otra. Nuestra iniciativa y criterio existen para que nos sirvamos de ellos sin dejarnos disminuir por la diversidad o pluralidad de las experiencias. La tentativa, el ensayo, la aventura no nos da miedo. Embarcarse lleva consigo riesgos que conviene calcular; hay que mirar bien de frente antes de tomar el barco. Una vez sobre el mar, ya veremos bien por dónde empuja el viento; lo esencial es que fijemos los ojos en la brújula a fin de quedar con la completa lucidez, aptos siem­pre a “faire le point”. Calcular dónde estamos. Consideramos la vida como una experiencia, y la experiencia por la expe­riencia queremos.


Texto extraído de: totamor

domingo, 22 de febrero de 2015

¿ESPACIOS SEGUROS? EL RETO DE ENFRENTARSE AL PATRIARCADO EN CONTEXTOS MILITANTES

¿Qué es lo que pasa para que mujeres con experiencia política, formación teórica, sensibilidad y armas suficientes reaccionen ante agresiones sexistas precisamente como el patriarcado espera de ellas?


Nagua Alba Goveli y Lucía Alba Martínez



"Era un sábado por la noche después de una asamblea. Tranquilo. Estaba con unas amigas. En un momento dado se unió a nosotras un compañero suyo. Era simpático. Nos tomamos unas cuantas cervezas y fuimos a casa de una de ellas. Era tarde y tuvimos que quedarnos a dormir. Nos quedamos a solas. Sólo había una cama y por no parecer desconfiada acepté dormir con él. Me intentó besar. Le dije que no. Me tocó. Le dije que no. Pareció que lo asumía, pero en cuanto apagamos la luz siguió insistiendo. Le repetí que no quería. Pero hasta las cinco de la mañana no pude dormir porque cada vez que cerraba los ojos tenía sus manos encima. Me dijo que no me entendía y por fin se durmió.”
“Era un compañero al que conocía desde hacía tiempo. Compartíamos espacios de militancia y de ocio. Había tensión sexual pero nunca había ocurrido nada. Una noche no tenía donde dormir y me ofreció su casa. Acepté. Cuando llegué la cama estaba abierta y había una botella de vino en la mesilla. Él me gustaba. Pero estaba cansada y la situación me hacía sentir incómoda. Nos metimos en la cama y le dije que quería dormir. Empezó a tocarme. Le dije que no. Empezó a increparme diciendo que si no quería por qué había ido a su casa. Le dije que no necesitaba justificarme y me di la vuelta para dormir. Siguió tocándome e insistiéndome. Al final accedí. Follamos. Así me dejaría dormir tranquila.”
Resulta muy complicado denunciar a alguien en quien confiabas y en quien además todo tu entorno confía. Sabes que te van a cuestionar, y tú vas a acabar cuestionándote a ti misma.



Estos dos relatos, inspirados en anécdotas propias y de algunas compañeras, son sólo dos ejemplos de algo que vivimos demasiado a menudo. Sabemos que casi todas las mujeres hemos sufrido situaciones parecidas, pero resulta estremecedor pensar hasta qué punto estos episodios se reproducen en espacios que consideramos seguros, es decir, entornos de izquierdas y feministas.



Si una noche vamos por la calle y un desconocido, navaja en mano, nos pone contra una pared y nos agrede sexualmente, casi todas somos conscientes de que lo que tenemos que hacer es ir a comisaría y poner una denuncia. Sin embargo, cuando un amigo, un compañero, o incluso nuestra pareja, nos exige hacer algo que hemos dejado claro que no queremos hacer, nuestra reacción suele ser muy distinta. Lo asumimos como algo normal, le quitamos importancia, procuramos olvidarlo.
Y sobre todo, nos sentimos culpables. Doblemente culpables. Primero, porque algo habremos hecho: hemos sido simpaticas con él, puede que incluso hayamos tonteado, hemos ido a su casa, hemos bailado con el toda la noche, tal vez hasta le hayamos dado un beso. Por otro lado, cuando ha comenzado a insistirnos, no nos hemos ido, no le hemos partido la cara, no le hemos dicho todo lo que como feministas radicales le deberíamos haber dicho. Cosa que además hemos hecho mil veces con el imbécil que en el bar se arrima demasiado o con el machirulo que nos suelta un piropo que no es un halago sino una intimidación.


Y sin embargo, al día siguiente, cuando nos sentimos sucias y violentadas, resulta muy complicado tomar la iniciativa. Tomar la iniciativa de denunciar a alguien en quien confiabas y en quien además todo tu entorno confía. Sabes que te van a cuestionar, y tú vas a acabar cuestionándote a ti misma. ¿Estás segura?, ¿y por qué no te fuiste?, ¿no le darías a entender lo que no era?, ¿pero no me dijiste que te gustaba? Seguro que no fue para tanto, estábamos todos borrachos y ya sabes cómo son estas fiestas, todos nos liamos con todos y al final…
¿Estás segura? Lo estaba hasta que me lo han preguntado.¿Por qué fuiste a su casa? Tantas asambleas, tantas cañas debatiendo sobre feminismo me hicieron creer que su casa era un entorno seguro en el que se iba a tener en cuenta lo que a mí me apetecía y lo que no.¿Por qué no te fuiste? Es difícil de saber. Por miedo, por dudar de hasta qué punto yo me lo había buscado…¿Por qué no le partiste la cara? Por pensar que al no tener una navaja en la mano no se trataba de una violación, porque no quería parecer una exagerada.¿No me dijiste que te gustaba? Sí, me gustaba. Pero no así. No cuando empezó a invadir mi espacio, cuando empezó a ignorar mis negativas. Cuando se convirtió en una obligación.


Estamos seguras de que muchas nos sentiremos reconocidas en esto. La pregunta es, qué es lo que pasa exactamente para que mujeres con experiencia política, formación teórica, sensibilidad y armas suficientes reaccionen ante estas situaciones precisamente como el patriarcado espera de ellas.


Como buenas compañeras, comprensivas y solícitas, decidimos darle la oportunidad a nuestro agresor de justificarse, apelamos a su conciencia feminista y esperamos que reflexione. Su reacción suele ser doblemente patriarcal.

“Durante la violación, llevaba en el bolsillo de mi cazadora Teddy roja una navaja (…) que yo sacaba con bastante facilidad en esa época globalmente confusa. (…) Esta noche, la navaja se quedó escondida en mi bolsillo, (…) ni siquiera pensé en utilizarla. Desde el momento en que comprendí lo que nos estaba ocurriendo, me convencí de que ellos eran los más fuertes. Una cuestión mental. Luego me he dado cuenta de que mi reacción habría sido diferente si hubieran intentado robarnos las cazadoras. (…) En ese momento preciso me sentí mujer, suciamente mujer, como nunca me habia sentido antes y como nunca he vuelto a sentirme después. No podía hacer daño a un hombre para salvar mi pellejo. Creo que habría reaccionado de la misma manera si hubiera habido un único chico contra mi misma.”


Este fragmento forma parte de la narración que hace Virginie Despentes de su violación en ‘Teoría King Kong’. Y esto parece contestar a la pregunta que nos hacíamos antes: reaccionamos como se esperaría de una mujer, precisamente cuando nos agreden como mujeres. Más aún cuando esta agresión tiene lugar en un entorno íntimo y que considerábamos seguro, con las defensas bajas y desprovistas del apoyo que nos da el grupo, nuestras compañeras. Nos vemos indefensas, no sólo porque se nos esté agrediendo como mujeres, sino además porque al tratarse de un compañero nos vemos desprovistas de todas nuestras armas y aflora toda esa carga contra la que luchamos día a día y de la que es tan difícil librarse. Nos volvemos sumisas, inseguras y vulnerables, pero al mismo tiempo, compasivas, preocupadas y culpables.Y esto nos lleva al día después, cuando nos vemos en la tesitura de si contarlo, a quién y cómo. Denunciar a un compañero es muy duro. Por todo lo que ya hemos dicho antes, las dudas que suscita tu relato, las dudas que a ti misma te acaba suscitando. El riesgo de que se acabe olvidando y tengamos que convivir con la persona que nos ha agredido. Pero cuando alguna de nosotras decide darle la importancia que debe y da el paso, incluso cuando se la deja de cuestionar, salen a colación nuevos argumentos disuasorios: las consecuencias que tendría para él -pobrecito, ¿vale la pena destruirle la vida por algo así? Deberíamos tener cuidado, no tomar medidas “demasiado drásticas”-. Lo cual se parece sospechosamente al “histérica” o “exagerada” de siempre: toca enfrentarse a una nueva agresión. Al final, en algún sentido, se acaba convirtiendo al agresor en víctima.
A menudo, estos argumentos hacen mella en nosotras. Como buenas compañeras, comprensivas y solícitas, decidimos darle la oportunidad a nuestro agresor de justificarse, apelamos a su conciencia feminista y esperamos que reflexione. Pero resulta que cuando se acusa de machista a un hombre que se dice feminista su reacción suele ser doblemente patriarcal. Parece que el feminismo es una parte más de lo que constituye su ego militante masculino: se siente herido, injustamente tratado o víctima de una malvada conspiración feminazi. Y nosotras, ¡ilusas!, que pensábamos que el feminismo consistía precisamente en deconstruir tus actitudes a través de un proceso de reflexión constante, y no en una medallita que colgarse para ser el militante definitivo. Entonces nos sentimos decepcionadas, frustradas y doblemente inseguras.

Pero luego la inseguridad da paso al cabreo. ¿Por qué no podemos ser simpáticas sin que nos metan mano?, ¿por qué no podemos quedarnos a dormir sin follar?, ¿por qué no podemos denunciarlo sin que se minimice?, ¿de qué sirve construir espacios feministas si el tío que se sienta a nuestro lado en la asamblea es el mismo que por la noche nos va a insinuar que somos unas estrechas?, ¿por qué tenemos que ver cómo en nuestros espacios de ocio supuestamente liberados se reproduce toda la mierda contra la que luchamos?, ¿por qué tenemos que asumir que al ser mujeres ningún espacio es seguro?

Queremos salir, queremos bailar, queremos emborracharnos, queremos tontear, queremos tocar, queremos besar, queremos ser simpáticas, queremos poder vestirnos como nos dé la gana, queremos quedarnos a dormir sin que esto nos arrebate el derecho a decidir qué nos apetece y qué no nos apetece hacer. Queremos que cuando este derecho nos sea arrebatado, denunciar no sea motivo de más angustia sino lo justo y lo coherente. Queremos, sobre todo, que nuestros compañeros se den cuenta de que lo realmente coherente es que no sea necesaria ninguna denuncia porque no haya agresión alguna. No queremos ser lo que el patriarcado pretende que seamos: queremos ser libres y ser nosotras mismas, signifique lo que esto signifique.



Pero sobre todo, exigimos que un NO sea siempre un NO, sin interpretaciones ni ambigüedades, sin imposiciones ni exigencias. Sólo así podremos seguir construyendo espacios que se parezcan al mundo en el que queremos vivir.


Texto extraído de: Pikaramagazine.com

jueves, 19 de febrero de 2015

"MI MAYOR DECEPCIÓN CON LA REVOLUCIÓN RUSA"..POR EMMA GOLDMAN

En su escrito" Mi mayor decepción con la revolución rusa," Emma Goldman explica como las revoluciones difícilmente pueden ser hechas por el Estado

"El Estado es institucional y estático; la revolución es fluida y dinámica. Estas dos tendencias son incompatibles y mutuamente destructivas. La idea del estado asesinó a la Revolución Rusa y deberá tener el mismo resultado en todas las otras revoluciones, a menos de que prevalezca la idea libertaria"
(Escrito en 1924)


La idea del Estado, el principio autoritario, se encuentra en bancarrota tras la experiencia de la Revolución Rusa. Si tuviese que resumir mi argumento completo en una frase, diría: La tendencia inherente del Estado es a concentrar, reducir y monopolizar todas las actividades sociales; la naturaleza de la revolución es, por el contrario, crecer, ensancharse y diseminarse en círculos cada vez más amplios. En otras palabras, el Estado es institucional y estático; la revolución es fluida y dinámica. Estas dos tendencias son incompatibles y mutuamente destructivas. La idea del estado asesinó a la Revolución Rusa y deberá tener el mismo resultado en todas las otras revoluciones, a menos de que prevalezca la idea libertaria.
Sin embargo, yo voy aún más lejos. No son sólo el Bolcheviquismo, Marxismo y Gobernalismo los que son fatales para la revolución así como para todos los progresos humanos vitales. La principal causa de la derrota de la Revolución Rusa yace aún más profunda. Hemos de encontrarla en la misma concepción socialista de Revolución.


La idea dominante, casi generalizada, de revolución -en particular la idea Socialista- es que la revolución es un cambio violento de las condiciones sociales a través del cual una clase social, la clase trabajadora, se impone y domina a otra clase, la clase capitalista. Es la concepción de un cambio puramente físico y como tal involucra sólo un cambio en la escena política y el reordenamiento institucional. La dictadura burguesa es remplazada por la dictadura del proletariado o de su “vanguardia”: el Partido Comunista. Lenin toma el sitio de los Romanovs, el Gabinete Imperial es rebautizado como Soviet del Comisario del Pueblo, Trotsky es nombrado Ministro de Guerra y un trabajador se convierte en el Gobernador Militar General de Moscú. Esa es, en esencia, la concepción Bolchevique de la revolución tal y como se traduce en la práctica. Y con un par de alteraciones menores es también la idea sostenida por todos los demás Partidos Socialistas.

Esta concepción es inherente y fatalmente falsa. La revolución sí que es un proceso violento. Pero si ésta resulta sólo en un cambio de dictadura, en un intercambio de nombres y personalidades políticas, entonces difícilmente vale la pena. Definitivamente no vale toda la lucha y sacrificio, la enorme pérdida en vidas humanas y valor cultural que resultan de toda revolución. Si esa revolución fuese a traer alguna vez mayor bienestar social (que no ha sido el caso en Rusia), tampoco valdría el espantoso precio pagado: meras mejoras pueden ser aplicadas sin necesidad de una sangrienta revolución. No son paliativos ni reformas lo que se busca alcanzar con la revolución tal como la concibo yo.

En mi opinión -reafirmada mil veces por la experiencia rusa- la gran misión de la revolución, de la revolución social, es una transvaloración fundamental de los valores. Una transvaloración no sólo de los valores sociales, sino de los humanos. Éstos últimos son incluso primordiales, ya que son la base de todos los valores sociales. Nuestras condiciones e instituciones descansan en estas ideas profundamente asentadas. Cambiar esas condiciones y a la vez dejar esas ideas y valores de fondo intactos implica una transformación meramente superficial que no podrá ser permanente o traer mejoras reales. Es un cambio sólo de forma, no de substancia, como Rusia comprobó tan trágicamente.

Es a la vez el gran error y la gran tragedia de la Revolución Rusa el haber apuntado (liderando el partido político regente) a cambiar sólo las instituciones y condiciones mientras que ignoraba completamente los valores humanos y sociales involucrados en la Revolución. Peor aún, en su loca pasión por el poder, el Estado Comunista incluso buscó reforzar y profundizar las mismas ideas y concepciones que la Revolución había venido a destruir. Apoyó y alentó las peores cualidades antisociales y destruyó sistemáticamente la recién despierta conciencia acerca de los nuevos valores revolucionarios. El sentido de justicia e igualdad, de amor a la libertad y de fraternidad humana -esos fundamentos de la regeneración real de la sociedad- fueron suprimidos al punto de su exterminio por parte del Estado Comunista.
El sentido de igualdad, instintivo en el hombre, fue etiquetado como un débil sentimentalismo; la dignidad humana y la libertad se volvieron supersticiones burguesas; la santidad de la vida, la cual es la misma esencia de la reconstrucción social, fue condenada como no-revolucionaria, incluso como contra-revolucionaria. Esta perversión de los valores fundamentales traía consigo la semilla de la autodestrucción.

Lenin: poder, vanguardia y partido
Con la concepción de que la Revolución era sólo un medio para conseguir el poder político, era inevitable que todos los valores revolucionarios debieran estar subordinados a las necesidades del Estado Socialista; es más, serían aprovechados para promover la seguridad del poder gubernamental recientemente adquirido. Las Razones de Estado bajo la máscara de los intereses de la Revolución y del Pueblo, se convirtieron en el único criterio de acción, incluso de sentimiento. La violencia, trágica consecuencia inevitable de la agitación revolucionaria, se convirtió en una costumbre establecida, un hábito, y fue enseguida entronada como la institución más poderosa e ideal. ¿No fue el mismo Zinoviev quien canonizó a Dzerzhinsky, el cabeza de la sangrienta Tcheka, como Santo de la Revolución? ¿No se le dieron acaso los mayores honores públicos de parte del Estado a Uritsky, el fundador y sádico jefe de la Tcheka de Petrogrado?

*Esta perversión de los valores éticos pronto se cristalizó en el todopoderoso eslogan del Partido Comunista: el fin justifica los medios. De manera similar, en el pasado la Inquisición y los Jesuitas adoptaron este lema y subordinaron a él toda moral. Y este lema se vengó de los Jesuitas tanto como se vengó de la Revolución Rusa. Al despertar de este eslogan le siguió la mentira, el engaño, la hipocresía y la traición, el asesinato, abierto y secreto. Debiera ser de sumo interés para los estudiosos de la psicología social que dos movimientos tan ampliamente separados en el tiempo y en las ideas como los Jesuitas y el Bolcheviquismo alcanzaran resultados exactamente iguales en la evolución del principio de que el fin justifica los medios. El paralelo histórico, casi enteramente ignorado hasta ahora, contiene una lección de la mayor importancia para todas las revoluciones porvenir y para el futuro completo de la raza humana.

No hay mayor falacia que la creencia de que los objetivos y propósitos son una cosa, mientras que los métodos y tácticas son otra. Esta concepción es una potente amenaza para la regeneración social. Toda la experiencia humana nos enseña que los métodos y los medios no pueden separarse del objetivo final. Los medios empleados, a través de los hábitos personales y las prácticas sociales, pasan a formar parte del propósito final; lo influencian, lo modifican, y finalmente los medios y los objetivos se tornan idénticos. Lo sentí desde el día de mi llegada a Rusia, primero vagamente y luego cada vez más clara y conscientemente. Los maravillosos e inspiradores objetivos de la Revolución se fueron nublando y oscureciendo tanto por los medios utilizados por el poder político regente que era difícil distinguir los medios temporales del propósito final. Psicológica y socialmente, los medios necesariamente influencian y alteran a los objetivos. La historia completa del hombre es una prueba continua de la máxima de que despojar a los métodos de los conceptos éticos implica hundirse en las profundidades de un profundo proceso de desmoralización. Ahí yace la tragedia de la filosofía Bolchevique así como fue aplicada en la Revolución Rusa. Que la lección no sea en vano.

Ninguna revolución puede triunfar como factor de liberación a menos que los medios utilizados para llevarla a cabo sean idénticos, en tendencia y espíritu, a los propósitos que se desea alcanzar. La revolución es la negación de lo existente, una protesta violenta contra la inhumanidad del hombre hacia el hombre y todas las esclavitudes que eso conlleva. Es la destrucción de los valores de dominación sobre los cuales se ha construido un complejo sistema de injusticia, opresión y errores, sustentado en la brutalidad y la ignorancia. Es el heraldo de nuevos valores, es quien conduce la transformación de las relaciones más básicas del hombre con el hombre, y del hombre con la sociedad. No es una mera reformadora, que parcha algunos males sociales; no es un mero cambio de formas e instituciones; no es una redistribución del bienestar social. Es eso, pero es aún más, mucho más. Es, en primer lugar y más que nada, el transvalorados que porta nuevos valores. Es la maestra de la nueva ética, inspirando al hombre con un nuevo concepto acerca de la vida y sus manifestaciones en las relaciones sociales. Es la regeneradora mental y espiritual.


Su primer principio ético es que tanto los propósitos como los medios utilizados deben ser idénticos. El fin último de todos los cambios sociales revolucionarios es establecer la santidad de la vida humana, la dignidad del hombre, el derecho de cada ser humano a la libertad y el bienestar. Si no fuese ése el objetivo esencial de la revolución, entonces el cambio violento de la realidad social no tendría justificación alguna. Porque las alteraciones sociales externas pueden ser -y han sido- alcanzadas mediante el proceso normal de la evolución. La revolución, por el contrario, implica no sólo cambios externos, sino internos, básicos, fundamentales. Ese cambio interno de conceptos e ideas, permeando estratos sociales cada vez más amplios, finalmente termina en la agitación violenta que se conoce como revolución. ¿Debiera ese clímax invertir el proceso de transvaloración, ponerse en su contra, traicionarlo? Eso es lo que sucedió en Rusia. Por el contrario, la revolución misma debiera acelerar y llevar a cabo el proceso del cuál ella es la expresión culmine; su misión principal es inspirarlo, llevarlo a las mayores alturas, darle pleno espacio a su expresión. Sólo así la revolución puede ser fiel a sí misma. Llevado a la práctica, esto significa que el período de la revolución actual, la tan llamada etapa de transición debe ser la introducción, el preludio de las nuevas condiciones sociales. Es el umbral a la nueva vida, la nueva casa del hombre y la humanidad. Como tal, el espíritu de esta nueva vida debe ser armonioso con la construcción del nuevo edificio.

El hoy es el padre del mañana. El presente proyecta su sombra hacia el futuro. Esa es la ley de la vida, individual y social. La revolución que se despoja a sí misma de los valores éticos sienta de ese modo las bases de la injusticia, el engaño y la opresión de la sociedad futura. Los medios utilizados para preparar el futuro se convierten en su Piedra angular. Somos testigos de la trágica condición de Rusia. Los métodos de la centralización estatal han paralizado la iniciativa individual y el esfuerzo; la tiranía de la dictadura ha intimidado a la gente y la ha llevado a la sumisión servil, y más que nada, extinguió el fuego de la libertad; el terrorismo organizado ha depravado y embrutecido a las masas y ha sofocado todas las aspiraciones idealistas; el asesinato institucionalizado ha degradado la vida humana, y ha eliminado todo el sentido de la dignidad del hombre y del valor de la vida humana; la coacción en cada paso ha hecho del esfuerzo una amargura, del trabajo un castigo, ha transformado la existencia completa en un esquema de engaño mutuo, y ha reavivado los instintos más bajos y brutales del hombre. Una herencia lamentable para comenzar una nueva vida de libertad y hermandad.
No puede ser suficientemente enfatizado que la revolución será en vano a menos que esté inspirada en sus ideales primordiales. Los métodos revolucionarios deben estar en sintonía con los medios revolucionarios. Los medios utilizados para llevar a cabo la revolución deben estar en armonía con sus propósitos. En resumen, los valores éticos que la revolución quiere instalar en la nueva sociedad deben tener su inicio en las actividades revolucionarias del tan llamado período de transición. Esto último puede servir como un puente real y fiable hacia una vida mejor sólo si está construido del mismo material que la vida que queremos alcanzar. La revolución es el espejo del día por venir; es el niño que llegará a ser el Hombre de Mañana.


Escrito por Emma Goldman.


martes, 17 de febrero de 2015

12 MUJERES EN LA HISTORIA A LAS QUE LES IMPORTÓ UN CARAJO EL QUÉ DIRAN


Estas son solo algunas de las mujeres a quienes, históricamente hablando, el qué dirán les importó un carajo


1. Hedy Lamarr (1914–2000)

Este es el rostro de Hedy Lamarr, considerada como una de las actrices de Hollywood más hermosas de todos los tiempos. Pero como según reveló el escritor Richard Rhodes en una de sus investigaciones, Hedy, nacida en Austria, además de actriz era una audaz inventora. Fue a ella a quien se le ocurrió la tecnología de “salto de frecuencias,” que se utilizó en un sistema de comunicaciones secretas y lanzamiento de torpedos controlados por radio en la Segunda Guerra Mundial. Su invento sirvió de base para futuros desarrollos tecnológicos como el Wi-Fi y el GPS. ¿Increíble no?

2. Dra. Elizabeth Blackwell (1821–1910)

La médico inglesa Elizabeth Blackwell fue la primera mujer en recibir el título de Doctora en Medicina en los Estados Unidos. Rechazada de muchas escuelas médicas debido a su género, terminó obteniendo un puesto en la Universidad Medica Génova en Nueva York, donde tuvo que lidiar con colegas hombres que no la aceptaban, así como pacientes hombres que no se dejaban examinar por ella. Cuando era estudiante, un profesor le pidió que saliera de la sala en las clases sobre anatomía reproductiva para proteger su “delicada sensibilidad”. Pero a ella no le importó mucho su delicada sensibilidad y se convirtió en una famosa y respetada obstetra.


3. Annie Smith Peck (1850–1935)

La montañista Ann Smith Peck escaló todas las grandes montañas de Europa y de Sudamérica. En 1908 fue la primera persona en escalar las cimas más altas de Perú, la montaña Huascarán, y se volvió renombrada internacionalmente.
Su atuendo de montañista era desafiante en sí mismo: en esa época podía suceder que las mujeres fueran arrestadas por usar ropas de hombre. Logró el récord de haber conquistado la segunda cima más alta del hemisferio occidental en 1908. Además peleó por el derecho de las mujeres a votar y fue activa políticamente.
También fue una influyente académica, escribió varios libros y dio clases alrededor del mundo. Continuó escalando hasta los 82 años. 


4. Mary Lou Williams (1910–1981)

A Mary Lou Williams, no le importó absolutamente nada. Fue una pianista prodigio y una de las músicos y compositoras más influyentes de las primeras tres décadas del jazz. Se presentó profesionalmente desde los 12 años, fue una gran influencia sobre la big-band de jazz y bebop “Kansas City Swing” y compuso música en varios géneros.


5. Sojourner Truth (1797–1883)

Abolicionista y activista de los derechos de las mujeres, Sojourner Truth tuvo una vez la siguiente conversación con la joven sufragista Harriot Stanton Blatch en la cual, evidentemente, nada le importó:
Harriot Stanton Blatch: “Sojourner, ¿no puedes leer?”
Sojourner Truth: “Oh no, cariño. No puedo leer cosas pequeñas como las cartas. Leo cosas grandes, como a los hombres.”


6. Ada Lovelace (1815–1852)

Ada Lovelace fue una matemática quien es considerada por muchos como la persona que escribió el primer programa de informática. Fue la única hija legítima de Lord Byron, y puede ser que por ello su aporte en el campo de las matemáticas haya quedado como una mera anécdota. Para apartarla del etéreo mundo de la poesía de su padre, su madre le pidió al matemático Charles Babbage que le diera clases.Juntos terminaron trabajando en en una especie de prototipo de computadora. Como admite el mismo Babbage, los aportes de Ada al proyecto, entonces de 17 años, hicieron la diferencia.

7. Beatrice Potter Webb (1858–1943)

Beatrice Potter Webb fue una reformista social, economista, e historiadora quien hizo campaña con su esposo Sidney James Webb a favor de políticas que beneficiaran a los pobres del sector urbano, trabajando para crear las primeras leyes de sueldo mínimo, ayudando en los orígenes del Partido Laborista en Inglaterra, autora de cientos de libros, y fundadora de la Escuela de Economía de Londres. Todo esto sin importarle en absoluto el qué dirán.

8. Lilian Bland (1878–1971)

Reportera y aviadora, Lilian Bland vivió una vida realmente impresionante. En 1910, construyó su propio avión en Irlanda. No tenía un tanque de combustible para él, así que creó uno con una botella vacía de whisky y la trompeta de su tía. Luego voló por 27 metros, una marca de vuelo muy impresionante para esos días. Entre sus hobbies se incluyeron el fumar, usar pantalones, las artes marciales, los motores de autos, y decir malas palabras. Pasó su jubilación en Cornwall apostando, tomando, y además pintando. Literalmente hizo lo que quiso, y se lo pasó muy bien.

9. Ethel L. Payne (1911–1991)

Ethel L. Payne fue una reportera e investigadora que cubría el Movimiento Americano por los Derechos Civiles y asuntos internacionales. Nieta de esclavos afroamericanos, en la década de 1950 era una de los únicos 3 reporteros afroamericanos acreditados para asistir a las ruedas de prensa de la Casa Blanca. Una vez incluso llegó a importunar al Presidente Eisenhower con una pregunta sobre el apoyo administrativo que tendrían algunas medidas antiracistas que surgían en la época. Era una pregunta osada y el Presidente contestó fastidiado. Su respuesta provocaría mala prensa para él por lo que de ese momento en adelante dejó de concederle preguntas a la reportera en las ruedas de prensa.
En la década de 1970 se convertiría en la primera periodista afroamericana en ser comentarista de televisión nacional para la cadena CBS. Algunos detractores se quejaron sobre su insistente estilo interrogatorio. Afortunadamente, a ella por lo general, no solía importarle mucho nada.

10. Murasaki Shikibu (973–1025)

Murasaki Shikibu era parte de las damas que atendían a la realeza en la corte imperial japonesa durante el periodo Heian, y escribió lo que es considerado la primera novela en la historia humana: El Relato de Genji.
Aparentemente, su padre elogiaba su inteligencia, pero lamentaba que hubiese “nacido mujer”. En su diario, ella documentó que aprendió Chino escuchando a través de la puerta las clases que su padre le hacía a su hermano, porque se suponía que las mujeres no debían aprender Chino. Sin embargo, a Murasaki Shikibu no le importó esto en lo absoluto.

11. Nellie Bly (1864–1922)

Nellie Bly fue una audaz e influyente periodista investigadora que escribió historias revolucionarias sobre corrupción política y pobreza. A los 23 años fingió estar loca para reportear de forma encubierta lo que ocurría en una institución mental abusiva en la ciudad de Nueva York, lo cual generó una enorme indignación y una reforma. Entre sus colegas ese tipo de periodismo fue llamado “periodismo con truco”. Pero a Nellie, claro, no le importó lo que pensaban los demás.
También rompió el récorde Phileas Fogg (el protagonista de La vuelta al mundo en 80 días) y realizó un viaje redondo alrededor del mundo en 72 días.

12. Nzinga Mbandi (1583–1663)

Nzinga Mbandi, Reina de Ndongo y Matamba (en la actualidad Angola), fue una jefa mandona y empoderada. Asumió en el poder cuando su hermano Ngola Mbandi murió en 1624, y recibió aclamación internacional por su brillante manejo de la diplomacia, tácticas militares, y por prestarle cero atención a lo que pensaran los demás. Sus habilidades en lo que se refiere a la guerra, espionaje, comercio, construcción de alianzas, y asuntos religiosos ayudó a resistir el colonialismo portugués durante toda su vida.

Por Carolina Mila
Texto extraído de: upsocl.com

domingo, 15 de febrero de 2015

ASÍ FUERON LOS COMIENZOS DE LA FOTOGRAFÍA ERÓTICA: Un repaso

Aviso: Este artículo hace un repaso a lo largo de la historia de la fotografía erótica. Considérate avisadx.


Desde el amanecer de los tiempos (o al menos desde el amanecer del daguerrotipo), hay un tema que ha cautivado a artistas de todos los medios y movimientos con su belleza, intriga y aura mística. La odalisca, al natural, tal y como vino al mundo: desnuda.

Sí, la fotografía del desnudo (vamos, la fotografía erótica) ha cautivado a artistas, teóricos y consumidores desde hace unos 150 años. Antes de 1839, las representaciones del desnudo se producían mediante dibujos, pinturas y grabados. Y a todos ellos les faltaba el detalle y la veracidad que aporta la fotografía. Así, había algo ilícito que era más inherente a la fotografía erótica que a una pintura del mismo tema, por lo que se consideraron más cercanas a la vida real.

El libro de Taschen 1.000 desnudos repasa la edad más temprana de la industria de la fotografía erótica, desde su nacimiento en 1839. Este compendio de imágenes (no aptas para ver en el trabajo) provienen de la colección de Uwe Scheid, un prominente coleccionaste de obras de arte eróticas y miembro de la Sociedad Alemana de Fotografía. Schied es el coautor del libro junto al también alemán Hans-Michael Koetzle, de Munich.

La historia en sepia de esta sugerente imaginería pasa por géneros que van desde el surrealismo a la pornografía y pasa por todos los escondijos y ranuras entre medias. Aquí puedes ver una breve selección del libro, por cortesía de Taschen.

Alrededor de 1855:

Anónimo

Alrededor de 1890

Anónimo



Alrededor de 1911

Por Wilhelm von Gloeden

Alrededor de 1930

Anónimo

Alrededor de 1935

Anónimo


Alrededor de 1935

Por László Moholy-Nagy, cortesía de VG Bild-Kunst, Bonn 2014
Texto extraído de: huffingtonpost.es

sábado, 7 de febrero de 2015

GOYAS 2015, UN AÑO DE FRACASOS PARA LA IGUALDAD

Los ‪#‎Goyas2015‬ a través de las gafas violetas

Por Claudia Lorenzo
“No tenemos el coño para más ruidos”, dijo Yvonne Blake al finalizar su discurso tras recoger el premio Mujer de Cine 2014 en el Festival Internacional de Cine de Gijón. Se quejaba así de que, aunque ha habido avances en las desigualdades entre sexos en nuestra sociedad, aún queda mucho camino por recorrer.
También queda mucho camino por recorrer en el cine español. En el año de mayor recaudación de su historia reciente (123 millones el 10 de diciembre de 2014según La Federación de Asociaciones y Productores Audiovisuales de España, FAPAE, sin contar con el dinero que siguen ingresando muchos estrenos en pleno apogeo), el papel de las mujeres delante y detrás de las cámaras ha quedado reducido a un puñado de personajes con una identidad vaga, una reiteración de estereotipos culturales añejos y unas pocas películas que han visto su equipo encabezado por una directora, normalmente proyectos independientes. 

Para las mujeres, este año han quedado las morrallas del presupuesto, lo que se traduce casi siempre en poca visibilidad, una muy limitada exhibición en las salas y una recepción muy menor."

Para muestra, un botón. En los Premios Feroz, galardones que entrega la Asociación de Informadores Cinematográficos de España, sólo hubo una mujer nominada “tras las cámaras” (Clara Roquet, coguionista de 10.000 Km), ninguno de los filmes candidatos a Mejor Película (drama o comedia) estaba dirigido por una mujer y sólo uno de los intérpretes nominados pertenecía a una película firmada por una directora (Elena Anaya, que optaba al premio a Mejor Actriz Protagonista por Todos están muertos, de Beatriz Sanchís). En el Premio Cinematográfico José María Forqué, ninguno de los filmes candidatos venía dirigido por una mujer. En los Premios Gaudí, María Ripoll compitió en la categoría de Mejor Película en Lengua Catalana con Rastros de Sándalo (con nominaciones también a mejor actriz y actriz secundaria) y Clara Roquet repitió como única guionista entre las candidatas. Fueron las únicas representantes y ambas, en este caso, se llevaron a casa los galardones.
Beatriz Sanchís, directora de ‘Todos están muertos’
Los Goya, el gran faro del cine español, cuentan sólo con una mujer directora candidata, la novel Beatriz Sanchís, y una guionista, Anna Soler Pont, por Rastros de sándalo. Y entre todas las categorías a Mejor película, sólo una está firmada por una chica: La distancia más larga, de Claudia Pinto Emperador, que compite por el premio a Mejor Película Iberoamericana. Es cierto, sin embargo, que hay dos películas capitaneadas por mujeres en las candidaturas de interpretación: Elena Anaya, repitiendo nominación de los Feroz, y María León y Goya Toledo, nominadas a mejor protagonista y secundaria respectivamente por Marsella, de Belén Macías. También hay dos mujeres nominadas a Mejor dirección de producción, Esther García por Relatos Salvajes y Manuela Ocón por La isla mínima. Sin embargo,  sólo dos de los catorce cortos nominados están dirigidos por mujeres y ellas sólo obtienen representación en las categorías técnicas dentro de los departamentos de Maquillaje y Peluquería y Diseño de Vestuario.
No es que no haya mujeres en nuestra industria. Las hay: Isabel Coixet (que acaba de inaugurar la Berlinale), Iciar Bollaín, Belén Macías, Chus Gutiérrez, Gracia Querejeta, las propias Sanchís y Ripoll… Son muchísimos nombres de muchísimas directoras con demostrada calidad. Sin embargo, “el tipo de producciones a las que acceden las mujeres en puestos claves es de menor presupuesto, lo que implica, en cierto sentido, menor ambición”, explica Virginia Yagüe, presidenta de CIMA, Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales, “y se está parcelando el territorio para ciertas películas dirigidas por mujeres”. Mª Ángeles Cabré, escritora y directora del Observatorio Cultural de Género, lo explica aún más claro: “Para las mujeres, este año han quedado las morrallas del presupuesto, lo que se traduce casi siempre en poca visibilidad, una muy limitada exhibición en las salas y una recepción muy menor”.
Volviendo a las candidaturas iniciales de los Premios Feroz, que incluían 123 películas estrenadas en 2014, sólo 18 contaban con mujeres en el puesto de directoras, y cuatro, con mujeres codirigiendo con hombres. Un gran porcentaje de esos 22 filmes eran documentales, lo cual limita todavía más su papel en la ficción cinematográfica española. “Obviamente, nos congratulamos de los datos de la industria este año”, añade Yagüe, “pero tenemos una visión muy crítica, de alarma, sobre el papel de las mujeres. Parece que el año que viene habrá más presencia femenina, pero este año ha sido muy malo”.
Repasando las películas españolas más vistas del año encontramos, a la cabeza, el éxito histórico de Ocho apellidos vascos, una comedia romántica que se ríe de los prejuicios entre andaluces y vascos. Amaia, la protagonista femenina, interpretada por Clara Lago, “es un personaje totalmente plano, una excusa para que los personajes masculinos se desarrollen y crezcan”, menciona María Castejón Leorza, historiadora, crítica en la revista Píkara y autora del libro Fotogramas de género. “Por no hablar de la imagen estereotipada que se da de las mujeres vascas, desde el flequillo hasta el hecho de que sean unas frígidas”.
Clara Lago en Ocho Apellidos Vascos
Incluso genera dudas el éxito de crítica Magical Girl, ganador de la Concha de Oro en el último Festival Internacional de Cine de San Sebastián. La historia tiene a una compleja y manipuladora mujer en el centro, interpretada por Bárbara Lennie, un ser enigmático y perturbador que intenta en todo momento controlar a los hombres que tiene alrededor y que, según Castejón, a pesar de todo lo interesante que resulta el producto final, estigmatiza una vez más la figura de “la mujer con sexualidad disidente, aquella que se sale del molde, y a la que retratan como lesbiana, con tendencia a las prácticas sadomasoquistas, con esas marcas que le cubren el cuerpo y que no se sabe muy bien de dónde salen”.
El Niño y La isla mínima, los dos thrillers de éxito del cine nacional en 2014, están dirigidos por Daniel Monzon y Alberto Rodríguez, respectivamente, y cuentan con elencos mayoritariamente masculinos. La propia Lennie se hace cargo del personaje femenino de la primera, una policía que acompaña al personaje de Luis Tosar en sus investigaciones. En el caso de La isla mínima, si bien las víctimas son, como en la mayoría de los casos de misterio y asesinato, mujeres, el único personaje con cierto peso en pantalla es el interpretado por Nerea Barros, que ejerce de madre. Y así, todo el año.  

Las cifras son reveladoras: un 91% de directores masculinos, un 1% de dirección compartida y un 7,9% de películas dirigidas por mujeres. 

“Quizás sólo una película de bajo presupuesto, Carmina y amén, ha ‘feminizado’ un poco nuestras pantallas, aunque detrás de las cámaras siga habiendo un hombre”, dice Leorza. “Hay que destacar, también dirigida por otro varón, 10.000 km, que ha hecho un gran trabajo de dignificación de la mujer, donde ni siquiera aparece un desnudo integral femenino aun tratándose de una historia de amor, mientras por el contrario sí aparece el protagonista masculino desnudo”. Precisamente su coguionista, Clara Roquet, valora la capacidad de Carlos Marqués-Marcet (director y coguionista de 10.000 km) de dibujar un prototipo de mujer muy pegado a la realidad y con una sensibilidad muy actual. No siempre son así los casos, pero cada vez se intenta que los responsables masculinos de las películas piensen en sus personajes femeninos de forma más lógica, más moderna. Otro ejemplo del 2014 es un filme que merecía mayor repercusión, Loreak, una historia de tres mujeres dirigida por José Mari Goenaga y Jon Garaño, y coescrita por ellos y Aitor Arregi.
“Hay una relación directa entre el hecho de que detrás de las cámaras estén hombres”, explica Yagüe. “Y entiendo que saquen un punto de vista mayoritariamente masculino. Pero si no hay mujeres contando historias, se reducen los puntos de vista, y ahí tenemos un problema”. En el Observatorio Cultural de Género han hecho un estudio del porcentaje de mujeres cineastas en puestos de responsabilidad dentro del cine catalán. Las cifras son reveladoras: un 91% de directores masculinos, un 1% de dirección compartida y un 7,9% de películas dirigidas por mujeres. En guión, los porcentajes quedan en 76,2%, 13,8% y 10%, respectivamente. En producción, 77,8%, 10,7% y 11,5%.
Natalia Tena en 10.000 km.
Según Mª Ángeles Cabré, son “cifras extrapolables al resto del país, lamentablemente. Una media de un 10% de mujeres en los altos cargos de responsabilidad del cine es ahora una triste realidad y no tiene visos de cambiar a corto plazo si no se toman medidas de corrección urgentes, que por supuesto pasan por incentivar el cine hecho por mujeres. La escasa presencia de mujeres detrás de la cámara repercute en una escasa presencia de protagonistas femeninas y secundarias y, asimismo, en una muy dudosa representación de las mujeres, donde el sexismo y la perpetuación de estereotipos se dan la mano demasiado a menudo”. 

Se necesitan más mujeres en los consejos directivos de las televisiones, en los festivales, en los órganos más altos, para que estén presentes a la hora de tomar decisiones 

Rastros de sándalo, éxito inesperado de final de temporada, basó parte de su promoción en el hecho de que muchos de sus departamentos están encabezados por mujeres. Idea de Anna Soler Pont, su guionista y productora, María Ripoll, directora del filme y cofundadora de CIMA, no se muestra completamente de acuerdo con la decisión tomada, pero admite que fue una gran estrategia de marketing. “Es muy fuerte, y triste, que una película con jefas de departamento mujeres sea noticia por eso. Como forma de visibilizar el problema, dieron en el clavo. Sin embargo, a mí no me parece que sea el camino a tomar. Tengo muchos colaboradores chicos de toda la vida con gran sensibilidad con los que me gusta trabajar”. Ripoll considera que el cine es un entorno muy bueno para las mujeres: “Tenemos personalidades integradoras, conciliadoras, trabajamos muy bien en equipo. En Ahora o nunca [la nueva película que acaba de rodar con Dani Rovira y María Valverde] muchos departamentos tenían ya mujeres a la cabeza, por eso no creo que haga falta imponerlo. Pero está claro que es una reivindicación necesaria y yo en Rastros de sándalo también trabajé muy contenta”.
El problema, añade Ripoll, está en la cumbre: “Se necesitan más mujeres en los consejos directivos de las televisiones, en los festivales, en los órganos más altos, para que estén presentes a la hora de tomar decisiones”. Precisamente al hacer las cuentas en Estados Unidos, donde el tema de la representación femenina en el cine es un debate diario, se ha descubierto que los grandes estudios sólo han rodado tres películas dirigidas por mujeres: Selma, de Ava DuVernay, Invencible, de Angelina Jolie, y Endless Love, de Shana Feste. Universal, estudio actualmente dirigido por una mujer, Donna Langley, es responsable de las dos últimas. Sin embargo, Sony, estudio dirigido (hasta esta semana) por otra mujer, Amy Pascal, no estrenó ni una sola película con una directora a la cabeza. 

Sorprendentemente, seis de las diez películas españolas más vistas en el extranjero en toda nuestra historia están encabezadas por personajes femeninos: Lo Imposible, Los Otros, El laberinto del Fauno, Volver, El orfanato y Todo sobre mi madre. 

Roquet se suma a las observaciones y añade algo más: “No hay suficientes buenos papeles escritos para mujeres y películas escritas o dirigidas por mujeres y creo que la crítica tiene un papel clave: denunciar este hecho, concienciar a la población y denunciar las películas donde se objectifica y sexualiza a las mujeres innecesariamente”. “No tiene sentido que no haya ninguna referencia en la crítica, por ejemplo, a Torrente 5 y su retrato de la feminidad; es un esperpento”, comenta Castejón Leorza. “Hay un gran desconocimiento de qué es y qué significa el feminismo como categoría de análisis, además de un rechazo muy claro a asumirlo porque supone de entrada un cuestionamiento de privilegios. Existe la creencia de que el feminismo es un asunto de las mujeres y no de la sociedad en su conjunto”.
“La crítica cinematográfica, al igual que la crítica de arte o la literaria, en un 95% vive de espaldas a la realidad. Si fuera una crítica responsable, hace tiempo que hubiera invitado a corregir esa desigualdad lacerante”, denuncia Cabré. “Claro que, ¿cómo va a invitar la crítica a hacer un cine igualitario en cuestión de sexos si apenas hay críticas mujeres y nadie parece haber reparado en ello ni trata de enmendarlo? “
No todo son siempre malas noticias. Sorprendentemente, seis de las diez películas españolas más vistas en el extranjero en toda nuestra historia están encabezadas por personajes femeninos (Lo Imposible, Los Otros, El laberinto del Fauno, Volver, El orfanato y Todo sobre mi madre), frente a cuatro en el caso de las películas más vistas dentro de nuestro territorio (Lo Imposible, Los Otros, El orfanato y Ágora). Sin embargo, todas ellas están dirigidas por hombres (J. A. Bayona, Alejandro Amenábar, Guillermo del Toro y Pedro Almodóvar se reparten ese pastel) y todas menos dos (Ágora y El laberinto del fauno) son primordialmente historias sobre la maternidad. Son protagonistas ricos en matices y complejos, pero siguen funcionando en torno a un rol femenino que muchas veces en cine parece el único rol femenino existente.
“Queda mucho camino por recorrer”, reflexiona Yagüe. “Necesitamos personajes femeninos activos, es nuestra asignatura pendiente, pero hay que ir dando pasos. Primero, necesitamos protagonistas y punto”. “Es impensable, no sólo por presupuesto, sino por cultura, un personaje como Katniss [protagonista de Los juegos del hambre] hoy en día en España”, comenta Castejón Leorza, defensora del personaje interpretado por Jennifer Lawrence en la saga adolescente, una chica con personalidad, matices y decisiones propias, definida por sí misma y no por el hombre que lleva a su lado.
 Aina Clotet protagoniza Rastros de Sándalo
Aina Clotet protagoniza Rastros de Sándalo
Cabe la posibilidad de que las cosas cambien más rápido de lo que esperamos. Las facultades están llenas de mujeres, el feminismo vuelve a ser un tema candente y en otras industrias de cine el debate sobre el papel de las mujeres es una constante. María Martínez Cortés estudia el doble grado en Comunicación y Publicidad en la Universidad Antonio de Nebrija con vistas a dedicarse al montaje y la postproducción. En su clase, como en la mayoría de las universidades españolas, hay mayoría femenina. Confiesa que, “como mujer que se quiere dedicar a la comunicación, el tema me preocupa mucho. Es cierto que cada vez vemos más mujeres en cargos directivos y nombres como Beatriz Sanchís han dado de qué hablar este año; pero si nos fijamos bien, todavía no nos movemos en el circuito ‘comercial’ y de las grandes producciones. Parece que todavía no confían en nosotras para las películas con grandes presupuestos”. 
El camino es aún largo y complejo, y se necesita visibilizar el problema: alegría por lo que trae un año tan bueno para el cine español, preocupación por el hecho de que la mitad de la población y la mayoría de las asistentes a las salas no encuentran una representación adecuada de sí mismas ni delante ni detrás de las pantallas de cine. “El mundo es redondo”, dijo Cate Blanchett el año pasado al recoger el Óscar a Mejor Actriz por Blue Jasmine y defender las películas encabezadas por un personaje femenino. “No son, como aún muchos creen, películas para un público minoritario”, añadió, “sino que en realidad hacen mucho dinero”. Queda por demostrar que en España podemos echarnos un Blue Jasmine, un Juegos del Hambre o un lo-que-toque a la cabeza. Tal vez sea 2015 el año en que eso ocurra. Porque, como dijo Blake, no está el coño para más ruidos.
Texto extraído de: lacriticanyc.com