María Llopis
Vuelvo de mis vacaciones de mes y medio en el sudeste asiático, bronceada, con los chakras abiertos de par en par y con plena conciencia de mi condición de turista occidental privilegiada, para encontrarme en mi inbox con una proposición que me sorprende: escribir un artículo sobre la pornografía en Occidente. Me sorprende que todavía interese reflexionar sobre la pornografía.
En una de las cabañas de playas lejanas donde tuve el placer de pernoctar en mi viaje, concretamente en Nagari Sungai Pinang, me encontré con un libro que amablemente había dejado el occidental turista que me precedía. Un libro al que se ha calificado como porno para mamás, best seller porno y demás porno chorradas. Se llama 50 sombras de Grey. Me lo leí en dos tardes y ofrecí el ejemplar para la hoguera en la playa del último día. Si se califica un libro como 50 sombras de Grey como pornografía en un medio periodístico, el porno ya no tiene sentido. Me explico. 50 Sombras de Grey no es pornografía, es una novelita rosa de pésima calidad literaria. Y punto. Pero hoy en día está de moda llamar a cualquier cosa pornografía. Publicar un titular en el periódico con la palabra "porno" en la sección de cultura funciona. Ensayos sobre la experiencia pornográfica ganan premios nacionales. Los centros de arte acogen muestras sobre la relación entre arte y pornografía. La pornografía ya es cultura popular. Las tesis doctorales sobre pornografía se suceden. La pornografía ya no asusta a nadie. Las feministas hacen porno. Tu abuela hace porno.
Hubo un tiempo en el que el feminismo se rebeló contra la pornografía. Se decía que generaba violencia contra la mujer.
Que era sexista y machista y que representaba a las mujeres como objetos sexuales. Ojalá. Ojalá la culpa fuera del porno y erradicándolo acabáramos con una sociedad sexista. Sería tan sencillo.
El feminismo adoptó el lema punk de "hazlo tú mismo". Decidió que si no te gusta el porno que ves, ábrete de piernas y haz tu propio porno.
Feminismo pro-sex, movimiento postporno, pornografía feminista, porno hecho por mujeres. Las políticas feministas más radicales y los posicionamientos anticapitalistas empezaron a producir material sexualmente explícito que ha tenido una gran aceptación en el mundo del arte y la cultura. Y entonces la industria del porno se inventó el porno para mujeres, que viene a ser algo similar a la literatura para mujeres, es decir, un sinsentido. Material pornográfico en el que se vende una sexualidad femenina estereotipada y ridícula, una sexualidad en la que la iluminación es suave y ellas llevan ropa de marca.
Afortunadamente también hay buen porno dentro del mainstream. Como dice Lydia Lunch en el documental Mutantes. Feminismo porno punk de Virginie Despentes, si vas a una tienda de música y escoges cualquier cosa al azar, probablemente sea una mierda. Con el porno pasa lo mismo, hay que conocer y saber elegir. Porque la pornografía es un reflejo de nuestra sociedad sexuada. Todas nuestras miserias se ven reflejadas en ella. Vivimos en un mundo en el que la violencia contra la mujer es asumida como parte de nuestro día a día. Esto es Occidente. Y no hay nada mejor ahí fuera. Por eso me sorprendo cuando descubro sociedades como los Mosuo, una sociedad matriarcal que cuenta 56.000 personas y que se encuentra entre las provincias de Yunnan y Sichuan, en el sudoeste de China.
En la sociedad Mosuo, a las mujeres se les construye un cuarto propio cuando cumplen los 13 o 14 años. Ese cuarto tendrá una puerta al interior de la casa y otra al exterior. Durante la noche, ella puede invitar a quien quiera a compartir su lecho. La única condición es que su amante se vaya al alba. Puede tener el mismo amante durante años o puede cambiar cada noche. Se considera que esta es su intimidad. Los hijos que pudiera concebir durante su vida serán criados en la casa familiar. No existe el matrimonio. No existe la paternidad tal y como la conocemos. Los hombres ejercen de padres de los hijos de sus hermanas. La paternidad biológica no es relevante. La palabra utilizada para denominar al padre y al tío es la misma.
Lo que me llama la atención poderosamente de este tipo de organización social es la libertad sexual de las mujeres y la libertad sexual de la sociedad en general. Es fácil darse cuenta de la utilidad primaria del matrimonio en Occidente: el control de la sexualidad de la mujer. El hombre puede saber con seguridad quiénes son sus hijos biológicos y así legarles su patrimonio. Y es un sistema relativamente reciente. Surgió con la agricultura, la ganadería y, por supuesto, la propiedad privada. Hace apenas unos 10.000 años.
El feminismo adoptó el lema punk de "hazlo tú mismo". Decidió que si no te gusta el porno que ves, ábrete de piernas y haz tu propio porno. Feminismo pro-sex, movimiento postporno, pornografía feminista, porno hecho por mujeres.
Yo creo que tener un hijo de padre desconocido supone la acción esencial feminista hoy en día. O más bien la acción esencial feminista sería la paternidad múltiple. Sentir como propios y cuidar de todos los niños de nuestra comunidad. Ejercer de padres en plural.
Es fundamental que tengamos en cuenta la conexión entre capitalismo salvaje y control de la sexualidad de la mujer. Esta crisis económica en la que nos vemos sumergidos es una consecuencia lógica de un sistema que ha primado la avaricia y el poder sobre la sexualidad placentera y el bienestar de las criaturas. Como dicen Christopher Ryan y Cacilda Jethá en su libro En el principio era el sexo (publicado por Paidós recientemente), es nuestra condición fuertemente sexuada lo que nos hace humanos. El resto de los animales, o la gran mayoría, follan cuando están en celo, con fines reproductivos. Y cuanto más abundante y múltiple es la vida sexual de una especie, más armoniosa y pacífica es su convivencia. Se nos ha vendido el matrimonio y la monogamia sexual como nuestro estado natural, cuando es el estado natural del capitalismo.
La brillante teórica española Casilda Rodrigáñez va más allá, señalando como problema fundamental la represión del deseo materno y el estado de sumisión inconsciente al que nos lleva. El embarazo, el parto y la crianza son estadios sexuales de la mujer. Hay mujeres que viven partos orgásmicos, sí, que se corren al parir. Mientras el resto de nosotras se retuerce de dolor. Aquí hay algo que no funciona. Que no tiene sentido. Aquí hay algo por lo que merece la pena luchar.
Vayamos a la raíz del asunto, que no es tan difícil. Mientras nos aporrean en Neptuno y donde haga falta, somos capaces de reconocer la violencia del estado y no lo somos tanto para identificar la violencia que se ejerce hacia la mujer y consecuentemente hacia nuestra sociedad. Vengo de Sumatra, en Indonesia. He conocido una sociedad matriarcal de unos cuatro millones de habitantes, los Minangkabau, en la que la violencia hacia la mujer es sencillamente inadmisible. Me daba vergüenza hablar de la realidad de mi país. En mi país a las mujeres las pegan y las violan. Las mujeres y sus hijos son asesinadas por sus parejas. Bienvenido a Occidente.
A mí no me preocupa que la pornografía mainstream sea sexista. Me parece lógico. Tenemos el porno que nos merecemos. Antes yo era una chica más optimista, pensaba que creando otro tipo de imaginario sexual, podríamos cambiar el mundo. Pero tenemos que identificar la crisis real a la que nos enfrentamos. Un importante hombre del país es, o al menos lo fue, un gran aficionado al sexo anal con los miembros de su propio género, pero se vio obligado a casarse y tener hijos para poder continuar con la carrera que le ha llevado a donde está. Y que nos ha llevado a todos a donde estamos. Esta organización social que vivimos en Occidente y que hemos exportado tan eficazmente al resto del mundo está basada en la represión de nuestra sexualidad y en la acumulación de bienes materiales a toda costa. El dinero no da la felicidad, dicen, pero ayuda si formas parte de una sociedad capitalista.
La felicidad es vivir en una sociedad en la que podamos colmar todas nuestras necesidades sexuales y afectivas, en la que se prime el bienestar de las criaturas, en la que la acumulación indiscriminada de bienes no sea el fin último. Porque hay para todos. No tengamos miedo. Vivamos en la abundancia. Que la pornografía sea lo que siempre debiera haber sido, un sencillo juego que refleja nuestra sana curiosidad por explorar el sexo.
En una de las cabañas de playas lejanas donde tuve el placer de pernoctar en mi viaje, concretamente en Nagari Sungai Pinang, me encontré con un libro que amablemente había dejado el occidental turista que me precedía. Un libro al que se ha calificado como porno para mamás, best seller porno y demás porno chorradas. Se llama 50 sombras de Grey. Me lo leí en dos tardes y ofrecí el ejemplar para la hoguera en la playa del último día. Si se califica un libro como 50 sombras de Grey como pornografía en un medio periodístico, el porno ya no tiene sentido. Me explico. 50 Sombras de Grey no es pornografía, es una novelita rosa de pésima calidad literaria. Y punto. Pero hoy en día está de moda llamar a cualquier cosa pornografía. Publicar un titular en el periódico con la palabra "porno" en la sección de cultura funciona. Ensayos sobre la experiencia pornográfica ganan premios nacionales. Los centros de arte acogen muestras sobre la relación entre arte y pornografía. La pornografía ya es cultura popular. Las tesis doctorales sobre pornografía se suceden. La pornografía ya no asusta a nadie. Las feministas hacen porno. Tu abuela hace porno.
Hubo un tiempo en el que el feminismo se rebeló contra la pornografía. Se decía que generaba violencia contra la mujer.
El feminismo adoptó el lema punk de "hazlo tú mismo". Decidió que si no te gusta el porno que ves, ábrete de piernas y haz tu propio porno.
Feminismo pro-sex, movimiento postporno, pornografía feminista, porno hecho por mujeres. Las políticas feministas más radicales y los posicionamientos anticapitalistas empezaron a producir material sexualmente explícito que ha tenido una gran aceptación en el mundo del arte y la cultura. Y entonces la industria del porno se inventó el porno para mujeres, que viene a ser algo similar a la literatura para mujeres, es decir, un sinsentido. Material pornográfico en el que se vende una sexualidad femenina estereotipada y ridícula, una sexualidad en la que la iluminación es suave y ellas llevan ropa de marca.
Afortunadamente también hay buen porno dentro del mainstream. Como dice Lydia Lunch en el documental Mutantes. Feminismo porno punk de Virginie Despentes, si vas a una tienda de música y escoges cualquier cosa al azar, probablemente sea una mierda. Con el porno pasa lo mismo, hay que conocer y saber elegir. Porque la pornografía es un reflejo de nuestra sociedad sexuada. Todas nuestras miserias se ven reflejadas en ella. Vivimos en un mundo en el que la violencia contra la mujer es asumida como parte de nuestro día a día. Esto es Occidente. Y no hay nada mejor ahí fuera. Por eso me sorprendo cuando descubro sociedades como los Mosuo, una sociedad matriarcal que cuenta 56.000 personas y que se encuentra entre las provincias de Yunnan y Sichuan, en el sudoeste de China.
En la sociedad Mosuo, a las mujeres se les construye un cuarto propio cuando cumplen los 13 o 14 años. Ese cuarto tendrá una puerta al interior de la casa y otra al exterior. Durante la noche, ella puede invitar a quien quiera a compartir su lecho. La única condición es que su amante se vaya al alba. Puede tener el mismo amante durante años o puede cambiar cada noche. Se considera que esta es su intimidad. Los hijos que pudiera concebir durante su vida serán criados en la casa familiar. No existe el matrimonio. No existe la paternidad tal y como la conocemos. Los hombres ejercen de padres de los hijos de sus hermanas. La paternidad biológica no es relevante. La palabra utilizada para denominar al padre y al tío es la misma.
Lo que me llama la atención poderosamente de este tipo de organización social es la libertad sexual de las mujeres y la libertad sexual de la sociedad en general. Es fácil darse cuenta de la utilidad primaria del matrimonio en Occidente: el control de la sexualidad de la mujer. El hombre puede saber con seguridad quiénes son sus hijos biológicos y así legarles su patrimonio. Y es un sistema relativamente reciente. Surgió con la agricultura, la ganadería y, por supuesto, la propiedad privada. Hace apenas unos 10.000 años.
El feminismo adoptó el lema punk de "hazlo tú mismo". Decidió que si no te gusta el porno que ves, ábrete de piernas y haz tu propio porno. Feminismo pro-sex, movimiento postporno, pornografía feminista, porno hecho por mujeres.
Yo creo que tener un hijo de padre desconocido supone la acción esencial feminista hoy en día. O más bien la acción esencial feminista sería la paternidad múltiple. Sentir como propios y cuidar de todos los niños de nuestra comunidad. Ejercer de padres en plural.
Es fundamental que tengamos en cuenta la conexión entre capitalismo salvaje y control de la sexualidad de la mujer. Esta crisis económica en la que nos vemos sumergidos es una consecuencia lógica de un sistema que ha primado la avaricia y el poder sobre la sexualidad placentera y el bienestar de las criaturas. Como dicen Christopher Ryan y Cacilda Jethá en su libro En el principio era el sexo (publicado por Paidós recientemente), es nuestra condición fuertemente sexuada lo que nos hace humanos. El resto de los animales, o la gran mayoría, follan cuando están en celo, con fines reproductivos. Y cuanto más abundante y múltiple es la vida sexual de una especie, más armoniosa y pacífica es su convivencia. Se nos ha vendido el matrimonio y la monogamia sexual como nuestro estado natural, cuando es el estado natural del capitalismo.
La brillante teórica española Casilda Rodrigáñez va más allá, señalando como problema fundamental la represión del deseo materno y el estado de sumisión inconsciente al que nos lleva. El embarazo, el parto y la crianza son estadios sexuales de la mujer. Hay mujeres que viven partos orgásmicos, sí, que se corren al parir. Mientras el resto de nosotras se retuerce de dolor. Aquí hay algo que no funciona. Que no tiene sentido. Aquí hay algo por lo que merece la pena luchar.
Vayamos a la raíz del asunto, que no es tan difícil. Mientras nos aporrean en Neptuno y donde haga falta, somos capaces de reconocer la violencia del estado y no lo somos tanto para identificar la violencia que se ejerce hacia la mujer y consecuentemente hacia nuestra sociedad. Vengo de Sumatra, en Indonesia. He conocido una sociedad matriarcal de unos cuatro millones de habitantes, los Minangkabau, en la que la violencia hacia la mujer es sencillamente inadmisible. Me daba vergüenza hablar de la realidad de mi país. En mi país a las mujeres las pegan y las violan. Las mujeres y sus hijos son asesinadas por sus parejas. Bienvenido a Occidente.
La felicidad es vivir en una sociedad en la que podamos colmar todas nuestras necesidades sexuales y afectivas, en la que se prime el bienestar de las criaturas, en la que la acumulación indiscriminada de bienes no sea el fin último. Porque hay para todos. No tengamos miedo. Vivamos en la abundancia. Que la pornografía sea lo que siempre debiera haber sido, un sencillo juego que refleja nuestra sana curiosidad por explorar el sexo.
Texto extraído de : alasbarricadas.org
Antes de escribir todo lo que has escrito, estaría bien que lo volvieras a leer. Creo que algunas de las afirmaciones que haces no tienen sustento, ni desde el punto de vista de las ciencias sociales ni desde el de las llamadas ciencias puras. Querer cambiar el mundo porque no te convence es muy loable, pero siempre y cuando no trates de engañarte a ti misma ni a los demás. Estrellarse contra la realidad no es una buena táctica. Un saludo cordial.
ResponderEliminarAlfonso Mato
Creo que antes de publicar el texto deberías haberlo leído una vez más. Algunas de las afirmaciones que haces pienso que no se sustentan ni desde el punto de vista de las ciencias sociales ni desde las llamadas ciencia puras. Intentar cambiar el mundo cuando no te convence es una tarea muy loable, pero siempre y cuando no te engañes a tí misma ni a los demás. Un saludo cordial.
ResponderEliminarAlfonso Mato
estoy de acuerdo en muchas cosas,...pero no me vale nada de lo echo hasta ahora por otras culturas, que se digan matriarcales, no creo en el machismo, pero tampoco en el feminismo,y no creo en la primacia ni en los privilegios de un genero sobre el otro,...me parece la misma injusticia...hay que diseñar nuevos escenarios de entendimiento entre iguales partiendo de las diferencias. Soy hombre y soy padre y quiero saber quien es mi hijo, aunque luego cuide a todos los de la tribu....pero para eso hay que tener una tribu, un grupo de personas con unos vinculos tan fuertes y poderosos que nos hagan olvidarnos de nosotros mismos. Pero mientras estemos rodeados de sociedades que no nos representan quiero seguir acompañando a mi hijo. Podiamos hacer una cosa,...cuando nace el niño se lo quitamos a la madre y esta amamanta a otro que nacio poco antes ,el suyo se lo cria otra y asi nos encontraremos en una situacion igualitaria, ni tu mujer, ni yo hombre, sabremos quienes son nuestros hijos, es mas justo, asi seremos todos una gran familia y seremos todos ti@s y herman@s, esta solucion no me parece mal....a y yo tambien quiero un cuarto con dos puertas...Mil besos a todos los humanos que quieren relacionarse de otra manera...
ResponderEliminarhe mandado un comentario y no lo recojeis...no creo que haya censura??
ResponderEliminarNo es nuestra costumbre censurar comentarios, de hecho no los censuramos, pero si puedo comentarte que a veces tardan unas horas en hacerse públicos por algún motivo que desconozco. Envíalo otra vez, toda aportación nos interesa y aquí siempre tendrás un espacio para exponer tus opiniones.Un abrazo y Gracias!!
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