Curso de Verano
Universidad Menéndez Pelayo,
Septiembre, 2008.
Marcela Lagarde y de los Ríos
El vivir es siempre una aceleración respecto a la conciencia,
como lo es con respecto de lo que no vive.
La vida parece ser incontenible;
la vida por lo pronto es un desbordarse. María Zambrano1
El sujeto simbólico del amor en diversas culturas y épocas ha sido el hombre y los amantes han sido los hombres. La mujer, cautiva del amor, ha simbolizado a las mujeres cautivas y cautivadas por el amor2. Se trata del amor patriarcal y de los amores patriarcales3.
En efecto, los cautiverios de las mujeres se han estructurado en torno al amor que envuelve la sexualidad erótica y procreadora. La maternidad, la filialidad, la conyugalidad, la familiaridad y la amistad, implican al amor considerado inmanente de las mujeres. Sexo, sexualidad y amor son una tríada natural asignada a las mujeres. Son la esencia del mito sobre la naturaleza femenina
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1. Zambrano, María: Los sueños y el tiempo, 68. Ciruela Madrid, 1992. 2. Lagarde y de los Ríos, Marcela: Los cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. UNAM, México 1989.
3. Anna Jónasdóttir considera que “El amor es una especie de poder humano alienable y con potencia causal, cuya organización social es la base del patriarcado occidental contemporáneo. El amor hace referencia a las capacidades de los seres humanos (poderes) para hacer y rehacer “su especie”, no sólo literalmente en la procreación y socialización de los niños, sino también en la creación y recreación de los adultos, como existencias socio-sexuales individualizadas y personificadas. Jónasdóttir, Anna: El poder del amor. ¿Le importa el sexo a la democracia? Cátedra, Universitat de Valencia, Instituto de la Mujer, 13: 311, Madrid, 1993
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Sexualidad y amor son un binomio que contiene el proceso civilizatorio del hommo sapiens sapiens que, sobre la base del sexo construyó una sexualidad fundante del pacto social, de la cultura y la civilización, a través de pactos, tabúes y otras normas. Mitos, religiones, leyes, ideologías, arte y ciencia, han sido destinados a cincelar la sexualidad y el amor. No cualquier amor, sino el imaginado como natural entre un hombre y una mujer o entre los hombres y las mujeres, aunque desde antiguo se haya dado a veces más el amor entre hombres y, aunque en menor medida, el eros entre hombres, que de los hombres a las mujeres. Hoy, la diversidad, que empezó colándose por rendijitas, actualiza las preferencias entre hombres y se enseñorean incluso como lo mero bueno.
Los hombres son el sujeto del amor y del eros, de ahí su centralidad y jerarquía erótico-amorosa que es cimiento de su paternidad y de la posición suprema familiar, clánica, de linaje y comunitarias; de ahí emanan gratificaciones y cuidados afectivos, sexuales y eróticos, es vía de acceso a
trabajo personal gratuito, y es la materia de poderes personales y autoestima, de estatus, prestigio y ascenso jerárquico. Todo ello constituye un sólido soporte personal para cada hombre y para su vida cotidiana. La supremacía genérica de los hombres y su poder de dominio subyacen a cualquier experiencia. Son estructurales.
El amor de las mujeres a los hombres como deber ser, implica su apoyo incondicional e incrementa posibilidades de dominio personal y directo, así como genérico, de los hombres sobre las mujeres. Los hombres son el sujeto
del amor y de la sexualidad, de ahí su centralidad y jerarquía. Las mujeres son el objeto del amor de los hombres y cada vez más otros sujetos transgénero y
transexuales, también son el objeto de amor de hombres hetero, bi, trans.
Los hombres son amados casi siempre, las mujeres desean ser amadas y aman.
Por ende, con la posibilidad de rupturas, separaciones, divorcios y otras formas de finiquitar relaciones, para más y más mujeres aumenta como la espuma, un mal de amor: el desamor.
La opresión de las mujeres encuentra en el amor uno de sus cimientos. La entrega, la servidumbre, el sacrificio y la obediencia, así como la amorosa sumisión a otros, conforman la desigualdad por amor y son formas extremas
de opresión amorosa. Sin embargo, es posible observarlas como procesos y gradaciones no estables.
Así, amor y poder han sido un continuum para la mayoría de las amorosas, una experiencia indisoluble e inevitable. Para los hombres el amor es poder en sí, una forma de incrementar megalomanías y narcisismos, así como de ejercer su dominio sobre las mujeres y sobre el mundo. Este amor contiene la desigualdad y la jerarquía como componentes sociales de género. Por ello, las parejas diseñadas para este amor son disparejas.
Amor libre
Las mujeres son seres-para-los-hombres, escribía Simone de Beauvoir4 en 1948 al sintetizar el sentido tradicional de la vida de las mujeres de entonces, y mostraba su rechazo al matrimonio y la maternidad como búsqueda de la independencia personal y de la libertad que veía imposible en los cánones tradicionales. Su opción, el amor libre, elegido, sin exclusividad y pactado.
Sus vivencias se enmarcan en una poligamia, más que tradicional y su poliandria y poliginia novedosas, en
complejas inequidades, con actuaciones de igualdad y de realización libertarias.
El inmenso alarido de una mujer otrora feliz, dolida por el desamor, inunda las páginas de su relato La mujer rota5 es una lúcida develación de los estragos del amor sacrificial, la felicidad hogareña, la discapacitante dependencia del hombre que ha sido el amor de su vida y del amor de madre a una hijas que rompen con ella y, como su padre, la dejan. Sólo tras la desilusión y la desolación ella inicia un porvenir propio. En soledad y libertad.
Es evidente que la concepción de amores contingentes y relaciones por encima de ellos, fue para Simone de Beauvoir y otras libertarias del siglo XX, una búsqueda explicable para no reproducir la opresión amorosa y sexual de las mujeres que veían derivar de la monogamia, la dependencia y la desigualdad.
Poco miraba Simone de Beauvoir los daños colaterales a las amadas por ella o por Sartre y a sus amados contingentes6
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matrimonio, la utilidad de un apoyo masculino, todo empuja a las mujeres a desear ardientemente agradar a los hombres. En conjunto, todavía se hallan en situación de vasallaje. De ello se deduce que la mujer se conoce y se elige, no en tanto que existe por sí sino tal y como el hombre la define. por consiguiente tenemos que describirla en principio tal y como los hombres la sueñan, ya que su ser-para-los-hombres es uno de los factores esenciales de su condición concreta”. Beauvoir, Simone de: El segundo sexo, Obras Completas, Tomo III: 163 Aguilar, Madrid, 1986.
5Ídem: La mujer rota. Sudamericana, buenos Aires, 1980.
6Roelwy, Hazle: Sartre y Beauvoir. La historia de una pareja. Lumen, Barcelona, 2006.
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Eso sustanciaba su vínculo. Al inició de su vida como profesora un amor prohibido hizo que la expulsaran acusándola de pervertir a una joven. Como si fuera intocable tampoco miraba los daños a ella misma. De esa magnitud era la valoración de su vínculo con Sartre.
En La fuerza de las cosas7, nos cuenta sus caminatas de horas y horas para enfrentar sus celos, sus carencias sexuales y su desasosiego relativo a Sartre. De noche la miramos levantarse de la cama y llorar rabias y deseos insatisfechos al vivir de esa manera la elección mutua que hicieron ella de él y él de ella. Me parece que la elegida fue ella y él impuso sus condiciones que armonizaron tanto con la admiración que ella le profesaba como con su miedo a la enajenación femenina dependiente y subordinada.
Simone de Beauvoir y Sartre son seres circunstanciados por la guerra y la guerra fría con sus daños y privaciones, destrucción y muerte, por la sobreideologización política, por la fama y la publicidad de la vida, pero también por la resistencia y la liberación. Ahí se encuadra entre otros, su amor erotizado por el artista estadounidense Nelson Algren8. Con él vivió apegos, asombros y maravillas, y no pudo seguir por la relación privilegiada que la ligaba a Sartre e impedía a Nelson Algren experimentar el amor como ser primordial. El le dijo que no aceptaba ser el amante de la señora Sartre. Ella se ufanaba de no serlo, de estar libre y ser libre, tanto, como para sostener con Sartre una relación más allá de la contingencia.
Seres-para-otros, cuerpos-para-otros
Treinta años más tarde, en los 70s y 80s, como parte de la tercera ola emancipatoria feminista Franca Basaglia,amplió el concepto de Simone de Beauvoir seres-para-los-hombres, por otro que ya no abarca sólo a los hombres como sentido y destino de las mujeres, sino además de ellos, a los hijos, las familias, incluso el trabajo, la causa y todo aquello que enajena a las mujeres al convertirlas en seres-para-otros, cuerpos-para-otros9. Esta condición de género patriarcal emana de funciones, relaciones y poderes y no podría lograrse sólo a través de la dominación opresiva y violenta, y con el ejercicio de una supremacía autoritaria. Ha contado con el amor como experiencia vivida por las mujeres capaces de vínculo y de asombro por esos
otros cuyo contenido perverso, enajenante, es la entrega sacrificial. Al sacrificio, la entrega y la capacidad de vivir-para-el-otro se les ha convertido en virtudes y en dimensiones del amor de las mujeres.
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7. Ídem: La fuerza de las cosas. Sudamericana, Buenos Aires, 1979.
8. Ídem América día a día. Diario de viaje. Mondadori, Madrid, 1999.
9. Basaglia, Franca: Mujer, locura y sociedad. Universidad Autónoma de Puebla, México, 1983
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En la 17 Conferencia Mundial sobre el Sida realizada en México, Inés Alberdi consideró que hay dos grandes pandemias en la actualidad: la violencia y el sida y las asoció. Avanza la tendencia a la feminización de la enfermedad por parte de mujeres monógamas que por la mediación del amor, el deber sexual o el sometimiento violento, han sido contagiadas del virus por su pareja.
El vínculo social es la base de la conyugalidad patriarcal, así como el deber sexual y de procreación, el trabajo, a cambio de espacio, comunidad, familia y manutención. Subsiste en parte del mundo. La existencia de 30 millones de viudas en la India, mujeres que viven en la precariedad por no tener un hombre cónyuge que les de un lugar en la sociedad, expulsadas de sus familias y comunidades, mendigan o viven en asilos de la caridad como en la ciudad. Son incasables y por ende desechables. Acompañan a las 100 millones de mujeres que faltan en Asia10. También, a las millones de mujeres maltratadas
por posesión y expropiación, por amor o porcelos,torturadas y sometidas a violencia sexual, física, psicológica, económica o patrimonial en su casa, en la calle, en su comunidad, en torno de su escuela o su trabajo.
Es preciso incluir en las relaciones genéricas patriarcales a las decenas de miles de mujeres víctimas de feminicidio, llevadas a la muerte violenta por cercanos y desconocidos, por el sólo hecho de ser mujeres11, han sido en infinidad de casos victimadas por apasionados machos. Ante esta violencia de género contra las mujeres, de manera paradójica, se afirma desde una ideología victimista en boga, que los hombres son obligados a reprimir sus emociones. Esta afirmación goza de alta credibilidad, aún entre nosotras, a pesar de que están ante nuestros ojos los estragos irreparables y el dolor que ocasionan, tanta capacidad de daño y muerte.
por posesión y expropiación, por amor o porcelos,torturadas y sometidas a violencia sexual, física, psicológica, económica o patrimonial en su casa, en la calle, en su comunidad, en torno de su escuela o su trabajo.
Es preciso incluir en las relaciones genéricas patriarcales a las decenas de miles de mujeres víctimas de feminicidio, llevadas a la muerte violenta por cercanos y desconocidos, por el sólo hecho de ser mujeres11, han sido en infinidad de casos victimadas por apasionados machos. Ante esta violencia de género contra las mujeres, de manera paradójica, se afirma desde una ideología victimista en boga, que los hombres son obligados a reprimir sus emociones. Esta afirmación goza de alta credibilidad, aún entre nosotras, a pesar de que están ante nuestros ojos los estragos irreparables y el dolor que ocasionan, tanta capacidad de daño y muerte.
Del amor al odio hay sólo un paso en entornos machistas y misóginos donde se enseñorea la supremacía masculina. Amor y misoginia, binomio patriarcal que asegura una muerte violenta a mujeres que alguna vez vieron en su
agresor al hombre y al amor de su vida y murieron por su odio12 con la complicidad o la omisión de personeros del Estado o murieron a manos de hombres a quienes no conocían.
agresor al hombre y al amor de su vida y murieron por su odio12 con la complicidad o la omisión de personeros del Estado o murieron a manos de hombres a quienes no conocían.
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10 Informe del Secretario General a la Asamblea General de la ONU sobre Violencia contra las Mujeres. ONU, 2007. Véase también, Manier, Benedicte: Cuando las mujeres hayan desaparecido. Cátedra, Madrid, 2007.
11 Lagarde y de los Ríos, Marcela: ¿Qué es el feminicidio? Cámara de Diputados, LIX Legislatura, 2004.
12 Carmen Gallano hace una reflexión sobre el odio y el sexo “… esbozaré otra perspectiva del odio, no neurótica, sino estructural en la relación con el sexo… El hombre, cuando se basta con su satisfacción fálica no comprende nada del amor, y menos de los misterios y de las veleidades del amor femenino. Y la mujer se exaspera del falicismo masculino porque ignora que es imposible saber lo que, de su ser femenino en ella misma, es extranjero a su propia subjetividad y no sólo al hombre… En lo dispar de nuestra sexualidad, hombres y mujeres somos dos razas. Quizás el odio al otro, como sexo del que estamos separados, se acerca al odio racista, el que no tolera la extranjerizad del modo de goce del otro en el espacio que compartimos. En el odio femenino o masculino podemos interrogar la intolerancia a la extrañeza de ese otro ser en su condición de radical desconocido y el desasosiego humano de estar afectados por el sexo”. Gallano, Carmen: “La pasión estéril”. En: Castilla del Pino, Carlos, Carmen Gallano y otros: El odio, 37-53: 53 Tusquets, Barcelona, 2002
10 Informe del Secretario General a la Asamblea General de la ONU sobre Violencia contra las Mujeres. ONU, 2007. Véase también, Manier, Benedicte: Cuando las mujeres hayan desaparecido. Cátedra, Madrid, 2007.
11 Lagarde y de los Ríos, Marcela: ¿Qué es el feminicidio? Cámara de Diputados, LIX Legislatura, 2004.
12 Carmen Gallano hace una reflexión sobre el odio y el sexo “… esbozaré otra perspectiva del odio, no neurótica, sino estructural en la relación con el sexo… El hombre, cuando se basta con su satisfacción fálica no comprende nada del amor, y menos de los misterios y de las veleidades del amor femenino. Y la mujer se exaspera del falicismo masculino porque ignora que es imposible saber lo que, de su ser femenino en ella misma, es extranjero a su propia subjetividad y no sólo al hombre… En lo dispar de nuestra sexualidad, hombres y mujeres somos dos razas. Quizás el odio al otro, como sexo del que estamos separados, se acerca al odio racista, el que no tolera la extranjerizad del modo de goce del otro en el espacio que compartimos. En el odio femenino o masculino podemos interrogar la intolerancia a la extrañeza de ese otro ser en su condición de radical desconocido y el desasosiego humano de estar afectados por el sexo”. Gallano, Carmen: “La pasión estéril”. En: Castilla del Pino, Carlos, Carmen Gallano y otros: El odio, 37-53: 53 Tusquets, Barcelona, 2002
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Son demasiados los amores pobres, empobrecidos y desgastados y los amores en la pobreza. Y, desde luego, están ahí los amores imposibles y también la imposibilidad de amor.
Sincretismo amoroso
La subjetividad amorosa de mujeres tradicionales y de mujeres modernas está poblada de mitos, creencias, fantasías, idealizaciones, a través de las cuales experimentan las relaciones y las vivencias amorosas. Se trata de construcciones antagónicas que caracterizan a la inmensa mayoría de las mujeres contemporáneas quienes reúnen características de ambas condiciones de género tradicionales y modernas. Por ello son mujeres sincréticas13. A pesar de su formación moderna están imbuidas en
ideologías tradicionales, románticas y de ruptura e innovación progresista o tranasgresora, de manera simultánea Muchas experimentan un derrumbe de sus fortalezas frente al amor. Lo viven como un acto de fe. Viven relaciones frustrantes, déficit e inequidad por parte de sus seres amados y en la pareja, el trío, o cualquier figura de más de cuatro.
En este cuadro, hay tendencias importantes de
contemporáneas que se rebelan o se oponen a esquemas del amor para toda la vida. Algunas, cada vez en mayor número, aman a mujeres, otras han dejado de esperar al hombre o la mujer de sus sueños, muchas cuentan con varios amores en su biografía amorosa, algunos implican relaciones conyugales, encuentros breves, otros más que incluyen convivencia o hasta matrimonio y un número creciente experimenta abandonos, separaciones y divorcios, con y sin secuelas personales y sociales perdurables. Las mujeres promueven la mayoría de los divorcios en el mundo.
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13 Lagarde y de los Ríos, Marcela: Género y feminismo. Desarrollo humano y democracia. Horas y HORAS, Madrid, 1996.
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Cada vez más mujeres adultas separan amor, sexualidad y procreación, aunque en una gran parte del mundo occidental, logran hacerlo después de experiencias adolescentes y juveniles que han implicado abortos y primeros hijos o hijas.
Aparecen, al mismo tiempo en las biografías periodos importantes, largos o con decisiones de por vida de mujeres sin pareja, sinCrelación amorosa. La sociedad cada vez las ve con mayor aceptación aunque les llama solas con un tufillo de estigma.
Tallerear el amor
En la tallereada del amor, que es la reunión feminista reflexiva sobre la vida y, en particular sobre el amor, constato, que para la mayoría de las mujeres modernas, incluyendo a feministas, el amor es central en la biografía y
también en la utopía14.
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14 Lagarde y de los Ríos, Marcela: Claves feministas para las negociaciones en el amor. En: Claves feministas para mis socias de la vida. horas y HORAS, México, 2006.
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Constato la complejidad de hechos, anhelos deseos, relaciones, prácticas y experiencias vitales. Los cambios enormes experimentados por las mujeres contrastados con la inmovilidad ígnea de la mayoría de los hombres, han tornado más complejos, contradictorios y críticos la sexualidad y el amor, sobre todo en los procesos que marcan hitos vitales y encrucijadas.
Aún mujeres modernas, emancipadas y empoderadas tienen frustraciones y núcleos problemáticos marcados por la desigualdad y el poder de género en sus experiencias y sus relaciones amorosas. Autorretratos de mujeres sincréticas y diversas de diversas latitudes y países incluyen sus altas capacidades intelectuales y afectivas e importantes dosis de asertividad educativa, académica, científica, artística, técnica e incluso política. Su fuerza para enfrentar retos y superarlos. Se trata de mujeres exitosas aún en las condiciones de alta exigencia de género que la modernidad ha establecido para las mujeres idealizadas como superwoman y realizadas como sobremodernas.
Sin embargo, el éxito se completa con el correlato de enormes dificultades en la dimensión amorosa y erótica con la persona amada, conflictos personales e interpersonales para entender y decidir qué hacer, vividos con dosis muy altas de impotencia.
En muchas mujeres, se mantiene una ceguera para mirar las experiencias amorosas y, cuando son insatisfactorias o problemáticas, las viven como incapacidades y fallas propias15. Y, en el amplio universo de la culpa, con culpa. Aunque la mayoría visualiza dificultades en los otros, insiste en cambiarlos y en que las cosas mejorarán. Se trata de mujeres que se modernizan sobre todo formalmente lo que puede incluir la estética sexual, pero no la sexualidad y el amor. Parecieran ser el reducto de lo tradicional, no se modifican sino se adaptan y actualizan para seguir pautas conservadoras que impregnan dimensiones sustantivas de su existencia. Y determinan conflictos al chocar de manera antagónica con otros esfuerzos vitales.
Cada vez más mujeres confirman la dificultad de encontrar a alguien, porque sus elegidos, mujeres u hombres, las prefieren convencionales. Otras son prueba de relaciones perdurables incluso amorosas. Con todo, unas y otras coinciden en que son percibidas y tratadas por potenciales parejas o por sus parejas, con una gran ambivalencia. Las aprecian y las menosprecian en la práctica, las señalan como conflictivas o egoístas, sólo porque tienen vida propia e intimidad. La competencia profesional, económica y sexual y de otros tipos marca su relación amorosa.
Hay quienes acuden al vanguardismo y reclaman libertades y mente abierta a las mujeres, para acabar haciendo lo que han hecho siempre. Sin embargo, entre feministas hay quienes han resignificado sus relaciones, el amor, el eros y la sexualidad, en busca de sentido vital.
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15 “Si las mujeres fallan en relación con la norma de feminidad vigente, la falla significa para ellas pérdida de feminidad. Al mismo tiempo repercute en aquello que la generó. Aún cuando se origina en cambios diversos se considera que las omnipotentes mujeres son sus artífices y que intervinieron su voluntad y su conciencia. De ahí que las fallas de las mujeres son consideradas transgresión de tabúes”. Lagarde, 1989: 796.
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Mismidad y amor
Una sinergia de claves de modernidad de género sostiene estos cambios, tales como la escolaridad, el trabajo remunerado, la independencia económica y la incipiente ciudadanía de las mujeres. Cambios en la movilidad, el uso del tiempo y las ocupaciones y, desde luego, el control de la fecundidad con la separación de la procreación y las experiencias sexuales y eróticas ha supuesto la aparición de la voluntad amorosa y erótica, la alianza del logos y la filia, la capacidad de elegir y también de decidir. Todo ello es sólo el inicio de la transformación de las mujeres en sujetas sexuales con la eliminación de hechos opresivos, el surgimiento de goces y placeres contenidos en la libertad
sexual y en la adquisición de poderes vitales propios. Se trata de la mismidad, de la experiencia del yo misma que se abre paso a tropezones y sustenta construcciones personales y sociales de género inspiradas en las búsquedas
feministas y en las experiencias modernas de las mujeres influidas por el feminismo.16
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Con su dosis de individualidad, autonomía e independencia, confianza y amor a una misma en libertad y la experiencia de la propia autoridad, la mismidad está en la base de transformaciones profundas del amor y la sexualidad de las mujeres, cuya clave es la ética del cuidado en primera persona, con la afirmación y el desarrollo personales, la vigencia de las libertades y la dignidad, de la vida propia con sentido y solidaridad. Con ello se genera una confluencia subjetiva que permite a las mujeres mirar con menos distorsión a cualquier otro, otra sin supremacía, con su misterio, su soledad y su condición
mortal. Ni opuestos ni complementarios.
Sin embargo, mujeres de todas las edades y generaciones, y la mayoría de las más jóvenes no separan el amor y la sexualidad o viven experiencias sexuales como hitos de cambios de edad, actos de rebeldía o de autoafirmación, lo que acentúa la sexualidad riesgosa y los amores mal avenidos, frente al embarazo las enfermedades y la violencia.
Millones de mujeres occidentales y modernas viven una sexualidad riesgosa y acuden al aborto porque la sociedad adulta y su cultura política impide que asuman la prioridad sexual de protección y cuidado y prevalecen estereotipos de que se combinan con necesidades y fantasías, reto y desobediencia: rebeldía sexual.
El amor es difícil
Reforzadas por el velo de la igualdad, cantidad de contemporáneas se relacionan amorosamente confiando en la igualdad entre mujeres y hombres y tienen la certeza, también, de que la igualdad es, además, un hecho entre
quienes se aman, incluso más si son del mismo sexo. Más se aman, más se igualan. Doble velo, doble riesgo. Otras más añaden a esa falsa creencia en la igualdad que omite o disminuye jerarquías reales, poderes de dominio (sujeción, control, supeditación) la creencia en que el compañerismo, la amistad y la solidaridad son posibles aunque vivan el amor y el eros en desigualdad real y de manera tradicional. Les cuesta diferenciar entre el deber ser y el amor realmente vivido. Por eso, las frustraciones son enormes.
Aún en condiciones de igualdad las experiencias amorosas y eróticas y las relaciones amorosas serían conflictivas porque implican expectativas, intercambio, interdependencia, cercanía e intimidad que siempre conllevan riesgo17. Sin embargo, estamos lejos de la igualdad y el amor y el eros son experiencias de poder. Por eso se complican la sexualidad y el amor, en el entramado de desigualdades que nos define -de género, de clase, de etnia, de cultura, de mundos-, cuando pretendemos equidad y satisfacción de necesidades con quienes están objetivamente apoyados en jerarquías no reconocidas y ventajas múltiples de género. Cultivamos anhelos sobre seres cuya imagen percibimos distorsionada entre velos.
El amor es complicado entre quienes comparten la misma lengua pero no vienen de una misma historia generacional y es más complicado entre quienes son de culturas y clases y países distintos. Gracias a esos atrevimientos tenemos mixtura y mestizaje, búsqueda de diálogo y de interculturalidad. Sin embargo, quienes los experimentan viven conflictos de adaptación sobre todo si se trata de mujeres que provienen de mundos más progresistas y se enamoran de hombres o mujeres conservadores o supremacistas. En cambio, es evidente la ganancia amorosa y erótica para mujeres emancipadas o feministas que viven en ámbitos progresistas y desarrollados que aman y son amadas por hombres o mujeres equitativos. El feminismo permite lucidez amorosa y concita la necesidad de la buena vida.
El amor es utópico
El deseo del amor es movilizador. Conmueve compartir con Ayaan Irsi Alí en su biografía Mi vida, mi libertad18, la incidencia en su subjetividad que tuvo la lectura a escondidas de novelas de amor occidental en el surgimiento de anhelos de género igualitaristas y libertarios y en la génesis de deseos amorosos erotizados prohibidos para ella.
El deseo del amor es movilizador. Conmueve compartir con Ayaan Irsi Alí en su biografía Mi vida, mi libertad18, la incidencia en su subjetividad que tuvo la lectura a escondidas de novelas de amor occidental en el surgimiento de anhelos de género igualitaristas y libertarios y en la génesis de deseos amorosos erotizados prohibidos para ella.
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17 Para Julia Kristeva, “La experiencia amorosa une indisolublemente lo simbólico (lo prohibido, discernible, pensable), lo imaginario (lo que el Yo representa para sustentarse, para agrandarse) y lo real, (ese imposible donde los afectos aspiran a todo y donde no hay que tenga en cuenta el hecho de que yo no soy más que una parte)”. Kristeva, Julia: Historias de amor, 6 Siglo XXI, México, 1988. 18 Irsi, Alí, Ayaan: Mi vida, mi libertad, traducción Sergio Pawlowaky, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2006.
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La experiencia me suena conocida porque las occidentales también hemos desarrollado esos anhelos a través de la literatura. Hemos leído en libros, bellos objetos del amor y visto en películas, revistas, fotonovelas, cómo ella y el se aman, se funden apasionadamente y se esfuman en la felicidad como extensión de vivencias limitadas y fugaces que, al devenir, sedimentan. Esas lecturas no han sido clandestinas. Estaban allí para nosotras, para recibir
nuestra educación sentimental y, como Ayaan, desear vivir el amor apasionado. Para ella fueron lecturas clandestinas, aprendizajes subversivos y el descubrimiento de libertades afectivas, sexuales y eróticas inimaginables: el encuentro entre una mujer y un hombre, centro de la experiencia que une afectos, cuerpos que se tocan, bocas que se besan,
cuerpos que se encaman.
Amor y eros unidos, entre dos amorosamente iguales,
incluso con todo y los impedimentos de las jerarquías
sociales, encuentro imposible en su sociedad y su cultura, inviable en su futuro, sólo imaginable.
Ayaan Irsi Alí trastocó su vida destinada, tras haber sido sometida a los cinco años a la mutilación sexual por su abuela, en ausencia de su madre, quien no quería la mutilación para sus hijas. Jovencita islamizada por predicadores fundamentalistas a pesar de ser educada y protegida por el laicismo paterno de un padre casi siempre ausente, casada por ese mismo padre con un pariente,
matrimonio del que huyó, como huyó de su país, de la violencia y de la opresión.
Mujer de allá y de acá, marcada por la violencia política, quien tras huidas, asilos, nuevo idioma y país y cultura moderna, logró su anhelo y encontró un amor a la occidental y, como amor occidental, llegó a su fin. Moderna por elección y feminista, reúne en sí la diversidad étnica, nacional, religiosa, política, sexual y de género. Proclama la urgencia de una Ilustración para el Islam. La marca la diferencia: no ser de allí donde ha vivido, no coincidir con
su cultura y sintonizar en cambio con otra que es la del continente colonial e imperial donde, para colmo, encontró la libertad y la revolucionaria filosofía de los derechos humanos. Recorrido biográfico peligroso que le deparó el asilo, el asesinato de su amigo Theo van Gogh cocreador de la película Submission part 1. Acosada por la fatwa clánica, vive con la vida en un hilo, tras la pérdida de la nacionalidad, marcada por el ostracismo y la defenestración política vivida en Holanda, su país de adopción. ¿Qué amor o qué amores posibles habrá para una feminista somalí perseguida?
Después de recibir el Nóbel y a sus ochentaitantos años, Doris Lessing dedica su último tiempo y su lucidez a hurgar la construcción sexual y genérica de mujeres y hombres. En La Grieta19, con la argucia retórica del mundo al revés, nos produce escozor y desazón al nombrar a los hombres como esos seres raros, incomprensibles, mal hechos y fallidos, con sexos feos e incontrolables, quienes, tras haber sido desechados, logran sobrevivir frente a las pródigas mujeres, portentosas sexualmente, que vivían a todo dar con sus hijas en un mundo originario poblado sólo por ellas. Tras avatares y descubrimientos mutuos, unos y otras se acercan, viven conflictos por la identidad sexual y genérica sobredimensionadas.
Me suena conocida la sobre valoración de la diferencia entre mujeres y hombres, al mismo tiempo, la negación de la semejanza entre los más semejantes en la tierra. La grieta, metáfora sexual femenina es origen del mundo y de la vida de sus habitantes originarias, quienes engendran a otras y a otros. Todas y todos nacidos de mujer, diría con voz poética feminista
Adrienne Rich20.
Una última reflexión sobre la sexualidad y la invención del amor inspirada en La Grieta de Doris Lessing:
“Así entre los brazos de Marona, provisto de amor y perdón, en algún rincón de la incansable mente de Jorsa germinó un pensamiento: le contaré que he encontrado un lugar maravilloso, sí, lo haré. Ella también querrá verlos, estoy seguro. Entenderá, sí vendrá conmigo, iremos juntos, construiremos una embarcación mejor que todas las que hemos hecho y atracaremos en esa cosa y…”21
Con esta visión, la más anciana, Doris Lessing, reitera el amor como una travesía y un lugar con alguien, el anhelo de la sintonía del deseo, la palabra y la mirada, no sobre la amada o el amado, sino sobre un mundo avisorado por compartir, un camino para andar juntos y construir, “crear algo mejor”, nos dice.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------19 Lessing. Doris: La grieta, Lumen, México, 2007
20 Rich, Adrienne: Nacemos de mujer. Cátedra, Universitat de Valencia, Instituto de la Mujer, Feminismos 34, Madrid, 1986.
21.Lessing, Doris: 258.
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crear algo mejor, y añado …y apapacharnos.
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