Martha Ackelsberg. (1984)
Un movimiento revolucionario que pretenda establecer una sociedad nueva, antes de emprender el proceso revolucionario, debe comprender bien las experiencias de vida de quienes participan en él. La necesidad es especialmente acuciante (y los fracasos llamativos) respecto a as mujeres, cuyas experiencias cotidianas son a menudo muy distintas de las de los hombres. Aunque muchos movimientos revolucionarios han intentado incluir a las mujeres, e incluso se han comprometido a luchar contra la subordinación a la que se las somete, la mayoría ha cometido el torpe error de no analizar las diferencias que se dan entre las vidas de los hombres y las de las mujeres. Donde la subordinación de las mujeres es acusada, o cuando el contexto en el que las mujeres viven sus vidas es sustancialmente diferente al de los hombres, será necesaria la existencia de organizaciones sólo de mujeres.
En mayo de 1936, un grupo de mujeres anarquistas fundó Mujeres Libres, la primera organización autónoma, proletaria y feminista surgida en España . Tenían como objetivo terminar con "la triple esclavitud de las mujeres a la ignorancia, al capital y a los hombres". Las luchas que emprendieron dejan clara constancia de los problemas relacionados con el papel de las mujeres en los movimientos revolucionarios.
Las experiencias de las personas anarquistas deberían ser de especial interés a quienes se preocupan por el lugar que ocupan las mujeres en la visiones utópicas, puesto que este sector, al menos en teoría, está claramente comprometido con el tema de la igualdad, pues se opone a cualquier tipo de jerarquía. La igualdad implica que las experiencias de un grupo no pueden tomarse como norma para todo el mundo y que, en una sociedad plenamente igualitaria, no puede haber instituciones en las cuales algunas personas ejerzan un poder social, económico o político sobre otras. La perspectiva antijerárquica tiene implicaciones importantes para el proceso de la revolución social y también para el modelo de una nueva sociedad. Las y los anarquistas argumentan que la actividad revolucionaría debe comenzar con las realidades concretas que existen en las vidas de las personas y que el propio proceso debe de ser un elemento transformador. Los medios no pueden separarse de los fines. La gente puede establecer, y aprender a vivir en, una sociedad no jerárquica únicamente a través de formas no jerárquicas e igualitarias de actividad revolucionaria. Ante alegatos de que la jerarquía es esencial para el orden, los anarquistas argumentan que la coordinación puede lograrse a través de "la propaganda de los actos", que gana partidarios por el ejemplo positivo que establece, o a través de la "organización espontánea", que implica que tanto la forma como los objetivos de una organización son establecidos por la gente cuyas necesidades expresa dicha organización.
Por último, también reconocen que las personas cuyas circunstancias de vida les mantienen en posiciones de subordinación y falta de control sobre sus propias vidas se enfrentan a la dificultad de llegar a confiar en sí mismas para poder dirigir sus propias vidas. De ahí que una sólida preparación sea parte esencial del proceso de transformación personal. Y para que ésta no reproduzca la estructura jerárquica, tendrá que encarnarse en formas nuevas y diferentes de organización social. Para ser eficaces, dicha preparación debe responder a las diferentes experiencias de la gente cuyas necesidades se intenta abordar.
En la Guerra Civil española, las mujeres constituyeron un grupo especial, con sus necesidades particulares. Su subordinación, tanto económica como cultural, era mucho más grave que la de los hombres. La falta de alfabetización era más grave entre las mujeres que entre hombres. Las mujeres que llegaban a tener un empleo remunerado tenían que conformarse con los empleos peor pagados y con las condiciones de trabajo más opresivas. Los hombres y la mujeres vivían sus vidas de formas muy distintas, en algunas zonas casi como si se tratara de miembros de sociedades diferentes.
No obstante, aunque aquellas diferencias tendrían que haber bastando para que una organización revolucionaria se planteara abordar específicamente el tema de la subordinación de las mujeres, el sector preponderante del movimiento anarquista español se negaba a reconocer el carácter específico de la opresión de las mujeres y también la legitimidad de que las mujeres lucharan por su cuenta para superar dicha opresión. Sólo Mujeres Libres articuló de forma activa una perspectiva que reconocía y abordaba el carácter particular de la experiencia de las mujeres.
Los hombres anarquistas españoles, como grupo, aunque comprometidos con la creación de una sociedad igualitaria, mostraban una actitud compleja hacia la subordinación de las mujeres y hacia lo que sería necesario para superarla. Algunos argumentaban que la subordinación de las mujeres procedía de la división del trabajo por sexos, de la "domesticación" de las mujeres y de su consecuente exclusión de la fuerza laboral remunerada. Para superarla, las mujeres tendrían que unirse a la fuerza laboral como trabajadoras, junto a los hombres, y luchar en los sindicatos para mejorar la posición de todas y todos los trabajadores. Otros insistían en que la subordinación de las mujeres surgía de un extendido fenómeno cultural, y reflejaba una devaluación de las mujeres y de sus actividades mediatizada por la familia y la iglesia. Se pondría fin a aquella devaluación, junto con las instituciones que la alimentaban, cuando se estableciera la sociedad anarquista.
Pero la subordinación de las mujeres era, en el mejor de los casos, una preocupación secundaria del movimiento anarquista en general. Pocos hombres estaban dispuestos a dejar de disfrutar del poder que durante tanto tiempo habían disfrutado sobre las mujeres. Algunos, probablemente la mayoría dentro del movimiento, negaban que las mujeres estuvieran oprimidas en formas que requirieran especial atención. Federica Montseny, por ejemplo, la intelectual anarquista que más tarde fue Ministra de Salud con el Gobierno Republicano durante la guerra, aunque reconocía que "la emancipación de las mujeres" era un "problema crítico del momento presente", insistía en que el objetivo adecuado no era que las mujeres accedieran a posiciones ocupadas por los hombres sino la reestructuración de toda la sociedad, que liberaría a todas las personas: "¿Feminismo? ¡Nunca! ¡Humanismo siempre!" .
Pero la subordinación de las mujeres era, en el mejor de los casos, una preocupación secundaria del movimiento anarquista en general. Pocos hombres estaban dispuestos a dejar de disfrutar del poder que durante tanto tiempo habían disfrutado sobre las mujeres. Algunos, probablemente la mayoría dentro del movimiento, negaban que las mujeres estuvieran oprimidas en formas que requirieran especial atención. Federica Montseny, por ejemplo, la intelectual anarquista que más tarde fue Ministra de Salud con el Gobierno Republicano durante la guerra, aunque reconocía que "la emancipación de las mujeres" era un "problema crítico del momento presente", insistía en que el objetivo adecuado no era que las mujeres accedieran a posiciones ocupadas por los hombres sino la reestructuración de toda la sociedad, que liberaría a todas las personas: "¿Feminismo? ¡Nunca! ¡Humanismo siempre!" .
Una pequeña minoría dentro del movimiento reconocía que las mujeres se enfrentaban a formas de subordinación específicas de su sexo que requerían atención particular. Pero muchas de estas personas insistían en que la lucha para superar esta subordinación, ya fuera en la sociedad en general o bien en el propio movimiento anarquista, no debería darse en organizaciones separadas. Encontraron apoyo para esta postura en la perspectiva anarquista sobre el cambio social, en particular, en lo relativo al énfasis dado a la unidad de medios y fines, y a la estrategia de la acción directa. Este enfoque justificaba la oposición a "la lucha por separado" argumentando que, puesto que el objetivo del movimiento era la creación de una sociedad no sexista en la que los hombres y las mujeres se relacionaran como iguales, la lucha para lograr aquel objetivo sólo podría darse en organizaciones en las que los hombres y las mujeres participaran de forma igualitaria. Según esta perspectiva, la acción directa (la estrategia de basar la organización en la experiencia vivida por la gente) no justificaba una organización independiente orientada a las necesidades de las mujeres.
En resumen, mientras unos grupos dentro del movimiento anarquista organizado reconocían la opresión específica de las mujeres y el sexismo de los hombre dentro del movimiento anarquista, las principales organizaciones anarquistas le prestaban poca atención a los temas que afectaban a las mujeres, y le negaban legitimidad a organizaciones sólo de mujeres que sí los abordaban. Las mujeres que insistían en que la opresión de las mujeres tenía un carácter específico y en que para poder superarla era preciso que existiera la lucha de mujeres por separado crearon una organización propia: Mujeres Libres.
La insistencia en que hubiera una organización sólo de mujeres reflejaba su análisis de la subordinación de éstas. En primer lugar, Mujeres Libres prestó especial atención a los problemas que eran de interés particular para las mujeres: analfabetismo, dependencia y explotación económica, ignorancia sobre temas de salud, guarderías y sexualidad. En segundo lugar, insistieron en que para luchar era preciso cambiar el concepto que cada mujer tenía de sí misma, y que esto sólo lo podrían hacer si actuaban sin los hombres, en una organización diseñada para proteger los análisis a los que cada una llegara. Por último, era esencial que una organización de mujeres e independiente se enfrentara a la jerarquía de los hombres de la CNT (confederación anarcosindicalista) y del movimiento anarquista en general. La organización abordaba, así, cada uno de los ejes de la "triple esclavitud" de las mujeres: ignorancia, explotación económica y subordinación a los hombres en la familia.
su atención en "la ignorancia", pues sus fundadoras pensaban que ésta contribuía a la subordinación de las mujeres en todas las esferas de la vida. Mujeres Libres montó una campaña masiva de alfabetización para proporcionar la base necesaria para una "culturización" de las mujeres. La educación les permitiría entender mejor la sociedad y el lugar que ocupan en ella, y también luchar para mejorar dicha sociedad. Mujeres Libres insistía en que el "retraso cultural" impedía que muchas mujeres se involucraran en la lucha por el cambio revolucionario. Además, la educación también servía para que las mujeres desarrollaran confianza en sí mismas.
Para abordar las raíces de la subordinación en la dependencia económica y, en particular, la división radical del trabajo por sexos, que relegaba a las mujeres a los trabajos peor pagados y de condiciones más opresivas, Mujeres Libres desarrolló un completo programa de empleo bastante centrado en la educación. Colaboraban de cerca con los sindicatos de la CNT y organizaban apoyo, entrenamiento y programas de aprendizaje para las mujeres que se unían a la fuerza trabajadora remunerada. En las áreas rurales, patrocinaron talleres de agricultura. Además, montaron y mantuvieron guarderías, tanto en los barrios como en las fábricas. Y lucharon por la igualdad de los salarios entre hombres y mujeres.
No obstante, prestaron poca atención a la división del trabajo por sexos. Una parte considerable del análisis feminista actual ha examinado las relaciones entre la subordinación de las mujeres y la monogamia, el parto, la crianza de las y los hijos y la participación por género en las fuerzas de trabajo. Ni Mujeres Libres ni ninguna otra organización anarquista o feminista en España en aquel tiempo cuestionó el que la responsabilidad de la crianza de los hijos y de las actividades domésticas siguiera siendo de las mujeres.
Mientras Amparo Poch y Gascón, una de las fundadoras de Mujeres Libres, criticaba tanto la monogamia como la asunción de que los matrimonios podían ser "un contrato, en la práctica, para toda la vida" , la mayoría de las mujeres de Mujeres Libres probablemente disentía con su rechazo al matrimonio y a la monogamia. No obstante, la organización sí criticó las formas extremas de dominación masculina en la familia.
En cuanto a la subordinación "cultural" de las mujeres, había más acuerdo dentro de la organización. La prostitución expresaba de forma muy clara las conexiones entre la subordinación económica y la sexual.
Mujeres Libres montó "liberatorios de prostitución", centros donde antiguas prostitutas podían recibir apoyo mientras se "re-entrenaban" para vivir vidas mejores. La organización también publicó llamamientos a los hombres anarquistas para que no fueran paternalistas con las prostitutas, y señalaron que serlo era reproducir los patrones de explotación que, se suponía, ellos querían superar.
Mujeres Libres también abordó temas de salud. Entrenaban a enfermeras para que consiguieran trabajo en hospitales y sustituyeran así a las monjas que previamente habían monopolizado ese trabajo. Montaron programas extensivos de educación e higiene en las secciones de maternidad de los hospitales, especialmente en Barcelona, e intentaron combatir la ignorancia que la mujeres tenían respecto a sus propios cuerpos y respecto a su sexualidad, ignorancia que consideraban una fuente más de la subordinación sexual de las mujeres.
Los programas educativos para eliminar la subordinación cultural iban dirigidos a las y los niños y a las mujeres adultas. Mujeres Libres daba cursos sobre la crianza de los hijos a las madres, con el fin de que se educara mejor a los hijos para la vida en una sociedad libertaria. Asimismo, desarrollaron nuevas formas de educación para las y los niños, formas que cuestionaban los valores burgueses y patriarcales y preparaban a les para que pudieran desarrollar una consciencia crítica propia.
19§. No obstante, las actividades y la propaganda de Mujeres Libres reflejaba alguna ambivalencia acerca del papel de las mujeres en la sociedad, en la lucha revolucionaria e incluso en su enfrentamiento a los papeles tradicionales dentro de la familia. Al menos algunos de los llamamientos a las mujeres para que salieran a trabajar fuera de casa y se beneficiaran de las guarderías montadas en las fábricas sugieren que aquel "sacrificio" iba a ser sólo temporal.
Cualesquiera que fueran las limitaciones del análisis y de los programas de Mujeres Libres, su propaganda era diferente a la de otras organizaciones de mujeres de aquella época. La mayor parte de estas organizaciones se limitaba a ser "el granito" que las mujeres aportaban a las diferentes organizaciones políticas, y apelaban a que ellas desempeñaran un papel de apoyo en la lucha contra el fascismo. Mujeres Libres, sin embargo, argumentaba una y otra vez que la emancipación de las mujeres no era un tema que debía esperar a que la guerra terminara, y que las mujeres podrían ayudar mejor en la guerra y a sí mismas si luchaban por su igualdad y si participaban tan plenamente como fuera posible en la lucha que se estaba llevando a cabo.
Sin embargo, superar la subordinación de las mujeres y hacer posible su plena participación en la lucha revolucionaria requería algo más que atacar las fuentes de la subordinación. La consciencia que cada mujer tenía de sí misma tenía que cambiar para que cada una pudiera empezar a verse como persona independiente y capaz de actuar eficazmente en el panorama social.
El programa de Mujeres Libres reflejaba su creencia de que la mayoría de las mujeres no estaba preparada para asumir un papel totalmente igual al de los hombres en aquella revolución social que acontecía. Como mejor podían prepararse era participando públicamente en una organización libertaria sólo de mujeres cuya función primordial fuera hacer que las mujeres fueran conscientes de su poder [empowerment; desde el año 2001 se traduce como calco:empoderamiento], y así, entre todas, contribuir a que superaran aquella ignorancia y aquella falta de confianza en sí mismas siempre vinculadas a su subordinación. "La concienciación" era, pues, un aspecto esencial del programa. Con charlas y grupos de debate, la organización intentó superar la resistencia de las mujeres a participar, proporcionándolas información y oportunidades para expresarse y actuar.
Por último, Mujeres Libres se enfrentó al machismo de las organizaciones anarquistas. Argumentaban que, si no se combatía el ambiente masculino (o masculinizante) que predominaba, las estrategias o programas anarquistas no iban a tener éxito; al menos, si pretendían que los suscribieran las mujeres. Con demasiada frecuencia, las intervenciones de las mujeres en los debates o en las sesiones de estudio eran ignoradas o ridiculizadas. Si no se trataba a las mujeres con respeto, entonces aquellas reuniones informales para formarse resultaban ser uno más de los territorios de subordinación de las mujeres.
El enfrentamiento de Mujeres Libres al movimiento anarquista a nivel organizativo se desarrollo también en otro sentido. En octubre de 1938, el grupo solicitó ser reconocido como una sección autónoma del movimiento libertario, equivalente a organizaciones tales como las FAI o las FIJL. La respuesta de los portavoces del movimiento fue negativa. Se negaron a reconocer las credenciales de las activistas de Mujeres Libres (como organización autónoma) en una conferencia del movimiento libertario, e insistieron en que "una organización específicamente de mujeres sería un elemento de desunión y desigualdad dentro del movimiento libertario además de que tendría consecuencias negativas en el desarrollo de los intereses de la clase trabajadora" .
Las mujeres de Mujeres Libres se quedaron pasmadas ante la respuesta. No entendían por qué el movimiento aceptaba una organización de jóvenes y no una de mujeres. Algunas de estas mujeres aputaron al machismo: los hombres anarquistas no estaban dispuestos a analizar con seriedad el tema de la subordinación de las mujeres. Otras lo interpretaron más como un síntoma de la incapacidad de los anarquistas para comprender las dimensiones que alcanzaba el tema de la subordinación de las mujeres. Por ejemplo, las mujeres de Mujeres Libres que se reunieron con los líderes de la CNT transmitieron la información de que los líderes de la CNT "aceptarían" Mujeres Libres como parte del movimiento (que incluso darían fondos para que realizara sus actividades) siempre y cuando Mujeres Libres permitiera al movimiento determinar sus programas y establecer sus prioridades. Sin embargo, era precisamente aquel poder decisorio, aquella independencia, la que ellas no estaban dispuestas a perder. La experiencia que tuvieron con este Congreso confirmó la necesidad de que existiera una organización de mujeres que se enfrentara a tales temas de forma continuada.
La declaración de que una organización específicamente dedicada a las necesidades de las mujeres era inadecuada para un movimiento anarquista parece contradecir el explícito compromiso del movimiento con la acción directa. Concretamente, es una negación de la política de que la organización debe derivar de las experiencias y las necesidades de sus miembros. Los líderes del movimiento parecían muy dispuestos aceptar estas conclusiones para el caso de la gente joven. ¿Por qué no para el caso de las mujeres?
La diferencia crucial entre estos dos casos posiblemente fue más de enfoque de organización que de naturaleza de la gente que la forma. Aunque la organización de jóvenes, FIJL, se dirigía sólo a gente joven, su proyecto era el proyecto anarquista, tanto a corto como a largo plazo. Mujeres Libres, como organización autónoma de mujeres, era otra cosa. No sólo se dirigía específicamente a mujeres sino que además establecía un conjunto independiente de objetivos. Su enfrentamiento a la dominación de los hombres dentro del movimiento anarquista amenazaba, al menos a corto plazo, con desbaratar la estructura y la praxis de las organizaciones anarquistas existentes. Esa diferencia pudo bien ser la razón de gran parte de la oposición a que se formara un grupo de mujeres.
CONCLUSIÓN
Las mujeres de Mujeres Libres encontraron apoyo a su lucha contra la jerarquía y a su estrategia de acción directa dentro de la tradición anarquista. Sin embargo, su adhesión a la lucha de mujeres nació de algo más que del compromiso con la acción directa, y al ocuparse de las necesidades de la gente con sus propios métodos. Se desarrolló, asimismo, a partir de un análisis de la naturaleza particular de la sociedad española y del lugar que ocupaban las mujeres en ella. Las mujeres de Mujeres Libres insistían en que, dentro del contexto de la sociedad española, la acción mixta sencillamente perpetuaría los patrones ya existentes de la dominación masculina. Había que abordar directamente el tema de la subordinación de las mujeres si las mujeres pretendían participar de forma igualitaria con los hombres.
Las mujeres de Mujeres Libres encontraron apoyo a su lucha contra la jerarquía y a su estrategia de acción directa dentro de la tradición anarquista. Sin embargo, su adhesión a la lucha de mujeres nació de algo más que del compromiso con la acción directa, y al ocuparse de las necesidades de la gente con sus propios métodos. Se desarrolló, asimismo, a partir de un análisis de la naturaleza particular de la sociedad española y del lugar que ocupaban las mujeres en ella. Las mujeres de Mujeres Libres insistían en que, dentro del contexto de la sociedad española, la acción mixta sencillamente perpetuaría los patrones ya existentes de la dominación masculina. Había que abordar directamente el tema de la subordinación de las mujeres si las mujeres pretendían participar de forma igualitaria con los hombres.
Mujeres Libres compartía la visión de la igualdad con las principales corrientes anarquistas, tanto en lo que respecta a su aplicación en la sociedad que esperaban crear como dentro del mismo movimiento que la crearía. Aceptaban plenamente que un verdadero cambio revolucionario precisaba una alianza entre mujeres y hombres, pero insistían en que dentro de esa unión debía emerger la verdadera igualdad, pues si no era así no podría garantizarse que ni el proceso revolucionario ni la sociedad resultante fueran igualitarios. Las mujeres de Mujeres Libres se definían no como mujeres que estaban luchando contra los hombres, sino como uno de los muchos grupos que participaba en una amplia coalición que buscaba la transformación de la sociedad. Desde su perspectiva, la única forma de hacer que las mujeres superaran su subordinación era luchando en una organización que se construyera teniendo en cuenta las experiencias particulares de las mujeres. En ocasiones, el reconocimiento de la diversidad es la ruta más eficaz para el cambio y la unidad.
Desearía expresar mi agradecimiento a Paul Mattick y Molly Nolan y otras/os participantes del grupo de estudio Mujeres en las Sociedades Europeas del Centro para Estudios Europeos, Universidad de Harvard, con quienes discutí estos y otros temas en un seminario el 9 de mayo de 1980.
NOTAS
Nota de la traductora
Diciembre 2002: he revisado la traducción pero sin el original en inglés.
Octubre 1991: Gracias a Mujeres Libertarias de Madrid, Martha ya sabe de esta traducción. No está enfadada, incluso se alegra. ¡Gracias, Martha! Como sabéis, hago esta serie de traducciones para distribuir gratuitamente entre activistas, por si los textos sirven para abrir o continuar debates, en este caso, sobre estructuras "revolucionarias" (en grupos), comprensión y asimilación por parte de grupos "revolucionarios" de la cuestión feminista, de la necesidad de que existan grupos de mujeres (dentro de organizaciones mixtas también)...
La investigación para realizar este trabajo fue financiada en parte por una beca de la American (US) Association of University Women y en parte por otra de la Andrew W. Mellon Foundation to the Smith College Project on Women and Social Change. Quisiera agradecer a Kathryn Pyne (Parsons) Addelson, Anne Balazs, Donna Robinson Divine, Temma Kaplan y Robin Stolk sus comentarios sobre borradores de este trabajo. Una versión más amplia del mismo aparece en Feminist Studies.
Texto extraído de: anarchalibrary.blogspot.com
El testigo que dejaron estas mujeres en el ambiente libertario queda recogido por diferentes grupos de MMLL que en la actualidad siguen la estela de la lucha
Foto:. Homenaje a Lucia Sanchez Saornil por el grupo de MMLL de Valencia
GRACIAS A TODAS ELLAS...Y A LAS QUE ESTÁN POR LLEGAR!!!
En relacion al pleno de regionales de MLE del 38 cabe decir en honor a la verdad que no fue el MLE quien no quiso que entraran MMLL como tal, como organizacion en el MLE. LA FAI insistió mucho en que entrasen, fueron algunas territoriales de JJLL quienes se opusieron con vehemencia mientras la CNT so se atrevió a pronunciarse
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