Calientapollas:
1. com. vulg. Persona que excita sexualmente a un hombre sin intención de satisfacerlo.
Con esta definición, me surgen algunas dudas: ¿De qué depende que alguien se excite?; ¿Todo el mundo se excita del mismo modo?; ¿Quién mide la satisfacción de la excitación?; ¿Qué alguien se excite por algo que yo haga, me compromete a algo?; ¿Dónde está escrito que si alguien se excita conmigo tenga que satisfacerle?; Si mi excitación acaba, ¿tengo derecho a terminar el encuentro?; ¿En que cambia la expresión “si yo excito” frente a “alguien se excita conmigo”?. En esta última pregunta se encuentra parte de la cuestión. Es decir, aquello que me excita es responsabilidad mía. Esta elusión de responsabilidad me recuerda al ejemplo del helado del artículo “Nada por aquí, nada por allí”. Recordémoslo: Imagínate que me encantan los helados. Y te veo a ti pasar con uno de tres bolas… ¡tres bolas!. Y no sólo eso, sino que te recreas en pasar lentamente frente a mi…Si mi excitación termina, ¿tengo derecho a terminar el encuentro?
En un mundo en el que nos hubiesen enseñado (y hubiésemos aprendido) que la responsabilidad de satisfacer mis ganas de helado es del resto de la gente, podría pasar lo siguiente:
b. Tú decides que no compartes el helado no porque no te apetezca, sino porque temes que la otra persona te llame calientagargantas o acabes indigestándote por comer más helado del que te apetecía.
c. En el caso de que tú no quieras compartir el helado conmigo, entiendo que si comes helado delante de mí es porque te gusta provocar. En realidad no comes helado porque te guste, sino porque te gusta que el resto te miremos y por eso, automáticamente, te conviertes en una calientagargantas.
El término calientapollas funciona como un limitador de los encuentros eróticos, puesto que marca y acota el camino a seguir. Ridículo, ¿verdad? Pero para ser tan ridículo, en ocasiones, no dista tanto de la realidad.
Esta forma de entender la sexualidad está medida en función criterio del deseo sexual masculino, en la que el deseo sexual femenino no existe y, de existir, está supeditado al masculino. Esta creencia hace que en algunos encuentros eróticos, el papel femenino sea el que frena mientras que el papel masculino esté centrado en llegar a la meta establecida socialmente: penetración y orgasmo. Y esto lleva a una limitación del disfrute: limitador para la mujer, puesto que centra la atención del encuentro en evitar que se piense de ella cosas que no son y limitador para el hombre puesto que supedita el placer a la eyaculación y orgasmo (cuando en realidad son dos procesos diferentes). Así, si nuestra atención está centrada en frenar o acelerar, no estamos disfrutando realmente del camino sino de lo que está por llegar. Y no sólo eso, sino que dificulta el descubrimiento de los deseos propios, ya que no nos permitimos indagar en qué es aquello con lo que realmente disfrutamos, esté o no dentro de lo normal: o, lo que es lo mismo, la norma social.
Si nuestra atención está centrada en frenar o acelerar, no estamos disfrutando realmente del camino sino de lo que está por llegar. Sé que alguien estará pensando que, aún siendo esto cierto, hay personas que saben qué excita y lo explotan para conseguir sus objetivos. Efectivamente, hay personas que pueden usar la excitación de otras para conseguir aquello que desean… pero la responsabilidad de dárselo es de aquellos que se lo dan. Sin más. Aquí además nos encontramos con el mito de la mujer mala que usa argucias sexuales para conseguir favores y el hombre inocente que está cegado por la excitación.
Si nuestra atención está centrada en frenar o acelerar, no estamos disfrutando realmente del camino sino de lo que está por llegar. Sé que alguien estará pensando que, aún siendo esto cierto, hay personas que saben qué excita y lo explotan para conseguir sus objetivos. Efectivamente, hay personas que pueden usar la excitación de otras para conseguir aquello que desean… pero la responsabilidad de dárselo es de aquellos que se lo dan. Sin más. Aquí además nos encontramos con el mito de la mujer mala que usa argucias sexuales para conseguir favores y el hombre inocente que está cegado por la excitación.
Así pues, llegamos a la conclusión de que el término calientapollas funciona como un limitador de los encuentros eróticos, puesto que marca y acota el camino a seguir.
Si tú buscas el placer en estos encuentros, juega y disfruta hasta donde tú quieras. Si la otra persona se molesta, ya es adulta para decirlo o gestionárselo como mejor le convenga, pero no es tu responsabilidad. Y recordemos que si me como un helado es para saborearlo yo; el que otra persona no sea capaz de saborear el suyo es SU problema y tendrá que aprender a gestionárselo.
Para terminar, te invito a hacerte las siguientes preguntas: ¿Qué es para ti el final de la excitación sexual? ¿Cómo te sentirás si haces algo que no te apetece? ¿Conseguirás disfrutar con alguien que está haciendo algo que no le apetece contigo?
Texto extraído de: pikaramagazine.com
Menuda chorrada... Sacando las cosas de contexto muchas se hacen absurdas. "Calientapollas" todo el mundo sabe lo que es, no hace falta darle tanta vuelta. Típico de las feminazis
ResponderEliminar