Heráclito retorna, ¡abajo Parménides!
(graffiti del mayo francés del 68)
Desde hace algún tiempo (al menos en mi entorno) los ambientes/colectivos feministas venimos teniendo un debate que poco a poco va colándose en la vida de todas y tomando el eje central de la lucha preventiva contra la violencia machista en la pareja: el amor romántico.
"Es mía", de Latuff
El amor romántico como régimen de nuestras relaciones sentimentales se ha vuelto un tema realmente preocupante, y es que el concepto de la mujer como propiedad de su pareja (el sacrificio de ésta, los lazos "para toda la vida" como el matrimonio, la monogamia como principio irrenunciable, y distintos términos en esta línea que vienen asociados directamente al "amor romántico") constituye el primer acto de violencia y la base sólida sobre la que luego, poco a poco, se va edificando toda violencia en dicha pareja: eres mía; eres mía, hazme caso; eres mía y dedícate a mí; eres mía, entrégate por completo; eres mía, hasta tu intimidad me pertenece; eres mía, exclusivamente mía, yo soy tu vida y nadie ni nada más.
Las características atribuidas a lo que comúnmente entendemos por "amor" (siempre hablamos de la pareja), se conocen como "los mitos del amor romántico"(*ver imagen 1). Se les llama mitos por ser historias/relatos que pretenden explicar/justificar una realidad autodenominándose como "verdaderos" cuando realmente no tienen por qué serlo: en realidad los mitos son construcciones culturales heredadas de generación en generación que van rigiendo nuestras vidas y limitando nuestra autonomía si no los ponemos en cuestión. Un ejemplo de mito de amor romántico sería el "mito de la media naranja", es decir, la creencia en la existencia de una única persona en el mundo que ha nacido para completarnos y a la cual hemos de encontrar (antes de que se haga muy tarde, no queremos quedarnos para vestir santos).
El amor romántico tiene -entre otras características- una relación íntima con el deseo del ser humano de tener cosas permanentes, inmutables (nos aferramos a un dios, como a un amor eterno o cualquier idea que nos dé señales de una estabilidad, una infinitud que triunfe sobre nuestra propia finitud e inestabilidad), por ello podemos encontrar una relación directa entre el amor romántico y las ideas que supusieron el inicio de la filosofía occidental defensora de la "inmutabilidad". Para ser más exactas, podemos decir que dichos mitos poseen ciertas características similares a las que Parménides de Elea (siglo VI a.C.) atribuyó al "Ser" en su Poema, herencia que asume luego Platón y -tras éste- toda la corriente filosófica occidental defensora de la existencia de inmutabilidad en determinadas cualidades del ser humano o del mundo (y por ello hoy también en las relaciones sentimentales).
Para el filósofo griego el "Ser" era ingénito, imperecedero, único, imperturbable, inmóvil e indivisible. Así, llevándolo al terreno del amor romántico, se nos ha inculcado que un amor, si es "verdadero", debe tener las siguientes cualidades:
1. El amor como algo ingénito.
El amor verdadero no nace, simplemente existe. Nos han hecho creer que el amor no es un sentimiento que se va formando conforme vamos conociendo a una persona, o nos va gustando, NO: el amor ya existía incluso antes de conocerle (existe esa media naranja o alma gemela para nosotras en alguna parte del mundo). Dice Parménides en el Poema sobre el Ser: "Es o no es. Pero ya está decidido".
2. El amor como algo imperecedero.
El amor verdadero no muere nunca. Es eterno.
Si hay dudas no es amor verdadero. Y si muere no lo fue nunca.
3. El amor como algo único.
El amor verdadero es único, hay una sola forma de amar verdaderamente, y sólo hay una persona ideal en el mundo para cada una de nosotras (esto implica, entre otras cosas, fidelidad y monogamia).
4. El amor como algo imperturbable e inmóvil.
Nada puede modificar o cambiar el amor verdadero, el cual parece estar quieto en un rincón protegido de todo.
El amor verdadero es suficiente para que sobreviva cualquier relación: el amor lo puede todo.
5. El amor como algo indivisible.
El amor verdadero es una totalidad, una entrega total. No hay posibilidad de que el amor sea divisible, que ocupe sólo alguna parte de nuestro tiempo o de nuestra vida: el amor verdadero colma todos los espacios de nuestras vidas (y requiere la entrega hasta de lo más íntimo). Si dos personas se complementan y son parte de una misma unidad, nada debe -ni puede- separarles. Son uno solo.
Como podemos ver fácilmente, todo esto constituye una serie de justificaciones para aguantar cualquier tipo de situación de pareja, aunque nos duela y nos haga daño, aunque tengamos que sacrificar nuestras vidas o sacrificar nuestra independencia o libertades en nombre del "amor", y aunque suframos incluso violencia, porque si el amor lo puede todo ¿no podrá con esto también?
Además, si el amor es único, hay uno sólo, me completa y es tan valioso: ¿cómo me voy a permitir perderlo?Este es el verdadero mensaje que -sobre el amor- por todas partes llega hasta nosotras (películas, libros, canciones, etc.). Y este es el peligroso discurso con el que hay que romper por completo (*ver imagen 2)
Heráclito como subversión.
Parménides fue el gran triunfador de la filosofía griega, sin embargo, en el siglo XX se recuperó -de la mano de F. Nietzsche- a un Heráclito que contradecía todo lo que planteó Parménides: el mundo no es inmutable, el mundo es constante devenir, "la corriente en la que os bañáis por segunda vez, ya no es la misma en la que os bañasteis la vez anterior"(1), nunca nos bañamos dos veces en el mismo río . Todo cambia y nada es apresable bajo ningún concepto: "este mundo animado por el flujo y el reflujo, inmerso en la férrea cadencia del ritmo, no revela nunca una permanencia, algo indestructible"(2).
Debemos asumir que todo es dinámico, que todo cambia y es cambiable, que todo empieza pero también termina (incluso el amor, aunque nos digan lo contrario), que todo se modifica constantemente en un continuo devenir y que la fragilidad es la reina de nuestras vidas sin que podamos hacer nada para cambiar esto. No hay un único concepto para definir las infinitas, múltiples, simultáneas y perecederas formas de amar. Las experiencias de nuestra vida pueden durar un año o un minuto, sin que tengamos por ello que jerarquizarlas ni por tiempo, ni por intensidad, ni veracidad. Lo único permanente es el devenir y asumir esto romperá -decía Nietzsche- las cadenas que nos atan a la -inexistente- inmutabilidad. La creencia en las ideas inmutables como la del "amor romántico" es una gran prisión fuera de la cual encontraremos la independencia para la libre decisión y creación de nuestras propias vidas.
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(1) Heráclito, Fragmentos.
(2) Friedrich Nietzsche, La filosofía en la época trágica de los griegos.
* Imagen 1
(2) Friedrich Nietzsche, La filosofía en la época trágica de los griegos.
* Imagen 1
Campaña contra el amor romántico, de Feministes Indignades
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